La importancia del encuentro con el amor de Dios en el cristianismo


-1 En el cristianismo el encuentro con el amor de Dios manifestado en Jesucristo precede y da sentido a todo. Si no se produce ese encuentro es lógico que muchos rechacen la propuesta cristiana por entender que les plantea un modo de vida irrealizable.

El cristianismo es una buena noticia porque anuncia que el amor de Dios sí tiene capacidad para transformar a las personas.

Hay quienes quieren reducir el acontecimiento cristiano, el encuentro con Jesús, a una especie de sometimiento moral.

Pelagianismo es una herejía: Dios está en deuda con el esforzado creyente.

El hombre no es bueno por amar a Dios, sino que es Dios quien al amarnos nos hace buenos.

-2 El don más grande que Dios dio al hombre es la libertad. El hombre es el único ser que tiene la capacidad de conducirse a sí mismo.

Animales – instinto. Hombre debe elegir por sí mismo sus propios fines o metas y la dirección en la que quieren caminar.

Actos del hombre – son aquellos en los que actuamos inconscientemente e involuntariamente, no son cosas que hacemos sino cosas que nos pasan, no los hace con razón y voluntad.

Actos humanos – acciones plenamente libres, somos dueños y nos pueden pedir cuentas, esto implica responsabilidad.

Por lo tanto, el ser humano actúa con plena libertad cuando con su razón reflexiona, sopesa y elige entre varias opciones y después con la voluntad ejecuta o realiza lo que la razón le propone.

Misterio de libertad: que el hombre puede usarla en contra de aquel que se la entregó y en contra de sí mismo esclavizándose. Este planteamiento lleva al pecado.

El amor misericordioso de Dios también pertenece a quienes no son libres.

-3 Nuestro corazón está lleno de buenos deseos, pero de él brota también una fuerza que nos empuja en la dirección contraria.

La causa de esta ruptura interior es el pecado original.

En la razón, en primer lugar, encontramos la herida de la ignorancia, por la que con frecuencia confundimos el mal con el bien.

En cuanto a nuestra afectividad, nos vence muchas veces nuestra tendencia a lo agradable y lo cómodo, y nos cuesta dominar el impulso a evitar aquello que nos complica la vida o nos hace sufrir. De todo ello proviene nuestra inclinación al mal que se llama concupiscencia.

Esto no significa que todo en el ser humano esté perdido.

Virtudes morales:

Prudencia: capacidad de discernir qué es correcto en cada momento aplicando los principios generales de la moralidad a las cambiantes situaciones de la vida real.

Justicia: disposición de dar a cada uno lo que es suyo.

Fortaleza: virtud de los coherentes que nos ayuda a superar dificultades en lo que creemos, aceptando los problemas que pueda suponer.

Templanza: virtud que nos permite evitar que dirijan nuestra vida poniéndolas al servicio de nuestra plenitud como seres humanos.


2- La vocación cristiana se funda en la certeza de que la vida no es posesión indiferente, sino que Dios nos la regaló para hacer de ella algo valioso. La vida es don y tarea, regalo y responsabilidad.

Todos los cristianos tenemos una vocación común: estamos llamados a la santidad. Dios quiere que seamos santos. La santidad es el estado de felicidad colmada del hombre que vive en Dios, junto a Dios.

Las vocaciones de la Iglesia:

El matrimonio: es la vocación más habitual, pero no es la más mediocre, porque la vida matrimonial y el empeño de sacar adelante una familia exigen el heroísmo de lo cotidiano.

El celibato apostólico: esto consiste en no casarse para dedicar la vida a la formación de otras personas y al apostolado.

El sacerdocio: es el llamado a configurarse sacerdote con Cristo.

La vida consagrada: es vivir los votos de pobreza, castidad y obediencia.


3- La pobreza es una virtud fundamental, pero Jesús nos advierte de su peligro y de la necesidad de vivir sobria y templadamente.

No debemos confundir el ser con el tener. En la sociedad del bienestar se cree que los bienes materiales confieren dignidad, esto es superficial y contrario a la grandeza del alma, además de egoísta.

El cristiano debe comprometerse con las necesidades de los desfavorecidos.

La pobreza va unida a la magnificencia.

La pobreza no contradice el cuidado de los objetos de culto.


-1 La persona es una totalidad de cuerpo y alma.

La sexualidad no es un mero atributo ni se reduce a la genitalidad, porque no se circunscribe solo al plano biológico. La sexualidad define al hombre y a la mujer también en los planos psicológico, afectivo y espiritual.

La dimensión unitiva: la sexualidad no se reduce a un instinto, a una búsqueda ciega de placer o de descendencia. Al realizar el acto sexual, una persona se encuentra con otra persona. Quiere realizar un proyecto de vida. El varón y la mujer son complementarios.

La dimensión procreativa.

Relación sexual = generar nuevos seres humanos.

Lo insistivo se convierte en una relación interpersonal y amorosa en la que:

– Las personas se reducen a ser meras productoras de hijos.

– El placer bueno y positivo no es un fin en sí mismo. Practicar una relación sexual sería como comer sin deseo de alimentarse.


3- En esta sociedad existe un desequilibrio en la familia, estos son los 4 elementos desestabilizadores:

– Secularización de la sociedad: el matrimonio se considera como una simple relación afectiva. El horizonte de la familia se limita a formar una convivencia satisfactoria para ambas partes.

– Deformación del sentido de la libertad: desligar la libertad del bien humano conduce a dejarse dirigir por los sentimientos e impulsos más irracionales. Lo importante es lo que yo elijo y no lo que yo elijo es lo mejor.

– Individualismo: este ideal de vida centrado en uno mismo no permite construir una auténtica familia ni establecer vínculos profundos.

– Supuestos nuevos modelos de familia: si una unión no contempla la posibilidad de dar lugar a nuevas vidas, no es matrimonio; tampoco si la relación fuese por un tiempo limitado o si fuera la condición de que hubiera hijos.

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