La Ruptura Autoritaria en España: Dictadura de Primo de Rivera (1923-1930)


LA RUPTURA AUTORITARIA. DICTADURA DE PRIMO DE RIVERA, 1923 – 1930.

1. Pronunciamiento y “benevolente oposición”.

La Restauración, a principios de la década de los 20, se encuadra en un contexto de cambio mundial, política de masas, trauma del excombatiente post IGM… y, desde esa perspectiva, nos encontramos con una España que no percibe así la situación, pese a que la sociedad comienza a cambiar: (1) aparecen las sociedades de masas, al tiempo que surge el peligro y esperanza de la llegada del comunismo; (2) aparece una mayor interiorización de conceptos que, hasta ese momento, eran excepcionales: violencia y política, violencia como algo positivo… cada vez más asumida por la sociedad. No es una violencia especializada, de ejércitos y militares, sino una violencia que aparece como sistemática entre la población civil, para ganar guerras políticas internas. Progresivamente, crece e inunda la sociedad, naturalizándose.

Así, los últimos años de la Restauración son de decrecimiento, de falta de credibilidad, de que ese camino no podía seguir. Los conflictos se multiplican y la población civil, tanto de izquierda como de derecha, se moviliza.

Realmente, la dictadura de Primo de Rivera puede considerarse un pronunciamiento clásico del siglo XIX: se sublevan una serie de militares que van solicitando la adhesión a la causa por parte de los demás cuarteles. Con todo, González Calleja defiende la singularidad de este pronunciamiento: es la primera intervención corporativa del ejército que no tiene intención de ceder el poder a ningún partido o líder, como sí ocurría en el XIX. Es un golpe militar para la construcción de un régimen militar, que no estará vinculado ni a instituciones ni al poder civil.

En septiembre de 1923, se publica el manifiesto de Primo de Rivera, contando con el apoyo de Sanjurjo, gobernador militar de Zaragoza, y de cuatro generales que van a ser su apoyo desde el primer momento, “el cuadrilátero”: Cavalcanti, Gabán, Berenguer y Salo.

El 11 de septiembre, durante la celebración de la Diada en Barcelona, tiene lugar un macro banquete de representantes de las nacionalidades históricas: catalanes, vascos, gallegos… y, aunque el pronunciamiento estaba planeado para el día 14, se adelanta al 12. En tanto que lo que se pretende es instaurar un gobierno estrictamente militar, es destacable que la pasividad del monarca: en la mañana del día 13, tras conocerse el pronunciamiento, Portela Valladares, ministro de Fomento, se encamina a Barcelona para hablar con Primo de Rivera y detenerlo. Esto no llega a ocurrir porque el monarca, siendo el responsable último, no participa en el cese de Primo de Rivera.

Centrándonos en la figura de Primo de Rivera, encontramos un militar, nombrado Capitán General de Cataluña desde marzo de 1922. Tenía un enorme carisma personal y era muy reconocido entre los africanistas de Marruecos. Aunque era militar, no político, su empoderamiento y creencia de que servía para dirigir el país provenían de diversas campañas en las que tuvo cierto reconocimiento; además, si bien no es un político para convencer, sino un militar, tiene estrategias pragmáticas para captar apoyos. No le preocupa una política de construcción de futuro, entendiendo que lo importante es captar los apoyos suficientes para no perder el poder.

Con apoyos tenemos que entender que no hace referencia solo a las manifestaciones abiertas a favor del régimen, en tanto que la pasividad también consolida su poder. Como apoyos, destacar a Severiano Martínez Anido, una figura muy vinculada al régimen, siendo capitán militar de Barcelona y contando con altos cargos durante la dictadura.

En cuanto a la pasividad de Alfonso XIII, su jugada pretendía que Primo de Rivera fuese una designación más, similar a una nueva crisis ministerial de la Restauración. Para eso, debía jurar como presidente del Consejo de Ministros, algo a lo que el general se opone, llegando a un acuerdo entre ambos: jurará lealtad al rey como presidente, pero no realizará un gobierno al uso, sino un directorio militar.

El rey tuvo un cruce de caminos: o apostaba por el parlamentarismo y metía a Primo de Rivera o apostaba por la vía nueva que le ofrecían, planteándose como rey de control y naturaleza estrictamente militar. Al final, todo permanece como estaba antes, eso sí, siendo un paso hacia adelante por parte de la corona, al haberse arriesgado por la vía nueva.

Tan solo cuatro días después del golpe, siguiendo la idea del Somatén catalán, se crea el Somatén nacional, como una organización civil de contenido paramilitar, más allá del ejército, para controlar a la sociedad.

La sociedad de la década de los 20 era diferente a la década anterior: sociedad de masas, estructuras de Estado enormes de contenido totalitario (Unión Soviética). Veremos, desde el primer manifiesto, que Primo de Rivera tenía la intención de cambiar la sociedad y la política. Así introduce, como novedad, el control de la información en manos del Estado, buscando mantener y difundir unos determinados valores, controlar los cauces de opinión… y entendiendo la información, por primera vez, como algo decisivo sobre lo que el Estado debe actuar.

