La Educación y las Nuevas Tecnologías de la Comunicación
Análisis Estadístico
Es obvio que las tecnologías de la información están influyendo de diferentes formas en la docencia que se imparte en los centros educativos. La economía del conocimiento exige a futuros trabajadores familiarizados con la informática, y la educación debe jugar un papel clave. Debe cubrir estas necesidades. Aunque la compra de ordenadores ha aumentado en los últimos cuatro años (concretamente en 11,3 puntos), hay actualmente en España un 36,4 % de hogares sin uno y un 29 % en Cataluña. Por esta razón, los colegios son un entorno esencial para que los jóvenes conozcan las capacidades y las utilidades de los ordenadores, así como de las nuevas herramientas de comunicación como Internet, para que puedan familiarizarse con ellas.
En los últimos años, la utilización de la tecnología en los colegios se ha transformado por completo; mediante iniciativas a nivel estatal y de comunidades autónomas se han podido informatizar y modernizar los centros educativos. Casi se ha reducido a la mitad el número de alumnos por ordenador, de 13 alumnos/ordenador en 2002 a 6 alumnos/ordenador en 2007. Los datos son más significativos si hablamos de conexiones a Internet, donde el 99 % de los centros disponen de acceso a la red. El hecho de estar conectados permite una comunicación más fluida entre profesores y entre estos y los alumnos. Ahora bien, existe aún un desfase entre centros conectados (99 %) y hogares conectados (45 %), datos de 2007. Sin embargo, gracias a los portales de los que muchos centros disponen, los estudiantes pueden acceder desde sus casas a materiales diversos (videos, gráficos 3D, textos, artículos…) para ampliar sus conocimientos. Los colegios que se encuentran en lugares aislados pueden establecer contacto con otras instituciones del resto del país y compartir opiniones y conocimientos.
La Educación y el Desfase Tecnológico
Muchos críticos han señalado que, aunque las nuevas tecnologías tengan efectos importantes, estos pueden aumentar las desigualdades educativas. A las privaciones materiales que ya tienen algunos colegios, se les podría añadir una más: la pobreza tecnológico-informativa. A pesar de que el uso de Internet y el acceso a ordenadores se extiende cada vez más, hay diferencias en este sentido en función del país, la región o el tipo de escuela. Si la sociedad del futuro reclama profesionales informatizados, aquellos alumnos que no reciban la formación necesaria (y para ello se necesitan medios) se verán en inferioridad de condiciones a la hora de optar por un puesto de trabajo futuro.
Sin embargo, el desfase tecnológico dentro de sociedades como la nuestra parece menor si lo comparamos con la división digital que separa las aulas de Occidente de las de los países en vías de desarrollo como Brasil. Con el desarrollo de una economía que se basa cada vez más en el conocimiento y en el saber, los países más pobres están realmente en peligro de acentuar esta situación de marginación por el desfase existente entre los que tienen mucha información y los que tienen poca. Según un informe de la ONU de 1999, el acceso a Internet se ha convertido en la nueva línea de demarcación entre los ricos y los pobres. El sur de Asia, con un 23 % de la población mundial, tiene menos de un 1 % de usuarios conectados a Internet. No hace falta que nos situemos en zonas tan alejadas a la nuestra; Rusia, un país con un índice de alfabetización similar al de España (alrededor de un 98 % de la población), cuenta con un 12,2 % de la población informatizada.
La Tecnología en el Aula
La aparición de la educación, en su sentido moderno, estuvo relacionada con otros cambios importantes que estaban teniendo lugar en el siglo XIX. Uno de estos cambios fue lo que se denominó cultura del libro. La distribución masiva de libros, periódicos y otros medios de comunicación impresos es una de las características que definen el progreso de la sociedad industrial, de la misma manera que las fábricas y las máquinas. La educación se desarrolló para enseñar a leer, escribir y contar, y así hacernos posible el acceso a una cantidad innumerable de fuentes escritas. Durante muchos años se ha asociado al colegio el libro de texto y el cuaderno.
Para muchas personas, esta situación tiene que cambiar; sin duda, al aumentar la utilización de los ordenadores y de las tecnologías multimedia en los centros escolares. ¿Sustituirá el libro electrónico al libro tradicional? ¿Y el ordenador portátil personal a la libreta? Lo que sí se debe tener claro, y esto es un hecho, es que los estudiantes actuales han crecido ya en un entorno saturado de nuevas tecnologías de la información (Internet, ordenadores, proyectores…). Los planes de estudio deben también transformarse y adaptarse a esta nueva situación.
Algunos visionarios y observadores hablan ya de una verdadera revolución en las aulas con la llegada de la realidad virtual y las llamadas clases sin paredes. Es cierto que el manejo de los ordenadores ha expandido las oportunidades educativas, ya que:
- Proporcionan a los estudiantes la posibilidad de estudiar y trabajar por su cuenta.
- Investigar temas con la ayuda de recursos en línea, continuamente actualizados.
- Aprovechar los programas educativos que les permiten progresar a su propio ritmo (por delante de la clase o incluso a un ritmo más pausado).
Ahora bien, aún estamos muy lejos, y parece poco probable que nos situemos en un espacio en el que podamos encontrarnos con un aula llena de niños y niñas trabajando únicamente con ordenadores, o bien desde sus propias casas, sin la supervisión directa de un cuerpo docente. Al menos, así lo demuestran los datos estadísticos. Los motivos son los siguientes:
- No hay suficientes ordenadores ni en el colegio ni en casa. Incluso en los centros donde hay menos alumnos por ordenador (2,3 ordenadores/alumno en Extremadura, según datos de 2007).
- Para la enseñanza, los ordenadores complementan, no pueden sustituir la figura del docente. Se trata de que los alumnos los empleen para investigar, no como sustituto del profesor.
Otro de los motivos por los que la escuela, como centro de enseñanza, como espacio físico, como lugar, no desaparecerá (la escuela tradicional) es la propuesta que nos muestra I. Illich. Este sociólogo subraya la conexión que existe entre el desarrollo de la educación, los requisitos económicos de la disciplina y la jerarquía. En la escuela, según él, no se aprenden únicamente conocimientos, sino disciplina y respeto por la jerarquía, algo que uno debe asumir cuando se incorpora a la vida laboral. Entre las funciones de la escuela, y que al parecer nadie quiere abandonar, además de la de centro de transmisión de saber, se encuentran:
- Ser lugares de custodia, es decir, espacios en los que la asistencia es obligatoria y en los que se lleva un control de quién, cómo y cuándo entra y sale.
- Distribuir a las personas en funciones ocupacionales. El actual sistema no puede permitirse que un joven alargue, como norma general, sus estudios más allá de los veinte o diecinueve años (me refiero a los estudios básicos). Por esto, los estudiantes son clasificados y encauzados según ramas o itinerarios de conocimiento (ciencias, letras, economía…) a los que, posteriormente, se les corresponderá una formación universitaria y, más tarde, una profesión.
- Enseñar unos determinados valores, diferentes en cada cultura y en cada momento.
- Facilitar la adquisición de capacidades y conocimientos que la sociedad considera que son útiles y necesarios.
En suma, según Foucault, la escuela-edificio es la superposición de relaciones de poder (disciplina, respeto a la autoridad, modales…) y de relaciones de saber (conocimientos que se aprenden); debe ser, por tanto, un operador de encauzamiento de la conducta1. Es decir, un espacio en el que se da forma (se forma), en el sentido más amplio, a las mujeres y hombres del futuro. Pero preguntémonos: ¿quién decide cómo deben ser estos hombres y mujeres del futuro y cómo se les debe formar?