SIGLO XVIII: EL NEOCALSICISMO Y LA ILUSTRACIÓN
El llamado Siglo de las Luces, Siglo de la Razón o Siglo Ilustrado volvió sus ojos a la época clásica, por lo que la estética fue la neoclásica. Suelen distinguirse también otras corrientes como la posbarroca, a la que pertenece la Vida de Diego de Torres Villarroel, de aliento picaresco, o la prerromántica, ya a finales de siglo, en la que se inscriben ciertos poemas de Meléndez Valdés y de Manuel José Quintana. Para los autores dieciochescos el arte debía ser utilitario, cumplir una función educadora de la sociedad. Bajo esta idea se construye la literatura española del siglo XVIII, que no alcanza el esplendor de los precedentes.
Prosa Didáctica
Dentro de la prosa didáctica destacan los nombres de Feijoo, Jovellanos y Cadalso.
- Benito Jerónimo Feijoo, autor de Teatro crítico universal, fue el introductor de los ideales ilustrados en España. En la obra citada arremete contra las supersticiones y defiende la razón como método de conocimiento.
- Gaspar Melchor de Jovellanos dejó ejemplos de prosa limpia y bien construida en obras como Memoria sobre espectáculos y diversiones públicas e Informe sobre la ley agraria, en las que defiende los principios del despotismo ilustrado.
- A José Cadalso debemos las Cartas marruecas, en las que, siguiendo el ejemplo de Montesquieu en Cartas persas, revela los males nacionales gracias a las impresiones de un extranjero, el marroquí Gazel. La obra inaugura el tema de España, que luego recogerían Larra y la Generación del 98.
Poesía y Teatro
La poesía no alcanza cotas elevadas durante el siglo XVIII. Cabe recordar a los fabulistas Tomás de Iriarte y Félix María de Samaniego, así como a los poetas Meléndez Valdés y Manuel José Quintana, en cuyas obras aparecen tanto rasgos ilustrados como prerrománticos.
El teatro tiene como figura más evidente a Leandro Fernández de Moratín, autor de El sí de las niñas y La comedia nueva o El café. En la primera, considerada la obra maestra del autor y del periodo, la pieza está escrita en prosa y respeta la regla de las tres unidades, dos exigencias del teatro de la época. También debe recordarse a Ramón de la Cruz, autor de obras cortas llamadas sainetes en las que recrea el ambiente del Madrid de la época.
EL ROMANTICISMO
El Romanticismo es un movimiento cultural, estético y político que se desarrolló en Europa durante las primeras décadas del siglo XIX. Tiene su origen en Alemania, desde donde se extendió a Inglaterra y Francia. A España no llegó hasta la vuelta de los exiliados a la muerte de Fernando VII, en 1833.
Características del Romanticismo
El Romanticismo reivindicó como componentes del arte el sentimiento, la imaginación, la fantasía, la intuición y el genio individual. No es extraño que los autores románticos se entregasen a lo irracional e hiciesen una defensa cerrada del subjetivismo y de la libertad creadora. El predominio de la pasión desembocó muchas veces en la angustia, la melancolía y la desazón vital, como muestran las obras de Larra o de Bécquer.
Prosa Romántica
La prosa romántica llega a su cima con la obra de Mariano José de Larra, ejemplo de escritor maldito, pues se suicidó en 1837 a los 27 años. En sus artículos de costumbres, como Vuelva usted mañana o El castellano viejo, mostró una ácida y crítica visión de la sociedad española, lo que le convierte en antecedente de la Generación del 98.
Dentro de la prosa de ficción, destacan las Leyendas de Gustavo Adolfo Bécquer, un conjunto de relatos breves en los que predominan los elementos fantásticos y mágicos.
Poesía Romántica
La poesía romántica tuvo dos épocas.
- En la primera destacó José de Espronceda, un liberal de verso apasionado que compuso obras como El estudiante de Salamanca y El diablo mundo. La última contiene el famoso Canto a Teresa.
- La segunda época, también llamada Posromanticismo, pues se desarrolló en la segunda mitad del siglo, cuenta con las figuras de Gustavo Adolfo Bécquer y Rosalía de Castro. Al sevillano debemos las Rimas, poemario publicado póstumamente por los amigos del poeta en 1871 compuesto por 79 poemas, casi todos breves, con predominio de la asonancia en los versos pares y su tema es el amor. De Rosalía de Castro, que también escribió en gallego, debe destacarse En las orillas del Sar, de tono melancólico y pesimista.