Todos tienen un concepto distinto de democracia y todos se consideran demócratas. Encontramos declaraciones, desde Primo de Rivera hasta Franco, de los mismos considerándose demócratas, en tanto que entienden que la democracia es la manera de organizar colectivamente un Estado, siendo la versión que defienden la más beneficiosa.

Para Primo de Rivera, la libertad de expresión era decadencia: el debate, el diálogo, la disparidad de criterios… se entienden siempre como conflicto, siendo la violencia la forma de solucionarlo.

Encontramos diversos elementos que caracterizan la dictadura: (1) la existencia de dos grandes partes en política, la izquierda y la derecha, así como de un concepto de nación flexible, pero presente en ambos, pudiendo ser más o menos nacionalista. Estas dos partes no se mezclan entre ellas, en tanto que las dictaduras aplican una política de “búsqueda de la nación” que encuadra y separa a la izquierda y la derecha; (2) el ataque a las élites liberales; (3) y la represión sobre el movimiento obrero y los contenidos de la democracia liberal. Estos elementos no son exclusivos de España, en tanto que aparecen como base para dictaduras de este estilo o de estos años, que se dan en España, Portugal, Italia, Polonia, Bulgaria, Grecia y Yugoslavia.

Esta dictadura provoca una campaña de imagen ética, contra el viejo caciquismo, contra el clientelismo. Realmente, fue una fachada ideológica porque lo que esconde es una progresiva institucionalización del control militar sobre la sociedad civil.

Los jefes o capitanes del ejército, todos militares, van a ser elegidos por cada partido judicial, que constituye la base del sistema político hasta aquel momento. Se encargan de vigilar la marcha de los ayuntamientos, sino para impulsar las corrientes de una nueva vida ciudadana, un nuevo concepto de ciudadanía.

Encontramos influencias del fascismo de Mussolini, especialmente entre noviembre de 1923 y enero de 1924. En las declaraciones de estos meses, hablaba directamente de su admiración por el fascismo italiano y, a finales de 1923, viaja a Roma con Alfonso XIII, donde elogia a Mussolini. Esto es destacable en tanto que, en ese momento, Primo de Rivera tiene más poder que Mussolini, con el cierre de las Cortes y la instauración del gobierno militar. Cuando Primo de Rivera pasa de la fase de Directorio Militar al Directorio Civil en 1925, Mussolini aún está intentando consolidar su dictadura.

El régimen cobra impulso en la primavera de 1924, con la creación del Consejo de Economía Nacional, un organismo que canaliza los intereses de los grupos de depresión, sentando las bases de una política intervencionista y organizando a estos grupos, siendo una copia de lo que lleva a cabo Mussolini en Italia.

En cuanto a la política social, esta queda en manos de su secretario de Trabajo, que regula y decide las relaciones laborales, la legislación social y crea los comités paritarios de obreros y patronos en noviembre de 1926. Hay un aspecto mimético con la dictadura de Mussolini, que tenía un componente altamente social. Asimismo, la participación de la UGT y los sindicatos socialistas nos muestra el pensamiento de estas dictaduras, en tanto que les importa poco la teoría: les da igual que sean socialistas, quieren utilizarlos para un objetivo concreto, que está por encima de la ideología.

Se intenta también un cambio en la administración, que queda en manos del ministro Calvo Sotelo. Se promulga un cambio dentro de los ayuntamientos y de las provincias: el Estatuto Municipal y Provincial. Pretende cambiar administrativamente España, concediendo una mayor autonomía financiera y de gestión para los ayuntamientos, que no dependerán tanto de las estructuras del Estado.

En abril de 1924 se separan los cargos de gobernador civil y militar y, ante dicha separación, se entiende que la parte civil no debe estar dirigida por militares y se dice que habrá elecciones municipales y de diputaciones políticas, pero nunca llegan a celebrarse.

Se creó también una organización para intervenir en política, Unión Patriótica, un partido que debía jugar la parte de cuerpo de la nación en la política. Presenta un claro contenido nacionalista, de valores militares, violencia, jerarquía… pero no es una estructura fascista. Es la versión española del fascismo, pero no es fascista, en tanto que guarda respeto a la Iglesia, la adhesión al catolicismo, tiene un escaso componente social, es muy nacionalista… e integra a los civiles en la política.

En 1926, tiene lugar el periodo de mayor esplendor del régimen, pero también comienza a aparecer la falta de innovación. Es el momento en que, cuando se da el cambio hacia el Directorio Civil, los movimientos de oposición comienzan a tener una mayor actividad. Se crea la Alianza Republicana, lo que, para una dictadura absolutamente vinculada a Alfonso XIII, implica una intención de cambio de sistema irremediable.

Otra clave de las dictaduras en general, que comienza en el caso concreto de la España de Primo de Rivera, es el fomento de la delación, que consistía en la denuncia o información a las autoridades sobre actividades contrarias al régimen, fundamentalmente en clave anónima. Esto provocó un distanciamiento del Estado con sus gobernados, en tanto que, como cualquiera podía estar bajo sospecha, todo el mundo desconfiaba de todo el mundo, tanto de los vecinos como del propio Estado.

