La narrativa desde 1940 a los años 70
LOS NOVELISTAS DEL EXILIO
Sus obras fueron poco conocidas o tergiversadas en España a causa de la censura. Se trata de una corriente literaria que evoluciona de manera autónoma. Entre otros, podemos mencionar a Ramón J. Sénder (Crónica del alba, Réquiem por un campesino español) Francisco Ayala (La cabeza del cordero, Muertes de perro, El fondo del vaso) Rosa Chacel (Teresa, Memorias de Leticia Valle) Max Aub (El laberinto mágico, La verdadera historia de Francisco Franco) Arturo Barea (La forja de un rebelde, excelente trilogía sobre la Guerra Civil).
NOVELISTAS DE POSGUERRA
Dejando a un lado la visión de los vencedores de la Guerra, la década de los 40 se centra en historias individuales de extremada crudeza: es el Realismo tremendista o existencial, estilo que pone el acento en los aspectos más sórdidos y desagradables de la realidad, pero evitando referencias sociohistóricas concretas para no chocar con la censura del momento. Se centra en un antihéroe enfrentado a una sociedad indiferente u hostil y plantea temas como la amargura de la vida cotidiana, la frustración o la muerte.
Esta corriente comienza con La familia de Pascual Duarte (1942), Camilo José Cela –Premio Nobel en 1989- y Nada (1945), Carmen Laforet; y continúa con La sombra del ciprés es alargada (1947) de Miguel Delibes.
No faltan otras tendencias, como la novela fantástica y humorística de Wenceslao Fernández Flórez (El bosque animado) o el Realismo tradicional más convencional (Ignacio Agustí, Mariona Rebull).
LA NOVELA DE LOS AÑOS 50:EL Realismo SOCIAL
Con la publicación de La colmena en 1951 – un conjunto de vidas cruzadas en secuencias breves y episodios mezclados, como las abejas de una colmena, que reflejan objetivamente la realidad desesperanzada y pesimista de la posguerra- comienza un cambio de rumbo en la literatura que pretende mostrar críticamente la sociedad española de su tiempo. Al igual que en la poesía, se produce un paso del yo al nosotros, por lo que las novelas se centran no en el conflicto individual, sino en un protagonista colectivo (novela coral).
En la novela social influyen las técnicas narrativas extranjeras (Le Nouveau Román francés y la Lost Generation anglosajona y el neorrealismo italiano) así como el objetivismo basado en la psicología conductista y el lenguaje del cine. Los conflictos sociales son el eje de estas novelas, en las que el estilo se vuelve deliberadamente coloquial, como forma de acercarse al habla viva. Las principales técnicas narrativas del Realismo objetivista son la reducción al mínimo de la presencia del autor, la eliminación de la introspección y el análisis psicológico –lo personajes se caracterizan sólo externamente-, la disolución del argumento en una sucesión de anécdotas, la concentración temporal-espacial y la sencillez estructural.
Algunos novelistas, más audaces, optan por el Realismo crítico, que pretende agitar las conciencias y denunciar las injusticias sociales. Por su compromiso político (los autores suelen ser militantes comunistas en la clandestinidad) su visión es más parcial que la del objetivismo, para resaltar las injusticias sociales, y su estilo, “pobre”, incluso descuidado: La zanja de Alfonso Grosso y Central eléctrica de López Pacheco.
Obras fundamentales son El camino y Las ratas de Miguel Delibes, Fiesta al noroeste y Pequeño teatro de Ana Mª Matute; José Manuel Caballero Bonald, Dos días de Septiembre; Juan García Hortelano, Nuevas amistades, Tormenta de verano; Carmen Martín Gaite, Entre visillos, Retahílas; Ignacio Aldecoa, El fulgor y la sangre, Con el viento solano; Juan Goytisolo, Duelo en el Paraíso, La resaca, Fin de fiesta.
Sin duda la obra más significativa es El Jarama (1956) de Rafael Sánchez Ferlosio: se desarrolla en dieciséis horas de un domingo veraniego. Destaca el contrapunto entre el habla expresiva y popular del pueblo y la empobrecida e impersonal de los excursionistas madrileños. La presencia casi total del diálogo contribuye al máximo objetivismo –el autor como una “cámara” que se limita a filmar los hechos-.
LA NARRATIVA DE LOS AÑOS 60
A partir de los 60 surge una superación del Realismo con la publicación en 1962 de Tiempo de silencio de Luis Martín Santos y La ciudad y los perros de Mario Vargas Llosa. Se generaliza en la novela el experimentalismo, una nueva forma de narrativa preocupada por los aspectos formales, lo que implica la adopción de nuevas técnicas que difuminan los límites entre los géneros. Las causas principales fueron el agotamiento de la novela social y la incapacidad de la técnica realista para dar cuenta profunda de la transformación de la sociedad. La principal novedad de la novela experimental es que el lector debe asumir un papel activo, realizando su propia interpretación de la obra. Los principales rasgos técnicos son el punto de vista múltiple, la limitación de la importancia del argumento para elaborar artificiosos juegos formales, las estructuras temporales complejas, el uso del monólogo interior y el “fluir de la conciencia”, el lenguaje experimental y culto…
Autores significativos son Miguel Delibes (Cinco horas con Mario, Parábola del náufrago) Juan Goytisolo (Señas de identidad)), Juan Goytisolo (Señas de identidad), Juan Benet (Volverás a Regíón), Juan Marsé (Últimas tardes con Teresa, La oscura historia de la prima Montse, Si te dicen que caí), Francisco Umbral (Mortal y rosa)….