La novela después de la Guerra Civil


Narra años 40 y 50:


En Europa, tras la Segunda Guerra Mundial, la cultura, el pensamiento y el arte se tiñen de pesimismo; se considera esta etapa como un periodo de auge de la filosofía existencialista. Se trata de una literatura comprometida que pretende denunciar las injusticias y transformar la sociedad. En España, con el fin de la Guerra Civil, comienza una durísima posguerra en la que el desarrollo de la literatura se ve obstaculizado por diversos factores como la miseria económica, el aislamiento del nuevo régimen, una censura gubernamental y eclesiástica, el exilio de buena parte de los maestros, y los que habían fallecido por causas naturales o ejecutados. La Guerra Civil rompe la continuidad con los años veinte y treinta. La situación se aliviará a partir de los cincuenta, cuando el régimen será reconocido por la ONU.

A pesar de que muchos autores se vieron obligados al exilio, siguieron escribiendo y publicando, sus obras apenas fueron reconocidas en España por la censura. El autor más representativo es Ramón J. Sender con Réquiem por un campesino español.
Otros destacados son Max Aub, Francisco Ayala y Rosa Chacel.

En cuanto a la narrativa, podemos encontrar dos tipos de novela.
En primer lugar, la novela conformista, donde no se refleja el malestar de la posguerra. En esos primeros años, la vida literaria quedó reducida a la producción propagandística de los escritores, como Agustín de Foxá o Rafael García Serrano.
Por otro lado, la novela existencial, una narración inconformista, alejada del triunfalismo o la evasión, con personajes generalmente desorientados y frustrados que expresan la angustia y la inquietud del momento. Dentro de este tipo de novela encontramos autores como Camilo José Cela, con La familia de Pascual Duarte (1942), donde fue capaz de reflejar el ambiente de pesimismo existencial que vivía la España de posguerra. La novela de Cela acuñó la etiqueta de “tremendismo”, cuyas obras, estaban pobladas de personajes bárbaros, marginales o tarados, que mostraban conductas brutales. 


Carmen Laforet públicó su novela Nada (1945), caracterizada por su existencialismo y cierto carácter autobiográfico. Nada es un retrato de la vida cotidiana, que plantea temas como las relaciones familiares, sórdidas y crueles. Por lo que se refiere a la novela de los años 50, es aquí cuando España sale parcialmente de su aislamiento, por lo que los intelectuales y universitarios adoptan posturas cada vez más críticas. Los años cincuenta van a suponer el renacer de la novela española, ya que aparece una nueva generación de escritores que desarrollarán un nuevo tipo de novela.  Al principio de la década de los cincuenta, Camilo J. Cela publicó La colmena (1951), novela considerada precursora del Realismo social. Donde el argumento se rompe en multitud de pequeñas anécdotas y el marco espacio temporal es muy preciso. El estilo presenta una espontaneidad, a pesar de que esconde un cuidadoso trabajo. En el Realismo social de los años 50, se distinguen dos tendencias; ambas hablan del mundo rural, de la transformación de los campesinos en clase obrera y de la presencia de la burguésía. En primer lugar, se debe citar el Realismo objetivista, cuyas carácterísticas son la reducción al mínimo de la presencia del autor (tan solo se limita a narrar lo que ocurre), el predominio de la situación, el contexto, frente a la presencia del personaje. Se prefiere el personaje colectivo, así pues no hay protagonistas, héroes o heroínas. El argumento consiste en una acumulación de pequeñas situaciones y la novela se construye a través del diálogo entre los personajes. La novela transcurre en un corto periodo de tiempo. En segundo lugar, la tendencia del Realismo crítico que mantiene una postura más comprometida. Las novelas presentan todas las carácterísticas anteriores del Realismo objetivista, aunque añadiendo una mayor intencionalidad crítica y la utilización de personajes representativos de una clase social.Los autores más representativos de la narrativa de los cincuenta son Rafael Sánchez Ferlosio (El Jarama), Carmen Martín Gaite (Entre visillos) y Ana María Matute (Primera memoria)
. Sin dejar de mencionar a los grandes maestros de la novela de la posguerra:

