La novela después de la Guerra Civil


  1. Contextualización de la novela

La novela de los primeros años de posguerra está marcada por una ruptura con las tendencias que se habían esbozado inmediatamente antes del conflicto. En 1939 el panorama cultural es desolador; muchos autores se han exiliado y la literatura se encuentra determinada por la presión de la censura, que impide que se pueda expresar una denuncia explícita. Las consecuencias de la guerra civil en el panorama narrativo de la inmediata postguerra son evidentes, puesto que algunos de los mejores novelistas españoles de preguerra, como Valle-Inclán o Unamuno habían muerto, y otros se habían exiliado. Entre ellos, sólo Baroja y Azorín regresaron a España y siguieron publicando.

Las carácterísticas de la novela de la primera posguerra (años 40) son las siguientes:

  • La situación de incomunicación de la sociedad española explica que los novelistas no contacten con el exterior. El resultado es el estancamiento de la narrativa española de la época, que se limita al modelo narrativo «realista» del Siglo XIX. Los años cuarenta no eran propicios para el experimentalismo narrativo y por ello los novelistas solían acogerse al Realismo. El único novelista que pudo ejercer la figura de modelo fue Baroja, aún vivo.


  • Se inaugura la corriente denominada tremendismo con Camilo José Cela y su novela La familia de Pascual Duarte (1942). La novela narra un conjunto de críMenes y de atrocidades cometidas por el protagonista, Pascual Duarte. Las novelas tremendistas muestran los aspectos más negativos de la realidad con una intención crítica y expresan una visión amarga de la vida, unos personajes desarraigados y marginados y un lenguaje crudo, directo y a veces violento. La realidad se desquiciaba de un modo violento, con la presentación sistemática de hechos desagradables e incluso repulsivos. Cierta carga tremendista tienen algunas obras como La sombra del ciprés es alargada, de Miguel Delibes (1948).

  • Otras tendencias de la época fueron la novela más conservadora y tradicional (Gonzalo Torrente Ballester); la novela más lírica (Wenceslao Fernández Flórez); o la novela de carácter existencial, como Nada o La sombra del ciprés es alargada. Estos novelistas existenciales expresan en sus relatos la miseria y la sordidez de aquellos años. Los temas suelen ser la frustración, la inadaptación, la angustia, la muerte, etc. Se intentaba reflexionar sobre el sentido de la existencia en un ámbito desagradable y absurdo.


  • La novela española, pese a todo, arranca de nuevo impulsada por «estímulos» como los premios que comienzan a convocarse desde los primeros años 40. El más importante será sin duda el Premio «Nadal», con el que se darán a conocer bastantes novelistas que con el tiempo se convertirán en figuras importantes.

  • La crítica literaria era, sólo, ideológica: se valoraba una novela por el grado de afinidad ideológica de su autor hacia el sistema político establecido tras la guerra. El papel jugado por la censura franquista es, en este sentido, fundamental.


Temas principales Nada

Nada es una novela de tono existencial, que refleja el desolado mundo de la posguerra desde una perspectiva pesimista. A través de sus personajes, del ambiente y de la narración en general, muestra los efectos desastrosos de la Guerra Civil en la España de los años 40. La novela narra un fragmento vital de corte existencialista, puesto que está abocado a la soledad y a la nada. Los proyectos personales de Andrea, el amor y la amistad, resultan un fracaso y están llenos de sinsabores. La falta de libertades, de opciones de vida, especialmente para la mujer, también son temas evidentes en esta novela. Así, se refleja una imagen de la mujer abnegada, sumisa y sacrificada, como se advierte en el personaje de Gloria. Las consecuencias de la Guerra Civil también se perfilan en las dificultades económicas que padecen los personajes. En la novela, el hambre, la necesidad económica y la pobreza son hechos indiscutibles a los que Carmen Laforet alude en varias ocasiones, particularmente en el personaje de Andrea, la protagonista. El hambre aparece en la segunda parte de la novela, y llega a desequilibrar a Andrea, frente a la abundancia de la burguésía de la familia de Ena. En la novela de Carmen Laforet, hay varias alusiones a la religión católica. Por ejemplo, cuando Angustias se despide bendiciendo a la familia como una santa y posteriormente, al partir el tren en que viajaba, se santigua. Sin embargo, es una religión no vivida auténticamente, puesto que los aspectos religiosos se presentan determinados por la situación histórica y política de la posguerra.


Andrea como personaje


A menudo se ha señalado cómo la novela es una autobiografía de Carmen Laforet. En efecto, existen coincidencias entre Andrea y la escritora: la edad de la autora y de la narradora son similares; ambas han viajado hasta Barcelona para estudiar Letras, se alojan en la casa familiar de la calle Aribau y al final se marchan a Madrid. No obstante, la autora reiteró en diferentes ocasiones que no trasladó a la novela su experiencia barcelonesa.La protagonista, como señala Carmen Martín Gaite, “es una chica rara, infrecuente”, y señala su hermetismo y su ausencia casi total de coquetería. Destaca la falta de datos sobre su aspecto físico, su forma de vestirse o de peinarse. Quizá sea por la conciencia que tiene la protagonista de que ella no es la protagonista del relato. Serán los demás personajes los que den de vez en cuando alguna pincelada borrosa sobre el retrato de Andrea (por ejemplo, cuando la ve don Jerónimo y comenta que se parece a su madre en los ojos y en lo alta y delgada que es).

Nada es una novela de crecimiento personal y de búsqueda de identidad por parte de Andrea, la protagonista. Ésta tiene la necesidad de reconocerse como ser humano frente a un mundo, frente a una sociedad y, sobre todo, frente a ella misma. La Andrea del relato es una adolescente que se ve enfrentada a múltiples situaciones que la obligan a un continuo mirarse y evaluarse. Es una espectadora atónita que intenta comprender y a veces ayudar. Eso la salva de la mediocridad que la rodea. Es soñadora y de corazón generoso, aunque, a veces, agria e intolerante como muchos jóvenes.


Como la observadora de su alrededor que es, va configurando los espacios y personajes de la novela. Posee una extremada sensibilidad e ingenuidad, es impresionable e inestable. Describe sus sensaciones con una intensa carga poética. Sabemos de su afición a la literatura porque al comienzo, cuando describe su equipaje, dice que estaba casi lleno de libros. De su pasado, Andrea no da muchos datos: es huérfana y viene de un pequeño pueblo donde ha estado bajo la tutela de su prima Isabel. Ha cursado el Bachillerato en un colegio de monjas, y en palabras de Angustias, la familia de su padre “ha sido rara”.

Tras liberarse de Angustias, intenta abrirse al mundo de la Universidad, de los amigos y vive sus fracasos amorosos, primero con Gerardo, por quien siente un asco repentino, y luego con Pons, pues la cenicienta Andrea es rechazada de ese mundo burgués y opulento. En ocasiones se ha sugerido una posible atracción lésbica hacia su amiga Ena.

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