La modernidad atraviesa por una severa crisis socio-económica y política, cuya expresión más palpable es la marginación de grandes sectores de la población de los diversos ámbitos de la realidad personal y social.


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La modernidad atraviesa por una severa crisis socio-<:ultural. se trata>en lo fundamental, de una desconfianza radical en la capacidad quepueda tener el ser humano -armado de su razón– para enfrentar los problemas que plantea el predominio exagerado de la «racionalidad instrumental» y/o la «racionalidad eslralégica» (Habermas) sobre las diversas esferas y ámbitos de la realidad personal y social.

, A nivel personal nos econlramos con un «hombre unidimensional» (Marcuse). cuya vida se ha reducido a ser mera pieza del engranaje tecnoeconómico. A nivel socio-polilico nos enconlramos con una tecntHicación creciente de la realidad social, cuya expresión más palpable es la marginación de grandes sectores de la población de los diversos ámbitos de la realidad personal y social.

, Es decir, el mundo moderno atraviesa por un proceso de «despolitización» de la vida social -proceso que está en correlación con una «tecnificación de la política» (Habermas)- y por un proceso de «unidimensionalización» de la vida personal. Ambos dinamismos son el resultado del predominio de la «racionalidad instrumental» –

que no es otra cosa que el mecanismo cientificista-tecnicisla a través del cual gana concreción y legitimidad la derechización de Occidenlegenera resequedad y desalienlo espiritual en el individuo.

El único elemento molivador es el consumo nunca saciado por la abundancia del sislema. Pero el consumo no llena el vacío espiritual ni tampoco dota de un sentido claro y definido la vida del individuo. El sentido de su vida lo adquiere el sujeto humano de los valores, las creencias y las tradiciones en las que se halla inserto. En una palabra, el sentido de la vida se adquiere en el mundo de la cultura: los valores morales, las creencias y las tradiciones propias de la comunidad.

Sin embargo, la «racionalidad instrumental» socava el mundo cultural en cuanto dotador de sentido y de identidad. Incluso socava el pilar fundamenlal de la cultura: la realidad ético-moral. En un universo dominado por la racionalidad científico-técnica -es decir, por el es- ya no hay lugar para la razón práctica -es decir, para el deber ser-. En otras palabras, en nueslro mundo Occidenlal se ha producido una separación radical entre el ens y el bonum (Otto Apel); una separación radical entre el ente -que se impone e invade los diversos ámbitos de la realidad a través de la lógica científico-técnica- y lo bueno, que por carecer de estatuto científico ha de ser abandonado como cuestión humana fundamental.

Nos encontramos ante una profunda crisis moral-espiritual en la que los mismos cimientos del mundo moderno eslán siendo cueslionados. Es decir, nos encontramos ante una crisis que corroe los cimientos mismos de la cullura moderna: la religión, el arte y la filosofía. Estamos ante la crisis de la modernidad. Dar una solución a esta crisis es uno de los grandes desafíos de la modernidad y, como algunos sostienen, de la poslmodernidad. Esle desafio ha sido asumido por los !res movimientos socio-culturales más importanles de nuestra época: /os «neoconservadores» (norteamericanos). los «posl_modernos» y la «teoría crítica».

Estos tres actores intervienen en el llamado «debate postmoderno»

dialogando y confrontando críticamente entre si sus tesis fundamenlales-,

y su pretensión es realizar un diagnóstico de la crisis mora~

espiritual que aqueja a la modernidad y ofrecer allernativas para su superación. Este debate está llamado a convertirse en el punlo de referencia obligado si se quiere estar atenlo a los derroteros que sigue la cuttura -europea y norteamericana- de nueslro tiempo. La cultura lalinoamericana habrá de confrontarse tarde o temprano con los horizontes culturales que se dejan enlrever a través del «debate poslmodemo». Estas páginas quieren ser una primera aproximación a los actores principales del «debale», así como también a algunas de las cuesliones -interrogantes y respuestas- que pueden suscitar sus tesis y argumenlos desde una perspectiva latinoamericana.

2. Los actores en el «debate post-moderno»: los neoconservadores, los post-modernos y la teorfa critica

2.1. Los neoconservadores (NC): un movimiento «contra-Ilustrado»

Estamos en un momento en el que los Estados Unidos luchan por imponer en los planos económico, polilico y militar un Nuevo Orden

Mundial y en el que algunos -como el edilorialisla del Telegraph de

Londres, Sir Peregrine Worsthorne- proclaman el «retorno del imperialismo occidental». Más aun, nos encontramos con que ese nuevo orden

-que no es más que la imposición a nivel mundial de la lógica y la civilización del capila~ no sólo se impone a través del sometimienlo económico, político y militar de los pueblos, sino que requiere de un componente cunural. Se ha caldo en la cuenla de que la lucha por el establecimiento definitivo de la «civilización Occidenlal y crisliana» ha de librarse en lodos los ámbitos de la vida social, y el ámbito cuHural es un espacio privilegiado para esa lucha.

2.1.1. Los NC ante ta «cultura lldversarla»

En Estados Unidos, un grupo de prestigiosos intelectuales (D. Bell, l.

Kristol, M. Novak, P. Berger, Th. Lukmann, S. M. Lipsel, J. R. Neuhaus,

… ) han caído en la cuenta acerca del papel fundamental que juega la

cuHura -especialmente lo cuHura~religioso- en la sociedad moderna.

Incluso han percibido que en el sistema capitalista no lodo está bien: han

caldo en la cuenta de que el sistema atraviesa por una «crisis espiritual»

y por una pérdida del «correctivo ético» (J. M. Mardones). El mal fundamental

del sistema ~slriba eri la «liquidación de la ética; en la eliminación

o desaparición de los valores que sustentan la economía capitalista»‘.

Esta «liquidación de la ética· es propugnada por corrientes contestarias

del sislema que proponen unos valores distintos a los tradicionales. En

efecto, la ética propugnada por la «nueva clase del conocimienlo» y los

«Nuevos Movimientos Sociales» (=NMS) (J. M. Mardones) no es una

ética que «producirá personas lrabajadoras, disciplinadas y amantes del

orden. Al contrario, tendremos individuos nada productivos y bastante

hedonistas, justo lo contrario de lo que pide el sistema. Hay, por tanlo,

que detener esta enfermedad hedonista y recuperar la ‘ética de la productividad’,

el orden y la disciplina»‘.

Los que así diagnostican el mal que aqueja al capitalismo son los

llamados neoconservadores (NC) norteamericanos, que constituyen el

punto de avanzada de la ofensiva cultural y de la guerra cultural

(Kunurkampf) (J. M. Mardones)’ que el capilalismo libra contra los que,

desde el interior del propio sistema, le oponen valores y opciones contrarios

a los exigidos para su conservación y reproducción: la «nueva clase

del conocimiento», el «modernismo cullural» y el «postmodernismo». Es

decir, lo que los aulores NC llaman la «cuHura adversaria'».

La «cuHura adversaria» eslá constituida por aquellos intelectuales e

instituciones cuHurales que propagan valores y opciones que minan y

erosionan el humus cuHural-religioso de la sociedad capitalista. Como ya

lo senalamos, la «cultura adversaria» es producida por la «nueva clase del

conocimiento», el «modernismo cuHural» y el «postmodernismo».

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Los primeros (científicos, urbanistas, trabajadores sociales, criminólogos.

sociólogos … ). con sus proclamaciones utópico-socialistas,

igualltaristas y de justicia social, «sobrecargan» las tareas del Estado, e

incluso sus demandas de un Estado de bienestar ( Weffare State) les

conducen peligrosamente hacia exigencias «colectivistas». y ,otalitaristas»,

que no reflejan si no un «populisrno antielltista» y «resentido». «Se

amenaza así la libertad para la existencia libre del mercado y de la

propiedad privada, sin las cuales el sistema político no puede asegurar ni

el pluralismo ni las defensa de las libertades fundamentales»‘.

Por su parte, el «modernismo cultural» y el «postmodernismo», con su

proclamación y defensa del «hedonismo», el «relativisimo», el «experimentalismo

del yo». el «hihilismo» y el «individualismo» (que encuentran su

campo de expansión y desarrollo en la estética, especialmente en el arte.

la arquitectura y la literatura), no sólo erosionan la cosmovisión cultural

(moral-religiosa) de la sociedad y contribuyen, con ello, a la perdida del

sentido moral que atraviesa el mundo moderno, sino que promueven un

«estilo de vida» contrario al exigido por la dinámica tecnoeconómica del

sistema, es decir, austero, disciplinado, ascético y, en definitiva, puritano.

La estrategia cuttural NC se define. hacia al interior del sistema, a partir

de su enfrentamiento con estas corrientes socio-cutturales. Hay que recuperar

la ética puritana para combatir la desmoralización de la sociedad.