Camilo J.Cela (La colmena) y Miguel Delibes (Cinco horas con Mario)


Poesía años 40 y 50


La guerra
Civil supone una trágica convulsión histórica que marcó todos los aspectos de la vida de los españoles. Al finalizar la guerra, el régimen de Franco impone una dictadura. España sufríó el aislamiento internacional durante las primeras décadas. En la durísima posguerra el desarrollo de la literatura se ve obstaculizado por factores como la miseria económica y la censura. Por otro lado, el régimen apoyaba la promoción de un arte impregnado de la ideología nacionalcatólica, o bien de un arte evasivo que da la espalda a la realidad. Por último, se debe destacar que el exilio de buena parte de los autores (Alberti…), sin olvidar los que habían fallecido por causas naturales (Unamuno, Valle-Inclán…) o ejecutados (Lorca) supone la ruptura de la literatura del primer tercio del XX, considerada como la Edad de plata.

La poesía de la primera posguerra está muy condicionada por el contexto histórico español, los autores tomaron diferentes posturas que Dámaso Alonso clasificó en dos tendencias: la poesía arraigada y la poesía desarraigada.
La poesía arraigada es la de un grupo de poetas, próximos ideológicamente al régimen, que se fijaron más en la perfección del verso y en la expresión de la belleza que en pintar la triste situación del momento. Cultivan una poesía de formas clásicas, con una métrica tradicional.

Acudieron a temas tradicionales como el paisaje, el amor y la expresión de la belleza. A este grupo pertenecen los siguientes poetas: Luis Rosales, La casa encendida, Leopoldo Panero, Luis Felipe de Vivanco y Dionisio Ridruejo. Los poetas arraigados se agrupan en torno a las revistas Escorial y Garcilaso. Grupo de la revista Garcilaso o “juventud creadora”. Practican el neoclasicismo basado en el soneto, mantienen una actitud evasiva a los problemas de su tiempo. Grupo de la revista Escorial. Su lenguaje es más sencillo. Toman como modelos a Antonio Machado y Unamuno.
En la misma década de los 40, surge una reacción en otros poetas a los que se les llama desarraigados.


La manifestación más duradera de esta poesía es la revista Espadaña que se publicó entre 1944 y 1950.  Los poetas de Espadaña elevan su tono para gritar la desesperación del hombre. Aportan una visión desarraigada del mundo, lleno de agustia y caos La poesía desarraigada manifiesta un malestar existencialista.

Transmiten su angustia ante la muerte, la destrucción, el vacío de la existencia. Practican una mayor libertad métrica, experimentan con el verso libre. Publicaron en revistas como Proel, Corcel y Espadaña.
En 1944 coinciden dos de los libros más significativos de esta tendencia:

Hijos de la ira, de Dámaso Alonso y Sombra del paraíso de Vicente Aleixandre

Una tercera tendencia en los años 40 es el POSTISMO, corriente cultivada por algunos poetas que se sitúan entre los arraigados y desarraigados. Reivindican la libertad creadora, como el poeta
Pablo García Beana. La primera poesía de posguerra se había caracterizado por un tono individualista. A finales de los cuarenta se va dando a conocer en España una poesía denominada social en la que se aprecia una evolución paulatina del “yo” al “nosotros”.

En la poesía social, el yo angustiado y existencial mira más hacia el exterior. El poeta trata de llegar a la mayoría para denunciar las injusticias y transformar la sociedad. Se considera el portavoz de la gente de la calle.

La poesía social evita los problemas individuales para centrarse en los colectivos. La idea de España, la injusticia, el anhelo de libertad, la solidaridad con obreros y campesinos, la represión política o la Guerra Civil son los temas más relevantes de esta tendencia.

Se trata de una poesía comprometida, el lenguaje es claro y directo, sin sutilezas estéticas, el contenido es más importante que la forma. Se cultiva el verso libre, mayoría de endecasílabos y alejandrinos. Entre otros, son poetas sociales Gabriel Celaya Cantos iberos y Blas de Otero Pido la paz y la palabra y José Hierro Con las piedras, con el viento.

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