La novela después de la Guerra Civil


LA NOVELA ESPAÑOLA DE LAS TRES DÉCADAS POSTERIORES A LA Guerra Civil:La narrativa española de posguerra:


Entre los novelistas que abandonan el país al final de la Guerra, se encuentran algunos de los nombres más importantes de esta etapa, aunque su obra no fue conocida en España hasta mucho tiempo después y, para eso, solo la de los más celebrados (Ramón J. Sender, Francisco Ayala…) tuvo una difusión efectiva. Mientras, en España, la censura literaria provoca un desconcierto del que algunos salen cultivando un Realismo a la manera de Baroja , otros apostando por una línea triunfalista -que aborda el tema de la guerra desde la perspectiva de los vencedores-, o por otras opciones: la humorística, la poética, la psicológica, la simbólica… El género cobra, no obstante, un nuevo impulso con dos textos fundamentales:

La familia de Pascual Duarte (1942), de Cela, y Nada (1945), de Carmen Laforet

La familia de Pascual Duarte inaugura una corriente que se llamó tremendismo y que promueve la consideración de los aspectos más sórdidos de la vida como material narrativo. Nada, por su parte, cuenta, con un estilo desnudo y desde una perspectiva triste, la historia de una muchacha que va a estudiar a Barcelona y vive con unos familiares en un ambiente mezquino y sin ilusiones. El reflejo amargo de la vida cotidiana es, pues, nota frecuente en la novela de posguerra con un enfoque existencial: soledad, inadaptación, frustración, personajes marginales y angustiados; y un malestar que no se puede denunciar de otro modo.

2. La novela del Realismo Social

La novela social predominará entre 1951 (fecha de publicación de La colmena) y 1962 (cuando aparece Tiempo de silencio). Muchos críticos consideran La colmena, de Camilo José Cela, con su visión de la sociedad cutre y miserable del Madrid de posguerra, pionera de esta corriente. Entre otras obras similares, podrían citarse El camino (1950), de Delibes. Dentro del Realismo dominante como orientación estética, pueden señalarse dos enfoques diversos: a) El objetivismo busca un testimonio escueto, sin aparente intervención del autor.
Su manifestación extrema fue el conductismo, que se limita a registrar el comportamiento externo del individuo o del grupo y a recoger sus palabras, sin comentarios ni interpretaciones. B) El Realismo crítico, en cambio, no se conforma con mostrar, tiene ánimo de denuncia. En la práctica, no es fácil deslindar ambas propuestas.
Carácterísticas novedosas de las novelas de estos años serían, por tanto: •


En cuanto al estilo, en general, pueden señalarse como rasgos formales identificadores de dichos relatos


A) Una estructura aparentemente sencilla. Se prefiere la narración lineal, con descripciones breves y sencillas que sirven para crear ambiente. B) Se tiende a la concentración de tiempo y espacio. La acción puede no sobrepasar el día y ello obliga al autor a apretar y enlazar eficazmente los episodios. C) Se opta por el personaje colectivo. D) También pueden aparecer personajes individuales que representan determinada clase o grupo social, pero se rechaza un enfoque próximo al de la novela psicológica. E) Se usan técnicas que permiten registrar el mundo exterior a imitación de lo que haría una cámara cinematográfica. El novelista elude entonces el comentario y desaparece más allá de lo que requiera la necesidad de suministrar información relevante. F) Se prima el diálogo, que recoge fielmente el habla de campesinos, obreros o señoritos burgueses. G) La lengua adopta, en todo caso, un estilo propio de las crónicas, desnudo y directo.

3. La renovación de la novela española entre 1960 y 1975

A partir de 1960 se nota un cansancio del Realismo Social. Se tendrán cada vez más en cuenta las aportaciones de grandes novelistas extranjeros que empiezan a difundirse ahora en nuestro país: Proust, Joyce, Kafka… De todo ello se extraen recursos, procedimientos técnicos y una concepción del género que rompe frontalmente con la de décadas anteriores.

