11.1. El reinado de Isabel II.
La oposición al liberalismo [incluyendo cuestión sucesoria]:
carlismo y guerra civil. La cuestión foral.
La oposición al liberalismo [incluyendo cuestión sucesoria]:
carlismo y guerra civil. La cuestión foral.
Introducción: Como introducción diremos que, en 1930, Fernando VII publicó la Pragmática Sanción, por la que se abolía la Ley Sálica, permitiendo que fuera su supuesta hija, en vez de su hermano, Carlos María Isidro, la que heredara el trono. En Octubre nacíó Isabel, y Fernando nombró al conde de Alcudia (miembro de los ultras o absolutistas contrarios a la realización de reformas) secretario de Estado. Este, en 1832, aprovechando la enfermedad del rey, lo embaucó a través de su esposa para que derogara la Pragmática Sanción. Así, al recuperarse, Fernando destituyó a Alcudia, colocando a Cea Bermúdez en su lugar, y abolíó nuevamente la Ley Sálica. En Junio de 1833, Isabel II fue jurada reina y Carlos María Isidro huyó a Portugal. En Septiembre, murió Fernando VII, dejando un país dividido en dos bandos: el isabelino o cristino, apoyado por reformistas y liberales; y el carlista, apoyado por los ultras.
Carlismo
En relación al carlismo, definiremos su composición social, su ideología y el modo en que se implantó territorialmente. La sociología carlista se compone de dirigentes (Iglesia, nobleza, ejército y Administración) y bases sociales. En la Iglesia destacaron dos grupos de apoyo: el alto clero, en el que pocos obispos manifestaron explícitamente su apoyo al carlismo; y el bajo clero, cuyo papel fue más importante en el conflicto, sobre todo el del clero regular, pues poseía un gran poder propagandístico entre los fieles. En cuanto a la nobleza, un centenar de títulos (de entre ellos, catorce Grandes de España) apoyaron a Carlos, siendo su apoyo más emocional que práctico, ya que la dirección del ejército carlista fue llevada a cabo por la pequeña nobleza rural. El ejército había sido purgado en 1832 por Cea Bermúdez, con lo que apoyó en su mayoría a Isabel II, existiendo un 13 % de generales que se unieron al carlismo. La Administración también había sido purgada en 1832, excepto en las Provincias Vascas y en Navarra, donde los funcionarios públicos apoyaron a Carlos. Respecto a las bases sociales del carlismo, decir que estas estaban formadas por campesinos y artesanos. Así, vemos que la composición carlista es diversa, no pudiendo decirse que la guerra carlista fuera una contienda por motivos sociales.
En cuanto a la ideología carlista, destacar que las bases sociales se caracterizaron por: ser, por lo general, analfabetas; mantener una vinculación más afectiva que racional con el carlismo; y profesar unas ideas muy generales, como la defensa de la monarquía y la religión. De este modo, fueron muy influenciables por los dirigentes, que eran personas alfabetizadas con una ideología fundamentada en tres puntos: la defensa de los pilares del Antiguo Régimen (se defendía la religión como fundamento del absolutismo y la sociedad estamental), el antiliberalismo (se afirmaba que el liberalismo es nocivo y pernicioso) y la defensa de los fueros. Durante los primeros años, estuvieron más presentes los dos primeros puntos, ya que hasta 1833 se mantuvo una monarquía absolutista que no puso en peligro los fueros. Sin embargo, fue en 1834 y, sobre todo, en 1837, cuando se empezó a instaurar el sistema liberal, viéndose estos amenazados.
Con respecto a la implantación territorial, podemos decir que hay carlistas en todos los lugares de España, siendo su proporción diferente en las distintas regiones. Primeramente se asentaron en las Provincias Vascas y en Navarra, exceptuando las cuatro capitales (San Sebastián, Bilbao, Vitoria y Pamplona). A continuación, el carlismo triunfó en Cataluña y, finalmente, en el Maestrazgo y sus alrededores. El éxito en estos lugares se debíó a que: eran zonas de mentalidad rural en las que se inició el proceso de industrialización del país, que fue rechazado por campesinos y artesanos; existía en ellos un modelo familiar de familia muy extensa, apoyado en una economía de subsistencia; eran regiones con un catolicismo muy arraigado, por lo que el párroco tenía una gran influencia en la sociedad; y, además, eran lugares con una larga tradición foralista.
Primera Guerra Carlista:
La Primera Guerra Carlista comenzó en 1833, momento en el cual se inició la preparación de los carlistas, finalizada en 1835. El principal artífice de dicha preparación fue el general Tomás de Zumalacárregui, el cual se dirigíó con un ejército en 1835 a Bilbao, asediando la ciudad, conquistándola en 1837 y muriendo en el intento. A partir de 1837 se organizó una expedición a Cataluña que triunfó. Luego se realizó otra por la España occidental que fracasó. Paralelamente, un ejército dirigido por el propio Carlos María Isidro de Borbón fue por todo el país consiguiendo adeptos y logrando situarse, a finales de 1837, en las puertas de Madrid, donde pudo llegar a entrar de no haberse retirado al norte de España. A partir de este momento, la guerra fue perdiendo fuerza hasta que, en Septiembre de 1839, se firmó el Convenio o Abrazo de Vergara, entre el general carlista Rafael Maroto y el general liberal Baldomero Espartero. En dicho Convenio, se trató de integrar de nuevo a los militares carlistas y Espartero se comprometíó a la defensa de los fueros, lo que se hizo efectivo en una ley del 25 de Octubre de 1839, según la cual los fueros se mantuvieron pero quedaron subordinados a la Constitución de 1837 e integrados en el ordenamiento jurídico español.
La Primera Guerra Carlista comenzó en 1833, momento en el cual se inició la preparación de los carlistas, finalizada en 1835. El principal artífice de dicha preparación fue el general Tomás de Zumalacárregui, el cual se dirigíó con un ejército en 1835 a Bilbao, asediando la ciudad, conquistándola en 1837 y muriendo en el intento. A partir de 1837 se organizó una expedición a Cataluña que triunfó. Luego se realizó otra por la España occidental que fracasó. Paralelamente, un ejército dirigido por el propio Carlos María Isidro de Borbón fue por todo el país consiguiendo adeptos y logrando situarse, a finales de 1837, en las puertas de Madrid, donde pudo llegar a entrar de no haberse retirado al norte de España. A partir de este momento, la guerra fue perdiendo fuerza hasta que, en Septiembre de 1839, se firmó el Convenio o Abrazo de Vergara, entre el general carlista Rafael Maroto y el general liberal Baldomero Espartero. En dicho Convenio, se trató de integrar de nuevo a los militares carlistas y Espartero se comprometíó a la defensa de los fueros, lo que se hizo efectivo en una ley del 25 de Octubre de 1839, según la cual los fueros se mantuvieron pero quedaron subordinados a la Constitución de 1837 e integrados en el ordenamiento jurídico español.
En cuanto a la internacionalización del conflicto, decir que en 1834 el gobierno de María Cristina de Nápoles, madre de Isabel II, firmó una Cuádruple Alianza con Gran Bretaña, Francia y Portugal, recibiendo España ayuda económica y militar. Dicha ayuda se concretó en el control por parte de la Armada Británica de las costas españolas para evitar la llegada de armamento para los carlistas. Estos últimos fueron apoyados en menor medida por las potencias de la Santa Alianza: Austria, Prusia y Rusia.
En 1840, el último reducto carlista, que estaba situado en Cataluña, desaparecíó, y los principales dirigentes carlistas marcharon al extranjero.