INTRODUCCIÓN
La mujer ha sido considerada tradicionalmente como un sector atrasado de la sociedad, refugio de la Iglesia y de la reacción. Éste carácter atrasado no es innato en la mujer, como se ha hecho creer. La explicación a esto no hay que buscarla en aspectos biológicos, sino en la doble explotación que sufre bajo el sistema capitalista, ya que el sexo femenino sufre doblemente: sufre bajo la dependencia social de los hombres y, por otra parte, mediante la dependencia económica en que se hallan las mujeres en general. Pero la historia nos ha demostrado que en los períodos revolucionarios, las mujeres han estado siempre en primera línea, y han jugado un papel muy decisivo en la lucha.
Se conoce como franquismo al período de la historia contemporánea de España correspondiente con el ejercicio por el general Francisco Franco de la jefatura del Estado; esto es, desde la guerra civil española (1936-1939) hasta su muerte y sucesión en 1975. Su amplia dimensión temporal y la marcada presencia del propio Franco en toda ella hace que a menudo se utilice para designarla la expresión era de Franco. Era un tiempo dominado por los hombres.
La Postguerra trajo consecuencias como una fuerte represión y sufrimiento, una débil producción económica y una enorme escasez de alimentos. Después de la Postguerra, Franco adquiríó el poder e impuso una dictadura basada en la concentración del poder en sí mismo, una política autosuficiente, la ley de fugas, que es un tipo de ejecución extrajudicial que consiste en simular la evasión de un detenido, apoyo en la iglesia, los militares y la Falange, y la mujer no tenía derechos. Esta dictadura acabó en 1975 con la muerte de Franco.
Las consecuencias que sufrieron las mujeres fueron perder los derechos que consiguieron durante la Segunda República, la consolidación de un sistema de valores machista, en el terreno laboral se aceptó la desigualdad entre sexos y el despido de las mujeres, después de una compensación económica, cuando se casaban, y la mujer casada perdíó capacidades y ganó prohibiciones. El marido erigíó en el administrador de sus propiedades y en su representante legal, hasta el punto de que no podía comprar ni vender bienes sense su autorización.
El Estado había decidido separar la educación de las niñas y los niños. Así, a cada uno se le inculcaban unas ideas sobre cuál era la labor de cada uno. La mujer tiene la obligación de saber todo lo que podríamos llamar la parte femenina de la vida. Se tienen que capacitar para cocinar, planchar, coser… Se dictaron normas de comportamiento social y buenas costumbres: Los vestidos no tenían que marcar las formas del cuerpo, los escotes no podían ser pronunciados, las jóvenes estaban obligadas a llevar medias desde los 12 años, y los niños y las niñas no podían coincidir en lugares públicos como piscinas o playas.
El destino de la mujer es ser esposa y compañera del hombre, formar con él una familia y educar y cuidar a sus hijos. El lugar donde la mujer desenvolupa sus actividades es la casa, porque es donde vive su familia. Pero su misión no solo es material, sus deberes no son sólo cuidar a sus hijos y el marido corporalmente, sino que tiene que ser la compañera de este, y de los hijos, la primera educadora. Por eso tiene que prepararse moralmente y materialmente, para ser capaz de hacer lo que se espera de ella.
No estaba bien visto que la mujer trabajara fuera de casa. Era necesario recuperar el núcleo familiar y su función procreadora. Su lema era parir y crear hijos para el orgullo de la nacíón. La mujer podía ser costurera, lavandera, cigarrera, etc con unos salarios míseros que eran ejercidos fuera y dentro de casa. En su papel de hija, a la mujer le correspondía el cuidado de los padres cuando enfermasen o llegasen a la vejez, y esta obligación se ampliaba a los padres del marido cuando éste no tenía hermanas. Uno de los métodos para lograr el Plan de Estabilización de 1959 y el Plan de Desarrollo de 1963, consistía en incrementar la población laboral, y como la mano de obra masculina no daba más de sí, se reclutó a las mujeres.
Victoria Kent, nada más iniciarse la Guerra Civil, se puso a las órdenes del gobierno republicano, que la encargó de supervisar los suministros de racionamiento y medicinas de los soldados en la Sierra de Guadarrama. Pero su labor primordial, fue la acogida de los niños víctimas de la guerra, montando guarderías y incitando a las mujeres españolas a través de una campaña radiofónica, a que dieran un refugio a tanto niño necesitado de protección. Esa misma misión, a medida que avanzaban las tropas franquistas, pasó a realizarla desde Francia, para lo cual el gobierno la destacó a la Embajada española en París, con la categoría de Primer Secretario de Embajada.
