Nacido en Madrid en 1562, desde muy joven leyó a los clásicos y escribíó sus primeras comedias con 12 años. Su vida y su obra estuvieron marcadas por las numerosas mujeres que amó y a las que escribíó: Elena Osorio, Isabel de Urbina, Micaela Luján, Marta de Nevares… Su producción fue inmensa. Él presumía de haber escrito 1500 obras teatrales, aunque muchas se han perdido y otras son de dudosa autoría. Todavía se conservan 316 comedias escritas inequívocamente por Lope. Sus temas son variadísimos: pastoriles, caballerescos, religiosos, mitos de la antigüedad, leyendas locales…:
Dramas de honor: tratan el tema del poder injusto, como en Peribáñez y el comendador de Ocaña, Fuenteovejuna o El mejor alcalde, el rey. En ellas, un noble abusa de su poder sobre los villanos, quienes oponen resistencia y finalmente acuden al rey para que imponga justicia o ratifique la venganza.
Dramas trágicos: en El castigo sin venganza, el protagonista sufre el conflicto entre su deseo individual y lo establecido por la norma social, que es la que finalmente se impone. También destaca en este grupo El caballero de Olmedo, homenaje a La Celestina, donde la ruptura de las convenciones conduce inevitablemente a la tragedia.
Comedias de capa y espada: Alcanzaron gran popularidad La dama boba, El perro del hortelano, Las Bizarrías de Belisa… Son comedias protagonizadas por el galán y su dama, donde el amor vence todas las barreras y todo acaba bien, pues lo exige el gusto del público.
TIRSO DE MOLINA
Autor de El burlador de Sevilla inicia con esta obra el mito de don Juan TEnorio
Nacido en Córdoba en el seno de una familia pudiente, estudió Leyes en Salamanca, pero pronto se decantó por la literatura. Aunque se ordenó como sacerdote, llevó una vida disipada, y ya era considera-do como el gran poeta de su tiempo en 1617, cuando se trasladó a la corte, siendo capellán real. Devoto del lujo y del juego, se vio acosado por las deudas y regresó a Córdoba, donde murió un año después, en 1627. A pesar de su exquisita formación, Góngora sentía debilidad por las formas populares, por lo que su obra es fácilmente divisible en dos grupos:
· Las obras del príncipe de la luz: Son obras de arte menor, de lenguaje refinado, pero de inspiración popular. Aunque en ocasiones tratan temas graves, la mayoría muestra un carácter humorístico o satírico. Las composiciones más importantes de este grupo son los romances y, entre ellos, la Fábula de Píramo y Tisbe, que mezcla a la perfección la burla y la reflexión, el refinamiento y las expresiones chocarreras.
· Las obras del príncipe de las tinieblas: Nos referimos aquí a las obras más oscuras, las de más difícil comprensión. En este grupo se encuentran sus sonetos, de gran perfección formal y estilización, basados en su mayoría en mitos clásicos. También aquí figuran sus dos grandes composiciones: la Fábula de Polifemo y Gala-tea y las Soledades.
En la Fábula de Polifemo y Galatea, Góngora hace todo un despliegue de la artillería culterana, y la composición solo es comprensible para un lector extremadamente culto. Se trata de 504 versos en octavas reales sobre el mito del cíclope enamorado de la ninfa. En las Soledades, Góngora llega a la máxima complicación sintáctica. Inicialmente, iban a ser cuatro, pero finalmente solo escribíó la primera y parte de la segunda. Se trata de una serie de composiciones sobre el mundo pastoril en una naturaleza idealizada.
Fue un prolífico poeta de enorme maestría. Aunque no llegó nunca a ver sus poemas publicados en vida, gozó de fama desde muy joven, corriendo sus versos manuscritos de mano en mano. La primera versión impresa que tenemos de sus poemas se encuentra en El Parnaso español, de 1648. Dada la extensión de su obra (unas mil composiciones), sus poemas se suelen clasificar según su temática. Así, podemos encontrar:· Poesía amorosa: Muestra una interesante mezcla entre petrarquismo y una voz lírica, personalísima y apasionada, teñida de amargura y de dolor./ Poesía metafísica: Está formada en su mayoría por sonetos, plagados de tópicos clásicos (la brevedad de la vida, la realidad cambiante, la certeza de la muerte…), en los que sobresale su sentimiento de desengaño absoluto, tan típico del Barroco./· Poesía satírico-burlesca: Es la más abundante. Casi cuatrocientas de las composiciones de Quevedo son de este tipo. Cualquiera puede ser objetivo de sus malvados dardos: mujeres, cornudos, borrachos, judíos, médicos… y, por supuesto, Góngora.
Quevedo domina magistralmente todos los registros, desde el más elevado al más vulgar, y su poesía supone un auténtico muestrario de los contrastes propios de la poesía conceptista: paradojas, oxímoros, dilogías, hipérboles, paronomasias, antítesis, metáforas…
EL BUSCÓN Es la única novela escrita por Francisco de Quevedo, datada entre los años 1603 y 1608, aunque nunca reconocíó su autoría. Está dividida en tres libros de siete, seis y diez capítulos. Al final se nos anuncia una segunda parte, pero nunca llegó a escribirse. Aunque cumple con todas las carácterísticas formales de la picaresca, también es cierto que Quevedo no pretende dar un efecto moralizante a su obra, cosa que la diferencia de otras del género. Algunas de las acciones del protagonista, condenables desde una perspectiva moral o ética, quedan sin castigo. Salvo en la frase final, «pues nunca mejora su estado…», no encontramos en la obra un discurso moralizador, lo que indica que la intención del autor al escribir la novela es lograr la comicidad: reír con las ocurrencias del protagonista. El estilo satírico es excesivo, con descripciones grotescas de los personajes, en un resto típico Barroco. Las descripciones exageran las deformidades físicas y las faltas morales. Quevedo muestra un gran dominio del lenguaje con un vocabulario