Es decir, hay que recuperar valores y virtudes perdidos y. desde

esos valores y virtudes. dar legitimación al «capitalismo democrático» (M.

Novak).

2.1.2. La reconstitución de la «unidad moral» del sistema

Los autores NC hacen un diagnóstico de sistema capitalista: éste atraviesa

por una profunda «crisis espiritual» -cuyo resultado es la

«desintegración moral» de la sociedad- que se debe a la pérdida de la

tradición cultural-religiosa. Por lo tanto, se \rala de reconstttuir esa tradición:

es decir. se trata de dotar al sistema de unos valores religiosos

(judea-cristianos) que lo legitimen y que sean funcionales y coherentes

con los ámbitos tecnoeconómico y político, y que, en consecuencia, contribuyan

a recuperar la unidad moral perdida. Hay que reconstituir el

«hogar común» (Berger) y la «plaza pública· (Neuhaus) -que padecen de

un vaciamiento espirltual y moral- vía la recuperación de la tradición

religiosa judea-cristiana.

«El diagnóstico neoconservador ve amenazados con el relativismo moderno

y el postmodemo los fundamentos mismos de la moral, la religión

y la sociedad. La imbricación entre estos tres elementos es tal que soca-

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var uno de ellos conlleva a la calda de los otros. Y al revés, fortalecer el

sistema de valores sólo es posible desde una moral cívica que propugne

la solidaridad, la renuncia a las propias tendencias y egoísmos, fundada

en la tradición o humus religioso que favorezca tal tipo de moral. La

tradición judea-cristiana es una clase de religión apta para efectuar la

propuesta de una moral de la solidaridad, de la creatividad y del espíritu

de empresa»‘.

Estamos ante una «vaciamiento espiritual y moral». Y la situación es

grave ya que el resultado de este vaciamiento moral-espiritual es que «la

ética cívica decae (y) los valores que orientan la colectividad de los

ciudadanos se vuelvan más opacos y confusos. Las necesidades comunes

objetivas se defienden desde los intereses de los grupos que los

quieren capitalizar, más que desde la movilización en pro de valores

universales favorecedores de todos, especialmente de los peor situados

en la recta de salida social. La plaza pública se vacía»‘º.

El capitalismo -nos dicen los autores NC- eslá constituido por tres

subsistemas fundamentales: el tecnoeconómico, el político y el cultural.

Para que el sistema funcione sin mayores fricciones, enlre los tres

subsistemas tiene que haber una coherencia básica, sobre todo por parte

del subsistema cultural».

En la actualidad se ha roto esa coherencia y complementariedad básica

debido a las demandas de la «nueva clase» y, sobre todo, debido al

«modernisno cultural» y al «postmodernismo» que han entrado en con\radic_

ción con los subistemas tecnoeconómico y político. He aquí el objetivo

de la Kulturkampf NC: recomponer culturalmente el sistema capitalista

(norteamericano) a partir de una recuperación de la tradición religiosa

judea-cristiana. Esta recomposición encuenlra su punlo de apoyo en «las

fundaciones o institutos de investigación ( «think tanksj socio-políticos,

económicos y culturales que, financiados por multinacionales, son auténticas

fábricas de ideología destinadas no sólo a polucionar el ambiente

intelectual sino … a justificar o legitimar un orden socio-político determinado»».

Al mismo tiempo, se !rala de una recomposición que habrá de

realizarse vía el fortalecimiento de las «instituciones compensadoras» y

las «estructuras intermedias» (Berger, Benne, Neuhaus, Novak): «la familia,

la Iglesia, las amistades privadas y las asociaciones de libre formación».

La estrategia cultural NC es clara: «camina por el desarrollo de insliluciones

que puedan ayudar a recuperar los valores de la ética puritana:

orden, disciplina, capacidad de sacrificio … Para ello –

J. R. Neuhaus- no hay otra salida que la vuelta atrás moral cultural. Es

decir, hay que recuperar los valores de los tiempos anteriores propios

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del capttalismo. Pero sin anacronismos .. Hay que reforzar las instituciones

intermedias compensadoras … Aquí encuentra valor la persona y se

impulsa a los individuos a comportamientos solidarios»».

La propuesta NC es una propuesta contra-ilustrada. Lo que se ofrece

es una vueHa atrás, es decir, una vueHa hacia valores y tradiciones

(morales y religiosas) que acompanaron la expansión del capitalismo

norteamericano en sus orígenes. El diagnóstico que se hace de la crisis

de la modernidad capttalista -y, sobre todo, la identnicación que se

hace de sus principales responsables- lleva al movimiento NC a proponer

una terapia bien definida: si el sistema padece una crisis mora~

espirttual debido a la pérdida de los valores religiosos (judeo-cristianos)

que acompanaron su consolidación y desarrollo, hay que recuperar –con

una estrategia cuHural adecuada- esos valores. Hay que luchar contra

los que expanden valores contrarios -provengan estos de la «nueva clase»,

la «modernidad cullural» o el «postmodernismo»- porque con ellos lo

que se hace es minar los cimientos morales de la sociedad capitalista,

sin los cuales ésta pierde cohesión y se destintegra.

2.2. El post-modernismo: un movimiento «post-Ilustrado»

El posl-modemismo es uno de los movimientos socio-culturales que

más ha impactado el quehacer inteleclual de las úHimas décadas. Ya no

se trata –como muchos pensaron inicialmente- de una moda pasajera.

No cabe duda de que sus tesis son disculibles y quizás hasta inacepta·

bles, pero la confrontación con ellos es ineludible. Los posl-modemos

lienen una propuesla en torno a los problemas de la modernidad y sobre

la forma de enfrentarlos. Dicha propuesta a ganado concreción tanto en

el ámbito estético -con los estelas italianos (Vattimo, Venturi,

Casloriadis … )- así como también en el ámbilo filosófico -con los

postestructuralistas franceses (Braudillard, Faucaull, Lyotard … )-.

Siendo rigurosos, tenemos que decir que la posl-modernidad, más que

un movimiento, es una sensibilidad, es decir, una experiencia que ha

sido forjada al calor de las crisis económicas, políticas y culluras que han

sacudido a la modernidad burguesa desde mediados del siglo XX».

Cuando se habla de post-modernidad, pues. hay que pensar antes que

nada en un «clima cultural»‘ (J. M. Mardones) que se caracleriza por una

actitud de rechazo y de critica a los valores cuHurales, económicos,

políticos y sociales de sociedad burguesa liberal».

2.2.1. La post-modernidad y la crisis de la modernidad

Hemos visto que los aulores NC acusan al post-modernismo de ser el

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responsable de la crisis cultural-espiritual que atraviesa la modernidad.

Cuando los NC sostienen que los postmodernos propagan valores

hedonistas, relativistas e individualistas no están haciendo senalamientos

falsos. Sin embargo, ver en esas expresiones socio-culturales

una de las causas de la crisis de la modernidad capitalista, eso si que

es disculible. Los NC perciben de esa forma el problema porque han

desplazado su análisis de la realidad social -y

polítil»- hacia lo cultural, haciendo de éste el ámbtto fundamental.

Pero no es tan fácil sostener que los problemas fundamentales del

mundo moderno tengan su raíz del subsistema cultural. No se puede

pasar desapercibido ~e muchos de las crisis y conflictos de nuestro

tiempo se originan en los ámbitos tecnoeconómico y político. La dinámica

tecnoeconómica (y polílica) capttalisla sigue generando crisis, recesión

y marginación. La explotación de la mano de obra y los recursos

nalurales del Tercer Mundo siguen estando a la orden del día. Incluso la

depredación del planeta a alcanzado niveles tales que es la misma supervivencia

de la humanidad la que eslá en juego …

Desplazar lo lecnoeconómico y político como lo fundamental y centrar

la atención en lo cultural es caer en una simplificación bastante injustifi·

cada. Sólo a •partir de esa simplificación es que se puede buscar las

causas de la crisis de la sociedad capttalisla en el ámbilo cullural e

incluso hacer responsable de esa situación de crisis a un movimienlo

socio-cullural. Pero si se asume otra perspecliva la visión del problema

puede cambiar. Para el caso, si se asume que la crisis de la modernidad

capilalista no es lundamenlalmente cultural -sino soci~conómica y

polílica- y que, más bien, lo cultural es un ámbito en el que la misma se

expresa. Si ello es así, habrá de verse a los poslmodernos ~ incluso a

los mismos NC- como un movimiento socio-cultural no responsable o

causanle de la crisis, sino como un movimiento que es expresión de ella,

y que -más aún- quiere ofrecer -al igual que los NC-un diagnóslico

de la situación y una propuesta para enfrenlarla.