Se inicia una persecución contra anarquistas, comunistas y socialistas, buscando mitigar los conflictos sociales. Se promulga propaganda nacionalista como forma de neutralizar el avance de las ideas de izquierdas, teniendo lugar un enorme proceso de nacionalización y culturalización de masas, que va a fomentar, por primera vez, un adoctrinamiento nacionalista masivo de la población. Aparecen difundidos en cuarteles, escuelas, barrios obreros… dándose un claro adoctrinamiento desde arriba, que provoca el efecto contrario al esperado: comienza a desenvolverse un nacionalismo español de corte democrático, laico y republicano.

Los conflictos de las décadas de 1910-1920 tenían un contenido mayoritariamente social y económico, propiciados por demandas de empleo, de subidas laborales… pero no tenían un componente excesivamente ideológico, siendo la lucha del trabajador y del empresario.

Con todo, aquellos que se oponen a la dictadura reaccionan cada vez con más métodos de violencia, como en el caso de los sectores anarquistas.

La actividad económica comienza a dar síntomas de agotamiento, en parte porque no se aprovecha ni se mantiene el boom de la IGM, dándose una desaceleración del crecimiento durante la segunda mitad de la década de los 20. Calvo Sotelo no puede realizar sus proyectos de reforma fiscal y la deuda pública no puede aumentar en la medida necesaria para la política de grandes obras públicas que fomenta la dictadura. Con todo, es también en este momento cuando tienen lugar actos propagandísticos del Régimen, como la exposición intercontinental y universal de Barcelona y Sevilla del año 29.

A inicios de 1930, Primo de Rivera anuncia a sus ministros que deja el poder porque está enfermo, tiene diabetes. El 27 de enero de 1930 dimite y muere dos meses después en París. Cabe destacar tres cosas del fin de su gobierno:

  1. Primo de Rivera no consulta con el rey ni con dirigentes políticos, consulta exclusivamente con los 8-9 capitanes generales de todas las plazas de España. Todos le dicen que se vaya, menos Sanjurjo.
  2. Cuando considera que debe dejar el cargo, deja encargado que exista una transición hacia lo viejo, lo anterior. Primo de Rivera surge como elemento excepcional para arreglar lo que había con el Parlamentarismo liberal, al que pretenden regresar.
  3. No muere en Madrid, muere en París, se va al exilio. ¿Hasta qué punto los poderes de España en ese momento consideraban a Primo como alguien que no puede estar en España?

2. Oposición y colapso de la dictadura y la monarquía (1930 – 1931).

Se van creando grupos, alternativas, para plantear una democracia parlamentaria, una república. Estaban separados, no se interrelacionaban los parlamentarios, pero a partir de los años 30 son capaces de formar estrategias de convergencia.

No es un camino que empiece en el 26, cuando comienza a darse oposición a la monarquía, sino que viene de antes, de las identidades que se fueron generando y que, en momentos puntuales, son capaces de llegar a un acuerdo contra un enemigo común, pese a que siguen siendo diferentes. Todos esos grupos estaban ya en la década de los 10 intentando cambiar la sociedad, estas corrientes de cambio llevan cimentándose mucho tiempo.

Tras la IGM, se produce la creación de una nueva cultura cívica en determinados sectores, que no tiene nada que ver con la militar y que busca una mayor representatividad política desde la década de 1910, defendiendo: (1) la apertura del parlamentarismo; (2) la erradicación de la corrupción electoral, que era clave para el sistema, en tanto que, para la población de los años 30, las elecciones son un nido de corrupción; (3) un proceso de secularización; (4) las ciudades como un elemento de modernización contrario a los valores del catolicismo y de la aristocracia, ciudades que entienden que el espacio urbano es el espacio de modernización, que representa mejor la nueva sociedad del futuro; (5) la aparición de los primeros partidos de masas y de los grandes sindicatos, pasando los conflictos de tener un carácter socio-económico en las primeras décadas, a contar con un carácter claro y exclusivamente político en los 30, aunque con componentes eco-sociales; (6) la presencia pública de las élites intelectuales, como reacción frente a la consideración de la cultura por parte de la dictadura: para Primo de Rivera la cultura no importa y se debe anular a la gente que promueve novedad y conocimiento. El debate y el diálogo como claves del conocimiento son sospechosos de generar conflicto y diversidad de pareceres.

Como remate, Primo de Rivera dimite, siendo Berenguer y Aznar los encargados de la transición con las elecciones municipales. El 15 de febrero de 1931, antes de las elecciones municipales de abril, Berenguer, jefe del gabinete, le dice al general Mola, que en aquel momento era el responsable del servicio de información de la dictadura: España va a ser como una botella de champán que se destapa. Lo único que tenía que hacer Mola sería controlar los posibles conflictos que existiesen contra la transición. Con todo, la dictadura de Primo de Rivera se cae por un vacío en el poder, que es ocupado por las nuevas élites y culturas que llevan asomando desde los 10 y que, en ese vacío, encuentran la capacidad de generar un nuevo sistema que tiene que echar abajo la clave del mismo: el rey.

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