Introducción
Aunque se ha discutido la denominación —Generación de la Dictadura, de la amistad, de los ismos, de los poetas-profesores, de 1925 y del 27—, la más afortunada —tanto los críticos como sus propios miembros coinciden— es que este grupo numeroso de excelentes poetas y escritores constituye una generación, ya que comparten el rechazo de todo lo que en el arte representaba rutina, incomprensión y cerrilidad (Dámaso Alonso) y tienen una comunidad de afanes y gustos (Jorge Guillén).
Con el grupo del 27, la literatura española culmina su Edad de Plata y alcanza una de las cimas de la lírica occidental del siglo XX. En él se inscriben los siguientes autores:
- Rafael Alberti
- Gerardo Diego
- Dámaso Alonso
- Jorge Guillén
- Federico García Lorca
- Pedro Salinas
- Vicente Aleixandre
- Luis Cernuda
- Manuel Altolaguirre
- Emilio Prados
Las Sinsombrero
En los años veinte y treinta inician también su labor artística, literaria o filosófica una serie de mujeres excepcionales, llamadas Las Sinsombrero, que, como sus compañeros de promoción, participaron activamente en la efervescencia de la cultura española de la época y sufrieron también, más tarde, la Guerra Civil o el exilio: la poetisa o editora Concha Méndez, la novelista Rosa Chacel, la pintora Maruja Mallo, la escritora, guionista y traductora María Teresa León, la pensadora María Zambrano, la poetisa Ernestina de Champourcín o la poetisa y actriz Josefina de la Torre.
Episodio Fundacional
Los poetas del 27 constituyen un grupo homogéneo, cuyo episodio fundacional es el viaje a Sevilla que realizan en diciembre de 1927 para conmemorar el tercer centenario de la muerte de Góngora. Allí, en el Ateneo de Sevilla, dieron recitales de poemas (propios o del insigne poeta barroco cordobés) y conferencias o coloquios, como homenaje a Góngora. Este año de 1927 es el que ha dado nombre al grupo, y el que los ha unido irremisiblemente al poeta barroco.
Enuncia: Características Generales
Desarrollo de las Características
Cada uno de estos grandes poetas y escritores del 27 constituyen brillantes personalidades, y logran conformar un estilo propio e individual; de todos modos, podemos señalar una serie de características generales que serán aplicables, en mayor o en menor medida, a la mayoría de ellos.
Homogeneidad en su Formación
Proceden de familias burguesas liberales. Muchos de ellos (Salinas, Guillén, Prados, Alberti o Lorca) estuvieron ligados a la Residencia de Estudiantes, creada en el espíritu regeneracionista de la Institución Libre de Enseñanza. En ella tuvieron ocasión de conocer a los grandes poetas de la vanguardia europea (Valéry, Marinetti, Louis Aragon) y también escritores españoles como Machado, Valle-Inclán, Ortega y Gasset y, sobre todo, Juan Ramón Jiménez, que residió en ella durante un tiempo. Allí, atraídos por sus tertulias y actividades culturales, compartieron la formación con grandes maestros de otras artes, como el cine (Luis Buñuel), la pintura (Salvador Dalí) o la música (Manuel de Falla).
Estancias en el Extranjero
Mantuvieron estancias en el extranjero (tanto Salinas como Guillén fueron lectores de español en París; Cernuda, en Toulouse; Lorca visitó Nueva York en 1929), lo que les permitió conocer las innovaciones que se desarrollaban fuera de España. Compartieron, además, una sólida formación literaria: Salinas, Guillén, Cernuda, Dámaso Alonso o Gerardo Diego fueron, de hecho, profesores de literatura.
Lazos de Amistad
Los miembros del grupo del 27 mantuvieron estrechas relaciones de amistad, como evidencian la voluminosa correspondencia que intercambiaron, las dedicatorias de sus poemarios o las elegías que escribieron tras la muerte de algunos de ellos. La guerra civil logró separarlos en el espacio, pero no en el afecto.
Cauces de Difusión Compartidos
Difunden sus poemas en las dos grandes revistas literarias de la época, La Gaceta Literaria y la Revista de Occidente, y, a menudo, en algunas promovidas por los propios autores:
- Litoral (1926-1929), fundada por Emilio Prados y Manuel Altolaguirre.