En nuestra opinión, pues, el movimiento post-moderno liene 1anta legitimidad

~n cuanlo movimienlo socio-cultural- como el movimiento

neoconservador. De insistir los NC en sus acusaciones, los post-modernos

podrían perteclamente devolverles el reproche de ser ellos los responsables

de la crisis de la modernidad, por los valores y el estilo de vida

que propagan. Aunque obviamenle también los post-modernos se equivocarían:

si las causas rundamenlales de la crisis no son culturales no

tienen porque buscarse en el ámbito cultural ni, mucho menos,

responsabilizar de la misma a un movimienlo socio-cullural determinado.

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2.2.2. La «post-Ilustración» de los post-modernos

Los post-modernos son sensibles a la crisis de la modernidad, y en su

diagnóstico de la situación y en su propuesta de solución quieren ir más

allá de la ilustración. «Postmodemo será comprender según la paradoja

del futuro (pos~ anlerior (modo)» (Lyotard). El •momento postmodemo·

(Wellmer) es un momento de «unmaking» (deshacimiento) (l. Hassan).

El post-modernismo es un ·momento antinómico que asume un vasto

proceso de deshacimienlo en la mente occidental, lo que Michel Foucault

hubiera llamado una episteme posmoderna. Y habla de unmaking (deshacimiento)

aunque estén en boga otros lérminos, por ejemplo: deconstrucción,

decentración, desaparición, diseminación, desmiltticación,

discontinuidad, dtterencia, dispersión, etc. Tales lérminos expresan un

rechazo ontológico del sujeto lradicional pleno, del cogito de la filosofía

occidental. Expresan también una obsesión epistemológica por los fragmenlos

o las fracturas y un correspondiente compromiso ideológico por

las minorías en política, sexo y lenguaje. Pensar bien, sentir bien, actuar

bien, de acuerdo con esla episteme del deshacimiento, es rechazar las

tiranías de las totalidades; la totalización en cualquier empresa humana

es potencialmente totalitaria»».

Los post-modernos son radicales en sus lesis. Quieren ir más allá de

los mismos «maeslros de la sospecha» (Ricoeur). Les parece que la

modernidad misma es la que está en crisis, y que la causa de ello radica

en la crisis de la razón ilustrada que le sirve de fundamento. Con la crisis

de la modernidad estamos ante la crisis de la Ilustración. Los proyectos

utópico-emancipadores ilustrados se vienen abajo; la razón como garantía

absoluta de la felicidad y la libertad humanas pierde su estaluto

emancipador. Y si hay que buscar un responsable de la crisis, ese responsable

es la misma racionalidad ilustrada, cuyas fundamentos manipuladores

y dominadores -que se esconden bajo un discurso aparentemenle

emancipador y liberador- lerminan imponiéndose al hombre, esclavizándole

y oprimiéndole.

La razón ilustrada es, en esencia, manipuladora y dominadora. La

ciencia y la técnica han ‘1riunfado» en el mundo moderno (Vattimmo) y

han expandido el poder manipulador de la razón a todos los ámbttos de

la vida humana. Es esa ·voluntad de poder» (Nietzche) la que se esconde

-e incluso se intenta justificar y legitimar- en los grandes

melarrelatos (filosóficos y metafísicos) que ha producido la civilización

occidenlal a lo largo de su historia. Hay que luchar contra la razón

totalizante y su sujeto (Wellmer); hay que enlrentar el «terrorismo de la

teoría», de la ·representación», del «signo» y de la «idea de verdad»(

Lyotard)».

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Romper con los grandes metarrelatos (producidos por la «razón

tolalizanle») signilica decir «un adiós a las grandes narraciones (la de la

emancipación de la humanidad o la del devenir de la idea), y al

fundamentalismo de las grandes legilimaciones, así como a la ideología

sustitutoria, pero lambién lotalizante, que representa la teoría de sistemas;

y por otra parte, como un rechazo de las formas futuristas de

pensamiento tolalizante. complementarias de las anteriores: de las utopías

de la unidad o de la reconciliación o de la armonía universal»‘º· Se

trata de romper con las grandes «metanarrativas• y con las «legitimaciones

universalistas», así como de enfrentarse al principio de

«realizalividad (pertormantivity) y de buscar una «legttimación a través de

la ‘in(,ención’ del otro»‘(Lyolard)20•

La ruptura con los melarrelalos y las metanarrativas tiene como finalidad

última lograr una «deslegitimación de la modernidad europea•

(Lyotard), «deslegitimación de la cual la filosofía de Nietzsche representa

un documento lemprano y central»‘»·

Autores como Jean Braudillard anuncian sin reservas la «muerte de la

modernidad» (Wellmer): «‘El futuro ha llegado, todo ha llegado, todo está

ya aqul. .. a mi entender, ni tenemos que esperar la realización de una

utopía revolucionaria ni tampoco un acontecimiento atómico explosivo.

La fuerza explosiva ha entrado ya en las cosas, ya no hay que esperar

nada más … lo peor, el sonado aconlecimiento final sobre el que toda

utopía construía, el esfuerzo metafísico de la historia, etc., el punto final

es algo que ya queda atrás de nosotros»»‘. Para Braudillard, con la postmodernidad

nos encontraríamos en el «fin de la historia» (Fukuyama); es

decir, «‘la posmodernidad sería ya una realidad histórico-ahistórica consumada,

habría ocurrido ya la muerte· de la modernidad. Pero la sociedad

posmoderna sería un inesperado híbrido de las visiones de la teoría de

los sistemas y de los suenos de Ludwig Klages: el renacimiento del reino

arcaico de las imágenes a partir del espírttu de la electrónica moderna ….

2.2.3. La «fragmentación» de la modernidad y la crisis del proyecto

Ilustrado

La modernidad se ha resquebrajado -nos dicen los post-modernosdesde

sus propios fundamenlos: el sujeto y la razón. Aquí nuestros autores

asumen una tesis ya defendida por Max Weber: la tesis de la

fragmentación de las diversas esferas de la realidad social y del conocimiento

en el mundo moderno. A nivel psicológico, se ha hecho patente la

«‘inexistencia de un sujeto autónomo», así como la «irracionalidad fáctica

de su aparente razón»». «‘Se trata del descubrimiento del otro de la razón

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dentro del sujeto y de su razón: como criaturas corporales, como máquinas

dese antes o también … como voluntad de poder, los individuos no

saben qué desean ni que hacen: su razón es simplemente expresión de

relaciones psíquicas y sociales de poder»25 • El sujeto humano ~n el

fondo- no es más que «el escenario de una cadena de conllictos, más

que el autor de un drama o el autor de una historia..,., cuya «unidad» y

«autotransparencia» en cuanto «si mismo» resulta ser una «licción»: «el

sujeto lilosólico con su capacidad de autodeterminación y de logon

didonai queda desenmascarado como un virtuoso de la racionalización al

servicio de fuerzas ajenas al ego, (que) no es más que un débil mediador

entre las demandas del id y las amenazas del superego.,,.

Pero el sujeto no sólo ha perdido su unidad subjetiva a nivel psicológico.

También a nivel lingüíslico se pone en cuestión la unidad del sujeto

defendida por la teoría racionalista del lenguaje. El exponente máximo de

esta «crítica de la teoría que entiende el significado según el modelo del

nombre» (Wellmer) es L. Wittgenstein, cuyo planteamiento «destruye al

sujeto como autor y juez linal de sus intenciones de signilicado·~•.

Si queremos conocer el significado de las palabras o de un detenninado

lenguaje -nos ensena Wtttgenstein- no debemos remitirnos al sujeto,

sino que debemos atender -y ser partícipes-del «juego del lenguaje»

correspondiente: es decir, tenemos remitirnos a la «práctica

intersubjetiva» que realiza la comunidad de hablantes-oyentes. «Los juegos

del lenguaje no son juegos. sino lormas de vida. Son conjuntos de

actividades lingüísticas y no lingüísticas. instituciones, prácticas y signtticados

encarnados en ellas…. Y los «juegos del lenguaje» tienen sus

reglas especílicas, cuya vigencia ·no se funda en otra cosa sino en la

práctica de su propia aplicación a una clase de casos abierta en principio,

de forma que la relación de signtticante es una encamación de esta

práctica y no una relación entre dos relata en cierto modo ya dados con

independencia el uno del otro»‘°.

El sujelo -como podemos ver- pierde su predominancia y

centralidad. Antes que el sujeto y su individualidad solipsista está la

comunidad intersubjetiva que se halla inserta en «juegos de lenguaje»

determinados. El sujeto no se agota en su racionalidad subjetiva. La

crítica de Wittgenstein destruye el «subjetivismo lingüístico». «Al igual que

la crítica psicológica, la crítica que la filosofía del lenguaje hace al sujeto

conduce al descubrimiento del otro de la razón dentro del otro. En cada

uno de los casos se trata de un dislinto «otro» de la razón. Mientras que

la destrucción psicológica del sujeto implica el descubrimiento de las

fuerzas füerzss libidinales (y del poder social) dentro de la razón, la

destrucción del subjetivismo en términos de filosofía del lenguaje condu-

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ce al descubrimiento de un cuasi-factum que precede a toda

intencionalidad y subjetividad: sistemas de signilicados lingüísticos, formas

de vida, un mundo que en cierto modo ha sido lingüísticamente

develado»».

