El diálogo en la vida social
El diálogo posee un gran valor en la vida social. Con la palabra sincera y convencida, se construyen relaciones basadas en la confianza, facilitando el conocimiento del prójimo y la búsqueda de una verdad común. Es una manifestación personal, cara a cara, que dignifica. El diálogo es un intercambio de sentido, no solo de información, guiado por la verdad. Es fundamental en nuestra vida social, ya que nos permite conocer y comunicarnos con los demás, generando un encuentro personal y de enriquecimiento entre intimidades.
El aprendizaje humano
Casi todo en el ser humano es aprendido, y los contenidos del aprendizaje son amplios y variados. No se requiere una acción intencional para que se desarrollen aprendizajes, y estos ocurren a lo largo de toda nuestra existencia. Aprendemos casi siempre; cada momento biográfico deja su huella en nuestra vida. El motivo por el que aprendemos es un misterio. La variedad en las formas de aprendizaje es inmensa. Si bien no podemos definir claramente por qué y cómo aprendemos, podemos reflexionar para comprender el fenómeno educativo.
La inviabilidad biológica del ser humano
El ser humano es el mamífero más desprotegido al nacer; su supervivencia depende de la ayuda de los demás. Esta ayuda se extiende por mucho más tiempo que en cualquier otra especie y organiza nuestra forma de vivir. Ser biológicamente inviable significa que la naturaleza humana no es viable al margen de la razón. Siendo el peor dotado de todos los mamíferos al nacer, tampoco es psicológicamente viable en soledad. El ser humano necesita del cuidado de otros para sobrevivir. Esta necesidad no solo se da a nivel orgánico, sino también psíquico, constituyendo la «vida cultural».
La moldeabilidad del ser humano
La moldeabilidad es la característica que diferencia al ser humano del resto de los animales. Significa que, al recibir influencias o estímulos, cada persona responde de manera diferente según su capacidad de aprendizaje y evolución. El ser humano es moldeable, aprendiendo y desaprendiendo a lo largo de la vida (gestos, movimientos, modos de pensar, etc.). Esto nos dota de gran flexibilidad social (ejemplo: las modas). La naturaleza humana es moldeable y no viable al margen de la razón. Somos moldeables y podemos moldear nuestro entorno.
La inespecificidad del ser humano
Nuestro cuerpo es inespecializado e inespecífico. A diferencia de los animales, no estamos hechos para algo en concreto. Esta inespecificidad, evidente en las manos, «herramienta de herramientas» según Aristóteles, nos permite abarcar numerosos ámbitos de actuación. La biología humana está al servicio de las funciones intelectivas; nuestro cuerpo no especializado se adapta a las funciones mentales, haciendo posible el ejercicio de la racionalidad y la libertad.
Relación entre dotación instintiva y relación medios-fines
Existe una relación de intención o voluntad que hace al hombre dueño de su propio destino. El hombre se asemeja a los animales en los instintos, pero no es esclavo de ellos, sino que los posee y puede reprimirlos. Por ello, se dice que el hombre no tiene instintos propiamente dichos, sino tendencias. La relación medios-fines en el hombre se resuelve mediante la actividad libre y la ayuda de los demás. Nos servimos y necesitamos mutuamente en esa relación, obteniendo lo necesario para vivir y ser felices.
La apertura en el ser humano
La apertura se refiere a la libertad del ser humano para buscar medios y lograr fines. Tanto la búsqueda de medios como la capacidad de darse fines y llevarlos a la práctica implican el conocimiento intelectual y la libertad. El ser humano posee apertura, a diferencia de los animales, que tienen un cierre instintivo. Sociológicamente, la apertura es la capacidad de establecer objetivos individuales o grupales. Los animales carecen de esta apertura, ya que su sistema instintivo es cerrado.