LA GENERACIÓN DEL 98 En 1902 se publican cuatro obras que rompen con el Realismo anterior que continuaba a principios de Siglo XX. La voluntad, de Azorín, Camino de perfección, de Pío Baroja, Sonata de Otoño, de Valle-Inclán y Amor y pedagogía, de Unamuno. En ellas, la reproducción objetiva de la realidad se sustituye por una visión subjetiva: sus protagonistas son antihéroes, seres sin voluntad perdidos en una crisis vital que se convierte en el centro del relato. Estos jóvenes del 98 en el estilo defienden la sencillez y claridad, pero sin perder la fuerza expresiva (antirretoricismo). Tienden a la simplicidad sintáctica y a la precisión léxica, pero con palabras cargadas de valoraciones subjetivas. Domina el diálogo y reducen el número de personajes de sus obras. Desde el punto de vista temático, las novelas de los autores se centran en:
a) El tema de España, desde una perspectiva particular en cada autor.
Pretenden descubrir el alma de la nacíón a través del paisaje, sobre todo Castilla; de la historia, pero no la de los grandes conflictos bélicos o reyes, sino la del hombre anónimo, a la que Unamuno llamó 2 “intrahistoria”; y de la literatura, volviendo a autores como Larra y a clásicos como Berceo, Rojas o Manrique, y, especialmente Cervantes y el Quijote, que ven como un reflejo de las conductas de los españoles.
b) El tema existencial, también tratado de forma distinta en cada autor, que se preocupa por el sentido de la vida y la existencia, el paso del tiempo o las relaciones del hombre con Dios. Miguel DE Unamuno (1864-1936) Autor de carácter crítico, obsesivo y con grandes inquietudes filosóficas, lo que se refleja en su obra, que abarca todos los géneros. Unamuno evoluciona desde lo que él llama una escritura “ovípara” (basada en la documentación y en la observación) a la escritura “vivípara” (en la que predomina la imaginación creativa). Este proceso condujo a la nivola, de cuya producción destaca Niebla (1914), sobre todo por dos razones: por el enfrentamiento entre el protagonista, Augusto Pérez, “ente de ficción”, y el autor, que había previsto su muerte, para gritarle: “Quiero vivir, quiero ser yo”, y por la intervención de Unamuno escribiendo en primera persona en el famoso capítulo 31. Otras novelas de Unamuno son La tía Tula, en torno al sentimiento de maternidad, y San Manuel Bueno, mártir, la historia de un cura que, aun habiendo perdido la fe, se sacrifica por sus feligreses.
PÍO BAROJA (1872-1956) Baroja es el gran novelista de la generación. De una sinceridad absoluta, fue un hombre solitario, tímido, escéptico y pesimista, pero capaz de sentir una inmensa ternura por los seres más desvalidos. Baroja concibe la novela como un género en el que cabe todo (reflexión, humor…). Sus novelas, de capítulos breves y párrafos cortos, con numerosos diálogos con términos coloquiales y descripciones hechas con pocas pinceladas, carecen de plan previo. El narrador comenta lo que va narrando y sus protagonistas son seres inadaptados que suelen fracasar en la vida. Su producción narrativa presenta dos etapas: en la primera, de gran variedad temática, escribe, entre otras Camino de perfección y El árbol de la ciencia, que narra la historia de Andrés Hurtado, personaje pesimista y desorientado. En una segunda etapa escribe novelas de trasfondo histórico y perspectiva irónica, como Memorias de un hombre de acción. /JOSÉ MARTÍNEZ RUIZ, “AZORÍN” (1873-1967) Este autor dedicó toda su vida al periodismo. Desde 1904 utilizó el seudónimo de “Azorín”, protagonista de sus primeras novelas. Su peso como ensayista ha hecho que algunos críticos subestimen sus aportaciones a la novela, que son como fotos fijas, con un estilo lento y lírico. Sus cualidades son la claridad, la precisión y riqueza léxica. En sus descripciones se observa la 3 técnica miniaturista, llena de detalles, junto a la descripción sensorial en pocos trazos, modernista. Su preocupación principal es fijar a través de la palabra, el tiempo que pasa. Su primera novela es La voluntad (1902). Su acción transcurre en Yecla, un pueblo estancado, que representa la visión que el autor tiene de España. Antonio Azorín y Las confesiones de un pequeño filósofo siguen la misma línea que la anterior. /RAMÓN MARÍA DEL VALLE-INCLÁN (1866-1936) El excéntrico Valle-Inclán empezó su narrativa con un estilo modernista (Las Sonatas, 1902- 1905, obra en la que el marqués de Bradomín, “un don Juan feo, católico y sentimental” cuenta sus hazañas bélicas y amorosas buscando ofender la sensibilidad convencional). En su última etapa muestra un nuevo estilo, el esperpéntico: una deformación grotesca de la realidad con intención crítica en obras como la trilogía dedicada a las guerras carlistas, Tirano Banderas sobre un dictador hispanoamericano despiadado (1926) o El ruedo Ibérico (1927), otra trilogía sobre el reinado corrupto de Isabel II.
