Lacan y Descartes


3. EL MÉTODO CARTESIANO

Para alcanzar ese objetivo de alcanzar una filosofía libre de error es imprescindible encontrar un
método adecuado. El método se convierte en la obsesión de su filosofía. Todo resultado depende de
la aplicación del método. Si el conocimiento es uno, el método también debe ser uno. En definitiva,
no hay más que una sola ciencia, aunque posea varias ramas interconectadas. De ahí que deba haber
un solo método científico.
Desconfiado de los sentidos sensibles y de la imaginación, Descartes propone encontrar la
certeza absoluta recluyéndose en el interior de la conciencia. También desconfía de los largos
raciocinios, que pueden introducir algún error. Además, las reglas están pensadas para evitar los
prejuicios, las precipitaciones, las falsas creencias o la impaciencia del investigador. En la primera
parte del Discurso afirma que los que andan muy despacio, pueden llegar mucho más lejos. Las
reglas deben ser utilizadas en toda clase de investigación que pretenda ser rigurosa y acceder a la
certeza.
Hay dos formas de conocer mediante la razón: la intuición y la deducción. Descartes entiende
por intuición el captar de manera inmediata y sin dudas ideas simples evidentes en si mismas. La
intuición tendrá por objeto ideas claras y distintas. En cuanto a la deducción, será el inferir de
forma necesaria una conclusión a partir de unas premisas que indudablemente ciertas. Su método
empleará ambas vías.
Las reglas concretas se presentan en la segunda parte del Discurso del método. Éstas son cuatro:
1ª. La evidencia es la primera regla.
No solo es la primera sino la más importante. Si procedemos
de acuerdo con esta regla nunca erraremos en nuestros conocimientos. No hay que admitir nada que
sea dudoso, ni precipitarse (tomar por verdadero algo falso) ser demasiado precavido (tomar por falso
algo verdadero) sino suspender el juicio hasta que la idea se presente en la mente de forma clara y
distinta, no dejando lugar al error. Literalmente “no admitir cosa alguna como verdadera si no se la
había conocido evidentemente como tal”
2ª. El análisis es la segunda regla del método, “Dividir cada una de las dificultades a examinar
en tantas parcelas como fuera posible y necesario para resolverlas más fácilmente” Por medio de la
intuición solo podemos percibir con evidencia ideas simples. Para poder percibir de la misma manera
las complejas, compuestas y por tanto no evidentes y oscuras, basta con descomponerlas en sus
elementos simples. Con el análisis se llega a los átomos del pensamiento, aptos para poder ser
percibidas por la intuición. Esta regla estará comprenderá el momento de la intuición.
3ª La tercera regla es la síntesis “conducir por orden mis reflexiones comenzando por los
objetos más simples y más fácilmente cognoscibles, para ascender poco a poco, gradualmente,
hasta el conocimiento de los más complejos” Una vez que los conceptos compuestos se han
descompuesto en conceptos simples, debemos volver a recomponerlos por medio de la síntesis,
intuyendo su encadenamiento, yendo de los conceptos más simples a los más oscuros. Esta regla
comprenderá el momento de la deducción.
4ª La enumeración y revisión es la cuarta y última regla del método. Literalmente “realizar
recuentos tan completos y revisiones tan amplias que pudiese estar seguro de no omitir nada” El
análisis se comprueba con la enumeración y la síntesis con la revisión.
4. LA DUDA METÓDICA

