La Restauración Borbónica en España: Cánovas, Caciquismo y Movimiento Obrero (1874-1925)


La Restauración Borbónica en España (1874-1925)

Orígenes de la Restauración

La instauración de la Restauración Borbónica en España se gestó en un contexto de inestabilidad política y social. Entre los factores clave que propiciaron este cambio de régimen, podemos destacar:

  • a) La fragilidad e incapacidad de la Primera República para resolver tres conflictos bélicos simultáneos: la guerra colonial en Cuba, la insurrección cantonalista y la tercera guerra carlista.
  • b) La pasividad y debilidad de la oposición social a la Restauración. Los trabajadores urbanos no ofrecieron resistencia, ya que no se sintieron representados por la democracia surgida tras la Revolución de 1868.

Además, existían grupos sociales con gran influencia que apoyaban el regreso de los Borbones:

  1. La alta burguesía, que buscaba estabilidad para sus negocios.
  2. Los intereses coloniales de los plantadores de Cuba, que temían las reformas republicanas que proponían la autonomía política para la isla y la abolición de la esclavitud.

El Sistema Político de Cánovas del Castillo

Antonio Cánovas del Castillo fue el artífice del sistema político de la Restauración. Ya durante la Primera República, se convirtió en el líder de la causa alfonsina y, en 1874, redactó el Manifiesto de Sandhurst, firmado por Alfonso XII. Este político malagueño, intelectual e historiador, ya había sido ministro con la Unión Liberal en los últimos años del reinado de Isabel II.

Su ideología era profundamente conservadora. Creía necesario compatibilizar la libertad del individuo con el progreso económico y el orden, manteniendo la disciplina social frente a las ambiciones de las masas proletarias. Cánovas afirmaba: “tengo la convicción de que las desigualdades proceden de Dios, que son propias de nuestra naturaleza y creo que las minorías inteligentes gobernarán siempre el mundo”, “las clases más altas están más altas porque han trabajado más, porque han ahorrado más”.

Cánovas deseaba recuperar:

  • La monarquía borbónica, inseparable del pasado de España.
  • El viejo y antidemocrático sistema representativo liberal clásico, sin igualdad de derechos políticos y con sufragio restringido.

Para lograrlo, consideraba necesario realizar algunas modificaciones, conservando lo esencial:

  1. Alfonso XII reemplazaría a Isabel II, cuya conducta personal y política había quedado en entredicho. El nuevo monarca no sería rey de un solo partido como su madre, vinculada en exceso a los moderados. Isabel renunció a sus derechos al trono a favor de su hijo en 1870.
  2. El Partido Conservador, fundado y liderado por Cánovas, sustituiría al antiguo partido moderado.
  3. Terminar con las intervenciones del Ejército en la vida política, eliminando los pronunciamientos militares como forma de acceso al gobierno.

El nuevo sistema político ideado por Cánovas se basaba en dos pilares fundamentales:

  1. El Rey y las Cortes: instituciones esenciales donde residían el poder legislativo y la soberanía, estableciendo una fórmula intermedia entre la monarquía del Antiguo Régimen y la monarquía democrática.
  2. Los dos partidos burgueses: encargados de ejercer la actividad política, alternándose en el poder.

La Constitución de 1876

El sistema político canovista se plasmó legalmente en la Constitución de 1876, que en esencia representaba un retorno a la Constitución de 1845. El anteproyecto fue preparado por una comisión presidida por Alonso Martínez, pero el verdadero inspirador fue Cánovas. Esta Constitución ha sido la de más larga vigencia en la historia de España.

Sus características más destacadas son:

  • Principio de soberanía compartida entre las Cortes y el Rey, a diferencia de la Constitución de 1869 que reconocía la soberanía nacional.
  • Cortes bicamerales.

El Turnismo: Conservadores y Liberales

Una de las características esenciales del sistema de la Restauración era la alternancia en el poder de dos partidos políticos: el Partido Conservador, liderado por Cánovas y heredero ideológico de los liberales moderados, y el Partido Liberal, dirigido por Práxedes Mateo Sagasta y con raíces en el partido liberal progresista. Ambos partidos eran monárquicos y defendían el modelo económico capitalista liberal.

El turnismo era un artificio basado en la manipulación de los resultados electorales, cuyo objetivo era impedir que otros partidos, especialmente las fuerzas obreras y republicanas, alcanzaran el poder. El sistema parlamentario y las elecciones se convirtieron en una ficción, ya que el electorado no decidía la composición de las Cortes. El rey nombraba un jefe de gobierno, que disolvía las Cortes, convocaba elecciones y “fabricaba” fraudulentamente los resultados, asegurando una mayoría favorable. El rey encargaba alternativamente la formación de gobierno a uno de los dos partidos, que se repartían el poder de manera acordada.

El Caciquismo

Durante la Restauración, el sistema representativo parlamentario se convirtió en una farsa. El partido en el gobierno, ya fuera conservador o liberal, fijaba los resultados electorales de forma pactada con el otro partido, siguiendo la estrategia turnista. Esta práctica se conocía como “encasillado”: la elaboración de una lista con los candidatos de cada distrito electoral.

