La Guerra Carlista: Conflictos y Estrategias en el Siglo XIX


Prusiano y ruso, y de los Estados Pontificios. Y también de los reinos de Cerdeña y Nápoles. Pero el apoyo material que recibieron los carlistas fue menor que el de los cristinos. 8) Desde el levantamiento carlista en octubre de 1833, las múltiples insurrecciones no consiguieron la derrota de los cristinos y la situación derivó en una guerra civil. La rápida reacción en octubre de 1836 del general cristino Pedro Sarsfield evitó la victoria carlista en la meseta norte; tras cruzar el Ebro, ocupó Vitoria y Bilbao. De esta forma, el río Ebro se convertirá en una especie de frontera estratégica entre los dos bandos.

Operaciones Militares y Liderazgo Carlista

Al norte del Ebro, las operaciones militares fueron favorables a los carlistas, que derrotaron a las tropas del gobierno repetidas veces, gracias a su movilidad y conocimiento del terreno. Los carlistas estaban dirigidos por Tomás de Zumalacárregui, y bajo su mando consiguieron el control de casi todo el País Vasco (excepto Bilbao y San Sebastián) y se apoderaron de ciudades secundarias, como Villafranca, Tolosa, Vergara, Eibar, Durango y Ochandiano. Las tropas liberales se retiraron a Miranda de Ebro.

Discrepancias y Cambios en la Estrategia

Muy pronto surgieron discrepancias entre Zumalacárregui y el entorno de D. Carlos; el primero quería el control del valle del Duero, pero el pretendiente quería tomar Bilbao (necesitaba controlar una gran ciudad por prestigio internacional), y esta fue la opción que se tomó. El 10 de junio de 1835 comenzaba el sitio de Bilbao, pero el día 15, Zumalacárregui caía herido y moría poco después, el 24, a consecuencia de la mala cura de sus heridas. El 1 de julio, el carlista Eraso tuvo que levantar el sitio de Bilbao. 9) La muerte de Zumalacárregui y la resistencia de Bilbao cambiaron el curso de la guerra en favor de los cristinos. El 16 de julio, los carlistas fueron derrotados en Mendigorría. El 5 de mayo de 1836, los carlistas fueron obligados a levantar el asedio de San Sebastián, y además, fueron derrotados en Arlabán. 10)

Cambio de Estrategia y Expediciones

Estas derrotas obligaron a los carlistas a cambiar de estrategia. Desde junio de 1836 se realizarán expediciones de columnas móviles, que, saliendo desde sus posiciones del norte, esperaban contar con el apoyo de las partidas de los lugares por donde pasaran. La más importante será la del general Miguel Gómez, que el 26 de junio salió del País Vasco y recorrió Asturias, Galicia (entró en Santiago) y León; las dos Castillas, y llegó al Levante, donde se reunió con Cabrera. Derrotados en Villarrobledo, las tropas de Gómez marcharon a Andalucía (ocuparon temporalmente Córdoba) y a Extremadura, y el 16 de noviembre llegaron a Ronda; desde aquí regresaron a sus bases vascas el 20 de diciembre. Los resultados fueron decepcionantes, pues solo consiguieron agotarse, no tuvieron lugar batallas de envergadura, y sobre todo no se consiguió levantar a la población.

Defensiva y Fracaso de la Expedición Real

El 25 de diciembre de 1836, un nuevo asedio carlista sobre Bilbao fue levantado por el ya héroe militar Espartero, quien tras derrotar a los carlistas en Luchana, liberó la ciudad. 11) Desde 1837, los carlistas pasaron a la defensiva, y el escenario principal de la guerra se fue desplazando al Maestrazgo y a Cataluña. La proclamación de la Constitución del 12 y el malestar de María Cristina con los liberales animó al Pretendiente, que en la primavera de 1837 dirigirá personalmente otra expedición real. La expedición saldrá de Cataluña y recorrerá el Maestrazgo, cercanías de Valencia, Arganda y Vallecas hasta llegar a las puertas de Madrid (desde su muralla, los madrileños veían a las tropas carlistas al otro lado del río). Pero no se atrevieron a atacar Madrid, y no fructificó un pacto de reconciliación dinástica. Su fracaso provocará la división del carlismo entre los partidarios de una transacción (Rafael Maroto) y los que querían continuar la guerra (apostólicos). 12)

