La novela después de la Guerra Civil


En 1945, en el escenario de la novela española, Carmen Laforet, ganó el premio Nadal con su novela Nada. El reconocimiento de los valores del libro fue unánime e inmediato; tanto la crítica como el público estuvieron de acuerdo con el carácter excepcional de la novela, de modo que se convierte enseguida en modelo de novela de posguerra dentro de la corriente tremendista, acompañando a La familia de Pascual Duarte, de Camilo José Cela. Nada presenta un narrador interno que cuenta retrospectivamente su historia; Andrea, una joven va a estudiar a Barcelona, a finales del 39 cargada de ilusiones y proyectos. Pero sus ansias juveniles chocan con un mundo gris, cargado de violencia, que representan su abuela y sus tíos. Laforet ha creado la atmósfera de un cuento de terror en la que todos los personajes parecen encerrar una amenaza vaga pero terrible, con una realidad deformada con personajes animalizados en muchos casos (como Gloria). La autora supo transmitir en esta obra la lenta agonía de la burguésía de posguerra. Los personajes adultos de la novela caminan desorientados y desquiciados rozando la locura, como es el caso de Juan, Gloria, ROMán o la abuela, en un territorio lleno de heridas mal cicatrizadas. Frente a ellos, Ena y Andrea representan una nueva generación que ve cómo sus ansias de crear un mundo diferente son frenadas. El sentimiento de desilusión que se hace presente en toda la novela es casi vital. Andrea no logra encontrar un modelo digno de imitar, Ena, con su familia, es la única que ayuda a la protagonista a salvarse de las circunstancias en que está atrapada. Esto hace que el final de la novela encierre una pequeña dosis de optimismo. La protagonista ha cambiado, madurado, y se encuentra preparada para un futuro mejor. Se trata de una obra de extrema importancia para entender algunas claves de la posguerra española y que todavía hoy sigue teniendo vigencia, pues como decía Juan Ramón Jiménez “Nada, como todo lo auténtico, es de aquí también, y de hoy, y será de mañana”.                          El teatro anterior al 39. A partir de las vanguardias se produce una renovación del entramado teatral.
En las tres primeras décadas del Siglo XX se observan dos grandes tendencias en el teatro español: el teatro comercial y el teatro renovador. // El teatro que triunfa (comercial) va dirigido a un público burgués, es un teatro costumbrista y cómico. Distinguimos tres tendencias: – La comedia burguesa, cuyo autor más destacado es Jacinto Benavente. Sus obras se caracterizan por el dominio del diálogo y por plantear conflictos amorosos, familiares o económicos con una suave crítica social, pero con final feliz. Su obra más importante es “Los intereses creados”, farsa satírica sobre el poder del dinero. – El teatro poético en verso es muy tradicional, pues exalta los episodios de la historia nacional. Representa la versión del Modernismo en teatro. Entre sus autores destacan Eduardo Marquina, con “Las hijas del Cid” y Francisco Villaespesa con “La leona de Castilla” – El teatro cómico-costumbrista refleja ambientes pintorescos. Se caracteriza por la creación de personajes-tipo de ambientación popular. En esta línea teatral destacan los hermanos Álvarez Quintero, que escriben obras de ambiente andaluz como “El patio”; Carlos Arniches creador de la “tragedia grotesca”, con personajes caricaturescos y trágicos a la vez, y una actitud crítica ante las injusticias como en “La señorita de Trevélez”; y Pedro Muñoz Seca, creador del astracán (subgénero cómico), piezas cómicas disparatadas con chistes fáciles cuya mejor obra es “La venganza de don Mendo”. // Por otro lado, se escribe un teatro renovador que propone nuevas formas dramáticas y trata temas sobre problemas existenciales y sociales. Destacan autores del 98 con su intento de teatro vanguardista como Unamuno, con un teatro esquemático y filosófico como en “Fedra” y Azorín con la trilogía de “Lo invisible”. Pero uno de los grandes renovadores del teatro del Siglo XX fue Valle-Inclán, con una clara vocación de ruptura. Después de unos comienzos modernistas, escribe obras estetizantes como “El marqués de Bradomín”. Este tipo de teatro culmina en el ciclo mítico con con estilo desgarrado y sórdido como en “Divinas palabras”. En el ciclo de la farsa, presenta un mundo fantástico donde lo grotesco y la caricatura convierten a los personajes en marionetas como en “La marquesa Rosalinda”. Poco después escribe “Luces de bohemia” en la que explica su teoría sobre el Esperpento con  una visión caricaturizada de la realidad que recuerda al expresionismo y a la tradición negra española. En la generación novecentista cabe destacar a Jacinto Grau destacando “El señor de Pigmalión” y a Ramón Gómez de la Serna, con títulos como “Los medios seres”. De entre los dramaturgos de la Generación del 27 destaca Federico García Lorca con obras como “La barraca”. Aunque también es importante destacar las obras escritas por Salinas, Max Aub, Casona, combinando ingenio y lirismo en “La sirena varada” y  Rafael Alberti  como “El hombre deshabitado”, de influencia surrealista. // El tema básico de las obras de Federico García Lorca es la frustración de sus deseos, el conflicto entre los instintos y su represión. Su trayectoria se puede resumir en tres fases: La primera etapa (en los años 20), con el predominio del verso e influencia del simbolismo como en “El maleficio de la mariposa” y “Mariana Pineda”, su primer verdadero éxito teatral. // La segunda etapa incluye un teatro vanguardista de los años 30 que nunca se representó. Son obras difíciles como “Así que pasen cinco años” y “El público”.  // En la tercera etapa, de gran plenitud, Lorca escribe obras teatrales que alcanzan el éxito comercial como “Bodas de sangre” (amor frustrado), “Yerma” (maternidad frustrada), “Doña Rosita la soltera”(espera inútil del amor) y “La casa de Bernarda Alba” que acaba con la frustración total del amor y de la libertad representadas en el suicidio de Adela y en el triunfo de Bernarda. // Por último, cabe destacar que durante la contienda civil hubo un teatro de guerra como instrumento propagandístico.  // Al margen del mayor o menor éxito de público, tanto Lorca como Valle-Inclán se alzan como las dos cumbres indiscutidas por repercusión histórica e internacional, no solo del teatro español, sino de la escena europea del primer tercio del Siglo XX.

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