La Guerra Total: Las Grandes Operaciones Militares
La contienda crecía en envergadura desde finales de 1936, debido a la ayuda exterior a ambos bandos. De los movimientos de pequeñas columnas se pasó a grandes ofensivas y contraofensivas. Desde el punto de vista militar, la guerra adquirió entonces un carácter moderno, que anunciaba lo que iba a ser la Segunda Guerra Mundial:
- La aviación comenzó a ser el arma fundamental, por su capacidad de observación y ofensiva.
- La caballería fue sustituida por el carro de combate.
- Se llegó al concepto de «guerra total», al ser bombardeadas las ciudades con el consiguiente sufrimiento de la población civil.
- Se intensificó la «guerra psicológica», utilizando la radio, los periódicos y la llamada «literatura de trinchera» (Miguel Hernández, José María Pemán).
Además, los estados mayores comenzaron a aplicar los principios de la Geopolítica a la estrategia militar. En la ofensiva de Franco sobre Madrid en 1937 se dieron las grandes batallas del Jarama, con combates aéreos, y de Guadalajara, en la que las fuerzas italianas enviadas por Mussolini sufrieron un grave descalabro a manos de los brigadistas internacionales, cuando intentaron, mediante una operación blindada de gran envergadura, avanzar perpendicularmente sobre Madrid. Después de esto, según aconsejaba la geoestrategia, Franco abandonó la idea de tomar Madrid y determinó concentrar los efectivos militares en el norte para hacerse con sus recursos energéticos e industriales (carbón, siderurgia y fábricas de armas), única forma de ganar la guerra.
La ofensiva se desencadenó en mayo por el sector de Vizcaya, rompiendo el llamado «Cinturón de Hierro» que fortificaba Bilbao. Pero cuando el ejército franquista avanzaba hacia Santander, el general republicano Miaja, ayudado de tanques rusos, inició la contraofensiva de Brunete con la intención de embolsar al ejército del norte enemigo, pero fracasó en el intento.
Tras la caída del norte, en octubre de 1937, Franco proyecta la marcha hacia el Mediterráneo, con el fin de dividir a la zona republicana en dos y dejar aislada a Cataluña. Así, después de recuperar Teruel, las columnas de Franco llegan al mar por Vinaroz en tan sólo dos semanas.
Para contrarrestar la ofensiva franquista e impedir su avance hacia Cataluña por la costa, la República realiza un supremo esfuerzo en el verano de 1938 e inicia la llamada batalla del Ebro, en la que destacó el general republicano Enrique Líster. En una gran ofensiva, el ejército republicano atravesó el río y estableció una cabeza de puente en Mequinenza para embolsar al ejército enemigo; pero éste reacciona y consigue vencer a los republicanos en una dura batalla de desgaste. El camino de Cataluña queda así expedito y, en enero de 1939, los nacionales toman Barcelona.
El Final de la Guerra
Tras la pérdida de Cataluña, la España republicana quedaba reducida a Madrid capital, una parte de Castilla La Mancha y la zona costera levantina desde Valencia hasta Almería. Ante esta realidad, en Madrid se formó una Junta de Defensa, presidida por el coronel Casado, con el fin de gestionar una rendición honrosa; pero Franco impuso la rendición incondicional.
Las tropas de Franco cayeron en Levante y Almería. El 1 de abril de 1939, en el último parte de la contienda, Franco anunciaba que la guerra había terminado, pero dejaba tras de sí un rastro de destrucción y de sangre del que la nación tardaría muchos años en recuperarse.
El drama de sus más de 300.000 muertos, el recuerdo de los “paseos” o “sacas”, las ejecuciones, el hambre, la destrucción y la emigración forzosa de la “España peregrina”, serán heridas que permanecerán en el cuerpo social de España y que tardarán muchos años en restañar.
La Evolución Política en la Zona Republicana
En el transcurso de la guerra civil, la España republicana evoluciona políticamente a través de tres etapas:
El Caos Inicial y el Gobierno de Giral
El estallido de la guerra provocó un gran entusiasmo revolucionario. Entre los meses de julio y octubre de 1936, el Gobierno se vio desbordado por el poder popular, de modo que se produjo el derrumbamiento de las instituciones y el Estado dejó prácticamente de existir. Esta situación fue aprovechada por los poderes regionales y locales, que operaron al margen de toda institución republicana; así ocurrió en Barcelona, Valencia, Málaga y Asturias.
El caos reinante tuvo su manifestación militar cuando el gobierno de José Giral, que había sustituido a Santiago Casares Quiroga el 19 de julio de 1936, tuvo que entregar armas a las organizaciones radicales, con cuyas milicias, sin mandos e indisciplinadas, se quiso organizar un Ejército Popular.
La falta de autoridad se manifestó de manera trágica en el desencadenamiento de una cruel represión, de la que fueron víctimas escritores como Pedro Muñoz Seca y Ramiro de Maeztu, políticos como José Antonio Primo de Rivera, sacerdotes como Manuel Medina Olmos y Diego Ventaja, obispos de Guadix y Almería respectivamente, y el canónigo padre Poveda.
El Gobierno de Largo Caballero y el Restablecimiento de la Autoridad
La llegada de Largo Caballero a la presidencia del Gobierno, en septiembre de 1936, obedeció a la necesidad de encauzar la revolución y concentrar todas las fuerzas operantes. Para conseguirlo, Largo Caballero incluyó en su gobierno a ministros anarquistas, concedió el Estatuto de Autonomía al País Vasco, trasladó el Gobierno a Valencia y desarrolló una política independiente. En este período fueron constantes los enfrentamientos entre comunistas, anarquistas y comunistas disidentes del POUM -los trotskistas de Andrés Nin-, hasta el punto de que en la primavera de 1937 se enfrentaron en una pequeña Guerra Civil en Barcelona. Este hecho provocó la dimisión de Largo Caballero.
El Gobierno de Negrín y la Influencia Comunista
Le sustituyó Juan Negrín, catedrático de Medicina y hombre enérgico, que consiguió reforzar la autoridad gubernamental y terminar con las disputas internas con el apoyo de los comunistas. Tras la caída de Barcelona, Negrín vuelve a Madrid para organizar la resistencia, pero su autoridad es suplantada por una Junta de Defensa, presidida por el coronel Casado. Dicha Junta, apoyada por el socialista Julián Besteiro y por el líder anarquista Cipriano Mera, sería la encargada de gestionar la rendición. En el campo social se produjeron grandes transformaciones. Se incautaron y colectivizaron empresas, se realizaron experiencias libertarias y se impulsó intensamente la reforma agraria, si bien muy limitada en el espacio, ya que no se pudo aplicar en la mayor parte de Andalucía.