El Convenio de Vergara y sus Consecuencias

El 31 de agosto de 1839, precedido de arduas negociaciones, se firmaba el Convenio de Vergara (abrazo de Vergara) entre Rafael Maroto y Baldomero Espartero. Sus acuerdos más importantes fueron:

  • Fin del conflicto militar en el territorio vasco-navarro.
  • Traslado a las Cortes del problema del régimen foral, aunque Espartero prometió influir en su aprobación.
  • Integración de oficiales y jefes carlistas en el ejército liberal con el reconocimiento de sus grados.

El acuerdo de Vergara significaba la renuncia de Navarra a su condición de reino, a cambio de una promesa de autonomía que se concretó en una ley de 1841. En ella se concedía a la Diputación Foral la administración de los impuestos y una serie de competencias administrativas. El país había soportado seis años de una guerra extremadamente cruenta, con decenas de miles de muertos, tanto militares como civiles, y que dejó, sobre todo en el norte, destrucción, hundimiento económico y el mantenimiento de la ideología carlista que provocará más guerras en el futuro. 13)

Resistencia Carlista y Nuevas Guerras

Un núcleo carlista, dirigido por el general Ramón Cabrera, resistió en la zona del Maestrazgo. El 30 de mayo de 1840, las tropas de Espartero tomaban Morella, y Cabrera se retiraba hacia Cataluña para cruzar la frontera el 4 de julio de 1840. Segunda y tercera guerra (1846-1849 y 1872-1876) 14)

El Convenio de Vergara no terminó con el carlismo. Don Carlos se exilió, y a su muerte transmitió sus derechos a su hijo, Carlos VI, iniciándose así una dinastía paralela a la de los Borbones, que mantuvo viva la reivindicación de su legitimidad. Junto a ellos se exiliaron otros dirigentes absolutistas. 15) En 1846 se intentó pactar la boda del nuevo pretendiente con la joven Isabel II. Pero el fracaso en la negociación y el posterior anuncio de la boda real llevó a los carlistas a iniciar la segunda guerra, llamada también Guerra dels Matiners (los madrugadores; por su costumbre de atacar de madrugada) y que transcurrió entre 1846 y 1849. La rebelión comenzó a finales de 1846 en Solsona, cuando se formaron diversas partidas guerrilleras, que no sobrepasaban los 500 hombres que atacaron fundamentalmente a funcionarios públicos y a unidades militares. Estas partidas actuaban en la zona donde tenían su residencia y eran buenos conocedores del terreno. El líder más importante fue el sacerdote Benet Tristany, que en febrero de 1847 atacó a Cervera para hacerse con fondos y munición. Tristany será fusilado en Solsona en mayo de 1847, pero el número de partidas carlistas aumentó en toda Cataluña, llegando a unos 4.000 hombres armados frente a un ejército regular formado por 40.000 soldados, pero no muy bien preparados, que dirigía Manuel Pavía y que intentará inicialmente una política apaciguadora para debilitar a los carlistas, pero no tendrá éxito. Además, a los carlistas se unirán partidas progresistas y republicanas que también se enfrentaban al gobierno dictatorial de Narváez. A mediados de 1848 surgieron pequeñas partidas carlistas en Extremadura y en Castilla, pero no consiguieron ninguno de sus objetivos por su aislamiento. Ramón Cabrera estaba en Francia (Lyon) cuando comenzó la guerra, y a pesar de que creía que la victoria carlista era imposible, se trasladó a Cataluña. Desde junio de 1848 intentará organizar un Ejército Real de Cataluña sin éxito, y tampoco pudo entrar en…

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