Carácterísticas distintivas de esta novela son:

a) La trama pierde importancia. El argumento se difumina, la acción es mínima y se mezcla lo verosímil con lo fantástico. B) Los personajes secundarios se reducen y el protagonista es centro del relato y que canaliza las preocupaciones del autor o asume el papel de voz narradora que cuenta, desde su particular punto de vista, la historia. C) El espacio se reduce y puede quedarse en un marco impreciso de la acción. D) Se evita el relato lineal. Anticipaciones y retrospecciones continuas convierten el tratamiento del tiempo en pilar estructural de la narración. El texto puede parecer un puzzle que el lector debe recomponer. E) Algunas novelas mantienen la fórmula del objetivismo; otras acuden a narradores omniscientes; hay relatos en primera o tercera personas, sorprende la eficacia con que, en ocasiones, se explotan los matices de la segunda, convirtiendo al propio narrador o a cierto personaje en destinatario del discurso. F)Se produce una renovación lingüística y estilística de la 


novela experimental: léxico rebuscado, juegos con la sintaxis, coloquialismos, lenguaje vulgar… se encuentran habitualmente entre sus páginas.

Miguel Delibes:

Miguel Delibes además de novelista, tiene una larga trayectoria en el mundo de la prensa, libros de viaje y ensayos que reflejan su pasión por la naturaleza. Su obra, muy variada y abundante en cuanto a enfoques y temas, puede dividirse en tres etapas: a) Primera etapa (de 1947 a los años sesenta). Está integrada por relatos de corte tradicional, centrados en el análisis del hombre y su entorno: La sombra del ciprés es alargada (1947) es un modelo de novela existencial; El camino (1950)… Las ratas (1961) se encuadra, en cambio, en la corriente social. B) Segunda etapa (desde 1966 hasta comienzos de los setenta). El autor se suma a la narrativa experimental: otorga poca importancia a la trama, profundiza en la psicología de los personajes, agudiza la crítica social y política e incorpora nuevas técnicas narrativas. Las dos obras más relevantes de este período son Cinco horas con Mario (1966) y Parábola de un náufrago (1969). La primera es uno de sus mayores éxitos. Con una estructura muy original, el argumento se reduce al velatorio de Mario, un catedrático de instituto en una ciudad de provincias, en el que Carmen, su viuda, va desgranando su vida en común en un largo monólogo de cinco horas. C) Tercera etapa (de los setenta hasta el final de su carrera). Engloba un variopinto conjunto de relatos que recorren diversos géneros narrativos: el mundo infantil en El príncipe destronado (1974), el tema rural en Los santos inocentes (1981), y la novela histórica en El hereje (1998).

Los temas fundamentales de sus novelas son

• La separación entre el hombre contemporáneo y la naturaleza: el escritor ensalza la vida en los pueblos españoles y defiende que el campo es un entorno adecuado para el desarrollo integral del ser humano. • La hipocresía y la falta de solidaridad de la clase media que margina a quienes no forman parte del sistema. • La denuncia de los abusos e injusticias de carácter social. • La muerte está presente ya en sus primeros libros, donde expresa el miedo que le produce; pero, poco a poco, va a ir sustituyéndolo por una visión cristiana. • El mundo de la infancia, como un reducto de inocencia que contrasta con distintos antivalores. Uno de los mayores méritos del autor es su capacidad para crear personajes memorables, de gran fuerza psicológica y enorme Realismo. Al lado de esto, el dominio del castellano, cuyos entresijos conoce 


perfectamente – siempre se destaca su eficaz empleo de los arcaísmos-, es otro de sus logros: acude a un lenguaje sencillo, realista, adaptado siempre al registro propio de los personajes y con el que consigue trasladar las emociones más hondas    Camilo José Cela: Camilo José Cela es autor de una obra densa, desigual y variada: además de sus novelas, algo de poesía ;narraciones cortas; ensayos; multitud de artículos periodísticos y abundantes libros de viajes. Una constante en la carrera de Cela es la búsqueda de nuevos modos narrativos y formas de expresión: escribíó una veintena de novelas en las que sorprende la diversidad de construcción, ya que cada una de ellas responde -según él mismo explicó- a una distinta “técnica de novelar”. Revisemos su trayectoria novelística: a) Los comienzos: Su primera novela, La familia de Pascual Duarte (1942), constituye el primer acontecimiento relevante en la novelística de posguerra, refleja el pesimismo existencial del autor a través del relato en primera persona de un campesino extremeño condenado a muerte que escribe su vida plagada de atrocidades. Esta obra dio origen al llamado TREMENDISMO en nuestra literatura. B) Segunda etapa: nuevos experimentos narrativos (1944-1955). Su segunda novela es muy distinta: Pabellón de reposo (1944) reproduce los monólogos de varios enfermos en un sanatorio para tuberculosis. En 1951 publica su mayor creación, La colmena, que abre el camino del Realismo Social dirigiendo una mirada compleja y pesimista hacia la mísera y triste España de la inmediata posguerra. Constituye una de las mejores novelas de la literatura española. Utiliza un protagonista colectivo, con más de trescientos personajes, cuyas peripecias se van desgranando de un modo peculiar: la narración se estructura en múltiples secuencias de longitud variable, y en ellas se salta de unos personajes a otros y de unos sitios a otros, de forma que se asiste a unos hechos que suceden a veces de modo simultáneo en lugares distintos. Este ir y venir de criaturas que se cruzan y se entrecruzan (técnica caleidoscópica) aspira a ofrecer un panorama de la vida del Madrid de 1943. La unidad del relato viene dada por las relaciones entre los personajes pero sobre todo por la concentración espacio-temporal: todo transcurre en poco más de dos días y los escenarios, aunque variados, se reiteran y son siempre los habituales para las relaciones sociales de la época (cafés, casas, burdeles, calles…). Esta reiteración refleja la monotonía, la rutina; el eterno presente i