Drama Romántico
El drama romántico, escrito en verso, tuvo como primer hito Don Álvaro o La fuerza del sino, del Duque de Rivas, estrenado en 1835, que significó el comienzo del Romanticismo en España. Pero quizá la obra más perdurable de este periodo sea Don Juan Tenorio, de José Zorrilla. En ambas late la idea de que la fatalidad impide el amor.
LA NOVELA REALISTA
El Realismo es casi sinónimo de novela realista. Tiene su origen en Francia, en la primera mitad del siglo XIX. Tras el antecedente de Stendhal, llega a su apogeo con la obra de Balzac y Flaubert. El propósito de los realistas era la reproducción exacta, completa y sincera del ambiente social contemporáneo. Hacia finales de siglo, surgió el Naturalismo, cuyo mayor exponente es Zola. Los naturalistas pretendían aplicar leyes del determinismo biológico a la narrativa, demostrando que los individuos estaban determinados por el ambiente social. El centro de interés se desplazó de la burguesía al proletariado.
Realismo y Naturalismo en España
En España la novela realista comienza con la publicación de La Fontana de Oro (1870) de Benito Pérez Galdós, aunque tenía los antecedentes de Fernán Caballero y Pedro Antonio de Alarcón. La obra de Galdós es muy caudalosa. Aparte de los Episodios Nacionales, una serie de 46 novelas que reconstruyen, valiéndose de personajes de ficción y de personajes reales, la historia española del siglo XIX, comprende una gran cantidad de títulos.
- A la primera época pertenecen las llamadas novelas de tesis, como Doña Perfecta, en las que critica el fanatismo religioso que ahoga a España.
- El tronco central de su producción lo componen las novelas contemporáneas, crítico y completo retrato de la sociedad española, sobre todo madrileña, de la segunda mitad del siglo. En este grupo se inscribe su obra maestra, Fortunata y Jacinta, además de Tormento, La desheredada o Tristana.
- La última etapa está dominada por el interés por los temas espirituales y morales, que aparecen en Nazarín o en Misericordia.
Leopoldo Alas, «Clarín», cultivó un naturalismo muy moderado en La Regenta y en Su único hijo. La primera es su obra maestra, un despiadado y ácido retrato de la España de provincias, representada en Vetusta. La novela gira en torno al triángulo que forman Ana Ozores, una joven casada con un hombre mayor, y sus dos pretendientes: Fermín de Pas y Álvaro Mesía.
Otros autores realistas de importancia fueron José María de Pereda, que cultivó el tradicionalismo en obras como Peñas arriba; Juan Valera, autor de Pepita Jiménez, y Emilia Pardo Bazán, la mayor representante del naturalismo español, con títulos como Los pazos de Ulloa o La tribuna.
MODERNISMO Y GENERACIÓN DEL 98
El Modernismo se originó en Hispanoamérica partiendo de dos escuelas que habían renovado la poesía francesa de la segunda mitad del XIX: Parnasianismo y Simbolismo. El Modernismo fue una reacción individual y ambigua contra la sociedad utilitaria de finales de siglo. Los autores modernistas manifiestan su descontento con la realidad evadiéndose en sus obras hacia épocas y lugares remotos.
Rubén Darío y el Modernismo
El padre del Modernismo fue el poeta nicaragüense Rubén Darío. En sus primeras obras, Azul (1888) y Prosas profanas (1896), cultivó una literatura esteticista, sonora y muy preocupada por la brillantez y la perfección formal en la que abundan los elementos ornamentales y exóticos sin conexión directa con la realidad. En Cantos de vida y esperanza (1905), su obra maestra, evolucionó hacia una literatura menos formalista y más preocupada por lo social y lo existencial.
Modernismo en España y la Generación del 98
Se percibe la influencia de Rubén Darío en las primeras obras de autores españoles como Antonio Machado (Soledades, 1903), Valle-Inclán (Sonatas, 1902-1905), Manuel Machado (Alma, 1902) o Juan Ramón Jiménez (Arias tristes, 1903).