- Carmen (1928-1929), que estaba dirigida por Gerardo Diego.
- Verso y prosa (1927-1928), auspiciada por Jorge Guillén.
- Gallo (1928), dirigida por Federico García Lorca.
- Caballo Verde para la Poesía, editada por Manuel Altolaguirre y Concha Méndez, y dirigida por Pablo Neruda.
La variedad geográfica también es una prueba de la amplitud del movimiento que señalamos.
Concepción Común de la Poesía
Los poetas del 27 presentan una actitud estética semejante, que aspira a una síntesis entre tradición y vanguardia.
Frente al carácter iconoclasta, rupturista de las vanguardias históricas, la poesía del grupo se incardina plenamente en la tradición literaria hispánica. Esta voluntad de entroncar con la poesía anterior encuentra diversas manifestaciones:
Voluntad de Entroncar con la Tradición
Crítica Literaria
Los autores del 27 tendrán un conocimiento profundo de los grandes poetas en castellano. Así, Pedro Salinas escribirá los ensayos La poesía de Rubén Darío y Jorge Manrique o tradición y originalidad; Dámaso Alonso realizará una monumental edición de las Soledades, de Luis de Góngora, y dedicará estudios a Garcilaso, fray Luis de León, san Juan de la Cruz, Lope de Vega o Quevedo; por su parte, Federico García Lorca dictará la conferencia «La imagen poética de Luis de Góngora«; y Jorge Guillén, las conferencias recogidas en Lenguaje y poesía, sobre Gonzalo de Berceo, Góngora, san Juan de la Cruz o Gustavo Adolfo Bécquer.
Intertextualidad
Los poetas del 27 tomarán de la tradición literaria española los títulos de muchas de sus obras:
- La voz a ti debida (Égloga II, de Garcilaso) o Largo lamento (Rima XV, de Bécquer), de Salinas.
- Donde habite el olvido (Rima LXVI, de Bécquer), de Cernuda.
En algunos casos, la conexión intencionada con textos de la tradición es evidente:
- El Llanto por Ignacio Sánchez Mejías, de García Lorca, y las Coplas a la muerte de su padre, de Jorge Manrique.
- El poema «Mi corza, buen amigo«, de Marinero en tierra, de Rafael Alberti, y el cantar «En Ávila, mis ojos«, de la poesía tradicional castellana.
Temas y Métrica
Los asuntos dominantes de la poesía de la generación del 27 serán los grandes temas de la tradición literaria: el amor (Salinas, Vicente Aleixandre…), la muerte (García Lorca), el paraíso perdido (Rafael Alberti), el choque entre deseo y realidad (Luis Cernuda),…
En cuanto a la métrica, el repertorio es riquísimo: utilizan las estrofas tradicionales, tanto cultas como populares (el soneto, el romance, los villancicos…) y experimentan con el verso libre, el verso blanco y el versículo.
Influencia de las Vanguardias
Estos poetas asimilaron también los hallazgos de las vanguardias históricas. Así, recibirán la influencia de las greguerías de Ramón Gómez de la Serna, del ultraísmo y del creacionismo (especialmente, Imagen o Manual de espumas, de Gerardo Diego). El surrealismo influirá en la poesía de Vicente Aleixandre (Pasión de la Tierra, Espadas como labios y La destrucción o el amor) y en algunas obras de Alberti (Sobre los ángeles), Lorca (Poeta en Nueva York) o Cernuda (Un río, un amor; Los placeres prohibidos).
Conclusión
En conclusión, todos ellos comparten actitudes y comportamientos generacionales que los identifican y explican sus afinidades estéticas y sus relaciones fraternales. Se trata de una «generación ecléctica» cuyos miembros, tras el vendaval de las vanguardias, aun manteniendo una visión innovadora, adoptan una actitud receptiva ante las influencias y siguen una trayectoria evolutiva que les hará adoptar nuevos rumbos temáticos y estéticos, de acuerdo con las circunstancias sociales y artísticas que les tocó vivir a lo largo de su trayectoria literaria.
