La novela española de posguerra: de la angustia al realismo social


La novela española en las tres décadas posteriores a la Guerra Civil: Cela, Delibes y Martín Santos

La posguerra arranca con la pérdida de muchas de las referencias literarias pasadas: muerte de Valle-Inclán o Unamuno, exilio de Ayala, Sender y otros, así como la censura, que impedía importar textos de autores extranjeros como John Dos Passos o Hemingway. Además, obras de Joyce, Faulkner o Proust tardaron en volver a leerse.

Durante la Guerra Civil la novela estuvo polarizada ideológicamente en ambos bandos de la contienda. Tras la guerra, se rompió la continuidad con el vanguardismo y la experimentación, y se retomó la tradición de la narrativa realista. Algunos de los escritores que escriben en el exilio sus mejores obras son: Max Aub, Francisco Ayala, Ramón J. Sender. También destacan otros como Rosa Chacel o Arturo Barea.

La novela en los años 40. Camilo José Cela (La familia de Pascual Duarte)

La censura marcó esta etapa, en la que se rompe con el pasado reciente y se inaugura una nueva etapa marcada por un clima de angustia y opresión individual, en el que los personajes están frustrados e inadaptados. La presencia de la realidad aparece como tema literario. Tres novelas fundamentales: La familia de Pascual Duarte, de Cela (1942); Nada, de Carmen Laforet, que gana el premio Nadal en 1945; y La sombra del ciprés es alargada (1948), de Miguel Delibes. En esta época destaca también el trabajo de Gonzalo Torrente Ballester.

La familia de Pascual Duarte fue la primera novela de Cela. Con ella inaugura el “tremendismo”: la suma de hechos es de una violencia tal, que parecen inverosímiles. Pascual Duarte es un hombre arrastrado por la presión de la herencia, el fatum o destino trágico y el medio social. Se trata de una muestra de pesimismo existencial.

Camilo José Cela ya había tenido problemas con la censura de la Iglesia al tratar de lanzar la segunda edición de La familia de Pascual Duarte (y acaba siendo publicada en Buenos Aires), pero los vuelve a tener con La colmena. Publica otras obras, como Viaje a la Alcarria, Mazurca para dos muertos y Cristo versus Arizona. La obra de Cela recoge la realidad de forma directa, como la de Pío Baroja; a veces la deforma o distorsiona utilizando el humor, como Quevedo o Valle-Inclán en el esperpento. Cree que la vida no es buena, pero tampoco el hombre, así que domina siempre un tono cruel y amargo. Pero también es capaz de mostrar ternura a través del lirismo narrativo, cuando ahonda en los sentimientos de compasión ante el dolor humano. Fue un virtuoso en el manejo del idioma que nunca dejó de renovarse y que rivalizó en esta experimentación con autores más jóvenes. No dejó de publicar hasta su muerte.

El realismo social (Generación de medio siglo). Miguel Delibes

Para muchos, La colmena (novela de protagonismo colectivo, con más de 200 personajes) de Cela, publicada en 1951, es un precedente de la novela social. En ella, con más o menos realismo, aparece reflejada la sociedad del momento (la de la inmediata posguerra). Y aunque no hay una intencionalidad ideológica de denuncia (según lo dicho por el autor), lo cierto es que el espejo del autor nos refleja distintos estratos sociales, las miserias morales, las penurias económicas, el hambre, la insolidaridad y la desesperanza en la ciudad, “ese sepulcro, esa cucaña, esa colmena”. La novela incorpora además muchas de las características de la novela contemporánea: división en secuencias, estructura abierta, personajes mediocres o antihéroes, la organización caótica del tiempo y, sobre todo, quizás la técnica más interesante, el protagonista colectivo. La novela colectiva tiene sus raíces sobre todo en Manhattan Transfer (1925) del americano John Dos Passos, pero también en la obra de Thomas Mann, Aldous Huxley o Jean-Paul Sartre, entre otros.

Pero es hacia mediados del decenio cuando se dan a conocer toda una serie de escritores que, con una intención crítica, van a llevar a sus novelas como temas fundamentales las injusticias y las desigualdades sociales (literatura comprometida). El hombre importa más como ser social que como individuo. Y aunque esta tendencia se apuntaba ya en algunas novelas desde los años 40, esta corriente es la dominante entre 1951 (La colmena) y 1962 (Tiempo de silencio). Como técnica narrativa, se recurre al objetivismo, conductismo o behaviorismo (“behaviorism” americano): el narrador desaparece (se limita a unas escuetas informaciones referentes a lo que una cámara fotográfica podía registrar), no hay introspección ni pensamiento de los personajes, y todo el relato se basa en el diálogo. No se limitan a reflejar esa realidad, sino a poner de relieve las conductas miserables e injustas, para poder denunciar las injusticias. A menudo se emplea un lenguaje sencillo, cercano al coloquial.

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