La Regencia de María Cristina y el Turno de Partidos
El Desarrollo del Turno de Partidos
En 1884, Cánovas volvió al poder. Sin embargo, el temor a una posible desestabilización del sistema político tras la muerte del rey Alfonso XII (1885) impulsó un acuerdo entre conservadores y liberales llamado el Pacto del Pardo. Su finalidad era dar apoyo a la regencia de María Cristina y garantizar la continuidad de la monarquía ante las fuertes presiones de carlistas y republicanos.
Durante el llamado gobierno largo de Sagasta (1885-1890), los liberales impulsaron una importante obra reformista:
- Se aprobó la Ley de Asociaciones (1887), que eliminó la distinción entre partidos legales e ilegales y permitió la entrada en el juego político a las fuerzas opositoras.
- Se abolió la esclavitud (1888).
- Se introdujo la celebración de juicios por jurados.
- Se llevaron a cabo reformas hacendísticas y militares.
La reforma de mayor trascendencia fue, sin duda, la implantación del sufragio universal masculino en las elecciones generales (1890). Sin embargo, la universalización del sufragio quedó desvirtuada por la continuidad de los viejos mecanismos de fraude y corrupción electoral.
En la última década del siglo, se mantuvo el turno pacífico de partidos. En 1890, los conservadores volvieron al poder; en 1892, regresaron los liberales; y en 1895, Cánovas asumió la presidencia del gobierno hasta 1897, fecha de su asesinato. El personalismo del sistema deterioró a los partidos, provocando disidencias internas y la disolución de ambos.
La Evolución del Republicanismo
Tras el fracaso de la experiencia del Sexenio Democrático, el republicanismo tuvo que hacer frente al desencanto de parte de sus seguidores y a la represión de los gobiernos monárquicos. Además, los republicanos se hallaban fuertemente divididos en diversas tendencias y en una continua reorganización de fuerzas, que restaron eficacia y apoyo electoral a su programa político.
- Emilio Castelar creó el Partido Posibilista.
- Ruiz Zorrilla fundó el Partido Republicano Progresista.
- Salmerón creó el Partido Republicano Centralista.
El republicanismo con más adeptos y más fiel a su ideario inicial fue el Partido Republicano Federal, liderado por Pi y Margall, que tenía el apoyo de las clases populares. Los republicanos se rehicieron de su descalabro electoral en las elecciones de 1886 con una importante minoría republicana en las Cortes. El sufragio universal masculino comportó una revitalización del republicanismo y estimuló la formación de alianzas electorales (Unión Republicana). El republicanismo tuvo que luchar por los votos populares en competencia con el nuevo obrerismo representado por el PSOE, fundado por Pablo Iglesias en 1879.
La Reconversión del Carlismo
Tras la derrota carlista en 1876, se prohibió explícitamente la presencia en España del pretendiente Don Carlos de Borbón, y el carlismo entró en una grave crisis después de que destacados miembros reconocieran a Alfonso XII. Además, la Constitución de 1876 descartaba de la sucesión al trono a toda la rama carlista de los Borbones.
Los carlistas mantuvieron su fuerza en Navarra, el País Vasco y Cataluña, pero su influencia era escasa en el resto del territorio español. La renovación del partido corrió a cargo de Juan Vázquez de Mella, quien en 1886 propuso un programa adaptado a la nueva situación política. Mantenía la vigencia de antiguos principios como la unidad católica, el fuerismo, la autoridad del pretendiente carlista y la oposición a la democracia, y aceptaba el nuevo orden liberal-capitalista.
El Nacionalismo y Regionalismos
El Nacionalismo Catalán
La región pionera en desarrollar un movimiento regionalista fue Cataluña. A lo largo del siglo XIX, había tenido lugar un crecimiento económico superior al de cualquier región española, lo que había propiciado el nacimiento de una influyente burguesía de empresarios industriales. Este nuevo grupo social sentía que sus intereses económicos estaban poco representados en los diferentes gobiernos e hizo de la defensa del proteccionismo un elemento aglutinador. Este desarrollo coincidió con un notable renacimiento de la cultura catalana (Renaixença) y una expansión del uso de su lengua vernácula.
En este contexto, y a mediados del siglo XIX, nació el catalanismo, surgido de la conjunción del progreso económico y el renacimiento cultural. En la década de 1880, se desarrolló el catalanismo político con varias corrientes: una basada en el tradicionalismo y otra de carácter progresista, de base popular y con principios federalistas, alentada por Valentí Almirall, quien empezó a defender la autonomía de Cataluña.
Un paso importante en la consolidación del catalanismo político fue la elaboración de las Bases de Manresa en 1892, que proponían la consecución de un poder catalán como resultado de un pacto con la corona y, por tanto, la consideración de Cataluña como una entidad autónoma.
La crisis del sistema político de la Restauración de 1898 acrecentó el interés de la burguesía catalana por tener su propia representación política al margen de los partidos dinásticos. En 1901, se creó la Lliga Regionalista, fundada por Enric Prat de la Riba. El éxito electoral convertiría a la Lliga en el principal partido de Cataluña durante el primer tercio del siglo XX.