Señala: Evolución Poética
Desarrollo de la Evolución
Cada autor de la generación del 27 presenta una voz singular, propia. Sin embargo, durante la dictadura de Primo de Rivera (1923-1930) y la Segunda República (1931-1936), se aprecia una evolución conjunta en la que se diferencian tres grandes etapas:
Hasta 1928: La Poesía Pura
En las obras de esta primera etapa se mezclan las tendencias más vanguardistas con la mejor poesía tradicional, sobre todo, el romancero y la lírica de tipo popular que Ramón Menéndez Pidal, uno de los directivos de la Residencia de Estudiantes, estaba investigando durante esos años.
Esta es la etapa de creación más lúdica para los poetas del 27. Lorca escribe el Romancero Gitano, Jorge Guillén escribe Cántico y Alberti gana el premio Nacional de Literatura con Marinero en Tierra.
Estamos en una época en la que triunfa la poesía pura, en la que lo importante es plasmar un mundo de belleza perfecta, absoluta, sin contaminar con las circunstancias históricas o personales del poeta.
Desde 1928: Humanización Poética
El cambio coincide con la influencia del Surrealismo, que rehumaniza de nuevo la poesía al introducir en ella las circunstancias personales del poeta, a la vez que contiene claras llamadas a la subversión y a la transgresión.
El Surrealismo vino a romper la cohesión del grupo porque casi todos lo adoptaron excepto Salinas, Guillén y Altolaguirre; sin embargo, los poetas que lo siguen no creen en un principio básico del Surrealismo, la escritura automática, porque piensan que el arte es un acto lúcido y racional de creación estética.
Lo que sí hicieron fue utilizar profusamente las técnicas de la poesía surrealista: imágenes visionarias, visiones y enumeraciones caóticas.
A partir de este momento pasarán al primer plano poético los eternos sentimientos del hombre: el amor, el ansia de plenitud y la inquietud ante los problemas de la existencia.
La influencia del surrealismo se evidencia fundamentalmente en algunos de los libros de La realidad y el deseo, de Luis Cernuda; en Sobre los ángeles, de Rafael Alberti; en Poeta en Nueva York y Llanto por Ignacio Sánchez Mejías, de Federico García Lorca; y en Espadas como labios y La destrucción o el amor, de Vicente Aleixandre.
Después de 1935: Compromiso, Desarraigo, Exilio
Las convulsiones sociales y políticas de los años treinta —la instauración de la República y sus complejos avatares, el triunfo de los fascismos en Europa—, la consolidación de la vertiente crítica del surrealismo, el contacto con Pablo Neruda a partir de 1935, residente en Madrid, que afirma la necesidad de una «poesía impura«; es decir, inmersa en las circunstancias humanas y sociales más concretas, y, sobre todo, la sublevación franquista y la consiguiente guerra civil, son factores que acentúan el compromiso de los poetas del 27 —salvo Gerardo Diego— con la defensa de la libertad y de la legalidad republicana. En unos se hace patente en una literatura de combate, en que prima lo ideológico (Rafael Alberti, Miguel Hernández), mientras que en otros la creación estética no oculta la conciencia crítica y la preocupación por los problemas humanos y sociales de su tiempo.
Tras la guerra civil, el grupo se disgrega trágicamente: García Lorca ha sido asesinado en 1936 y Miguel Hernández muere en la cárcel en 1942; otros se quedan en España, desarraigados en un exilio interior que les lleva a posturas existenciales de tono angustiado y solidario —Dámaso Alonso, Vicente Aleixandre y Gerardo Diego—; y la mayoría marcha al largo exilio exterior, donde continúan su labor creativa, alimentada por la nostalgia de la patria lejana.
Dos importantes poemarios de posguerra son Clamor, de Jorge Guillén, y Desolación de la quimera, de Luis Cernuda. Este último libro, lleno de referencias culturales, anticipa la poesía de los poetas novísimos de los años setenta.
Breve: Vida y Obra de los Autores
Desarrollo: Autores Destacados
En este apartado mencionaremos brevemente la vida y obra de los escritores del 27:
Gerardo Diego (1896-1987), inició su actividad literaria en el ámbito de la vanguardia: Imagen y Manual de espumas; con posterioridad, su obra se orienta hacia el intimismo: Versos humanos.
