La Revolución de 1868
En septiembre de 1868 estalló la denominada “Gloriosa Revolución”, que se inició con una sublevación militar en Cádiz y que contó con apoyo popular en muchas ciudades españolas. Los revolucionarios se impusieron de forma rápida y apenas encontraron resistencia. El resultado más evidente de esta revolución de 1868 fue el derrocamiento de la reina Isabel II y su inmediata huida a Francia cuando solo tenía 38 años.
Algunos factores que podían explicar el triunfo de esta revolución fueron:
- La crisis del sistema político existente, que fue tachado de corrupto e inmoral por los revolucionarios.
- La depresión económica iniciada en 1866 y que afectó también a otros países europeos. Sus repercusiones en España fueron el hundimiento de la bolsa, el incremento del desempleo y las subidas de los precios de los alimentos de primera necesidad, entre otras. Además, la sequía ocasionó malas cosechas y extendió las hambrunas.
- La creciente impopularidad de la reina Isabel y su obstinación por sostener a toda costa a los moderados en el poder.
La revolución careció de contenido social o económico, y tuvo un carácter exclusivamente político, porque los objetivos del frente revolucionario fueron la implantación del sufragio universal y el derrocamiento de Isabel II. Las tres fuerzas políticas que participaron en la coalición revolucionaria fueron: el Partido Liberal Progresista (liderado por el general Prim), el Partido Demócrata y la Unión Liberal, dirigida por el general Serrano. El cerebro de la revolución fue Prim (militar liberal).
El Gobierno Provisional y la Constitución de 1869
En 1868 se constituyó un gobierno provisional salido de la revolución bajo la presidencia de Serrano y con destacados progresistas como Prim, Zorrilla y Sagasta, al frente de varios ministerios. Este gobierno convocó poco después elecciones a Cortes Constituyentes por sufragio universal masculino, y vencieron los progresistas.
Este texto constitucional (la Constitución de 1869) fue el más radicalmente liberal de todos los promulgados en España a lo largo del siglo XIX. Los aspectos más innovadores y fundamentales de la Constitución de 1869 fueron:
- El reconocimiento de la soberanía nacional.
- La introducción del sufragio universal directo para todos los varones mayores de 25 años.
- La libertad de cultos religiosos.
- El recorte de los poderes del rey para limitar su papel en el proceso legislativo.
- La afirmación de la libertad de enseñanza.
- El reconocimiento de los derechos y libertades de reunión y asociación.
- La implantación de los juicios por tribunales populares para algunos delitos.
Nuestro sistema de administración de justicia no mejoró, ya que las injerencias políticas continuaron y los distintos gobiernos siempre intervinieron de forma parcial en el nombramiento y cambio de jueces, así como en sus decisiones y sentencias. Además, los magistrados carecían de la formación adecuada.
La Regencia de Serrano y la Búsqueda de un Nuevo Rey
Una vez aprobada esta constitución, Serrano fue elegido para ocupar la regencia, y el general Prim pasó a la jefatura de gobierno. La búsqueda de un nuevo monarca para España fue la primera y principal tarea que afrontó este gobierno controlado por los progresistas. Entre los candidatos al trono había varios individuos:
- El portugués Fernando de Coburgo (demasiado anciano).
- El duque Antonio de Montpensier (casado con la hermana de Isabel II). A pesar de ser el preferido de los unionistas, todas sus posibilidades quedaron definitivamente descartadas tras mantener un duelo a pistola contra Enrique de Borbón (hermano de Isabel II), que resultó muerto de un disparo.
- El alemán Leopoldo, que contaba con el apoyo del káiser y del canciller Otto von Bismarck, pero Napoleón III se negó a que ocupara el trono español.
Como la elección del rey se complicaba y Prim se negaba a que ningún Borbón ocupase el trono, las Cortes escogieron a Amadeo de Saboya, cuyo padre era Víctor Manuel II (rey de Italia).
El Reinado de Amadeo I (1871-1873)
El reinado de Amadeo I (1871-1873) fracasó pronto por el aumento de los desórdenes y los conflictos sociales, falta de autoridad e ineficacia de los gobernantes. El mismo día de la llegada de Amadeo a España en 1871, murió Prim, quien desempeñaba un papel esencial en el nuevo sistema político surgido tras el éxito de la revolución de 1868. La monarquía amadeísta nació muy debilitada por este suceso.
Uno de los factores que contribuyeron a incrementar la inestabilidad política durante el reinado amadeísta fue la ruptura de la coalición entre los partidos que habían participado conjuntamente en el triunfo de la revolución de 1868. Otra dificultad aún mayor para los intereses del nuevo rey fue la profunda división del progresismo tras el asesinato de Prim, que concluyó con la escisión del partido en dos agrupaciones políticas diferentes: el Partido Constitucional (dirigido por Mateo Sagasta) y el Partido Radical (dirigido por Ruiz Zorrilla). Estos dos líderes estaban separados por una irreconciliable enemistad personal. Por ello, durante los dos años de reinado se sucedieron constantes cambios gubernamentales y se celebraron hasta tres elecciones generales.