La crítica de Wittgenstein nos hace caer en la cuenta de que el sujeto

no es lo fundamental, sino que lo fundamental es un «mundo alumbrado

lingüísticamente» (Wellmer). «No se trata aquí de un mundo sin sujeto,

sin ‘sí mismo’, se trata más bien de un mundo en que los seres humanos

pueden ser ellos mismos o no serlo de diferenles modos'»‘.

Con la quiebra de la modernidad también ha entrado en crisis el proyecto

enmancipador de la iluslración, debido al predominio creciente de

la «razón instrumental» (Habermas) y la «lógica de la identidad» (Wellmer)

en la que aquélla se fundamenta. Y el problema de fondo radica en que

la razón ilustrada es una «razón objetivante» y «creadora de sistemas»

(totalizante) (Wellmer). Es decir, la razón ilustrada es. una razón manipuladora

y dominadora. Toda la modernidad -en sus diversos «procesos

de racionalización» económicos, polílicos, sociales, cullurales- está penetrada

«de esta razón objetivante, unilicante, controladora y manipuladora'»‘.

cuyas consecuencias más graves son la «burocratización» y

«cienlifización» de la vida social (Weber).

Las propuestas emancipadoras ilustradas propias de la modernidad

apuestan «por el progreso de la humanidad hacia la razón»». «La ilustración

-nos dice Wellmer- esperaba de la razón algo distinto y mejor que

el mero progreso técnico, económico y administrativo: la abolición de la

dominación y del autoengalio a través de la abolición de la ignorancia y

de la pobreza'»‘·

Sin embargo, la consecuencia práctica de esa propuesta

emancipadora no lue más que un «totalitarismo de la razón, cuya

racionalidad quedó desenmascarada en el terror estalinista» (Wellmer).

Es decir, la ilustración terminó generando aquello que se proponía abolir:

sometimiento y opresión. Pero -nos dicen los posl-modernos- el

somelimiento y la opresión no son ajenos al proyecto ilustrado. A la

racionalidad ilustrada le pertenece –<:omo un momento constitutivo>

suyo- el ansia de poder y de dominación. El mal de la modernidad es

generado por ella misma. Quiere emancipar al hombre y termina –por

sus propios dinamismos manipuladores- sometiéndole. Ello no puede

ser de otra forma, ya que la razón ilustrada es en londo una «razón

instrumental» y una «razón objetivante».

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Es esa razón manipuladora y objetivante la que es legitimada por el

pensamiento de la identidad que se expresa en los metarrelatos y las

metanarralivas. «En el carácter cerrado de los sistemas filosóficos y en la

búsqueda de fundamentaciones últimas que caracteriza a la filosofía se

expresa el deseo de seguridad y dominación que caracteriza al pensamiento

identificante. Un deseo que se aproxima al delirio. En los sistemas

de legitimación de la edad moderna -desde la teoría del conocimiento

a la filosofía moral y política- se oculta un resto de delirio mítico

traducido en forma de racionalidad discursiva»»‘.

Al enlrar en crisis el proyecto ilustrado -por la colonización que de los

diversos ámbitos de la realidad social hace la «razón instrumenlal»-,

también entran en crisis las grandes legüimaciones teóricas que le han

servido de sustenlo. En definitiva, el proyecto emancipador ilustrado se

ha resquebrajado ya que la racionalidad en la cual se fundamenta es una

racionalidad «identificante, sistematizante y unificante, en una palabra:

una razón totalizanle»». Esta «razón totalizante» no puede conducir a la

emancipación socio-política y económica: «la práctica política se convierte

en una técnica para la conservación del poder, de la organización y de

la manipulación. La democracia se convierte en una forma eficiente de la

organización de la dominación política»».

2.2.4. La alternallva post-moderna

Los post-modernos hacen suya la experiencia de fragmentación del

mundo moderno y proponen un modo de encarar la situación que se

vive. Hay que asumir hasta sus últimas consecuencias la crisis del proyecto

ilustrado, aceptando «sin noslalgias el pluralismo inconmesurable

de los juegos del lenguaje (Wittgenslein) o de las esferas de valor

(Weber). La única opción racional que cabe en esta situación es la

paralogía»». Más aún, en opinión de Lyolard, «renunciar sin desencanlo

a los meladiscursos legitimadores es la característica fundamental que

separa el saber moderno del poslmoderno»‘°.

Siguiendo a J. M. Mardones, podemos decir que los post-modernos

tienen una propuesta de «resistencia» al proyecto de la modernidad. Esta

propuesla adquiere pertiles propios en la medida que se examinan los

rasgos más sobresalientes del pensamiento post-moderno. El pensamiento

post-moderno se caracteriza por ser un pensamiento de la fruición;

un pensamiento de la contaminación y un pensamiento del mundo

de la técnica moderna».

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a) Como un «pensamiento de la fruición», el pensamiento post-moderno

«quiere tener valor en si mismo. No quiere ser utilizado para 1ransformar’

la realidad, sino que pretende vivir la realidad en si misma». Se trata

de una «actitud vital» o de un «estilo de vida» (J. M. Mardones) que

consiste en un «rechazo radical de la instrumentalización de la razón

(Horly de la misma vida, y afirmación de lo vivido en cada

momento ‘sin función de preparar otra cosa'»43• Hay que vivir el presente

sin Intentar «escapar» de él, es decir, no hay que buscar más allá de lo

dado «la auténtica realidad, en el rnanana justo, solidario y libre que

haremps. Estamos ante un «esteticismo presentista» (J. M. Mardones).

Detrás del futurisrno emancipador se esconden, dicen los postmodernos,

la vuelta repetitiva de la funcionalización del pensamiento, de la coerción

y el disciplinamiento de la voluntad, y el eterno retorno a los valores de la

modemidad»44


b) Como un «pensamiento de la contaminación», el pensamiento postmodemo

estarla abierto «radicalmente a la multiplicidad de los juegos del

lenguaje (Lyotard) que la cultura y el saber actual nos ofrece desde la

ciencia, la técnica, el arte o los ‘mass-media’. Nos encontraríamos con

ese ‘vagabundeo incierto’ que impone una situación en la que no hay

principios ni criterios fijos, determinados, fundados de una vez por todas»».

La alternativa post-moderna, en esle punto, serla una «apuesta

por la apertura, por la dislocación de lo hasta ahora coherente»46; propone

romper «los métodos consagrados y ofrece la discontinuidad, la búsqueda

del discenso y la inestabili~ad como lo verdaderamente humano•

41.

e) Finalmente, como un «pensamiento del mundo de la técnica moderna»,

el pensamiento post-moderno es el pensamiento que se corresponde

a una situación de «relativa seguridad» –individual y social- alcanzada

en «virtud de la organización social y el desarrollo técnico» (Vattimo)».

Es decir, nuestros autores hacen suya la tesis de Haidegger según la

cual en la modernidad la metafísica alcanza su desarrollo más completo,

siendo su producto más acabado la técnica, que es «el producto acabado

del pensamiento fundado que asegura la razón y del cual la razón se

asegura … El triunfo de la técnica es el triunfo de la metafísica; por eso en

la esencia de la técnica se revelan los rasgos propios de la metafísica y

del humanismo occidental»‘». Pero -mo ya lo hemc>s sen alado- los

autores post-modernos están convencidos de que en la actualidad la

metaf/sica está siendo superada; por consiguiente, también está siendo

superada la supremacía de la «racionalidad estratégica» o técnico-científica.

El sujeto -nos vienen a decir los posl-modernos- debe insertarse

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en esa dinámica en la que la propia modernidad se está autosuperando:

·e1 sujeto … debe abandonarse, ceder en su pretensión objetivadora y

dominadora, entregarse a la vivencia del momento, perderse en lo terreno-

so.

En resumen, los autores post-modernos tienen una visión bastante

derinida acerca del mal que aqueja a la modernidad. El proyecto de la

modernidad está edilicado sobre una racionalidad manipuladora y

dominadora, que es legitimada en los grandes metarrelatos y

metanarralivas. Se trata de oponer resistencia a esa racionalidad y a sus

legitimaciones teóricas fundamenladoras. La misma dinámica de la modernidad

ha llevado a una crisis de sus supuestos fundamentales: el

sujeto y la razón. Ambos se han fragmentado. Esa fragmentación se

hace sentir en las esferas psicológica (Freud), socio-histórica (Weber,

Marx) y del lenguaje (WiUgenstein), y el elemento que la posibilita -que

es conslilulivo a la razón ilustrada- es la «voluntad de poder» (Nietzche).

