La Ley Natural en Tomás de Aquino: Participación en la Ley Eterna


La Ley Natural como Participación de la Criatura Racional en la Ley Eterna

Ideas Principales

Ley natural como participación de la criatura racional en la ley eterna.

Ideas Secundarias

  1. Todo hombre tiene un fin, que es la felicidad.
  2. La Providencia de Dios.
  3. La razón y la voluntad de Dios en la perspectiva de Tomás de Aquino.
  4. La ley moral natural.
  5. La ley eterna o divina.
  6. La ley física.

Autor y Obra

Este texto pertenece a Tomás de Aquino, y se encuentra en su obra Suma teológica (trata de la teología medieval). Otra obra de este autor es Suma contra gentiles. Aquino era un fraile dominico de origen italiano del S. XIII, era de origen noble. Estudió en Colonia con Alberto Magno. Fue maestro de la Universidad de París. Tuvo polémicas con averroístas y franciscanos agustinianos. Fue capaz de crear un sistema aristotélico cristiano, con elementos de origen neoplatónicos, por la influencia recibida de Agustín. Fue considerado santo por la Iglesia.

Comentario

Para Aquino, toda sustancia natural, incluido el hombre, tiene unas tendencias naturales, que persiguen un fin propio “tienden a sus propios actos y fines”, ya que así es la naturaleza. La tendencia natural en el hombre es alcanzar la felicidad mediante el conocimiento (influencia de Aristóteles), llegando a ese conocimiento a través de la razón, que nos permite deducir determinadas normas de conducta. Esas normas son la ley moral natural. La ley natural tiene que ser evidente (estos deberes tienen que poder ser conocidos por todo ser humano, y si no fuese evidente sólo sería conocida por aquellos que tuvieran la capacidad para deducirla), universal e inmutable (ya que esos deberes son válidos para toda la humanidad independientemente de sus culturas, pueblos o épocas). El ser humano es por naturaleza un ser racional y social que necesita de unas leyes para convivir. La ley moral natural es muy general, por eso necesita de la ley positiva para concretar sus contenidos. Ahora bien, esta ley positiva, para ser justa, está obligada a respetar los contenidos de la ley moral. De este modo, derecho y moral están estrechamente vinculados gracias a la idea de justicia, presente en los dos ámbitos. Para Tomás de Aquino, esa ley natural depende del orden del universo que remite a Dios (línea tercera “sometida a la divina Providencia”), quien por su providencia gobierna todas las cosas y les da las disposiciones convenientes para su propia perfección (su fin), lo podemos ver en las líneas uno y dos del texto “todas las cosas participan de la ley eterna de alguna manera, a saber: en cuanto que por la impresión de esa ley tienden a sus propios actos y fines”. Esta ordenación divina de la naturaleza es la ley eterna o divina. Con esto nos quiere decir que no depende primariamente de la voluntad divina, sino de la razón divina, pues la ley divina está vinculada, según Tomás de Aquino, a la razón de Dios y no a su voluntad (línea quinta “participa, pues, de la razón eterna”). Conclusión que para Guillermo de Ockam niega la libertad de Dios, pues, este no puede utilizar su voluntad porque la ley divina está vinculada a la razón, frenándole así su poder de libre actuación. Para Ockam, la existencia de Dios, la del alma o su inmortalidad no son demostrables racionalmente, defiende que esa creencia es solo por la fe. De este modo posibilita la autonomía de la razón. Tomás de Aquino defiende la creación del mundo por Dios partiendo de unas Ideas Ejemplares que toma como modelo. Para Ockam, este hecho de tener unos modelos predeterminados estaría limitando la libertad de actuación de Dios, hecho impensable si se afirma que Dios es omnipotente y todopoderoso. Es decir, según Ockam, Dios como ser eterno, perfecto, inmutable y todopoderoso debe de crear el mundo sin limitación alguna. La ley eterna rige tanto el comportamiento humano como el de las otras sustancias naturales (línea primera “todas las cosas participan de la ley eterna”). Éstas quedan reguladas por las leyes físicas de las que no pueden librarse, ya que no tienen libertad. En cambio, el hombre sí es un ser libre, por lo que su conducta está ordenada no por las leyes físicas, sino por una ley moral que respeta su libre albedrío, este libre albedrío es considerado como la capacidad humana de elegir entre el bien y el mal, pero como la voluntad es superior al entendimiento, es ésta quien decidirá lo que es bueno y lo que es malo, por lo que necesita la ayuda de Dios para ser conducida por el buen camino. Con esto nos muestra que la ley eterna tiene que regir el comportamiento humano, podemos ver esta idea en la última línea del texto “es, pues, evidente que la ley natural no es más que la participación de la ley eterna en la criatura racional”.

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