Agrario:
Este texto titulado “El problema agrario” es un ensayo político, que trata de la ley de la reforma agraria y que pertenece a la obra Causas de la Guerra de España, escrita por Manuel Azaña durante la II República y publicada en 1939, cuando este estaba en el exilio. Destacamos que se trata de un texto histórico con destinatario público. Su autor, una figura clave para la República, fue presidente de esta en la primera etapa del Frente Popular, así como presidente de gobierno, durante el bienio reformista, y ministro de guerra del gobierno provisional./En 1939, en el contexto internacional, tenía lugar el fin del Período de Entreguerras y el inicio de la Segunda Guerra Mundial, mientras que en el ámbito nacional se ponía fin a la II República y a la Guerra Civil y se iniciaba una nueva etapa: el Régimen franquista./El texto recoge la justificación de la puesta en marcha de una reforma que tenía como objetivo mejorar las condiciones de vida y laborales de los campesinos y criticar el mal reparto de la propiedad de la tierra, así como poner fin a las existentes desigualdades sociales y económicas mediante una reforma. Es decir, la reforma agraria./En primer lugar, el texto aborda cómo fue acogida la República en España, pues se establecíó de manera pacífica, “sin causar víctimas ni daños”, pues no se instauró mediante un golpe militar, sino dos días después de celebrarse las elecciones municipales del 12 de Abril de 1931. Así, la población la aceptó con entusiasmo y con la esperanza de que el nuevo régimen cambiase de manera radical la vida política y social del momento, que se basaba en el descontento generalizado que se heredó del sistema de Restauración: “Una alegría desbordante inundó todo el país. La República venía realmente a dar forma a las aspiraciones que desde los comienzos de siglo trabajaban el espíritu público, a satisfacer las exigencias más urgentes del pueblo”./La República se propónía solventar las graves diferencias sociales y económicas de los años treinta mediante un amplio programa de reformas. Azaña exprésó la voluntad de poner fin a los “contrastes más violentos” existentes entre el mundo urbano y el rural, es decir, lograr el desarrollo de los pueblos estancados frente al de las ciudades: “En ciertos núcleos urbanos, un nivel de vida alto, (…) y a los pocos kilómetros aldeas que parecen detenidas en el Siglo XV”. El jefe de gobierno del primer Bienio criticó el mal reparto de la propiedad de la tierra, pues el principal problema de la agricultura seguía siendo el elevado número de jornaleros sin tierras “donde la tierra está desmenuzada en pedacitos”./Por ello, se aprobó, tras largas discusiones, la reforma agraria, que tenía como objetivo entregar las tierras expropiadas a los campesinos, con lo que se evitaban los conflictos; eliminar el poder de los grandes terratenientes, la mayoría monárquicos y enemigos de la República “donde el propietario de 14.000 hectáreas detenta en una sola mano todo el territorio de un pueblo”;
y, finalmente, incrementar la producción total del sector agrario y elevar la renta del campesinado, que aumentaría sus niveles de consumo y estimularía el desarrollo de las actividades industriales y comerciales españolas./Pese a tratar de dar solución a los contrastes y desigualdades sociales, la reforma de desarrollo con lentitud y no se pusieron en marcha sus objetivos, la cual Azaña consideraba una “Acción inaplazable”. Una de sus causas fue la falta de presupuestos para las indemnizaciones. En consecuencia, los jornaleros quedaron decepcionados con la República y se inclinaron hacia las soluciones revolucionarias propuestas por los anarquistas./Por otra parte, las condiciones de vida y de trabajo eran pésimas, ya que la economía del país “se basaba en los jornales mínimos y en el paro periódico”, por lo que el campesino no llegaba a cobrar: “el bracero campesino no trabaja ni come”. Para mejorar la situación se emprendíó una reforma social, que contaba con la oposición de las organizaciones patronales –las cuales llegaron a frenar algunos de los proyectos. Esta estaba enfocada hacia la mejora de las condiciones laborales: se redujo la jornada a los trabajadores del campo y se reforzó el papel de los sindicatos agrícolas./Azaña concluye exponiendo que el deber del gobierno es atender las necesidades de la población, de vida y laborales, con lo que manifiesta la necesidad de las reformas que se pretendían emprender. No pudiendo, entonces, dejar las cosas como están sino tratar de buscar una solución a la situación desastrosa que vivía el país: “ningún régimen que atienda al deber de procurar a sus súbditos unas condiciones de vida medianamente humanas, podía dejar las cosas en la situación que las halló la República”./En este contexto, Azaña presentaba a la República como una medida para solventar los problemas que azotaban a la España del Siglo XX. No obstante, el fracaso de estas reformas expuestas hizo que aumentase la tensión social./Estamos ante un episodio más de las diferentes reformas que la República no pudo llevar a cabo, por la hostilidad de diferente signo, tanto de derecha como de izquierda, que la paralizaba./Con el estallido de la Guerra Civil en 1936, el gobierno franquista del lado nacional derogó directamente, sin contrarreformas, la ley de reforma agraria, lo que implicó la devolución de las fincas expropiadas a los terratenientes, la mayoría monárquicos y contrarios al régimen republicano, y la anulación de todos los asentamientos realizados en años anteriores. Así, la reforma agraria y la modernización del país quedaron, una vez más, lejos del alcance de la sociedad española.