La duda es la actitud de incertidumbre que obliga a no decidirse ni por la verdad ni por la
falsedad de un enunciado mientras no existan pruebas razonables en un sentido o en otro. Puede
distinguirse entre duda metódica y duda escéptica. Un ejemplo de escepticismo fue Pirrón de
Elis, iniciador del escepticismo antiguo, que sostiene una duda universal y radical, que termina en la
suspensión del juicio sobre la verdad o falsedad de cualquier enunciado, y por tanto, en la
imposibilidad de pronunciarse a favor o en contra.
En Descartes la duda es su método, con el cual pretende demostrar la certeza de sus creencias,
así como el punto de apoyo de una certeza que sea completamente indubitable. La duda hiperbólica
(apenas utilizó el término metódica) es el proceso de duda que emprende con la intención de
averiguar si hay alguna verdad indudable, a partir de la cual poder comenzar las deducciones sin
miedo a caer en el error. Se trata de una duda metódica. Es una duda orientada hacia la búsqueda
de la verdad. Propone combatir el escepticismo, su aspiración es alcanzar la certidumbre absoluta,
una verdad capaz de resistir los ataques de los escépticos y que le sirva como base para construir su
filosofía. La duda es el medio para alcanzar una filosofía sólidamente construida.
a. Los sentidos nos pueden engañar (percepción)
Los motivos para la duda se presentan en tres niveles concretos. El primero plantea que los
sentidos nos engañan, y es prudente no confiar nunca en quien nos ha engañado al menos una vez.
Es difícil admitir que los sentidos nos engañen siempre, pero por remota que sea, cabe la
posibilidad, no teniendo así absoluta certeza. Por lo tanto, deben considerarse como falsos todos los
datos proporcionados por los sentidos.
a. La confusión entre vigilia y sueño (existencia del mundo exterior)
¿Quién no ha soñado alguna vez con algo que se le ha presentado en la vigilia? Como podemos
ser engañados por las ilusiones del sueño, nunca podremos estar absolutamente convencidos de la
existencia de un mundo exterior a mi pensamiento. Por tanto consideraré falsa la existencia del
mundo exterior
a. La hipótesis del genio maligno (verdades matemáticas)
Es posible, dice Descartes, dudar de todas las percepciones de los sentidos, porque a veces nos
engañan, además, los hombres hay veces que no distinguimos la vigilia del sueño, llegando a dudar
de la misma existencia.
Aún así, la duda metódica de Descartes busca otra alternativa. No es imposible que estemos
sometidos a un Dios maligno “no menos artero y engañador que poderoso” que nos confunde en lo
tocante a la certeza de las supuestas verdades. La hipótesis del genio maligno es una metáfora que
expresa a la duda sobre la razón misma. Nuestra propia razón puede engañarnos, manifestándonos
como cierto algo que no lo sea. Nuestra naturaleza puede ser tal que nos confunda cuando creemos
entender que algo es verdadero o falso. Incluso es posible dudar de la certeza de las matemáticas
5. LA PRIMERA VERDAD Y EL CRITERIO DE CERTEZA

Descartes aspiraba a asentar el edificio de la filosofía sobre una base de tal solidez que resistiera
incluso la duda más radical de los escépticos, y cree poder lograrlo siguiendo un método
estrictamente racional y deductivo, semejante al que usaba en matemáticas y que tan buenos
resultados proporcionaba. Emprende su tarea con el convencimiento previo de que hallará alguna
verdad tan evidente, clara y distinta, de la cual no será posible dudar y que se convertirá en base y
fundamento para levantar un nuevo edificio filosófico.
Para ello necesita un punto de partida incontrovertible, un principio indiscutible, seguro e
indudable: una primera verdad que nadie pueda discutir. A partir de esa idea se construirá todo lo
demás. Esa idea deberá ser:
· Ser evidente. Debe ser conocido por si mismo, ser captado por la intuición. Es un conocimiento
inmediato, donde el objeto conocido es captado directamente por el entendimiento, con claridad y
distinción, y sin posibilidad alguna de error.
· Ser clara. La claridad es la presencia y manifestación de una idea en la mente que la intuye de
forma inmediata.
· Ser distinta. Una idea no debe contener nada que pertenezca a otras. Las ideas distintas son
necesariamente claras, mientras que una idea clara puede no ser distinta, puede existir junto a otras.
El cogito ergo sum es el modelo por excelencia de idea clara y distinta, que se afirma con la
máxima certeza, por encima de toda duda, pues del hecho de su propio pensamiento y de la propia
existencia no es posible dudar: incluso si dudara, eso demostraría que existo, pues para dudar es
necesario existir.
Para llegar a la existencia como consecuencia del pensamiento no es necesaria ninguna
deducción, pues la existencia misma se impone por intuición, con evidencia inmediata. La
existencia es un hecho irrefutable, una percepción inmediata, intuitiva y evidente. El cogito es la
expresión de la simple percepción de un hecho de mi conciencia inmediata, la existencia del yo que
piensa.
Esta primera verdad no solo demuestra la existencia del sujeto, sino que aporta conocimiento
sobre qué es. No es un cuerpo u otra cosa, sino que es puro pensamiento. Yo soy una cosa que
piensa.
Esta es la primera verdad y también es el criterio de certeza, servirá como modelo de certeza,
todo lo que se capte de la misma forma será cierto. Es decir, todo lo que se percibe de forma clara
y distinta es verdadero.
6. TEORÍA DE LAS IDEAS

