1. PANORAMA GENERAL
1. El teatro de los años cuarenta
El teatro de posguerra tardó en renovarse debido fundamentalmente a tres razones: la fuerte presión de la censura, a dependencia de los gustos del público burgués y la ruptura con la línea de renovación teatral vanguardista que se había iniciado antes de la Guerra Civil.
En el teatro de la inmediata posguerra se distinguen las siguientes corrientes: teatro burgués y de humor.
El teatro burgués que se caracteriza por cierta intriga, una suave crítica y por el cuidado en la construcción de la obra, sin rebasar los límites que impone el gusto del público. Los personajes suelen pertenecer a la burguésía acomodada y los temas más reiterados son los relacionados con el matrimonio (infidelidad, celos…).Su finalidad es moralizante. Son autores representativos Luca de Tena, Pemán, Alfonso Paso y Calvo Sotelo (Una muchachita de Valladolid)
Además de la corriente anterior debemos detenernos en el teatro humorístico que se caracteriza por una comicidad cercana al absurdo. En él sobresalen dos autores: Jardiel Poncela y Miguel Mihura.
En cuanto al primero hemos de señalar que los críticos se han referido a su teatro con el término de “teatro de lo inverosímil” puesto que la comicidad nace de situaciones ilógicas y disparatadas. Con técnica similar a la novela policíaca acumula datos inexplicables en los primeros actos para que cada uno de ellos adquiera sentido en el desenlace. Juega con temas variados: amor, enigmas, robos… Sus personajes muchas veces caracterizados por tics o manías, intercambian diálogos ingeniosos llenos de equívocos y paradojas. Destacan Cuatro corazones con freno y marcha atrás, Eloísa está debajo de un almendro y Los ladrones somos gente honrada.
Por su parte, Mihura elabora obras donde los diálogos están llenos de humor y disparate, con situaciones que caen en lo absurdo. En sus obras aparece la crítica a los convencionalismos sociales y el planteamiento de una nueva moral. Buen ejemplo de ello es Tres sombreros de copa donde se plantean dos visiones de la existencia representada por la vida presente y futura de Dionisio y su novia y la idealista encarnada en Paula.
Otras obras importantes del autor madrileño son Melocotón en almíbar, Maribel y la extraña familia o Ninette y un señor de Murcia.
2. Los años cincuenta: el teatro realista de protesta y denuncia
Sigue siendo un teatro comercial (melodramas, comedia burguesa y comedia humorística), pero en estos años se estrenan dos obras importantes
La evolución del teatro español estuvo determinada por la Guerra Civil y
sus consecuencias. A partir de 1939 el panorama quedó marcado por el exilio de autores como Max Aub, Alberti o Salinas, y por la desaparición de Lorca,
Valle Inclán y Miguel Hernández.
que marcarán un nuevo rumbo:
Historia de una escalera (1949) de Buero Vallejo y Escuadra hacia la muerte de Alfonso Sastre que abren el camino al teatro social–
Realista. Esta tendencia se consolida a partir de 1950 y se extiende hasta mediados los sesenta. En ella participan los autores de la llamada «generación realista», a la que pertenecen dramaturgos como Lauro Olmo (La camisa), Rodríguez Méndez (Los inocentes de la Moncloa), Carlos Muñiz (El tintero) o Rodríguez Buded o José Martín Recuerda (Las salvajes en Puente de San Gil).
La presión de la censura hizo que estos autores se agruparan en torno a dos posturas enfrentadas: por una parte los que defendían la necesidad de plantear una crítica abierta y directa aún a riesgo de no ser representados (y, por lo tanto, no llegar al público, imposibilistas), postura mantenida por Alfonso Sastre(Muerte en el barrio);ypor otra parte, están quienes creen fundamental dosificar la carga crítica y disfrazar el lenguaje teatral para poder llegar al público (posibilistas), postura mantenida por Buero Vallejo.
3. El teatro en los años setenta
Junto al teatro comercial, continúa el de denuncia, en una línea neoexpresionista, caso de Las arrecogías del beaterio de Santa María Egipciaca de Martín Recuerda, que trata sobre la heroína liberal Mariana Pineda.
Paralelamente surge un teatro soterrado o “underground” que camina al margen de los circuitos comerciales y que comparte con el teatro realista su rechazo de la situación española, pero utiliza técnicas más atrevidas que lo alejan del gran público. Mezcla las influencias del teatro épico y político, el teatro de la crueldad y el teatro del absurdo. Sus temas centrales son la falta de libertad y la injusticia.
En cuanto a las técnicas, incorpora elementos musicales, circenses o de danza, presenta personajes deshumanizados además de situaciones y lenguaje alegórico en relación a la situación política española.
Debemos destacar dentro de esta tendencia por un lado a Francisco Nieva, creador del llamado “teatro furioso”, lleno de símbolos y elementos oníricos, como en La carroza de plomo candente; o Coronada y el toro y, por otro, a Fernando Arrabal, de mucho éxito en el exilio francés y creador del “teatro pánico”, de tono provocador y rebelde, con elementos de la vanguardia y del absurdo. Solo a partir del 77 se conocieron títulos como Pic-Nic, Fando y Lis o El cementerio de automóviles.