Hay que vivir ese presente fragmentario, llevándolo hasta sus últimas

consecuencias, sin «nostalgias» y sin «desencanto» y, además, sin pretender

recuperar la unidad perdida y, mucho menos, los grandes

metadiscursos legilimantes. Hay que dejarse arrastrar por el fragmento,

viviéndolo de un modo «sensible-estéticoR, único que puede garantizar la

auténtica realización humana, en libertad, sin manipulaciones. alineada

en «consensos locales» (J. M. Mardones) y sin el peligro de verse atraída

por proclamas emancipadoras de ningún tipo.

2.3.La teorfa crftlca (TC): la «autranscendencla de la razón Ilustrada»

La TC interviene en el debate post-moderno con unas preocupaciones

y unas propuestas bien concretas. Es un movimiento socio-cultural al

que se le tiene que prestar atención no sólo por la larga tradición inteleclual

que lo respalda, sino también por los acentos propios de su diagnós·

lico y por la criticidad que acompana a sus planteamientos y alternativas.

Como movimiento socio-cultural, la TC se inscribe en esa institución de

la tradición cultural alemana más importante del siglo XX: la Escuela de

Frankfurf1

entre cuyos miembros más destacados encontramos a pensadores

de la talla de M. Horkheimer, Th. W. Adorno, W, Benjamin, H.

Marcuse, E. Fromm …

La TC actualiza – sobre lodo de la mano de aulores tales como C.

Ofle, A. Wellmer, J. Habermas. y K.O. Apel- la inspiración y los intere·

ses emancipadores de los fundadores de la Escuela: Horkheimer, Adorno

y Benjamin. La TC apuesla por la emancipación de la humanidad;

más aún, es un movimiento que quiere incidir eleclivamenle en dicho

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proceso. Sus mentores apuestan por la razón ilustrada y las elaboraciones

teóricas que buscan algún tipo de fundamentación última en la realidad.

«Sin ingenuidades ni falsas ilusiones, quieren proseguir el programa

ilustrado que pretende hacer de la razón y del sujeto elementos primordiales

de la construcción de una sociedad justa racional y humana»»‘.

De momento, van a ser estos dos rasgos los que van separar a la TC

tanto del neoconservadurismo como del post-modernismo. PQr

cotraposición a los NC -que proponen una vuelta a las fuentes de la

tradición religiosa (judeo-cristiana), lo cual hace de su planteamiento _un

planteamiento «contra-ilustrado»-, los TC (=teóricos críticos) van insertar

su quehacer en una propuesta emancipadora racional-ilustrada, es decir,

no tradicional-religiosa y orientada hacia la transformación social. Los TC

también mantienen posturas que los alejan de los post-modernos en un

punto específico: el problema de las lundamentaciones filosóficas. Los

post-modernos -ya lo hemos visto- son reacios a aceptar cualquier

elaboración de tipo metafísico, mientras que los TC sí aceptan, aunque

con matices y algunas reservas, las elaboraciones metafísicas.

En concreto, Otto Apel y Habermas» se remiten expresamente a la

filosofía de Kant para sostener y argumentar sus tesis fundamentales.

Asumen el horizonte de la filosofía trascendental de Kant y, desde el

mismo, elaboran su diagnóstico de la crisis de la modernidad y proponen

una alternativa para enlrentarla. Quieren que la razón ilustrada se

autotrascienda, superando los límites que le impone la «razón

instrumental». Sólo asumiendo la perspectiva kantiana se puede alcanzar

la autotrascencia de la razón ilustrada (J. M. Mardones). Y sólo desde

esta aulolrascendencia se pueden enlrenlar adecuadamente los problemas

que tiene ante sí la humanidad actual. «En términos de ideología

político-social. prosiguen críticamente la tradición socialista, marxista,

mediante una ‘democracia radical’ que no puede alcanzarse sin

reapropiarse el ‘universalismo político-moral de la Ilustración, las ideas

de autodeterminación individual y colectiva, de razón e historia, de una

nueva forma’. Se sitúan … en el nuevo paradigma de la lilosofía posterior

al ‘linguistic turn’ y participan de la crítica a la ‘episteme’ de la representación'»».

2.3.1. La crisis de la modernidad y el predominio de la racionalidad

Instrumental o estratégica

La TC es particularmente sensible a la «colonización» que ejerce en los

diversos ámbitos de la realidad social la «racionalidad instrumental». Estos

autores van a prestar especial alención -en su diagnóstico de la

crisis de la modernidad- a la incidencia de esa «racionalidad ins-

85

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trumental» —

polftico. Harán notar, como uno de los electos más nefastos de aquella

colonización, la creciente «tecnHicación de la polftica» ~n la consiguiente

«despolltización de la sociedad» – que marca cuasi inexorablemente

el destino de las sociedades occidentales.

Los autores de esta corriente son conscientes de la crisis que atraviesa

a la modernidad. Muchos de los males diagnosticados por los NC y los

post-modernos son aceptados por la TC. Estos úHimos aceptan que hay

una crisis en los valores ético-morales y aceptan también que hay una

pluralidad de visiones de mundo (de juegos de lenguaje) que remiten

más hacia los •consensos locales» que hacia las grandes cosmovisiones

y metarrelatos.

Pero nuestros autores tienen sus reservas respecto de los diagnósticos

NC y post-moderno. Los post-modernos sostienen que la crisis hunde

sus r

moderno. Es la razón ilustrada ~n sus diversas manHestaciones: estéticas,

lilosólicas y científicas- la que ha dado pie a las aberraciones de la

humanidad occidental. La terapia que se impone no es otra que la de la

ruptura de los supuestos (psicológicos, lingüísticos y antropológicos) de

la ilustración.

Los TC no están de acuerdo con la radicalidad de este diagnóstico

post-moderno. Sí que la razón ilustrada ha incidido en la conliguración

del mundo moderno (occidental), de su técnica, su ciencia y su filosolía.

Pero el mal de occidente no radica en esto. El problema de la modernidad

es que progresivamente una de las dimensiones de la razón ilusirada

-la razón técnica- ha ido convirtiéndose en el paradigma de las

otras dimensiones de la razón. Más aún, la razón técnica -la razón

instrumental o estratégica- ha ido colonizando a los otros ámbttos de la

racionalidad humana, convirtiéndose en la razón por antonomasia. Todos

los procesos de «tecnilicación» de la vida social -la política, la educación,

la cuttura, etc.- son expresión de esta colonización y predominio

de la razón instrumental sobre las otras esferas de la razón. Habermas

ha percibido con gran claridad este problema. Para él «los descontentos

de la modernidad se originan, no en la racionalización como tal, sino en

el fracaso para desarrollar e institucionalizar de una manera equilibrada

todas las dimensiones de la razón inauguradas por la comprensión del

mundo moderno'»‘.

La racionalidad que se ha impuesto es una racionalidad «sistémica»

(Habermas) cuya lógica intrínseca es la manipulación y el dominio de lo

otro y del olro. «La lógica ‘oculta’ de esta forma de racionalización es una

lógica de dominio y represión que va en aumento. El dominio de la

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naturaleza se convierte en un dominio de los seres humanos sobre olros

seres humanos, y en úHimo lugar en una pesadilla de aulodominio ….

La solución no consisle en renegar de la razón .ilustrada, sino e_n

reasumir aquellas dimensiones suyas que han sido relegadas pc:¡r el

predominio de la racionalidad instrumenlal. Los proyectos emancipadores

en si mismos no son nocivos para la humanidad, sino en

cuanto que están penetrados de la «voluntad de poder» (Nielzche) propia

de la razón manipuladora y dominadora. Hay que «limpiar» a la razón

emancipadora (razón critica) del sesgo manipulador de la razón

dominadora, que ha de ser recluida en el contexto específico suyo de

dominación y control de la naluraleza. Es decir, hay que vincular las.

dimensiones de ·la razón a los intereses específicos que persigue -la

sociedad humana. Hay que vincular conocimiento e interés (Habermas).

El conocimiento que se construye (ya sea científico-natural, hislóricosociológico

o filosófico-teológico) ha de estar eslrechamente relacionado

con los intereses (de dominio, relación o emancipación) de la sociedad».

La modernidad ha hecho del conocimienlo cientílico-nalural –

al interés de dominio sobre la naluraleza- el conocimiento por

exelencia, relegando a un segundo plano los conocimienlos que responden

a los inlereses de relación (social) y de emancipación, o, lo que es

peor, calcando éstos según el modelo de aquél. La consecuencia de

lodo esto es que las prácticas de relación social y las prácticas

emancipadoras han sido contaminadas con un conocimiento y unos intereses

que le son ajenos. Liberar al conocimiento socio-histórico y al

conocimiento emancipador -así como a las prácticas que les corresponden–

de un conocimiento y unos intereses manipuladores dominadores:

he aquí el camino de solución propuesto por la TC en respuesta a los

post-modernos.