mplica que no hay futuro y, por tanto, no hay salida posible para los seres que desfilan ante el lector. Viven atrapados por el hambre, la miseria, la degradación moral, la prostitución, la tristeza, la mediocridad, el miedo. C) Últimas novelas (desde 1969 hasta el fin de su Carrera). Casi quince años tarda en publicar su siguiente novela, San Camilo 1936 (1969), un extenso e ininterrumpido monólogo interior enmarcado en el Madrid del comienzo de la Guerra que centra su atención en los aspectos más sórdidos de la realidad. Mazurca para dos muertos (1983) es de ambiente campesino gallego y magnífica prosa; regresa de nuevo a los años de la Guerra Civil pero ahora en la Galicia rural. Su larga e intensa dedicación a las letras se vio reconocida con su ingreso en la RAE (en 1957) y la concesión de importantes reconocimientos y premios, como el Príncipe de Asturias (1987), Nobel (1989) y Cervantes (1995).  

Carmen Laforet:

Nada (1944), su primera novela, se considera un texto fundamental de la narrativa de posguerra. La protagonista, Andrea, llega a Barcelona, una ciudad destrozada por la guerra, para iniciar sus estudios universitarios. Se aloja en casa de su familia donde descubre una amarga realidad, la realidad gris y violenta de sus tíos y abuela. El libro capta eficazmente el vacío de un país sometido a una férrea dictadura y los demonios interiores de las gentes que lo habitan. Laforet escoge, por tanto, un narrador autodiegético (en primera persona y protagonista) y utiliza un estilo desnudo con el que contribuye de modo significativo a la renovación del género novelesco. Ocho años más tarde, la autora publica La isla y los demonios (1952), ambientada en su tierra de acogida, las islas Canarias. El título alude a las dos fuerzas que mueven al narrador: el paisaje de Gran Canaria, descrito con gran brillantez, y un entramado de pasiones humanas, los “demonios” que lo persiguen. En 1955 termina La mujer nueva, obra que narra la conversión al catolicismo de la protagonista, una mujer adúltera que realiza un largo viaje espiritual, combinando lo doctrinal con el análisis psicológico . La insolación (1963), es una obra centrada en la historia de un joven sometido al autoritarismo de su padre y atraído por la vida más libre de una familia bohemia, lo cual propicia una crítica rotunda a la moral represiva de la época. Además de los títulos mencionados, la autora de Nada escribíó gran número de cuentos, siete novelas cortas, narraciones de viajes y colaboró con diversos medios periodísticos. El legado que ha 


dejado es, a todas luces, imperecedero, como atestigua el volumen creciente de estudios críticos y las traducciones de sus obras que se vienen realizando en los últimos tiempos .

