La Virgen María en la Doctrina Católica
Complemento de su Glorificación: Su Realeza
«A esta exaltación de la Hija excelsa de Sión, mediante la asunción a los cielos, está unido el misterio de su gloria eterna. En efecto, la Madre de Cristo es glorificada como Reina Universal» (Encíclica Redemptoris Mater, n. 41).
María como Mediadora
Esta mediación subordinada de María «es, al mismo tiempo, especial y extraordinaria. Brota de su maternidad divina y puede ser comprendida y vivida en la fe, solamente sobre la base de la plena verdad de esta maternidad. Siendo María, en virtud de la elección divina, la madre del Hijo consubstancial al Padre y ‘compañera singularmente generosa’ en la obra de la redención, es nuestra Madre en el orden de la gracia. Esta función constituye una dimensión real de su presencia en el misterio salvífico de Cristo y de la Iglesia» (Encíclica Redemptoris Mater, n. 38).
Madre de los Hombres en el Orden de la Gracia
El Concilio Vaticano II lo explica así: «Concibiendo a Cristo, engendrándolo, alimentándolo, presentándolo al Padre en el templo, sufriendo junto con su Hijo, que moría en la Cruz, cooperó de manera absolutamente singular, por la obediencia, por la fe, la esperanza y la ardiente caridad, en la restauración de la vida sobrenatural de las almas. Por esta razón es nuestra Madre en el orden de la gracia» (Constitución Lumen Gentium, n. 61).
Juan Pablo II: María como Portavoz de la Voluntad de Cristo
«Al mismo tiempo», señala el Papa Juan Pablo II, «hay otro aspecto de la función maternal de María, que es el presentarse ‘ante los hombres como portavoz de la voluntad del Hijo’, indicadora de aquellas exigencias que deben cumplirse para que pueda manifestarse el poder salvífico del Mesías» (Ibid n. 21). El ‘haced lo que Él os diga’ es la enseñanza más grande de la Madre a los hijos.
Madre de la Iglesia
«Precisamente esta fe de María, que señala el comienzo de la nueva y eterna Alianza de Dios con la humanidad en Jesucristo, esta heroica fe suya precede al testimonio apostólico de la Iglesia, y permanece en el corazón de la Iglesia, escondida como un especial patrimonio de la revelación de Dios» (Encíclica Redemptoris Mater, n. 27).
El Culto y la Devoción a María Santísima
Pablo VI afirmó que la devoción a María es «elemento cualificador e intrínseco de la genuina piedad de la Iglesia y del culto cristiano» (Exhortación Marialis Cultus, n. 56).
El Rezo del Santo Rosario
«El rezo del santo rosario, con la consideración de los misterios, la repetición del Padre nuestro y del Avemaría, las alabanzas a la Beatísima Trinidad y la constante invocación a la Madre de Dios, es un continuo acto de fe, de esperanza y de amor, de adoración y reparación» (Monseñor Josemaría Escrivá de Balaguer, Roma, 1973). El rezo del santo rosario es una de las devociones más recomendadas por la Iglesia.
San José en la Tradición Cristiana
San José y su Unión con la Virgen María
Señala el Papa León XIII: «Como San José estuvo unido a la Santísima Virgen por el vínculo conyugal, no cabe la menor duda de que se aproximó más que persona alguna a la dignidad sobreeminente por la que la Madre de Dios sobrepasa a las restantes naturalezas creadas… Si, pues, Dios dio a la Virgen por esposo a José, no solo se lo dio, ciertamente, como sostén en la vida, sino que también le hizo participar, por el vínculo matrimonial, en la eminente dignidad que esta había recibido» (Encíclica Quamquam Pluries).
San José y los Dones Divinos
Así lo explica San Bernardino de Siena: «Cuando, por la gracia divina, Dios elige a alguno para una misión muy elevada, le otorga todos los dones necesarios para llevar a cabo esa misión, lo que se verifica en grado eminente en San José, padre nutricio de Nuestro Señor Jesucristo y esposo de María» (Sermo I de S. Ioseph).
Devoción a San José
«Si crece la devoción a San José, el ambiente se hace al mismo tiempo más propicio a un incremento de la devoción a la Sagrada Familia… José nos lleva derecho a María, y por María llegamos a la fuente de toda santidad, a Jesús, quien por su obediencia a José y María consagró las virtudes del hogar» (Benedicto XV, Motu Proprio Bonum Sane et Salutare).
Verdades Fundamentales de la Fe Cristiana
Cristo, Redentor del Hombre y del Mundo
«La única orientación de espíritu, la única dirección del entendimiento, de la voluntad y del corazón es para nosotros esta: hacia Cristo, redentor del hombre; hacia Cristo, redentor del mundo. A Él queremos mirar nosotros, porque solo en Él, Hijo de Dios, hay salvación, renovando la afirmación de Pedro: ‘Señor: ¿a quién iríamos? Tú tienes palabras de vida eterna'» (Juan Pablo II, Encíclica Redemptor Hominis, núm. 7) (Cfr. Puebla, núm. 214).
Cristo, Centro de la Historia Humana
«La Iglesia cree que Cristo, que murió y resucitó por todos, ofrece al hombre luz y fuerza, por medio del Espíritu Santo, para que pueda responder a su vocación; y que no se les ha dado a los hombres otro nombre bajo el cielo por el que puedan salvarse. Igualmente, cree que la clave, el centro y la finalidad de toda historia humana se encuentran en su Señor y Maestro. Además, la Iglesia afirma que en el fondo de todos los cambios hay muchas cosas que no cambian, que tienen su último fundamento en Cristo, que es el mismo ayer y hoy y por todos los siglos» (Concilio Vaticano II, Constitución Pastoral Gaudium et Spes, núm. 10) (Cfr. Puebla, núm. 194).