La trayectoria de Jorge Guillén (1893-1984), reunida bajo el título general de Aire nuestro, se inicia con Cántico. Fe de vida, obra en la que domina, bajo el influjo formal de la poesía pura, una visión pletórica de la existencia; con Clamor. Tiempo de historia, su poesía se orienta «hacia el realismo y hacia la literatura social». Los restantes volúmenes de su obra son: Homenaje, Y otros poemas y Final.
Rotunda fe de vida de este grupo poético es la Antología compuesta por Gerardo Diego en 1932. Junto a unos pocos poetas anteriores, venerados por todos (Unamuno, los Machado, Juan Ramón Jiménez…), incluye un significativo muestrario de la obra realizada hasta la fecha por las figuras del 27. Las declaraciones sobre «poética» que cada autor traza, al frente de sus poemas, componen como un manifiesto de la nueva poesía. En 1934, publica su segunda edición donde incluye poemas pertenecientes a Josefina de la Torre y Ernestina de Champourcín.
Para Pedro Salinas (1891-1951), «la poesía es una aventura hacia lo absoluto», una búsqueda de «significados claves en la realidad». Su obra poética cuenta con tres etapas. La primera está marcada por la influencia de la poesía pura: Presagios, Seguro azar y Fábula y signo; en la segunda, domina la temática amorosa: La voz a ti debida y Razón de amor; en la tercera, adquieren mayor peso las preocupaciones existencialistas: El contemplado y Todo más claro.
Federico García Lorca (1898-1936), encontró en la poesía y el teatro dos caminos paralelos para expresarse. Su poesía oscila entre el neopopularismo del Romancero gitano y de Poema del canto jondo y el vanguardismo surrealista de Poeta en Nueva York. Su faceta teatral presenta tres vertientes: la surrealista (Así que pasen cinco años), la trágica (Bodas de sangre, Yerma y La casa de Bernarda Alba) y la farsa (La zapatera prodigiosa).
La evolución de la poesía de Vicente Aleixandre (1898-1984) presenta dos épocas. En la primera, determinada por el influjo del surrealismo, prima el individualismo y un planteamiento visionario de la realidad poética (Espadas como labios y La destrucción o el amor); en la segunda prevalece una visión más comprometida de la vida y del hombre (En un vasto dominio, Poemas de la consumación, Historia del corazón).
Bajo el título general de La realidad y el deseo, la obra poética de Luis Cernuda (1902-1963), está marcada por el surrealismo (Los placeres prohibidos y Donde habite el olvido); algunos de sus títulos posteriores son Las nubes, Como quien espera el alba y Desolación de la quimera, libros en los que se mezclan la angustia existencial y la evocación, entre nostálgica y amarga, de España.
La obra poética de Dámaso Alonso (1898-1990), presenta dos etapas. La primera está muy determinada por la poesía pura (Poemas puros y poemillas de la ciudad); la segunda, posterior a la guerra civil, está marcada por la angustia existencial que provoca un mundo caótico (Hijos de la ira) y por la desigual proporción entre Dios y hombre (Hombre y Dios).
La obra de Rafael Alberti (1902-1999), se mueve entre el neopopularismo de raíz andaluza (Marinero en tierra), el gongorismo (Cal y canto), el surrealismo (Sobre los ángeles) y la poesía social (El poeta en la calle).
Miguel Hernández (1910-1942), comenzó a escribir poesía influido por autores clásicos como Garcilaso de la Vega y Luis de Góngora. En 1931 se trasladó a Madrid donde entabló amistad con los poetas del 27 y Pablo Neruda. Durante la Guerra Civil española, apoyó la causa republicana, lo que marcó su obra con fuerte compromiso político y social. Tras la contienda fue condenado a muerte y murió de tuberculosis en la cárcel de Alicante.
Su poesía combina temas rurales, amorosos, sociales y políticos, con un estilo que mezcla tradición y modernidad. Entre sus obras encontramos Perito en lunas, El rayo que no cesa, Viento del pueblo y Cancionero y romancero de ausencias.