Luis Martín Santos:

Tiene una obra muy corta, pero de gran influencia en la narrativa española posterior. Además de Tiempo de silencio (1962), su producción abarca un libro póstumo de cuentos, Apólogos (1970), y la edición de algunas partes de Tiempo de destrucción (1975), donde insiste en el tema del aislamiento cultural de España. Tiempo de silencio revoluciónó el ambiente literario nacional por sus innovaciones formales. La acción se sitúa en el Madrid contemporáneo y su protagonista, Pedro, es un investigador que se ve implicado en un aborto que acaba en muerte, en un suburbio de chabolas. La policía lo detiene y, al demostrarse su inocencia, es puesto en libertad; no obstante, su vida quedará marcada para siempre por una serie de circunstancias trágicas que le hacen abandonar la capital, renunciar a sus proyectos y hacerse médico de pueblo. La perspectiva del autor adopta de modo sistemático la ironía y el sarcasmo. Como ValleInclán, presenta una realidad vulgar y degradada mediante abundantes referencias culturales, en un tono pomposo y elevado. El punto de vista narrativo combina la omnisciencia que accede al monólogo interior, con descripciones objetivas, diálogos y digresiones ensayísticas. En cuanto al estilo, opta por la experimentación, en lo que la crítica considera un homenaje al Ulises de James Joyce. Es una obra intelectual, difícil, tanto por las alusiones eruditas como por el lenguaje. Tiempo de silencio, supone el fin del Realismo Social e inicia una novela más ambiciosa formalmente y una nueva concepción de la literatura. Pocas veces una obra tan corta ha dejado una huella tan profunda en nuestra literatura. 


LAS FIGURAS DE BUERO VALLEJO Y ALFONSO SASTRE EN EL TEATRO ESPAÑOL POSTERIOR A LA Guerra Civil. LA RENOVACIÓN DEL TEATRO 1. El teatro español de posguerra.
Antonio Buero Vallejo y Alfonso Sastre. Al igual que muchos poetas y narradores, importantes dramaturgos dejan el país en 1939 y continúan con su actividad literaria más allá de nuestras fronteras. Además, en el exilio, de la mano de personas vinculadas al mundo escénico, se divulgan piezas de Lorca, Alberti u otros autores afines a la República que aquí no se podían representar. Mientras, el teatro padece en España las consecuencias de una férrea censura. Experimenta un gran auge el espectáculo amable, divertido, apropiado para el mero entretenimiento. Se puede decir, pues, que triunfa un teatro humorístico, intrascendente que pone de moda las revistas musicales. Triunfan autores como Jardiel Poncela y Miguel Mihura, quienes, después de unos comienzos muy prometedores (introduciendo un humor intelectual que juega continuamente con el lenguaje y presenta situaciones inverosímiles, próximas al teatro europeo del absurdo) acabarán por acomodarse a los gustos del público. Al lado de este teatro humorístico, también se revitaliza la comedia burguesa o comedia de salón que sigue representando Jacinto Benavente, imitado con mayor o menor fortuna por Edgar Neville, Luca de Tena, etc… Esta fórmula capta la atención de los espectadores acudiendo a personajes pertenecientes a las clases medias o acomodadas cuyas vicisitudes pasan fácilmente de la risa al llanto, dosificando la intriga, y desarrollando tramas de carácter sentimental que se resuelven de acuerdo con la escala de valores del auditorio. El estreno en 1949 de Historia de una escalera, con la que Antonio Buero Vallejo ganó el premio de teatro Lope de Vega, marca el inicio de una nueva etapa. La obra de Buero Vallejo supuso el inicio de un teatro realista y comprometido con su entorno. Esto no significa que el público dejase de demandar piezas como los melodramas, comedias burguesas o humorísticas, que venían de la década anterior; o revistas, zarzuelas, espectáculos de variedades o musicales. Además, el cine se convierte en una competencia cada vez más seria para la actividad teatral y triunfan tanto películas que provienen de Hollywood como otras de factura hispana que, claro está, han debido superar el filtro de la censura. Junto a Buero, Alfonso Sastre es otro autor imprescindible. Tras ellos surge un conjunto de nombres que 


durante los años cincuenta y en la década siguiente desarrollarán su labor dramática en condiciones muy difíciles. Muchos optan por distintos tipos de máscaras formales y temáticas que les permiten burlar la censura; otros verán prohibidas sus obras y no podrán entrar en contacto con el público hasta la llegada de la democracia. En medio de todas las diferencias entre obras y autores, hay carácterísticas comunes para el teatro del Realismo Social y el cine comprometido que hacen en aquellos años autores como Luis García Berlanga o Juan Antonio Bardem: a) Abordan temas como la injusticia, la explotación de los trabajadores, el egoísmo de quienes ostentan el poder, la tristeza de la sociedad contemporánea, los recuerdos de la guerra…. Los personajes principales suelen ser víctimas de circunstancias que se explican en relación con alguno de ellos. B) Sus formas dramáticas se vinculan con el Realismo naturalista, el expresionismo vanguardista y el teatro español anterior a la guerra (según modelos como Valle, Lorca o Arniches). C) El lenguaje se vuelve directo y provocador. Según apuntábamos, los dos nombres más representativos de esta tendencia son Antonio Buero Vallejo y AlfonsoSastre

 Antonio Buero Vallejo
Es, sin duda, la figura más importante del teatro español de posguerra.