LOS AÑOS 40: TREMENDISMO Y NOVELA EXISTENCIAL
Durante esta década se produce un estancamiento narrativo. Los triunfadores de la guerra publican novelas triunfalistas y de evasión pero destacan tres novelas:
La familia de Pascual Duarte, de C.J. Cela (que inicia una vertiente llamada Tremendismo, caracterizada por mostrar los aspectos más sórdidos de la realidad de una manera cruda, con personajes violentos). Tiene influencias de Quevedo y de El Lazarillo, aunque con un tono más agrio y directo. Pascual Duarte es un campesino extremeño que, en la cárcel, condenado a muerte, escribe su vida: una infancia sórdida, unos padres monstruosos, una hermana que se prostituye, un hermanito anormal, dos matrimonios desgraciados, peleas, críMenes…
Nada, de Carmen Laforet
La protagonista es Andrea, una joven que se traslada a casa de su abuela en Barcelona para estudiar en la universidad. Como trasfondo, la autora muestra el estancamiento y la pobreza en la que se encontraba la España de la posguerra.
La sombra del ciprés es alargada, de M.Delibes
Estas dos obras reflejan la miseria moral de la posguerra, presenta personajes desorientados, con una actitud pesimista ante la vida. Están escritas en primera persona y revelan un malestar que, en último término, es social, pero la censura hace imposible cualquier intento de denuncia. Se trata de la denominada novela existencial.
LOS AÑOS 50: NOVELA SOCIAL O Realismo SOCIAL
La generación del medio siglo impulsó un nuevo tipo de novela que se inició con La colmena, de C.J. Cela (1951). La obra nos ofrece una visión despiadada del Madrid de la posguerra, a través de unos trescientos personajes que el autor va tomando y dejando en rápidos apuntes que tejen la tela del vivir común como si fueran las abejas de una colmena. Está novela ofrece como novedades el protagonista colectivo, el final impreciso y la perspectiva objetiva en la narración. La novela social es una novela que refleja, con intención de denuncia, la realidad social y las difíciles condiciones de las clases sociales más desfavorecidas. El malestar que antes era individual ahora se hace colectivo.
Por eso, sus temas más importantes son la solidaridad con los humildes y oprimidos, la juventud burguesa, desocupada y abúlica, y los efectos de la Guerra Civil. Para ello, adoptan el Realismo como estilo cercano a todos los públicos. El Realismo social o novela social presenta varias modalidades:
a) Objetivismo: se propone un testimonio escueto, sin aparente intervención del autor. Su manifestación extrema fue el Conductismo que consiste en limitarse a registrar la conducta externa de individuos o grupos, y a recoger sus palabras, sin comentarios ni interpretaciones. El Jarama, de Rafael Sánchez-Ferlosio es una obra muy representativa de esta tendencia. En ella se nos muestra la falta de ilusión de unos jóvenes trabajadores madrileños que pasan un domingo en el río Jarama.
b) Realismo crítico: no se limita a reflejar la realidad, sino que pone de relieve las miserias e injusticias con ánimo de denuncia. En cuanto a las técnicas y el estilo de la novela social destacaremos las siguientes carácterísticas:
a) El contenido tiene prioridad sobre la técnica. De ahí que a veces se haya criticado la pobreza constructiva.
b) Predominio de la narración lineal.
c) Descripciones sencillas para presentar ambientes. d) Concentración del espacio y del tiempo (algunas novelas duran un día o menos).
e) Personaje colectivo (ej.: La colmena o La noria).
f) Abundancia del diálogo. Otros representantes de esta tendencia son:
• Luís Romero nos presenta en La noria la existencia de múltiples personajes, obreros, industriales, empleados, etc., en la ciudad de Barcelona.
• Ignacio Aldecoa, con su obra, El fulgor y la sangre, nos muestra la conciencia colectiva de la posguerra desde la perspectiva de cinco esposas.
• Jesús Fernández Santos presenta en Los bravos la miseria de un pueblo controlado por un cacique.
• Carmen Martín Gaite pinta críticamente a la mujer burguesa provinciana en su obra Entre visillos.
• Ana Mª Matute, Primería memoria, recuerdos de la infancia.
• Miguel Delibes (El camino, Las ratas), etc.