Para asegurar los resultados electorales, era imprescindible la colaboración de los “caciques”. Estos eran individuos poderosos e influyentes en la vida local (terratenientes, prestamistas, notarios, médicos…), cuya función era controlar las elecciones en pueblos y municipios rurales para garantizar los resultados fijados en el “encasillado”.

Los caciques, tanto liberales como conservadores, actuaban como intermediarios entre la vida local y el Estado. Utilizaban diversos métodos para controlar las elecciones, con el apoyo de la Guardia Civil y los jueces:

  • Violencia y amenazas a los votantes.
  • Trampas el día de las votaciones.
  • Cambio de votos por favores.

El caciquismo, característico del mundo rural, aislado y mal comunicado, persistió tanto con el sufragio restringido como con el sufragio universal.

Inicios del Nacionalismo Canario Organizado

Aunque desde la conquista castellana hubo manifestaciones soberanistas como levantamientos y motines, no se pueden clasificar como nacionalistas. Es a finales del siglo XIX cuando los nacionalistas canarios comienzan a organizarse políticamente, compartiendo escenario con el movimiento obrero y vinculados a las comunidades canarias emigrantes en Cuba y Venezuela. En este contexto, a principios del siglo XX, nace en Tenerife el Partido Popular Autonomista (PPA), vinculado a la Asociación Obrera Canaria.

Nicolás Estévanez, José Cabrera Díaz y, sobre todo, Secundino Delgado, denuncian la nueva realidad colonial derivada del incumplimiento de los pactos y el fin de la coexistencia entre canarios y naturales del resto de territorios españoles.

Secundino Delgado da voz al movimiento con sus publicaciones (El Guanche, Vacaguaré, entre otras), muchas de ellas ilegalizadas o publicadas en otros países. Por ello, se le considera el padre del nacionalismo canario. Inicialmente vinculado al independentismo cubano de corte anarquista, fundó en Caracas el periódico independentista canario El Guanche. La escasa conciencia nacional en Canarias, la inmadurez del movimiento obrero canario y el temor a una invasión del Reino Unido o Estados Unidos llevaron a Secundino a optar por opciones más pragmáticas, intentando aglutinar a independentistas, autonomistas y federalistas.

El Movimiento Obrero durante la Restauración

En 1869, gracias al régimen de libertades establecido tras el destronamiento de Isabel II, llegó a España Giuseppe Fanelli, enviado por Bakunin para organizar la sección española de la Asociación Internacional de Trabajadores (AIT) o Primera Internacional.

Tras el golpe de Estado del general Pavía, que puso fin a la República, el gobierno declaró ilegales las asociaciones obreras ligadas a la AIT en 1874, iniciando una persecución con numerosas detenciones. Los anarquistas, en la clandestinidad, se dividieron en dos tendencias: la de quienes proponían replegarse para esperar tiempos mejores y la de quienes proponían la “política de los hechos”, es decir, el terrorismo. La Mano Negra (1874-1883) fue un ejemplo de esto último, aunque la oligarquía andaluza exageró sus acciones para acabar con toda reivindicación laboral.

Los principales rasgos ideológicos del anarquismo son:

  • Rechazo de cualquier autoridad impuesta, defensa utópica de la autonomía individual total y abolición del Estado con todas sus instituciones (gobierno, ejército, policía…).
  • Supresión de la propiedad privada y defensa del colectivismo, donde la propiedad de los factores y medios de producción (tierra, máquinas, capital) sería colectiva.
  • Defensa de la revolución violenta y el recurso a huelgas generales, insurrecciones, sabotajes y, en algunos casos, actos terroristas como medios para destruir el Estado burgués capitalista opresor y liberar a la humanidad de la opresión.

El Socialismo

La corriente marxista del movimiento obrero, minoritaria a principios de la Restauración, se organizó en 1879 alrededor de un grupo de trabajadores de imprenta y profesionales madrileños (Pablo Iglesias, Jaime Vera), seguidores de Marx y Engels. Fundaron el Partido Democrático Socialista Obrero Español, luego denominado Partido Socialista Obrero Español (PSOE). Iglesias y sus compañeros se preparaban en secreto para participar en la vida política cuando fuera posible.

Aprovechando la Ley de Asociaciones de 1887 y la mayor concentración obrera en Cataluña, se creó en 1888 la Unión General de Trabajadores (UGT), inspirada por el PSOE. Hasta su muerte en 1925, Pablo Iglesias fue el máximo dirigente de ambas organizaciones.

Las ideas básicas del programa socialista eran:

  • Exigencia de emancipación total para los trabajadores.
  • Transformación de la propiedad individual en propiedad social.
  • Posesión del poder político por la clase proletaria.
  • Rechazo del terrorismo.
  • Oposición a la expansión colonial y a las guerras.

El Sindicalismo Confesional

Frente a los sindicatos de clase, algunos eclesiásticos promovieron asociaciones obreras dedicadas más a la promoción personal y a la cooperación que a la reivindicación. Tuvieron escaso éxito y fueron llamados peyorativamente “amarillos”.

El sindicalismo agrario, de estructura vertical, se impuso en Castilla y León gracias a su labor en la creación de entidades de crédito agrícola, como las Cajas Rurales. En el País Vasco, la Solidaridad de Obreros Vascos fue la versión sindical del PNV.

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