Ya a finales de la década surgieron los grupos de teatro independiente, colectivos renovadores al margen del circuito oficial. Los más conocidos fueron Els Joglars, Tábano, Los Goliardos, el Teatro Experimental Independiente (TEI) o La fura dels Baus
Los rasgos sobresalientes de sus creaciones son:
✓ Creación colectiva de la obra sin un texto escrito previo, donde todo el grupo aporta ideas y la improvisación es decisiva.
✓ Escasa importancia del texto porque importa el espectáculo: expresión corporal, maquillajes, danza, mimo, música, etc., inspirados en técnicas de cabaret, revista de variedades o circo.
✓ Enfoque crítico más allá de la denuncia, mediante la burla, el humor o la caricatura.
✓ Ruptura de convenciones escénicas, como la disposición del teatro en el centro del patio de butacas o la actuación desde una butaca o la invitación a un espectador a participar.
✓ Sintetizan lo experimental y lo popular.
El recorrido por el teatro de esta época no estaría completo si no nos refiriéramos a Antonio Gala quien cultiva el drama simbólico- moral (Los verdes campos del Edén), el Realismo poético (Los buenos días perdidos) o la obra histórica (Anillos para una dama).
EL TEATRO DE BUERO VALLEJO
Su primera vocación fue la pintura y cursó estudios de Bellas Artes en Madrid. Tras una crisis religiosa, crecen sus inquietudes políticas. En 1936, se alista en el ejército republicano. Al término de la guerra es condenado a muerte, pero se le conmuta la pena por treinta años de cárcel. En esta etapa se despierta su vocación de dramaturgo. Por fin, en 1947, es indultado. En 1949 presenta Historia de una escalera al premio Lope de Vega. El estreno de la obra fue un acontecimiento decisivo en el teatro de la posguerra y significó la aparición de un nuevo teatro. En los años 60, su fama se extiende a Europa y América. En España participa en actividades de oposición política. En 1971, es elegido miembro de la Real Academia. En 1986, recibe el premio Cervantes.
Concepción del teatro:
Buero Vallejo es, ante todo, un trágico. La función de la tragedia es
doble:
a) inquietar: plantea problemas pero no impone soluciones. Por ello, sus obras suelen tener un final abierto: el espectador debe reflexionar sobre el conflicto planteado y aportar sus propias soluciones.
b) curar: señala la necesidad de una superación personal y colectiva, impulsándonos a luchar contra todas las fuerzas morales o sociales que se oponen al desarrollo de la dignidad humana.
Por eso, aunque en apariencia amargo, Buero se sitúa por encima del pesimismo. Sus «tragedias» encierran una llamada a la esperanza en un mundo más humano, más justo.
Las obras de Buero giran en tomo al anhelo de realización humana y a sus dolorosas limitaciones: la búsqueda de la felicidad, de la verdad, de la libertad, se ve obstaculizada por el mundo en que el hombre vive. Pero esa temática la enfoca Buero en un plano existencial y social, de ético compromiso.
En su producción dramática es posible distinguir:
• Primera época (hasta 1957): predomina el enfoque existencial y, formalmente, el respeto a las unidades dramáticas (acción, tiempo y espacio). Se ha hablado de Realismo simbólico. Se observan técnicas modernas en el uso del espacio escénico (Historia de una escalera) o de la luminotecnia (En la ardiente oscuridad).
• Segunda época (hasta 1970): se acentúa la intención de crítica social. El subgénero preferido es el drama histórico, con un tema central: el
destino del pueblo en una sociedad injusta. En este tipo de drama la anécdota de la historia es un pretexto para plantear problemas actuales. Destacan Un soñador para el pueblo (1958), sobre Esquilache, o Las Meninas (1960), sobre Velázquez. El tragaluz (1967), una de sus obras más importantes, incorpora ya elementos propios de la etapa siguiente.
• Tercera época (desde los años setenta): se mantienen las preocupaciones existenciales y sociales, pero aumenta la experimentación formal. Destacan, por un lado, los efectos de inmersión (efectos escénicos que hacen que el espectador vea la historia desde el punto de vista de un personaje); así, si los personajes son ciegos (como en “La ardiente oscuridad”), o sordos (como Goya en “El sueño de la razón”), el escenario se oscurece o no se oye hablar a los actores, para que el espectador experimente dichas limitaciones. Y, por otro los llamados “signos de indicio” para orientar al espectador en la interpretación de la obra. Desaparecen los intermediarios. Aquí se incluyen El sueño de la razón (1970) o La Fundación (1974), una de sus mejore obras.
En general es un teatro que presenta problemas y no ofrece soluciones, sino interrogantes que cada individuo deberá resolver para actuar en consecuencia. En cuanto a la técnica dramática del autor, hay que destacar:
– El diálogo, que ocupa un lugar central, y en el que el lenguaje de los protagonistas se caracteriza por su densidad, hondura y precisión.
– El espectáculo, que también tiene mucha importancia. El espacio escénico es minucioso porque todo tiene un significado concreto. En “El tragaluz” se dan varios espacios simultáneos. El gesto y movimiento de actores responde a motivaciones internas. Música y luz no son gratuitos: son elementos del significado global. Las acotaciones suelen ser muy minuciosas.
Estas carácterísticas hacen de Buero uno de los autores más importantes dentro de la dramaturgia de posguerra.