En otras palabras, para la TC hay «posibilidades alternativas» de

racionalidad y racionalización. «Lo que ha sucedido en la sociedad moderna

( … ) es un proceso selectivo de racionalización -donde la

racionalización deliberado-racional prevalece, se inmiscuye, y deforma el

mundo vilal de la vida cotidiana»». Hay que fomentar un tipo distinto de

racionalidad, no manipuladora y dominadora. Es decir, hay que «fomenlar

la racionalidad comunicaliva del mundo vital y lograr un equilibrio adecuado

enlre las exigencias legílimas de la racionalización sistemática y la

racionalización comunicaliva del mundo vilal»59

En la racionalización comunicaliva radican «los fundamentos racionales

de una esperanza social» (R. J. Berstein). Como nos dice Berstein a

propósilo del planteamiento de Habermas: «El es una voz fuerte y poderosa

que nos recuerda que la necesidad práctica para incorporar y nutrir

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la racionalidad comunicaliva en nuestras prácticas sociales cotidianas

tiene un ‘obstinado poder transcendente’, porque se renueva con cada

acto de comprensión libre, con cada momento de convivencia en solidaridad,

de individuación de éxito, y de emancipación salvadora»»°.

Los NC piensan que la crisis de la modernidad es espiritual. Ahora

bien, la falla de los NC radica en la explicación de las causas de la crisis.

Estas causas hay que buscarlas -nos dice la TC- no en el ámbito

cultural, sino en el ámbito tecnoeconómico y derivadamente en el político

y el cultural.

Es cierto -dicen los TC- que el mundo moderno está constituido

por tres ámbitos fundamentales: el tecnoeconómico, el cultural y el político.

En esto han acertado los NC. Pero en lo que han fallado es en la

elección de la instancia a la que asignan el peso fundamental en la

génesis de la crisis.

Para ellos la instancia fundamental de la sociedad es el orden cultural.

Para la TC el orden fundamental es el tecnoeconómico. Asumen la «autonomía

relativa» de cada uno de ellos, pero no caen en el simplismo de

ignorar el influjo de lo tecnoeconómico sobre lo polílico y cultural. No son

ingenuos a la hora de ponderar el peso fundamental que tiene dicho

:irden en la configuración de las sociedades capitalistas modernas. Por

tanto, siguiendo a la TC, habría que buscar los males de la modernidad

capitalista -y la terapia para los mismos- en el orden tecnoeconómico.

Habermas, en concreto, «invertirá la interpretación y dirá que quien

tiraniza al sistema social moderno no es la cultura, sino los sistemas

tecno-económico y burocrático. La cultura, es decir, las matrices de sentido

y significado para el hombre y la sociedad son invadidas por los

valores y la racionalidad predominantes, que provienen de los ámbitos

económico-técnico y burocrático-administrativo. Nos encontramos así

con un predominio colonizador, violento, de lo funcional, lo pragmálico, lo

utilitario, lo rentable, lo procedimental, lo legal, que invade terremos que

no son ya los de la economía y la burocracia. Penetran en el ámbito de

las relaciones personales, de la pareja, la sexualidad, la educación, o las

más sociales del estilo de vida y los objetivos y necesidades de una

colectividad»».

Nos encontramos con un predominio creciente de la lógica

tecnoeconómica. Uno de los males fundamentales que produce esa lógica

es el consumismo desenfrenado que se ha apoderado del hombre de

la sociedad moderna occidental. «La causa hay que buscarla en las

innovaciones tecnológicas, que llevan la electricidad y los aparatos ligados

a ella al hogar … La producción masiva de objetos exige líneas de

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montaje que abaraten la producción en serie de automóviles o

aspiradoras. Pero requiere también desarrollar el apetito de sus compradores

hasta eslabilizar grandes colectivos de clientes. Esla función la va

a cumplir la publicidad»».

Este consumismo desenlrenado ha producido «patologías» profundas

en la sociedad occidenlal moderna (J. M. Mardones): «el cambio introducido

por el consumo masivo no sólo incide sobre el mundo económico,

sino sobre el cultural y, por tanto, alcanza a la configuración de un estilo

de hombre, de vida y de relaciones sociales'»»‘. Se genera un «estilo de

vida» caracterizado por la «posesión» y el «goce», es decir, por el «deseo

de tener» (J. M. Mardones). Este deseo «genera una actttud cognoscitiva.

La realidad es vi si a desde un punto de vista del interés posesivo; de ahí

que, fundamentalmente, se vean ‘cosas’, ‘objetos’, para conseguir, manipular,

usar, disfrutar. Es una visión cosista y cos~icadora de la realidad.

Todo queda referido al mundo de utilidades del sujeto. Este se constttuye

en el centro, a cuyos intereses, deseos o caprichos se debe supeditar

todo»»‘.

La primera consecuencia grave de esa dinámica consumista es que

«se expanden las relaciones interesadas, estratégicas, orientadas a la

consecución de los intereses propios …. Sin embargo, «en el límite, el

consumismo termina entronizándose como absoluto … Un fdolo competidor

del Dios verdadero, Moloch de las sociedades nortallánticas, en cuyos

altares se inmolan los sacrificios de incontables víctimas humanas» …

Y aquí volvemos de nuevo a la crítica de la racionalidad instrumental

elaborada por la TC. En efecto, el orden tecnoeconómico instaurado en

la modernidad capitalisla es un orden «manipulador» de la realidad natural,

que, llevado hasta sus últimas consecuencias en la aclualidad, está

«depredando» el ecosistema hasta límites críticos, en los que la misma

vida humana sobre el planeta corre el riesgo de verse imposibilitada.

Pero no sólo se lrata de una depredación del ecosistema. Se trata también

de una colonización que ejerce ese patrón manipulador

(instrumenlal y estratégico) sobre la totalidad de las relaciones sociales.

En esta lógica, lodo está sujeto al «control» y al «cálculo»: desde la polílica

hasta la educación de los hijos.

Este imperio de un estilo de vida fundado en una racionalidad de tipo

instrumental es ~n el diagnóstico TC- una de las causas fundamentales

de la crisis de la modernidad. Por consiguiente, la terapia propuesla

por estos autores apunta hacia el mismo ámbito desde donde esa

racionalidad se ha gestado y se ha expandido hacia el conjunto de la

sociedad: el ámbito tecnoeconómico. No se trata, pues, de una cuestión

meramente cultural, como piensan los NC y, en cierto modo, también los

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posl-modernos, sino de algo más lundamenlal y que tiene que ver con

los cimientos mismos de la civilización capitalista. Es esta civilización –

en cuanto depredadora del medio ambienle, manipuladora del otro y

consumisla- la que se ve cuestionada por la TC.

2.3.2. La critica al cientificismo positivista en la TC

Decíamos que la racionalidad instrumenlal (o estratégica) se ha expandido

a la totalidad de las relaciones sociales. Esla expansión se ha

visto legitimada por el presunto carácter de saber absolulo y perfecto que

ha asignado la modernidad al saber científico-natural, nacido para orientar

las prácticas de dominación y control de la naluraleza. Pues bien,

junto a la expansión de la racionalidad instrumenlal, las ciencias naturales

se han ido convirtiendo en el modelo y paradigma de lo que es

conocimiento verdadero (científico). Este proceso de cientHización del

saber ha reforzado la consciencia de que las pretensiones manipuladoras

y dominadoras son legítimas porque son científicas (verdaderas).

El orden tecnoeconómico se sostiene vla los avances tecnológicos

posibilitados por las ciencias naturales. Este orden está regido por una

lógica de control, cálculo y manipulación sostenida por el saber cientlliconatural.

Al expandirse esa lógica al conjunto de la sociedad, también se

expande en forma colonizadora el paradigma de las ciencias naturales

hacia los otros saberes. Es así como se cierra el círculo funcional de la

modernidad capilalisla: una praxis manipuladora tiene que ser legitimada

por un saber manipulador.

Ese circulo tiene que ser cuestionado. Tiene que ser cuestionada la

pretensión de hacer de las ciencias naturales el modelo y paradigma de

todo saber. Hay que enfrenlarse críticamente a aquella corriente de

pesamiento que es portavoz de esa pretensión: el positivismo légico.

Mediante esta crítica se trata de relrotraer la lógica del control y la

dominación -así como al conocimienlo que la sustenta- hacia sus

ámbitos específicos de funcionamienlo. Asimismo, se trata de «liberar» a

lo político y cultural de una lógica (manipuladora) que les ha sido impuesta

y de abrir cauces a unos conocimientos «liberados» de sesgos posilivislas

y cientilicistas.

