La Guerra de Cuba
2.1. La gran insurrección
En 1879, se produjo la Guerra Chiquita, un intento de insurrección contra la presencia española en Cuba. La sublevación fue derrotada al año siguiente debido a la falta de apoyo, armamento y la superioridad del ejército español.
El 24 de febrero de 1895, el Grito del Baire inició un levantamiento generalizado. El gobierno español envió un ejército bajo el mando del general Martínez Campos, quien propuso una fuerte acción militar acompañada de conciliación política. Sin embargo, no logró controlar la rebelión y fue reemplazado por el general Valeriano Weyler.
Weyler implementó una férrea represión, organizando concentraciones de campesinos y aplicando la pena máxima a los rebeldes y civiles. La guerra se desarrolló en la selva, donde las fuerzas cubanas se concentraban y dispersaban rápidamente. Los soldados españoles no estaban entrenados para este tipo de guerra y carecían de los medios adecuados.
En 1897, el gobierno liberal destituyó a Weyler y nombró al general Blanco, quien inició una estrategia de conciliación. Decretó la autonomía de Cuba, el sufragio universal masculino y la igualdad de derechos. Sin embargo, las reformas llegaron demasiado tarde y los independentistas, apoyados por Estados Unidos, se negaron a aceptar el fin de las hostilidades.
2.2. La intervención de Estados Unidos
Estados Unidos había mostrado interés en Cuba y había realizado propuestas de compra que España rechazó. En 1895, el presidente McKinley apoyó abiertamente a los insurrectos.
El incidente del acorazado Maine, que estalló en el puerto de La Habana en 1898, dio a Estados Unidos la excusa para intervenir. España negó cualquier vinculación con el incidente y rechazó el ultimátum estadounidense, lo que llevó a la guerra hispano-norteamericana.
Estados Unidos derrotó a las escuadras españolas en las batallas de Santiago y Cavite. En diciembre de 1898, se firmó la Paz de París, por la cual España abandonó Cuba, Puerto Rico y Filipinas, que pasaron a ser protectorados estadounidenses.
2.3. La rebelión en Filipinas
En 1896, se produjo una rebelión en Filipinas liderada por la Liga Filipina, fundada por José Rizal. El capitán general Camilo García Polavieja llevó a cabo una política represiva, condenando a muerte a Rizal.
El gobierno liberal nombró a Fernando Primo de Ribera como capitán general, quien promovió negociaciones indirectas con los líderes de la insurrección, logrando una pacificación momentánea del archipiélago.