La novela después de la Guerra Civil


Antonio BUERO VALLEJO nacíó en Guadalajara en 1916. Tras terminar los estudios de bachillerato, ingresa en la Escuela de Bellas Artes en Madrid, ciudad a la que se había trasladado también su familia. Sentía entonces una gran afición por la pintura y el dibujo. Al estallar la Guerra Civil, se incorpora al ejército republicano. En 1939 es encarcelado y condenado a muerte. Dicha pena se le conmuta después por la de cadena perpetua. En 1946 consigue la libertad provisional y ya en 1949 gana el premio Lope de Vega con Historia de una escalera. Ha recibido entre otros galardones el Premio Cervantes. En el caso del teatro de la inmediata posguerra debe hacerse una diferenciación entre el teatro realizado en España y el teatro del exilio. En los escenarios del extranjero estrenará una larga y heterogénea nómina de autores que tienen en los temas de la guerra, la injusticia y el sentimiento por la patria perdida su mayor denominador común. 

Años 50:

Tras una década de letargo, se aprecia en los 50 un resurgimiento del arte dramático. Junto a géneros del pasado, como la comedia benaventina o el sainete costumbrista, en los que destaca Juan Ignacio Luca de Tena, surgen dos modalidades que renovarán el panorama teatral:
La comedia humorística, que rechaza el tratamiento directo de los conflictos sociales y se refugia en la risa y la ilusión para compensar las limitaciones y amarguras de la época. Es el caso de autores como Enrique Jardiel Poncela (Eloísa está debajo de un almendro) o Miguel Mihura (Tres sombreros de copa), cuyo humor se emparenta a veces con el ingenio rupturista y desaforado de las Vanguardias.
 El teatro realista de signo existencial cultivado por Antonio Buero Vallejo (Historia de una escalera, El tragaluz) y Alfonso Sastre (Escuadra hacia la muerte; La taberna fantástica). En él se cuestionan, de manera trágica, los grandes problemas del hombre, aunque también con una clara vocación de oposición al sistema social vigente y posterior regeneración. Es un teatro que beberá de algunas de las innovaciones técnicas del teatro europeo y americano del momento (efectos de inmersión y de distanciamiento, rupturas temporales…)

ALFONSO SASTRE (1926):

Su teatro fue vigilado (cuando no directamente prohibido) por la censura franquista, lo que da cuenta de su inquebrantable compromiso realista con la denuncia social y política. El vehículo de su teatro es, sobre todo, la tragedia, que a lo largo de su trayectoria va adquiriendo cada vez una mayor liberad creativa (género de la tragedia compleja). Especialmente celebrada ha sido su obra La taberna fantástica, en la que se adentra en el sórdido e infrahumano mundo del lumpen y los tratantes de quincalla con su particular argot.     


LA NARRATIVA PENINSULAR:


Hacia finales de los 70 puede vislumbrarse un cierto abandono de la veta más experimental, carácterística de la década anterior, recuperándose el gusto por una trama amena, que enganche al lector, y bien construida.
Salvo esta carácterística es difícil señalar en las últimas décadas tendencias o escuelas muy marcadas. Al contrario de lo que ocurría durante la Dictadura, los novelistas no comparten en general una causa política. Lo que se aprecia es, sobre todo, un panorama muy heterogéneo, un sinfín de líneas muy personales sin miedo a hacer uso de un cierto eclecticismo funcional de técnicas.
Así, por ejemplo, junto al relato policíaco de Vázquez Montalbán, encontramos a estos autores Javier Marías, Arturo Pérez Reverté, Javier Cercas, Luis Mateo Díez, Javier Tomeo… Estos nuevos nombres convivirán en estos años, además, con la voz segura y madura de muchos de los autores anteriores ya señalados.  

Antonio MUÑOZ MOLINA (1956)

: Es uno de los grandes narradores actuales, que ha ido consolidando una obra de dimensiones notables. Se ha acercado a los dominios de lo policíaco a través de El invierno en Lisboa o de Plenilunio;
Ha sabido recrear en ambicioso mosaico histórico la vida de su pequeña ciudad natal, Úbeda, en El jinete polaco;
Ha subrayado su compromiso moral con los perseguidos a través de la más ensayística prosa de Sefarad.  EDUARDO MENDOZA (1943):
Sin duda, lo más logrado en su producción son sus dos novelas a medio camino entre la recreación histórica y lo policíaco sobre la convulsa Barcelona de principios de Siglo XX:
La verdad sobre el caso Savolta
y La ciudad de los prodigios.
Aunque quizás los títulos que más lectores le han granjeado son aquello en los que apostado por el humor, bien a través del enajenado detective de El misterio de la cripta embrujada o del extraterrestre protagonista de Sin noticias de Gurb.
ROSA MONTERO (1951):
Ha sabido combinar la creación narrativa con una extensísima trayectoria dentro del periodismo, lo que de alguna manera la ha llevado a la hibridación de la ficción con la no ficción. Desde su primera novela, Crónica del desamor, las relaciones sentimentales, los laberintos del amor y de su reverso, la soledad, es uno de sus temas más abordados. Rosa Montero es una de las autoras que más ha coadyuvado a poner en pie, ya desde el tardofranquismo, una visión más actual de la identidad femenina a través de sus personajes. Entre sus títulos más celebrados se encuentra, por ejemplo, La loca de la casa.  