El punto de apoyo de esta propuesla en la TC es la critica filosófica del

lenguaje en el positivismo lógico. Con esta crilica nos las habernos con

uno de los aportes más importantes de la TC a la filosofía moderna.

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2.3.2.1. El lenguaje en el positivismo lóglco

Para el positivismo lógico (PL) entre lenguaje y realidad existe una

correspondencia cuasi perfecta. El lenguaje viene a ser algo así como un

«rellejo» de la realidad. En las versiones más radicales del PL -por

ejemplo, en el «atomismo lógico-. el mundo que rodea al individuo está

compuesto por unos elementos últimos, es decir, por unos «átomos»

articulados de una forma determinada. Son eslos «hechos atómicos» lo

más genunino de la realidad. El lenguaje es un «instrumento» que permtte

al hombre «describi(‘ esos hechos atómicos. No se trata, sin embargo, de

cualquier lenguaje. Tiene que ser forzosamente un lenguaje lógico-matemático.

Sólo el lenguaje lógico-matemálico se corresponde perfectamente -nos

dicen los autores de esta corriente (Russell, Peano, «primer

Willgenstein», Carnap, … )- con los hechos experimentados sensiblemente.

«En un lenguaje lógicamente perfecto las palabras de una proposición

se corresponderían una a una con los componentes del hecho

correspondiente» (B. Russell)». El significado de una proposición deriva,

en consecuencia, de su correspondencia con los hechos atómicos: «si los

únicos hechos genuinos son los hechos atómicos, entonces toda oración

significativa debe ser analizable en liguras de hechos atómicos» (J. R.

Urson). El PL ~n su versión «atomisla»- siempre se remitirá a los

hechos atómicos (experienciables y verilicables) para legitimimar la validez

o invalidez científica de las proposiciones y enunciados verbales.

Este es el «criterio de verificación» –

que se remiten, en última instancia, estos autores.

Pero hay un segundo «criterio de verificación» no menos importante y

que, en cierto modo, es el que caracteriza al PL propiamente dicho08•

Este criterio se centra en la estructura misma de los enunciados y proposiciones

verbales. Parte de dos supuestos fundamentales: a) que el lenguaje

humano posee, en el fondo, un estructura lógica; y b) que el

lenguaje lógico-matemático -por su rigor y exactitud- es un lenguaje

perfecto. Es por su perfección que el lenguaje lógico-matemático es capaz

de de corresponderse término a término con los datos de la realidad

sensible.

De esta forma. el PL se interesará melodológicamente por determinar

la estructura lógica de las proposiciones «complejas», a través del análisis

lógico-matemático de sus partes componenles. Es decir, tratará de

validar o invalidar el senlido (científico) de una proposición mediante el

análisis lógico-formal de sus estrucluras. Por lo mismo, no se busca

determinar si lo analizado expresa o no hechos empíricos. Lo que importa

es verilicar si los componenles elementales del enunciado en cueslión

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eslán enlrelazados enlre si de forma lógicamente consislenle. El PL

realiza un «análisis lógico del lenguaje» como procedimienlo de verificación».

Al verificarse posilivamente la consislencia lógica del enunciado

analizado, será claro que estamos anle un enunciado con significado, es

decir, con valor científico. En caso contrario. estaremos ante una

formulación verbal carente de sentido, que no ha respetado las reglas

lógicas constttulivas del lenguaje.

El PL reivindica dos dimensiones fundamentales del lenguaje: la dimensión

sintáctica y la dimensión semántica. Por tanto, se apoyará en un

sistema de símbolos (lógico-matemálicos) regulados por reglas de combinación

permitidas y no permitidas. Estas reglas (axiomáticas, de

inferencia, etc.). en cuanto mero cálculo lógico, serán reglas sintácticas, es

decir, reglas ajenas a la interpretación. Esle procedimienlo es propio de

los sistemas logísticos». Pero a las fórmulas del sistema logístico se les

puede asignar un significado. Este significado estará regulado por reglas

semánticas. El lenguaje que reune estas dos dimensiones es un lenguaje

formalizado. Así, el leguaje formalizado por excelencia será, en la perspectiva

del PL, el lenguaje lógico-malemálico. Sus fórmulas de combinación

serán estrictamente reguladas por una sinlaxis rigurosa y se les asignará

un sentido a partir de unas reglas semánticas determinadas. Estas

reglas -y la simbología en la que se expresan— se aplicarán en el

análisis lógico de los enunciados complejos y, a partir de allí, se establecerá

su consistencia o inconsislencia lógica-formal.

Esta concepción del lenguaje del PL posee virtualidades inobjetables.

En efecto, los grandes avances en la informática y la computación son

en buena medida tribularios del impulso que los PL dieron a las investigaciones

lógico-malemáticas. Sin embargo, es una concepción que posee

limttaciones graves en lo que se refiere a la concepción de hombre y

en lo que se refiere a su concepción del lenguaje. Su supuesto es que el

hombre es un individuo solitario que se vale del «instrumento»-lenguaje

para «designar» los estados de la realidad que le rodea. Es decir, el PL

maneja una concepción solipsista del hombre. Esle solipsisimo será fuertemenle

crilicado por la filosofía del lenguaje posterior, especialmente

por la leería del lenguaje de la TC. Asimismo. al cenlrarse en las dimensiones

sinlácticas y semánticas del lenguaje olvida una dimensión conslitutiva

de ésle: su dimensión pragmática.

2.3.2.2. La superación critica del PL: la teorfa de los «juegos del

lenguaje» y la teorfa del «consenso lntersubjetlvo»

Para el PL el sujelo humano es el «autor y juez final de sus intencio-

92

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nes de signtticado»». El «segundo Wittgenstein»» pone en cuestión esta

perspectiva del PL, que «entiende el signHicado según el modelo del

nombre» (A. Wellmer). Si queremos conocer el significado de las palabras

o de un determinado sistema lingüíslico -nos dice Wittgenstein-no

debemos remitirnos al sujeto, sino que debemos atender -y ser

partícipes- del «juego de lenguaje» correspondiente; es decir, tenemos

que remitirnos a la «práctica intersubjetiva» que realiza la comunidad de

hablantes-oyentes en cuyo contexto las palabras adquieren su signHicado

específico.

«Los juegos del lenguaje no son juegos, sino formas de vida. Son

conjuntos de actividades lingüísticas y no lingüísticas, instituciones, prácticas

y signHicados encarnados en ellas»». Estos «juegos del lenguaje»

tienen sus reglas específicas, cuya vigencia •no se funda en otra cosa

sino en la práctica de su propia aplicación a una clase de casos abierta

en principio, de forma que la relación de significante es una encarnación

de esta práctica y no una relación entre dos relata en cierto modo ya

dados con independencia el uno del otro»».

En la óptica de Wittgenstein, el sujeto solitario -presupuesto por el

PL- pierde su predominancia y centralidad. Antes que el sujeto y su

individualidad solipsista está la comunidad intersubjetiva que se halla

inserta -y participa- en «juegos de lenguaje» determinados. Los signtticados

lingüísticos son resultado de la «forma de vida» propia de la comunidad;

es decir, lo signtticados son resultado de la praxis intersubjetiva de

los individuos. Cada comunidad, ~n consecuencia, participará de unos

«juegos de lenguaje» propios y relativos a su específica «forma de vida».

Al margen de esa comunidad,. no habrá forma de entender los usos

lingüísticos que la caracterizan ni su· signtticado. Sólo participando de las

prácticas comunicativas de la comunidad -y de su correspondiente «forma

de vida»- comprenderemos tanto los usos lingüísticos de la misma

como el signHicado de éstos.

Ya en Wittgenstein va quedando claro que el significado de los signos

lingüísticos depende de la comunidad de comunicación en la que los

mismos son utilizados. Los desarrollos posteriores de la filosofía del

lenguaje –t>obre todo, en los trabajos de Olto Apel y Habermas»- han

radicalizado esta tesis de Wittgenstein. Para estos autores, no se trata

sólo de que el signtticado de las palabras dependa de unos «juegos de

lenguaje» determinados, sino que la verdad que se atribuye a los signos

lingüísticos (palabras y conceptos) es una verdad consensual, es decir,

una verdad que es resultado de un acuerdo intersubjetivo establecido

entre los miembros de la comunidad de comunicación. «La cuestión básica

de la teoría del significado, a saber: qué quiere decir entender el

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signtticado de una expresión lingüística, no puede aislarse de la pregunta

de en qué contexto esa expresión puede ser aceptada corno válida»».