La extensa producción dramática de Buero Vallejo puede dividirse en varias etapas:

a) La primera época o etapa realista iría hasta 1957. La acción de sus obras se sitúa en un tiempo real y un espacio escénico que reproduce lugares concretos. Los hechos se suceden en orden cronológico. Historia de una escalera (1949) muestra la historia de tres generaciones de varias familias modestas que comparten un inmueble y habla de la frustración, el peso del medio y la debilidad de carácter de personajes que traicionan sus ilusiones. En la ardiente oscuridad (1950) u Hoy es fiesta (1956) son títulos carácterísticos. B) La segunda época o etapa de reflexión histórica iría desde 1958 hasta 1970. El autor se sirve del pasado para reflexionar sobre el presente, lo que le permite burlar la censura y llegar a su público. Un soñador para un pueblo (1958), sobre la figura de Esquilache; Las Meninas (1960), protagonizada por Velázquez; y El concierto de San Ovidio (1962) pertenecen a esta etapa.

En el plano formal, entre sus novedades destacan:

El empleo de un escenario múltiple, capaz de evocar lugares distintos con técnicas de decorado y luminotecnia nuevas. – Una acción más compleja que se fragmenta en cuadros o secuencias entre las que puede romperse el desarrollo temporal. 


El uso de recursos de participación o inmersión que permiten que el espectador penetre en la conciencia y obsesiones de los personajes. – Predominio de lo social sin que se desatiendan facetas existenciales o morales. La transición al período siguiente está representada por obras como El tragaluz (1967), aproximación a la Guerra Civil a través de la tragedia de una familia que arrastra sus consecuencias. C) La tercera época comienza en 1970 y coincide con un afán experimentador en el ambiente teatral del país, lo que anima a Buero a profundizar en la línea renovadora de la etapa anterior. La acción llega al espectador a través de la visión subjetiva de uno de los personajes que padece alguna limitación física o psíquica, con lo que no ve la realidad, sino la versión que de ella tiene ese personaje. Escribe ahora, entre otras, El sueño de la razón ( 1970) –donde nos hace partícipes de la sordera de Goya o La Fundación (1974) obra donde el público, confundido por el trastorno del protagonista, cree inicialmente que los personajes están en una lujosa fundación cuando esperan en una celda que se materialice la condena a muerte que pende sobre ellos. Su legado ofrece una visión coherente del mundo y del ser humano, se basa en la necesidad de verdad, libertad y esperanza, y mantiene una serie de constantes: la defensa de la dignidad del hombre, el gusto por la tragedia, el deseo de profundizar en la soledad, el sentido de la felicidad…  

Alfonso Sastre

Desde sus primeras obras ha mostrado su compromiso existencial y social. Defiende un teatro de denuncia y protesta, que sea un instrumento agitador y transformador de la realidad. En su obra domina el tema de la opresión y predomina el aspecto social sobre el individual. El título que le ha dado mayor proyección en el teatro español es Escuadra hacia la muerte (1953). Alfonso Sastre es un autor muy prolífico, a cuya extensa producción teatral hay que unir su gran actividad poética y narrativa; también ha sido guionista de películas y televisión. Etapas compositivas: a) Etapa inicial (años 40 y 50) inicia su andadura teatral en grupos universitarios estrenando media docena de obras (se trata de un teatro experimental, lleno de distorsiones de espacio y tiempo, flash-back, intervenciones oníricas, escenografía esquematizada… ). Ideológicamente evoluciona hacia la izquierda y se opone a la dictadura. B) Desde 1950, “tragedia realista”: Muestra una preocupación insistente por las consecuencias de un poder injusto sobre los individuos que lo sufren, tanto en grandes colectivos como en la familia, 