Un grupo de escritores que recibieron la influencia de Rubén Darío terminó formando la Generación del 98. Los autores del 98 se caracterizaron por un inicial radicalismo en el análisis de la realidad española. Su pensamiento no proponía soluciones concretas para resolver los problemas nacionales, pues estaba basado en el subjetivismo asistemático. Con el tiempo, en el caso de Azorín y Maeztu, abrazaron ideas conservadoras.
- Miguel de Unamuno, que cultivó todos los géneros literarios, centró sus preocupaciones en los temas relacionados con España y con la existencia humana. Su gusto por las paradojas se manifiesta en sus novelas más influyentes: Niebla y San Manuel Bueno, mártir.
- De Pío Baroja, que junto a Azorín y Ramiro de Maeztu integró el llamado Grupo de los Tres, destacan novelas ambientales en el Madrid finisecular, como La busca, Mala hierba, Aurora roja, que integra la trilogía La lucha por la vida, y El árbol de la ciencia.
- Azorín (José Martínez Ruiz) construyó novelas con poca anécdota argumental, centradas en las descripciones líricas y subjetivas del narrador y en la expresión de ideas radicales, pues el autor defendió el anarquismo en su juventud. A esta primera época de la obra de Azorín pertenecen títulos como La voluntad y Castilla.
- Ramón María del Valle-Inclán cultivó el Modernismo en las Sonatas, cuatro breves novelas de juventud protagonizadas por el Marqués de Bradomín. La evolución ideológica y estética de Valle-Inclán se percibe en su obra teatral y narrativa. En su teatro destaca Luces de bohemia, obra con la que comienza el esperpento; su novela más lograda fue Tirano Banderas.
- Antonio Machado cultivó un Modernismo moderado en Soledades (1903), modificada en la segunda edición: Soledades, galerías y otros poemas (1907). En Campos de Castilla introdujo su amor por la tierra castellana y su preocupación por España, lo que le incluye en la Generación del 98.
EL NOVECENTISMO O GENERACIÓN DEL 14. LAS VANGUARDIAS
En torno a 1914, comienza a fraguar una nueva generación literaria e intelectual, a la que pertenecen los escritores nacidos entre 1880 y 1890. Aunque no se puede hablar de un grupo homogéneo, sí es posible establecer ciertas características comunes:
- Se trata de escritores que parten de la idea del reformismo burgués, lejos del inicial radicalismo de los integrantes de la generación anterior.
- Sin perder el esencial interés por los problemas de España, se acercan al ideal del europeísmo desde su sólida formación intelectual y cultural.
- Introducen las nuevas formas literarias de vanguardia que triunfan en Europa. En este sentido, se considera a Ramón Gómez de la Serna como el primer gran difusor del arte de vanguardia en España.
- Reaccionan contra las tendencias irracionales y románticas encarnadas en la Generación del 98. Defienden el ideal del clasicismo.
- Cultivan una estética difícil, un arte para minorías cultas.
El ideal de los novecentistas de un arte puro, no contaminado por los problemas sociales, tuvo su periodo de auge durante los años 20. Con el comienzo de la década siguiente, se vio arrinconado por el triunfo de una literatura comprometida con la realidad social, de una literatura «impura».
Juan Ramón Jiménez
El autor más importante fue Juan Ramón Jiménez, que comenzó su obra poética bajo el influjo del Modernismo, como demuestra Arias tristes (1903). Sin embargo, pronto evolucionó hacia una poesía muy personal y muy depurada técnicamente en la que trabaja por conseguir una expresión desnuda y alejada de todo retoricismo. Defensor a ultranza de la «poesía pura», obsesionado por la corrección continua, se convirtió en el maestro de los jóvenes poetas del 27, de los que se alejó cuando estos, ya en los años 30, comenzaron a cultivar temas sociales y políticos. Como prosista destaca Platero y yo, título de notable aliento lírico.
Novecentistas y Vanguardias
Pero el grueso de los llamados novecentistas lo componen ensayistas y pensadores como Ortega y Gasset, Manuel Azaña, Gregorio Marañón, Américo Castro, etc. Entre los novelistas destacan Ramón Pérez de Ayala y Gabriel Miró.