«El sentido en el cual un enunciado puede ser verdadero o falso no se

basa en las condiciones de objetividad experimentales, sino en la posibi·

lidad de fundamentación argumentativa de una petensión de validez crtti·

cable»77.

No hay, en este sentido, «verdades objetivas» (verdades referidas a

hechos cienlfficamente verHicables) al margen de la comunidad de

hablantes-oyentes que, consensualmente (argumenlativamenle), acepta

una determinada proposición corno una proposición científica. El lenguaje

lógico-matemático es una construcción conceptual cuyo ámbtto de

verdad ha sido establecido por una comunidad de comunicación determinada:

la comunidad de científicos. Las verdades que transmite son verdades

establecidas intersubjetivamente -y consensualmente– por di·

cha comunidad, que está orientada por unos intereses particulares y

concretos.

«La verdad es que no son tas proposiciones básicas reflejos de los

hechos en sf; más bien traen a expresión éxitos o fracasos de nuestras

operaciones .. Los hechos de experiencias científicas relevantes se constttuyen

como tales merced a una organización previa de nueslra expe·

riencia en el círculo de funciones de la acción instrumental»».

Desde esta perspectiva, las tesis del PL sobre et presunto carácter

absoluto y pertecto del lenguaje lógico-matemático se vienen abajo. La

lógica y la matemática dejan de ser el modelo de los demás lenguajes,

en virtud del cual éstos serían invalidados o validados como significativos

(=científicos) o no signHicativos (=no científicos). Incluso algunos, corno

el «segundo Wittgenstein», llegan a pensar que el lenguaje más rico es el

lenguaje cotidiano, a la par del cual el lenguaje lógico-matemático es un

artHicio desvinculado de la vida real de los hombres.

La TC reivindica ta dimensión antropológica fundamental de la ·comunidad

de comunicación» (Habermas) o de «argumentación» (Otto Apel).

Esta comunidad, en cuanto que interactúa intersubjetivamente a través

de la «acción comunicativa», constituye el a priori transcendental de cualquier

proyecto y praxis histórica y social. Ese a priori comunicativo está

conslttuido por «actttudes que necesitan de la evaluación crítica mediante

argumentos porque no pueden ser deducidas lógicamente ni probadas

empíricamente … Se manifiestan corno acertadas o equivocadas. Pues

se miden por la necesidad metalógica de intereses, que nosotros no

podernos lijar ni representar, sino con los que nos tenernos que encon·

trat’70

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Todo saber está cimentado en unos supuestos metalógicos, que es no

más que los intereses de la comunidad de comunicación en la que se

elabora ese saber. «En el ejercicio de las ciencias empírico-analíticas

interviene un interés técnico del conocimiento; en el ejercicio de las

ciencias histórico-hermenéuticas interviene un interés práctico del conocimiento,

y en el ejercicio de las ciencias orientadas hacia la crítica

interviene aquel inlerés emancipatorio del conocimiento»‘°. Haber olvidado

esa vinculación entre conocimiento e interés, así como la vinculación

realizada entre ambos por la comunidad de comunicación mediante la

acción comunicativa: he aquí el error garralal del posttivismo lógico.

3. A modo de conclusión

Hemos hecho una revisión de las principales corrientes socio-culturales

que intervienen en el llamado «debate post-moderno»: los NC, los postmodernos

y la TC. A través del diagnóstico que dichas corrientes hacen

de la modernidad y de las terapias que proponen para enlrentarla, nos

hemos acercado a los problemas fundamentales de nuestro tiempo. Es

indudable que esos movimientos socio-culturales constttuyen un reto

para América Latina, tanto en lo que dicen como en lo que ocultan.

Superar el aislamiento cultural exige conlrontarse con quienes van imponiendo

el ritmo en la discusión, no para asimilar acríticamente sus tesis,

sino para enriquecer críticamente la propia cultura y para poder aportar

algo desde la propia realidad.

¿Cómo responder desde América Latina al NC, al post-modernismo y a

la TC? ¿Cuáles son los principales desafíos que presentan esos movimientos

socio-culturales? ¿Cómo enfrenlarlos desde un horizonte

liberador? Intentaremos reflexionar someramenle sobre estas cuestiones,

examinando cada una de las corrientes analizadas a la luz de esas

interrogantes.

a) Los Neoconservadores. Los NC tienen una propuesta socio-cultural

bien definida, que consiste en la recuperación de la tradición religiosa

judeo-cristiana, con miras a la legitimación del capitalismo norteamericano.

Son conscientes de la expansión del sistema y quieren dotarlo de

unos valores que lo legitimen como el mejor orden posible. Su alinidad

con el judeo-cristianismo -piensan los NC- es la mejor prueba de su

superioridad sobre cualquier otro modelo allernativo.

Lo propio de la propuesta NC es su manipulación de las tradiciones

bíblicas, que son pueslas al servicio de un sistema que se sustenta en

una lógica contraria a la lógica del Dios de Israel, es decir, una lógica

que produce la muerte de la mayor parte de la humanidad. Esta preten-

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sión NC constituye uno de los desafíos más importantes para los proyectos

de liberación que se dibujan en América Latina. En concreto, es uno

de los desafíos más serios que tiene ante si la teologfa de la liberación

(TdL). Es desde la TdL que América Latina puede enlrentar críticamente

las pretensiones manipuladoras de la religión presentes en el NC. En lo

fundamental, la TdL tiene que seguir defendiendo que el Dios judeocristiano

es un Dios de la vida y no un Dios de la muerte. Un Dios cuya

gloria mayor es que el pobre viva (Mons. Romero).

b) Los Post-modernos. Esta corriente socio-cuttural ha tenido un gran

auge en las úttimas décadas, sobre todo en los círculos intelectuales

europeos. Su presencia en América Latina es todavía muy reducida».

Sin embargo, plantea una serie de cuestiones que pueden volverse muy

atractivas para una cuttura muy abierta y receptiva hacia las novedades,

aunque no siempre se haga presente en esa recepción el espíritu crítico

y creador.

Hay indudables virtudes en la propuesta post-moderna, que pueden

ser provechosas para la cultura lalinoamericana. Sobre todo, pueden

dotarla de ese espíritu crítico -propio de la postrnodernidad- que no se

detiene ante ninguna autoridad y que acepta la vigencia de un pluralismo

de visiones de mundo que se legitiman en la discusión y el diálogo. Esto

habrá de ser muy saludable en un contexto marcado históricamente por

toda clase de autoritarismos de tipo religioso, político y/o ideológico.

Pero también hay que estar atentos a los peligros que se derivan de una

propuesta radicalmente anti-ilustrada corno la sostenida por los post-modernos.

En América Latina es sumamenle peligroso condenar las propuestas

emancipadoras, bajo el argumento de que siempre conducen —t1na

vez que se concretizan— a nuevas formas de opresión. En América Latina

alerrarse a un planteamiento de esa naturaleza signilica sancionar una

situación histórica en la que las grandes mayorías apenas pueden garantizarse

ese «mínimo de los mínimo» (L. Boll) que es su propia vida.

Quizás hablar de emancipación y liberación en América Latina les suene

a muchos como algo puramente utópico -y a lo mejor tendrán algo de

razón-, pero sin esa utopía nuestros pueblos están condenados a la

muerte y a la opresión sin resistencia posible. Pese a cualquier postmodernismo

cultural, América Latina urge de proyectos liberadores

(emancipadores), porque sus pueblos viven en una situación de terrible

inhumanidad.

e) La Teoría Crítica. Esta corriente es la que está llamada a incertarse

en la dinámica cultural latinoamericana de una forma positiva, en vistas a

la creación de una cultura de la liberación. El que no reniegue de la

ilustración y que se inspire en ella para elaborar un proyecto

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emancipador a la altura de las necesidades de la humanidad actual la

hace particularmente relevanle para la siluación latinoamericana.

La propuesta efectuada por esta corriente para fundamentar la unidad

dialógica de la comunidad, como condición de posibilidad de una praxis

humana emancipadora, hace ver que las aspiraciones de liberación de

los pueblos latinoamericanos no son mera utopfa e ilusión. Desde una

perspectiva teórica -nos dice la TC- es legítimo aferrarsé todavía a

relalos emancipadores.

Ciertamente que en América Latina el problema de la emancipación

no es algo primariamente teórico. sino una exigencia que se les impone

a las mayorías populares desde su misma miseria y opresión reales. Sin

embargo, esa exigencia -y la praxis que desencadena- necestta la luz

de un discurso teórico que la oriente y sea capaz de soslenerla racionalmente.

Pensamos que la TC -ahora que los marxismos ortodoxos han

perdido legilimidad como momento leórico de una praxis revolucionaria

auléntica- puede dar un aporte esencial a la elaboración de un discurso

teórico que esté en función de la emancipación de las mayorías oprimi·

das de América Latina y, en general, del Tercer Mundo.

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