La Historia de España: Desde la Hispania Romana hasta el Liberalismo


Introducción: La Hispania Romana

La presencia de Roma en la península ibérica (s. III a.C – s. V) se dio mediante un intenso proceso de romanización, que marcó un antes y un después en el desarrollo de la península durante la Edad Antigua. Anteriores a este suceso estarían los pueblos prerromanos:

  • Celtas (Galicia, Norte de Portugal y Asturias)
  • Celtíberos (sistema ibérico, este de la meseta y sistema central)
  • Íberos (sur de la península y costa mediterránea)

Y los colonos:

  • Fenicios y griegos (actividad comercial, colonias)
  • Cartagineses (conquista militar, Carthago Nova)

Roma conquistó la península en el transcurso de tres fases comprendidas entre el 218 y el 19 a.C.

  1. II Guerra Púnica (218 a.C – 197 a.C)
  2. Conquista del interior peninsular e Islas Baleares (197 a.C – 31 a.C)
  3. Sometimiento de los pueblos de la cornisa cantábrica bajo Octavio Augusto (31 a.C – 19 a.C)

Conclusión: El Legado Romano

La romanización se dio entonces desde finales del s. III hasta el 476, con la caída del Imperio Romano. A principios del s. V llegaron una serie de pueblos germanos (vándalos, suevos y alanos) y también los visigodos, que pactaron con Roma el poder entrar a cambio de echar a estos anteriores. Vencieron y formaron el reino de Tolosa (418-507), y en el año 476 fueron independientes tras la caída de Roma. Tras perder el reino de Tolosa en Vouillé, establecieron la capital de su reino en Toledo de 507 a 711, cuando su poder terminaría a causa de la invasión musulmana y la derrota en la batalla de Guadalete. Este largo periodo influyó de tal manera en la península que se mantendría el legado romano con la invasión de los visigodos, perdurando las lenguas romances (castellano, gallego), el cristianismo y el derecho romano hasta la actualidad.

Introducción: La Llegada del Islam

En la península Arábica, el imperio musulmán inició con las predicaciones de Mahoma. En 622 se produce la hégira, en la que este huye de la Meca a Medina, y desde ahí, el islam comenzaría a expandirse. Finalmente, los musulmanes acabarían invadiendo la península en el 711 tras vencer a los visigodos en la batalla de Guadalete con Tariq como cabecilla. Un año después se produjo la llegada de Musa a la conquista (gobernador del norte de África) y el avance musulmán creció rápidamente debido al sistema de conquista que se implantó. Así, la invasión musulmana del año 711 dividió la península ibérica en dos zonas con unos límites geográficos cambiantes, que representaban dos modelos de sociedad bien diferenciados. Al-Ándalus nació así como un emirato del califato Omeya (661-750), que establecería su capital en Córdoba.

Conclusión: El Legado Musulmán

La presencia musulmana en la península ibérica se prolonga durante 781 años, desde su inicio en el 711, hasta la toma de Granada por los reinos cristianos en 1492. En esta etapa se dio mucho valor a las aportaciones culturales musulmanas como el idioma (arabismos como Al-), la cultura (flamenco), arquitectura (Alhambra, Mezquita de Córdoba…), a la gastronomía (alfajor) y al folclore (guitarra). El fin del imperio musulmán se dio finalmente con la toma de Granada por los Reyes Católicos, que expulsaron a Boabdil (último rey nazarí).

Introducción: El Surgimiento de los Reinos Cristianos

Los musulmanes entraron en la península Ibérica a raíz de la invasión de Tariq y se fueron asentando en la costa levantina y los valles del Ebro y el Guadalquivir una vez fue derrotado el rey visigodo Rodrigo en la batalla de Guadalete (711).

Al norte, en los territorios protegidos por los Pirineos y la cordillera Cantábrica, surgieron los primeros núcleos de resistencia cristianos en zonas poco pobladas y romanizadas, por tanto, el origen de los reinos cristianos proviene de:

  • Los reinos y condados occidentales (cordillera Cantábrica), donde en el 722 Pelayo venció a los musulmanes en la batalla de Covadonga y fundó el reino de Asturias, que se extendería por el Cantábrico y Galicia.
  • Los reinos y condados orientales (Pirineos), que constituían la frontera entre francos y musulmanes, y donde los primeros crearon la Marca Hispánica de la que los territorios irían independizándose. En Aragón los autóctonos sustituyeron a los nobles francos. En Pamplona Íñigo Arista fundó el reino de Navarra. Y los condados catalanes se independizaron con el conde Borrell II.

Conclusión: La Consolidación de los Reinos

Los siglos finales de la Edad Media fueron muy importantes para la formación política de los reinos peninsulares. En el s. XIV y XV la organización política de los reinos hispanos siguió basándose en la existencia y equilibrio inestable de numerosos señoríos, dentro de los cuales las ciudades iban ganando fuerza. En esos siglos se desarrollaron tres procesos: la autonomía de cada reino, la disputa entre la versión autoritaria y la pactista del ejercicio del poder y la renovación o creación de las instituciones. Cada reino consolidó sus propias instituciones de gobierno. En el s. XV los Reyes Católicos llevaron a cabo la unificación territorial y religiosa, y establecieron una nueva organización política.

Introducción: El Reinado de Isabel II y la Consolidación del Liberalismo

Durante el reinado de Isabel II en España, se consolidó la transición al liberalismo. Esto implicó cambios en la estructura del Estado hacia una monarquía constitucional y parlamentaria marcada por documentos como el Estatuto Real de 1834 y las Constituciones progresista de 1837 y moderada de 1845, en la economía hacia la propiedad privada capitalista, y en la sociedad hacia la igualdad legal y la preeminencia de la burguesía agraria. Esta transición fue compleja y se caracterizó por la alianza entre burgueses y nobles. Los militares jugaron un papel destacado en la política, siendo líderes de partidos y defendiendo el trono de Isabel II contra los carlistas, conocidos como «espadones», que incluyeron a figuras como Espartero, Narváez, O’Donnell, Serrano y Prim.

Conclusión: El Fin del Reinado de Isabel II

Entre 1833 y 1868, España experimentó la consolidación del liberalismo, enfrentando desafíos como la guerra carlista, divisiones entre liberales moderados y progresistas, y medidas legales conflictivas. La reina Isabel II mostró preferencia por los moderados, mientras los militares ganaron protagonismo en la política. El pueblo, excluido de la vida política, protestó por problemas económicos y sociales. El reinado terminó con la Revolución Gloriosa (1868), producto del Pacto de Ostende entre progresistas y demócratas, equiparable a las revoluciones de 1848 en Europa.

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