Entre las acciones más significativas de los distintos gobiernos que ocuparon el poder, destacaron:
- La creación de la peseta como nueva unidad monetaria.
- El establecimiento de un arancel librecambista.
- La nueva ley de minas.
- Otras medidas de carácter anticlerical.
Mayor importancia tuvo el falseamiento de todas las elecciones, pues acabó por desvirtuar los principios democráticos que servían de fundamento al sistema político. Además, el nuevo rey nunca logró ganarse el afecto de los españoles y tuvo en su contra a distintos grupos opositores, entre los que se encontraban:
- Los carlistas, quienes resurgieron con gran ímpetu porque se les unieron muchos ultraconservadores católicos asustados con el curso cada vez más radical e incontrolado de la revolución. Así, los carlistas se presentaron a las elecciones de 1871 y obtuvieron un buen resultado. Sin embargo, un año más tarde, voluntarios carlistas volvieron a levantarse en armas dirigidos en esta ocasión por Carlos VII, nieto de Carlos María Isidro.
- Los clérigos, que también engrosaron las filas de la oposición.
- Los republicanos, que estaban a favor de la realización de reformas políticas, sociales y económicas. El anticlericalismo era otra de sus señas distintivas. Una muestra de la clerofobia republicana fue el discurso parlamentario pronunciado por Francisco Pi y Margall. Los republicanos también defendían la abolición de la esclavitud en Cuba y Puerto Rico.
A todos estos problemas se sumó el malestar de los mandos militares y el recrudecimiento de la resistencia de los guerrilleros independentistas en Cuba y Puerto Rico, que sostenía una lucha contra las tropas españolas desde el comienzo de las insurrecciones separatistas en 1868. Finalmente, Amadeo tomó la decisión de renunciar al trono y regresar a Italia, donde murió en 1890. Ante el vacío de poder y careciendo de alternativas viables, diputados y senadores reunidos en una asamblea extraordinaria optaron mayoritariamente por proclamar la república el 11 de febrero de 1873.
La Primera República (1873-1874)
Con la proclamación de la república se puso fin a muchos siglos de existencia de la institución monárquica. Sin embargo, el nuevo régimen republicano careció de amplios apoyos sociales y fracasó con rapidez. Además, los grupos sociales más poderosos siempre sintieron hostilidad, temor y recelo ante las intenciones reformistas de los nuevos gobernantes republicanos. Casi todos los dirigentes republicanos eran prestigiosas y respetadas figuras de la intelectualidad española de la época. En sólo 10 meses, pasaron por la presidencia del gobierno cuatro presidentes distintos: Estanislao Figueras, Francisco Pi y Margall, Nicolás Salmerón y Emilio Castelar. Su actuación al frente del gobierno se caracterizó por la provisionalidad, la impotencia, la falta de capacidad para asegurar el funcionamiento del Estado y la debilidad para controlar una situación cada vez más complicada.
Las principales medidas que se llevaron a cabo durante 1873 fueron bienintencionadas e inspiradas por sentimientos humanitarios, pero que resultaron fallidas, inoportunas y carentes de sentido práctico:
- La supresión del impuesto de consumos (desastrosa).
- La eliminación de las quintas para crear un nuevo ejército (que sólo sirvió para cuartear la disciplina de los reclutas en los cuarteles y provocar un aumento de las deserciones).
- La reducción de la edad con derecho a voto hasta los 21 años.
- La suspensión de las subvenciones económicas al clero católico y la completa desaparición de Iglesia y Estado.
- La prohibición del trabajo de los niños menores de 10 años en fábricas y minas.
Otras propuestas que fueron planteadas pero finalmente no prosperaron fueron:
- Una reducción de la jornada laboral en las fábricas a un máximo de 9 horas diarias.
- La abolición de la esclavitud en Puerto Rico. Sin embargo, los republicanos no llegaron a decretar el fin de la esclavitud en la isla de Cuba.
- La elaboración de un proyecto constitucional para convertir España en un Estado federal, plan legislativo que jamás llegó a aprobarse.
En relación a la política exterior, todos los intentos emprendidos para realizar la unidad ibérica entre España y Portugal fracasaron. Además, en 1873, únicamente Suiza y EEUU habían reconocido a la República española.
Problemas de la I República
A lo largo de 1873, el régimen republicano tuvo que afrontar varios conflictos y dificultades de extrema gravedad. Estos problemas fueron:
- La crisis económica y el aumento de los disturbios sociales: las huelgas se multiplicaron, las cotizaciones de las empresas descendieron continuamente en la bolsa y el miedo impulsó a muchos ahorradores a retirar sus depósitos de los bancos. Mientras tanto, los jornaleros andaluces se lanzaron a ocupar fincas por la fuerza, y los obreros anarquistas internacionalistas extendieron sus actividades preparando una huelga revolucionaria en Alcoy.