María Zambrano nacíó en Vélez, Málaga, en 1907. Durante la República colaboró con el Patronato de las Misiones Pedagógicas, que llevó a cabo en Septiembre de 1931 a Diciembre de 1933 setenta Misiones que recorrieron trescientos pueblos; el Teatro y Coro visitó 115, y el museo ambulante, 60; en 1934 se realizaron más de 200 Misiones. Fueron creadas más de 5.000 bibliotecas rurales; en los dos primeros años las 3.000 bibliotecas creadas tuvieron 467.775 lectores con un total de 2.196.495 lecturas. El comienzo de la Guerra Civil la sorprendíó en Chile, regresando a España a mediados de 1937. Fue miembro del Consejo Nacional de la Infancia Evacuada, de la Comisión de Historia de la Guerra y de la Comisión de Literatura. Dirigíó la última época de la revista Hora de España y el número final de Madrid. Cuadernos de la Casa de la Cultura
Margarita Nelken, iniciada en la Guerra Civil, tomó parte activa, al lado del General Miaja en la defensa de Madrid, apoyando a través de la radio a los desorientados ciudadanos. Más tarde figuró como corresponsal de guerra de la revista gráfica Estampa. En 1937 ingresó en el Partido Comunista. Sus víctimas decían de ella que estaba enfadada por no haber sido designada embajadora de Moscú. Inteligente y sutil como es, no había alcanzado a darse cuenta de la desestimación en que la tenían sus compañeras de línea revolucionaria. Colaboró en Mundo Obrero. También participó en el Congreso Nacional de Escritores Antifascistas celebrado en Madrid, Valencia y Barcelona.
Dolores Ibárruri, cuya actividad política se inició en 1917, nacíó en 1895 en el pueblo minero de Gallarta, en Vizcaya. Fue la octava de once hermanos. Entre 1915 y 1928 tuvo seis hijos, de los que únicamente sobrevivieron dos: Amaya y Rubén, que moriría en 1942 en la defensa de Stalingrado. Desde un principio supo hacer compatible la atención a sus hijos con la lucha sindical, participando ya en la huelga de 1917, que llevó a su marido a la cárcel. En 1931 fijó su residencia en Madrid, haciéndose cargo del trabajo de mujeres cerca del Buró Político. En Octubre de ese año sufríó la primera detención, permaneciendo en la cárcel hasta Enero de 1932.En el mismo año pasó a formar parte del Comité Ejecutivo del PCE. Una año más tarde fue de nuevo encarcelada. Hacia 1933, asistíó en Moscú como delegada del PCE al XIII Pleno de la III Internacional, y en 1935, junto al Secretario General, José Díaz, encabezó la delegación española que asistíó al VII Congreso de la III Internacional, donde se aprobó la política del Frente Único de la Clase Obrera y del Frente Popular. En 1936 pasó de nuevo a la cárcel, de donde salíó para la campaña electoral, ya que se presentó como candidata a diputada por Asturias. Con el triunfo del Frente Popular, Dolores Ibárruri ocupó su escaño de diputado. Desencadenada la Guerra Civil, ocupó la Vicepresidencia de las Cortes de la República, convirtiéndose además, en el jefe de relaciones de públicas del Gobierno republicano. De todas sus intervenciones, además de las habidas en el Parlamento, las más sonadas fueron las que hizo al día siguiente del grito «¡E Fascismo no pasará!» y la del 29 de Julio dirigida a todos los trabajadores de Europa que desencadenó un movimiento de solidaridad sin precedentes, dando lugar a sus descripciones, envío de abastecimiento y ropa y la creación de las Brigadas Internacionales. Fue mujer de su tiempo, una convencida de que lograda la emancipación de la clase trabajadora, la mujer también lograría la suya. Tanto es así que cuando ya se habían reducido a los sindicatos de clase a meras organizaciones de control e incremento de la producción, en una de sus intervenciones ante los afiliados de la UGT, en 1938, decía que era demasiado interesado temer que al final de la guerra las mujeres que ahora trabajaban en las fábricas les privarían permanentemente de sus puestos de trabajo.
Federica Montseny pasó a desempeñar en los primeros días de 1936 la cartera de Ministro de Sanidad, en el primer gobierno de Largo Caballero, en compañía de otros tres anarquistas que ocuparon las de Justicia (Juan García Oliver), de Industria (Juan Peiró) y la de Comercio (Juan López Sánchez). En el Ministerio de Sanidad, nombró a la militante de UGT, Mercedes Maestre, Subsecretaria de Sanidad, a la doctora Amparo Poch (de Mujeres Libres), Directora de Asistencia Social. Durante su mandato, se crearon Casas de Reposo para combatientes, Hogares Infantiles, Escuelas de Puericultura, Casas de Solidaridad, Casas para Ciegos, Centros de Lucha Antivenérea y contra el uso de las drogas. Con Mercedes Maestre se llevó a cabo la redacción de una Ley sobre el derecho a la interrupción del embarazo, cuya aprobación colocó a España en uno de los primeros países del mundo, si no el primero, en tomar esta medida. Uno de los intentos de acercar la cultura a las gentes en su tarea diaria, se llevó a cabo a través de las Milicias de la Cultura, para cuya misión se reclutaron tanto hombres como mujeres, que actuaban con estrecha relación con los comisariados políticos de las unidades militares, en la que quedaban encuadrados como un soldado más, con la obligación de explicar los motivos y objetivos de la guerra contra el fascismo así como la necesidad de sumarse al combate en los momentos de peligro.
La situación de las mujeres comenzó a cambiar en la década de los 50 y sobre todo en los años 1960 como consecuencia de las transformaciones económicas y sociales que se produjeron en esos años y que supusieron un progresivo incremento del trabajo asalariado legal de las mujeres, así como un mayor acceso a los niveles medios y altos de la educación.