DESDE LOS AÑOS 80
Entre las muchas tendencias narrativas que pueden observarse, señalaremos las siguientes:
a) La novela de intriga y policíaca, influida por la novela y el cine negro americanos. Eduardo Mendoza había abierto el camino con La verdad sobre el caso Savolta y ahora otros novelistas como Manuel Vázquez Montalbán en su serie sobre el detective Carvalho siguen esta tendencia. La trama gira en LA NARRATIVA DESDE 1975 HASTA NUESTROS DÍAS: TENDENCIAS, AUTORES Y OBRAS REPRESENTATIVOS 2 2 torno a un detective o policía que descifra una serie de pistas para llegar a la resolución de un problema. Otras obras de esta tendencia son La Tabla de Flandes, de Arturo Pérez-Reverté, en torno al misterio que encierra un cuadro de un autor flamenco, y Plenilunio, una historia sobre un asesino de niñas en las noches de luna llena, de Antonio Muñoz Molina. La vigencia de este género la demuestra el Premio Nadal de 2019, concedido al argentino Guillermo Martínez por la novela policíaca Los críMenes de Alicia, o el éxito fulgurante de Dolores Redondo con su novela llevada al cine El guardián invisible.
b) La novela poemática o lírica. En este tipo de novela se priorizan los elementos líricos sobre los narrativos: la novela se acerca al poema lírico. No se trata de imitar historias reales, sino de sugerir una realidad presentando personajes insondables, mitos o símbolos. Podríamos destacar como ejemplos La isla de los jacintos cortados, de G. Torrente Ballester, Madera de boj, de Camilo José Cela, Los Santos inocentes, de Miguel Delibes o La lluvia amarilla (monólogo del último superviviente de un pueblo abandonado de León), de Julio Llamazares. También lírica es la prosa de Manuel Vilas en su novela Ordesa, donde el autor rememora en desorden los momentos de su vida tras la muerte de sus padres. Muy cercana a la novela poemática está la novela intimista, que trata en general sobre la angustia y la incertidumbre de la persona y de la existencia (La sonrisa etrusca, de José Luis Sampedro o Te trataré como una reina, de Rosa Montero).
h) La novela gráfica. Heredera del cómic y de los álbumes de historietas, desarrolla una historia extensa y compleja. Es un género aún minoritario aunque en expansión. Paco Roca publica Arrugas (2007), una conmovedora reflexión sobre la vejez. Juan Díaz Canales y el granadino Juanjo Guarnido llevan más de una década desarrollando la serie Blacksad inspirada en los Estados Unidos de la década de los 50, en los inicios de la guerra fría.
c) La novela histórica. Este tipo de novela, de mucho éxito en las últimas décadas, sitúa el relato en tiempos pasados y obliga al escritor a documentarse sobre el periodo elegido. Veamos algunos ejemplos. El regreso del Catón (Matilde Asensi) y Yo, Julia (Santiago Posteguillo) están ambientados al inicio de nuestra era. La Edad Media aparece en En busca del unicornio, de Juan Eslava Galán y en La catedral del mar, de Ildefonso Falcones. El capitán Alatriste, de Arturo Pérez Reverté, está ambientada en el Siglo de Oro. La Guerra Civil y la Posguerra aparecen en los cuatro relatos que componen Los girasoles ciegos, de Alberto Méndez y La voz dormida, de Dulce Chacón. María Dueñas, El tiempo entre costuras, Carlos Ruiz Zafón, La sombra del viento.
d) La novela de memorias y autoficción. En este tipo de novela se utiliza la vida real del escritor como motivo de la historia. Son relatos autobiográficos híbridos de realidad y ficción. Puede servir de ejemplo Soldados de Salamina, de Javier Cercas, donde el autor transformado en periodista dentro de la obra investiga la Guerra Civil española desde la actualidad. Por su parte, Enrique Vila-Matas nos muestra una revisión irónica de su época de aprendizaje literario en el París de los años setenta en París no se acaba nunca. Entre la novela de memorias y la metanovela se sitúa la obra de Carmen Martín Gaite El cuarto de atrás, que muestra los recuerdos de la autora a la vez que indaga en el proceso de creación de lanovela.
e) La novela de testimonio. Son novelas muy bien ambientadas que reconstruyen las costumbres del momento muy cercanas al lector y son muy críticas con las conductas y actitudes morales marcadas por la sociedad. Reflejan también la situación de ciertos grupos sociales: los afectados por la crisis, las mujeres, los jóvenes… Una novela actual que se inscribe en esta tendencia es Patria (2016), de Fernando Aramburu, que muestra las heridas que el terrorismo ha producido en la sociedad vasca, en cada una de sus familias. Almudena Grandes en los últimos años ha abordado también la memoria de los vencidos en la Guerra Civil en novelas como Inés y la alegría (2010).