LA NOV. ESPAÑOLA EN LAS TRES DÉCADAS POST. Guerra Civil :


A causa de la Guerra Civil (1936-1939), son muchos los escritores que por motivos políticos se ven forzados a partir hacia el exilio.
Entre ellos se encuentran algunos de nuestros jóvenes narradores más prometedores. No es extraño encontrar en bastantes de sus producciones la obsesión por la patria perdida o por las injusticias de la guerra. Merece la pena destacar nombres como los de Francisco Ayala (Muertes de perro), Max Aub (El laberinto mágico) o Ramón J. Sender (Réquiem por un campesino español).

AÑOS 40:

principios años 40 situación no será más fácil, penuria económica, miedo dificultades de edición, la censura. Primeros novelistas de posguerra luchan con relatos con claros tintes existencialistas narrados en primera persona por un protagonista atormentado. Novelas de la época caerán en la hiperbolización tremendista.

CARMEN LAFORET (1921-2004)

: Es conocida, sobre todo, por su espléndida novela Nada, con la que muy joven gana el Premio Nadal en 1945. En ella aprovecha la llegada de una joven e ilusionada estudiante a Barcelona, para retratar a través de sus ojos la miseria, el machismo y la dureza de la posguerra, que no deja otra opción que el desengaño.

Miguel Delibes (1920-2010)

La de Miguel Delibes es sin duda una de las carreras literarias más solidas de nuestro Siglo XX, que ha sabido concitar el beneplácito tanto de la crítica especializada como del gran público. No dejándose llevar por alardes experimentalistas (aunque siendo capaz: recuérdese el enorme monólogo de Cinco horas con Mario), y siempre con una mirada comprensiva hacia el ser humano y también la naturaleza, ha publicado títulos que han dejado huella en las últimas generaciones de lectores: El camino, Los santos inocentes, El hereje…  

CAMILO JOSÉ CELA (1916-2002)

: Premio Nobel de literatura, Cela irá de alguna manera marcando el compás de la evolución de la narrativa tras la Guerra Civil. La familia de Pascual Duarte (1942) es uno de los más claros exponentes del relato existencialista en primera persona de los años 40; La colmena (1951), novela de personaje colectivo sobre el Madrid de la inmediata posguerra, es el mascarón de proa de la novela del Realismo social; y San Camilo 1936 (1969) hace gala de un audaz experimentalismo al modo de los años 60. Ha cultivado con acierto también el libro de viajes (Viaje a la Alcarria) o el autobiográfico (La rosa). 


AÑOS 60:


El camino abierto por la obra de Buero y Sastre fue seguido durante los años 50 y 60 por una serie de autores que pretenden cambiar la realidad española haciéndola visible. Con el cambio de década surge una nueva promoción que cabe identificar con las carácterísticas del Realismo social:
Voluntad de sacar al escenario la sociedad de su tiempo;
Posibilitar un juicio crítico de las condiciones de vida de los españoles;

la denuncia de la injusticia, la explotación del hombre por el hombre, la violencia institucional, la opresión moral y religiosa

Estos planteamientos buscan su expresión en unos escenarios que aspiran a darle al espectador la sensación de realidad:
Personajes que recuerdan a tipos observables en nuestro entorno;
Una trama que parte de acontecimientos de nuestra cotidianeidad;
Una lengua coloquial que recoge ciertos anacolutos y expresiones propias del habla familiar… El lenguaje, de hecho, es con frecuencia violento, sin eufemismos, y conlleva una consciente intención de desafío a los públicos burgueses.
Los protagonistas suelen aparecer como víctimas por excelencia: puestos en un callejón sin salida, son destrozados por la sociedad.

Nunca la acción conduce a una solución ni a una ruptura del conflicto

Principales autores: Lauro Olmo (La camisa), José Martín Recuerda (Las salvajes de Puente San Gil), Carlos Muñiz…

AÑOS 70:


Suele hablarse para los últimos años de la dictadura de un teatro llamado subterráneo o underground.
Este apelativo califica a un grupo de dramaturgos que no consiguieron llegar al gran público ni tener una trayectoria regular y continuada. Cultivaban un drama al margen y, con frecuencia, en contra de los mecanismos habituales de producción teatral.
Tienen en común con la estética anterior la oposición social y política al sistema vigente (franquismo, capitalismo, consumismo…), pero lo que cambia radicalmente es la forma de expresión de esta crítica, como consecuencia del influjo de movimientos teatrales modernos. Así, el lenguaje perderá naturalidad y unas veces será alegórico y poético y en otras derivará hacia el absurdo;

se dará entrada a lo onírico, lo alucinante; los personajes se deshumanizarán progresivamente; se usarán con profusión los recursos extraverbales; se concede gran importancia a la improvisación….

Merece la pena destacar nombres como los de Francisco Nieva y Fernando Arrabal o grupos de teatro independiente como Els Joglars. 

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