La intuición y la regla de evidencia dan como resultado la primera verdad, ahora tratará de
deducir la existencia de las cosas extramentales o materiales. La existencia del mundo deberá
deducirse de esta primera verdad.
La filosofía cartesiana ya no estudiará el mundo objetivo, sino que estudiará las ideas. Hay que
señalar que Descartes ya no entiende por idea una realidad objetiva en el sentido platónico, sino que
la idea será en Descartes una realidad mental o subjetiva. En este sentido, hay que distinguir entre
el propio pensamiento, las ideas (ya que no puede haber pensamiento sin ideas) y el contenido de
esas ideas (ya que la idea tiene que ser idea de algo) El problema que surge es cómo demostrar que
las ideas se corresponden con una realidad extramental.
Para solucionar este problema, descubre tres tipos de ideas:
a. Ideas adventicias: aquellas que parecen proceder del exterior (ej. Azul, árbol)
a. Ideas facticias: construidas por la mente a partir de las anteriores (ej. Sirena, Pegaso)
a. Ideas innatas: aquellas que no proceden del exterior ni son construidas a partir de éstas. No
nacemos con ellas, son fruto natural de la razón. Son ideas innatas la idea de extensión, de
infinito, de pensamiento, etc. Las ideas innatas son la clave del Racionalismo. A partir de
ellas puede demostrarse la existencia del mundo y solucionar el problema del solipsismo
(“Solo yo existo”)
Descartes identifica la idea de infinito con la idea de Dios. El infinito no puede ser una idea
adventicia ni facticia, por lo que tiene que ser necesariamente innata. De ahí deduce que la idea de
Dios tiene que ser una idea innata. Esto es crucial en el Racionalismo cartesiano, ya que partiendo
de la Idea de Dios deducirá la existencia del mundo y aceptará la veracidad de los sentidos.
7. DEMOSTRACIÓN DE LA EXISTENCIA DE Dios

El tratamiento de Dios en Descartes es fundamental en su filosofía, es imprescindible demostrar
su existencia para poder continuar sus deducciones filosóficas una vez hallado el primer principio.
La perfección de Dios, dice ahora Descartes, permite conocer que Dios no engaña al hombre.
Por eso podemos fiarnos de nuestros sentidos en lo referente a la existencia del mundo exterior a mi
conciencia. Esto no significa que los sentidos adquieran ahora un papel relevante en la filosofía de
Descartes.
Mientras se mantiene encerrado en su conciencia, habiendo roto su comunicación con el mundo
exterior, renunciando a los datos procedentes de los sentidos, el hombre necesita una garantía para
dar el salto de su idea de mundo a la realidad del mundo corpóreo extramental. Esta es la razón de
su insistencia en buscar una prueba de la existencia de Dios, la cual una vez demostrada se
convierte en un nuevo criterio de veracidad.
Descartes se refugia en la bondad de Dios, que procura lo mejor para los hombres, impidiendo
que los hombres se equivoquen en sus deducciones, y que ni mucho menos nos dejará en manos de
un genio maligno. La intuición es suficiente por si misma, pero la veracidad divina es necesaria
para garantizar la fidelidad de los razonamientos o intuiciones sucesivas. Por eso es fundamental
demostrar su existencia.
a. Prueba a partir de la idea de infinito: Afirma que si tenemos la idea de infinito en nuestra
conciencia es porque esa idea debe provenir de un ser infinito. La idea de una sustancia
infinita, eterna, inmutable, independiente, omnipresente, omnipotente, omniscente, una idea
tan grande no puede salir solo de un hombre mortal.
a. Prueba basada en la imperfección y dependencia de nuestro ser: La segunda prueba parte de
la contingencia del propio hombre como un ser finito y limitado, que no tiene en si mismo la
causa de su ser. Dios es en consecuencia, la causa de nuestro ser.
a. Prueba basada en el “argumento ontológico”: La tercera es una versión del argumento de
San Anselmo, llamado por Kant argumento ontológico. La misma idea de Dios contiene en
sí misma la de su existencia. No es posible que a la idea de Dios le falte la existencia. Un ser
perfecto tiene que existir o no sería perfecto
Demostrada la existencia de Dios, que garantiza la veracidad de mi conocimiento, ya es posible
demostrar la existencia de las cosas corpóreas que percibo mediante los sentidos.
8. LAS TRES SUSTANCIAS

Descartes distingue tres ámbitos de la realidad: Dios, alma y mundo. Estas tres realidades
corresponden a tres sustancias: sustancia infinita, sustancia pensante y sustancia extensa.
Además de Deus o la sustancia infinita, Descartes sostiene un dualismo radical, distinguiendo
dos realidades esencialmente diferentes, por un lado el pensamiento o res cogitans; y por otro, los
cuerpos o res extensa. El atributo básico de la res cogitans es el pensamiento, mientras que el
atributo básico de los cuerpos será la extensión.
Este dualismo también es aplicable a la antropología. El ser humano será un compuesto de las
dos sustancias: el pensamiento y la materia, el alma y el cuerpo. El pensamiento pertenecerá al reino
de la libertad, mientras que la extensión estará gobernada por unas férreas leyes mecánicas, las
leyes de la naturaleza. Es decir, que este dualismo es el que garantiza la libertad del hombre, ya que
si perteneciera por completo al mundo de los cuerpos, no sería libre, sino que estaría sometido al
Imperio de las leyes naturales.

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