f) La novela reflexiva. En ellas domina el pensamiento sobre la acción y encontramos muchas reflexiones sobre la verdad, la sospecha, el paso del tiempo, la muerte, el azar o el fracaso de las relaciones amorosas. Destacan Javier Marías, el autor español con más prestigio internacional y firme candidato al Nobel, firma obras como la trilogía Tu rostro mañana (2002-2007) que han merecido el reconocimiento unánime y Juan José Millás. Su última novela es La vida a ratos (2019).
g) La metanovela. En este género se cuenta una historia, pero también cómo se está relatando la historia. El narrador suele ser un escritor, un editor, un periodista o un documentalista, que irónicamente crea un pacto lúdico con el lector y comparte con él las dificultades de la escribir la 3 3 novela y las decisiones que adopta en su desarrollo. Esta modalidad ha sido cultivada por autores de todas las generaciones: Carmen Martín Gaite en El cuarto de atrás (1978), o Enrique Vila-Matas Historia abreviada de la literatura portátil (1985).
AÑOS 60: NOVELA EXPERIMENTAL
A finales de los años cincuenta, algunos escritores empiezan a cuestionar la calidad literaria de la novela social. Ello, unido al descubrimiento de la novela hispanoamericana (La ciudad y los perros, Rayuela, Cien años de soledad) y la influencia de los grandes renovadores de la novela universal (Proust, Joyce, Kafka, Faulkner) propiciado por una ligera apertura en la censura impuesta por la dictadura de Franco hacen que surja una novela donde lo importante será la continua experimentación con elementos formales (lenguaje y técnicas narrativas) aunque no se abandone la crítica social. Se trata de la novela experimental de los años60.
Tiempo de silencio (1962) de Luis Martín-Santos marca el inicio de la renovación total de la novela. En el Madrid de la posguerra, Pedro, un médico investigador del cáncer, se ve involucrado en un aborto clandestino, en unas chabolas a las que había ido para conseguir unos ratones y es detenido. Ya en libertad, un chabolista vengativo asesina a su novia Dorita. Tras su muerte, Pedro se dirige, derrotado, a un pueblo castellano. Por el camino, se siente fracasado e, indiferente, piensa que ya ni gritar puede porque “ha comenzado un tiempo de silencio”. Pero, más que la historia, la obra interesa por las técnicas utilizadas: desorden temporal, distintos narradores, monólogo interior…
Otros autores siguen a L. Martín Santos por el camino de la experimentación formal. Por una parte, tenemos, la renovación de los mayores, representada por Camilo José Cela (San Camilo, 1936, Oficio de tinieblas 5), Gonzalo Torrente Ballester, (La saga-fuga de J.B) y Miguel Delibes (Cinco horas con Mario). Esta última obra es prácticamente el soliloquio de una mujer burguesa ante el cadáver de su marido que presenta las frustraciones sociales y sexuales de la misma, así como la existencia de las “dos Españas” irreconciliables tras la Guerra Civil.
Por otra parte, debemos señalar que algunos autores de la Generación del medio siglo ahora experimentan con las técnicas narrativas. Es el caso de Juan Goytisolo con Señas de identidad. Y, por último, nombraremos a los dos autores que se dan a conocer en esta década: Juan Benet, con Volverás a Regíón , y Juan Marsé, con Últimas tardes con Teresa. Las innovaciones más importantes de este tipo de novela, establecidas prácticamente todas en la obra Tiempo de silencio, son:
a) El argumento pierde importancia y casi desaparece.
b) Aparece el personaje individual, pero siempre en conflicto consigo mismo en la búsqueda de su identidad o con el medio social que trata de destruirlo.
c) En estructura externa, a menudo, desaparece el capítulo y se introduce la secuencia (fragmento de extensión variable). En la interna, el orden cronológico se rompe con referencias anteriores o posteriores al tiempo de la acción, conforme las evoca la conciencia del personaje. También se narran varias historias simultáneas cuyas secuencias se van alternando; es la técnica del contrapunto.
d) Punto de vista: a veces aparece el narrador omnisciente. Otras veces son varios los personajes que nos cuentan la historia (punto de vista múltiple). La narración en tercera persona se enriquece combinándola con la primera y segunda personas.
e) A diferencia de la novela social, donde lo importante era el diálogo, predominan la técnica del monólogo interior (reproducir los pensamientos de un personaje tal como brotan de su conciencia) y las digresiones (comentarios que el autor hace sobre algún hecho o personaje).
f) El estilo contrasta con la sencillez de la novela social y puede presentar diversas carácterísticas: lenguaje Barroco, variedad de registros lingüísticos, abundancia de figuras retóricas, introducción de fragmentos de otros géneros (ensayo, periodismo…), mezcla de la prosa y del verso, alteración de la disposición tipográfica habitual y ruptura del párrafo como unidad significativa, alteración o ausencia de puntuación, mezcla de conversaciones en otros idiomas…