El reinado de Carlos IV marcó el inicio de la Crisis del Antiguo Régimen en España, tras seguir la política autoritaria y reformista de su padre, Carlos III. En 1789 estalló la Revolución Francesa que dividió a los ilustrados españoles, algunos suavizaron sus ideas mientras otros se radicalizaron. Los intentos de líderes como Floridablanca y Aranda por evitar la influencia revolucionaria en España fracasaron. Manuel Godoy se convirtió en ministro en 1792 y España se unió a un acuerdo contra Francia, pero tras el fracaso en la Guerra de Convención, se acercó a Francia, lo que llevó a una dependencia de la política exterior francesa y enfrentamientos con Gran Bretaña. La derrota en Trafalgar debilitó el poder marítimo español y generó resistencia contra Godoy, incluyendo una conspiración para poner al príncipe de Asturias en el trono. Ante la impopularidad y un plan de Napoleón para invadir Portugal y España, Godoy abandonó el plan, pero las tropas napoleónicas entraron en España con la intención de ocupar ambos países. Después de descubrir las intenciones de Napoleón, Godoy trasladó la corte a Andalucía, pero en el Palacio Real de Aranjuez estalló el Motín de Aranjuez. Este levantamiento, originado por nobles partidarios del príncipe Fernando, desencadenó malestar por la presencia del ejército francés y causó el empobrecimiento de la economía española. La caída de Godoy llevó a la dimisión de Carlos IV, dando paso a la entrada de Fernando VII. Tras el éxito del motín, Carlos IV contactó a Napoleón para pedir ayuda en la recuperación del trono que su hijo le había arrebatado. Esto condujo a la convocatoria de Carlos IV y Fernando VII en Bayona por parte de Napoleón. En Bayona, Napoleón logró convencer a ambos para que renunciasen a la corona española, ofreciéndose a su hermano José Bonaparte (José I), con el objetivo de implementar reformas en España y fortalecer la alianza con Francia. En esta reunión se aprobó el Estatuto de Bayona, que incluía la igualdad de los españoles, la anulación de los derechos señoriales y de la Inquisición, junto con reformas en la administración del país.
La Guerra de la Independencia
La Guerra de Independencia española, que se desarrolló desde 1792 hasta el Congreso de Viena en 1815, adquirió un carácter de conflicto interno. Esta guerra civil enfrentó a los colaboradores de los afrancesados, intelectuales influenciados por los franceses, contra políticos ilustrados, clases populares, nobles y clérigos, todos temerosos de las reformas impuestas por los franceses. La ausencia del