Las vanguardias están íntimamente unidas al Novecentismo. Existe una consideración intelectual y no sentimental del hecho artístico y ambos comparten la necesidad de una profunda renovación estética. Gracias a la labor difusora de Ramón Gómez de la Serna, a través de la revista Prometeo y de la tertulia que encabezaba en el Café Pombo, en España se tuvo muy pronto noticia de los movimientos de vanguardia que se estaban desarrollando en Europa, principalmente en Francia. Los principales movimientos de vanguardia europeos se originaron entre 1909 y 1916.
En España se desarrollaron dos ismos: Ultraísmo y Creacionismo. Ambos crean un arte alejado de la realidad, repleto de asociaciones caprichosas entre las palabras que desbordan lo racional y de metáforas e imágenes audaces. Entre los ultraístas cabe destacar a Guillermo de Torre, al chileno Vicente Huidobro y al argentino Jorge Luis Borges; entre los creacionistas, a Gerardo Diego.
El ismo más influyente fue el Surrealismo, que dejó una honda huella en la poesía española de los años 20 y 30. El Surrealismo rompió con la lógica para revelar la realidad oculta a los ojos y demostrar el absurdo de la vida y de la sociedad humanas. Las obras surrealistas no ofrecen un cabal y exacto sentido racional, pues muchas veces se aproximan en su discurso al de los sueños, pero dejan una fuerte impresión emocional. Obras maestras españolas fueron Poeta en Nueva York de Federico García Lorca, Sobre los ángeles de Rafael Alberti y Espadas como labios de Vicente Aleixandre.
EL TEATRO ESPAÑOL ENTRE 1900 Y 1939
Podemos distinguir dos tendencias:
Teatro Conservador
El teatro conservador se plegó a los gustos del público burgués sin intentar innovaciones estéticas. Pocos son los autores y obras que han sobrevivido con el paso del tiempo. Dentro de la corriente de la alta comedia destacó Jacinto Benavente, hábil creador de dramas alejados de cualquier crítica social, como La malquerida, y de una farsa que representa el punto más alto de su obra: Los intereses creados.
El teatro cómico tuvo como mayor figura a Carlos Arniches, que recreó el tipismo madrileño. Sin embargo, su mejor obra, La señorita de Trevélez, sin abandonar el tono de comedia, presenta perfiles más amargos y desolados.
Teatro Renovador
El teatro renovador es el que mejor ha resistido el paso del tiempo y el que dio a las dos grandes figuras del teatro español contemporáneo:
- Ramón María del Valle-Inclán emprendió el camino de la renovación con su ciclo mítico, integrado por Águila de blasón, Romance de lobos y Cara de plata, que componen las Comedias bárbaras, obras que presentan un mundo violento y en descomposición en el que habitan personajes torturados por las bajas pasiones. También en el medio rural se desarrolla Divinas palabras, publicada en 1920 pero que no pudo ser representada en vida del autor por su radical novedad. Respecto a las Comedias bárbaras, se acentúan la crueldad, el sarcasmo y la sátira y supone un paso decisivo hacia la creación del esperpento, que fragua poco después con Luces de bohemia, también aparecida en 1920 sin estrenarse en España hasta 1970. Obra adelantada a su época y cumbre del teatro español del siglo XX, presenta las últimas horas de un poeta ciego, lúcido, bohemio, ácido y postergado por la sociedad. Escrita con un lenguaje muy rico y variado, deforma la realidad de manera grotesca y deja una fuerte impresión de pesimismo. La técnica del esperpento se prolongó en los tres títulos que integran Martes de Carnaval: Los cuernos de don Friolera, Las galas del difunto y La hija del capitán.
- Federico García Lorca compuso un teatro simbólico y poético en el que destacan títulos como Bodas de sangre, Yerma y La casa de Bernarda Alba, todas de los años 30. En las obras de Lorca se enfrentan dos fuerzas antagónicas: la autoridad y la libertad. Al final, sus personajes son víctimas de la colectividad y de sus prejuicios, de una sociedad conservadora. La casa de Bernarda Alba, su obra maestra, la concluyó dos meses antes de morir y no se estrenó en España hasta 1964.
Debemos citar que también Rafael Alberti escribió piezas teatrales como El adefesio y que durante los años 30 comenzaron su obra dramática dos autores que la continuarían en el exilio: Alejandro Casona y Max Aub. Por su parte, Miguel Hernández también compuso durante la Guerra Civil varias obras de fuerte contenido político.