y técnicamente no se aparta del teatro realista, aunque introduce novedades como la fragmentación en diversos cuadros o el uso de símbolos. Son obras de esta época: La mordaza (1954) o Muerte en el barrio (1956). Pero sin duda, la más conocida y representativa, verdadero hito del teatro español de posguerra, es Escuadra hacia la muerte (1953): plantea la tensa convivencia entre un cabo tiránico y un grupo de soldados que a su mando han de desempeñar una misión suicida en primera línea del frente. En ella aparecen algunos de los temas predilectos del autor: la opresión, la rebelión, la culpa, la expiación. C) Los años sesenta: la “tragedia compleja”, mezcla de la tragedia clásica, el teatro épico de Bertold Brecht y el esperpento de Valle-Inclán. Sastre aspira a que el autor acabe identificándose con los personajes y participando de su tragedia como una forma de concienciación social, pero no sin antes haber percibido distanciada y críticamente la situación. En estas tragedias complejas aparece un nuevo componente dramático: el humor, que no es en absoluto un humor evasivo sino un elemento de efecto retardado de identificación con los protagonistas para que se reconozca el espectador en ese mundo grotesco que es necesario cambiar. La comicidad se da tanto en las situaciones como en el lenguaje o el diseño de los personajes. Otros rasgos de las tragedias complejas son la ironía, la fragmentación en cuadros, las amplias acotaciones, las intervenciones del narrador, las expresiones coloquiales, el empleo de la música, la proyección de películas, diapositivas, carteles…, juegos de luces, etc. También es notable en los dramas de carácter histórico la utilización de anacronismos distanciadores que conectan la realidad del drama con el presente del espectador. Son buenos ejemplos de estas carácterísticas: La sangre y la ceniza (1965), sobre la figura histórica de Miguel Servet, quien no renegó del fantástico descubrimiento de la doble circulación de la sangre y murió en la hoguera. La obra es una historia sobre la intolerancia para denunciar la censura fascista contra la vida intelectual pero utilizando el contraste del anacronismo. La taberna fantástica, escrita en 1966, con cuyo estreno en 1985 logró Sastre su mayor éxito de público; en ella se trata el tema del lumpen y la marginalidad. D) Desde los años setenta, el teatro de Sastre acentúa su compromiso político, en obras como El camarada oscuro, Los últimos días de Emmanuel Kant contados por E.T.A. …


2. La renovación del teatro en la década de los sesenta. El llamado teatro independiente


A finales de los cincuenta y durante los sesenta, comienza a despuntar un grupo de dramaturgos nacidos en torno a 1925 (Lauro Olmo, Martín Recuerda…) que pretenden ser una alternativa comprometida e innovadora al teatro comercial. A grandes trazos, los rasgos que los caracterizan son: a) Su temática es crítica y de denuncia. Los protagonistas suelen acabar derrotados por el entorno, pero resulta original el hecho de que quienes actúan como sus verdugos aparecen también como víctimas del sistema. B) El lenguaje es desgarrado y se convierte en un medio eficaz para expresar la violencia y crueldad del mundo. El abandono definitivo del Realismo se produce en los años setenta, cuando comienza a notarse la influencia de dramaturgos europeos como Brecht , Artaud o los autores del teatro del absurdo, y se pone de moda el experimentalismo. Esta evolución va ligada al teatro independiente, a las compañías de actores y directores que se constituían para hacer un teatro claramente diferenciado del comercial. En este contexto, se da una importancia inusitada a elementos como la escenografía, los efectos especiales, la luz, el sonido, el vestuario, las máscaras… Se quiere romper la división tradicional entre el escenario y los espectadores, convirtiendo aquel en algo dinámico que invita al público a participar en la función. A menudo el texto literario pierde importancia en este teatro-espectáculo: es solo el punto de partida para que director, actores y escenógrafos realicen las modificaciones que consideren convenientes hasta lograr una creación colectiva que, incluso, puede variar de una representación a otra pues se valora mucho la capacidad de improvisar. En cuanto a la temática, cabe decir que sigue habiendo denuncia social y política, centrada en la falta de libertades, la opresión, la injusticia…. De un franquismo en plena decadencia. Para salvar las previsibles dificultades con la censura, de nuevo se acude a un lenguaje complejo, de doble sentido y multitud de símbolos que es necesario descifrar. Asimismo, los personajes son, a veces, simbólicos y, en conjunto, muchas piezas resultan difíciles para el gran público, lo que justifica la denominación de teatro hermético para la obra de algunos de los autores más conocidos. Autores como Francisco Nieva o Fernando Arrabal –que triunfa en Francia con su teatro del pánico, muy vanguardista y provocador- figuran entre ellos.

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