- El descontento militar: durante las cinco semanas posteriores a la proclamación de la república ya se produjeron dos intentos frustrados de sublevación militar contra el gobierno, que demostraban la inquietud de los mandos del ejército.
- La guerra contra los carlistas: los partidarios de Carlos VII se hicieron con el control de las zonas rurales vasco-navarras, y el pretendiente carlista se comprometió a restablecer los fueros aragoneses y catalanes suprimidos por el rey Felipe V en 1715. El ejército carlista obtuvo inicialmente algunos éxitos militares, y Carlos VII llegó a crear un gobierno formal con capital.
- Las insurrecciones cantonalistas: durante la presidencia de Pi y Margall se produce por toda España un acontecimiento por el que las regiones, ciudades o comarcas se declaran repúblicas o cantones y se rebelan contra el Estado con gran violencia. Una confusa mezcla de democratismo, federalismo, igualitarismo y reivindicaciones obreras conformaban la ideología de los líderes cantonalistas y de sus seguidores. La insurrección se inició en Cartagena, que se constituyó en “cantón” o estado-regional independiente y se extendió a Levante y Andalucía. Los insurrectos cantonalistas se hicieron con el dominio de más de 30 ciudades como Málaga, Sevilla, Granada y Cádiz. Todas ellas fueron proclamadas como cantones libres y separados. Asimismo, en algunos cantones andaluces, como Cádiz, se destruyeron conventos, se suprimieron las festividades religiosas, se prohibieron las procesiones católicas y se retiraron las imágenes sagradas de los edificios y calles. Además, la revuelta cantonalista empujó a la República hacia la derecha, ocasionando el fin de la política de persuasión y de legalidad de Pi y Margall, que se vio en la necesidad de enfrentarse a la rebelión con mano dura o actuar con un talante persuasivo y de diálogo. Ante esta situación, Pi y Margall dimite, sucediéndole Salmerón, quien recurrió al ejército, con lo que pudo acabar con la resistencia cantonalista, salvo en Málaga y Cartagena, que contaba con el apoyo de fuerzas militares. Al tratar a los cantonalistas como criminales, se planteó la cuestión del restablecimiento de la pena de muerte, lo que obligaba a la dimisión de Salmerón, opuesto a ella, sucediéndole Castelar. Las insurrecciones cantonalistas fueron sofocadas militarmente con dureza por el gobierno republicano y el 12 de enero de 1874 fue sometido el último cantón que había logrado resistir en Cartagena.
- La guerra contra los independentistas cubanos: los guerrilleros separatistas estaban liderados por Céspedes, Máximo Gómez y Antonio Maceo. Cuba era una de las pocas posesiones coloniales que aún conservaba España y entonces ocupaba la primera posición mundial en producción de azúcar. Era una isla moderna y muy desarrollada y fue uno de los primeros lugares del mundo donde se instalaron máquinas de vapor y tendidos telegráficos eléctricos. Incluso se construyó allí una línea de ferrocarril diez años antes que en la Península.
- Las conspiraciones alfonsinas: La ex reina Isabel había cedido los derechos al trono a su hijo Alfonso y ambos vivían exiliados en el extranjero. Pero dentro de nuestro país, algunos burgueses, la aristocracia y generales y oficiales del ejército deseaban el restablecimiento de la monarquía borbónica y, con este propósito, comenzaron a preparar y planificar hacer caer la República.
El Fin de la I República
La primera fase de la República concluyó el 4 de enero de 1874 cuando el general Manuel Pavía culminó un golpe de Estado. Sus tropas rodearon el edificio del Congreso de madrugada y varios guardias civiles irrumpieron en el salón, desalojando a los diputados. Sin embargo, Pavía no tenía ninguna aspiración personal a quedarse con el poder e inmediatamente convocó una reunión de los mandos militares más destacados y de los principales líderes de todos los partidos. Según se decidió en esa reunión, el general Serrano asumió la jefatura del Estado con plenos poderes. No obstante, entre sus miembros había conocidos políticos como Sagasta y Cristino Martos. El gobierno de Serrano suspendió la Constitución de 1869, disolvió las Cortes, ordenó la ilegalización del movimiento obrero e impuso el orden en las calles. Todo ello significó el fin de la I República. El restablecimiento de la monarquía borbónica se consumó definitivamente el 29 diciembre de 1874, cuando el general Martínez Campos se sublevó y proclamó a Alfonso XII como nuevo rey de España. Por su parte, Serrano y Sagasta se marcharon a Francia al carecer de apoyos militares para resistir y a bloquear Madrid con barricadas como habían pedido Manuel Ruiz Zorrilla y Francisco Pi y Margall.