A finales del siglo XIX, España perdió sus últimas colonias en lugares lejanos como Cuba, Puerto Rico y Filipinas. En ese momento, el país estaba pasando por tiempos difíciles económicamente, lo que llevó a la gente a buscar oportunidades fuera de España. A pesar de esto, hubo movimientos de trabajadores que pedían mejoras en el trabajo y en la situación económica. Todo esto sucedió en un contexto político con dos partidos principales, el conservador y el liberal.
La literatura al final del siglo se caracteriza por la insatisfacción y la rebeldía expresadas por los escritores de esa época. El lenguaje del modernismo buscaba una forma nueva de expresar sentimientos y defendía un arte que no estuviera impulsado por intereses comerciales. El modernismo, un movimiento que surgió en Hispanoamérica con José Martí y fue popularizado por Rubén Darío, se inspiró en corrientes literarias como el simbolismo, el parnasianismo y el decadentismo del siglo XIX. Se destacaba por la evasión de la realidad, la defensa de la fantasía y la imaginación, usando un lenguaje elegante y haciendo uso frecuente de la sinestesia.
Rubén Darío, un autor nicaragüense, fue fundamental en el modernismo con obras como “Azul”, “Prosas Profanas” y “Cantos de Vida y Esperanza”. En España, inicialmente se intentó diferenciar entre autores modernistas y de la Generación del 98, pero hoy se prefiere hablar de literatura de fin de siglo para referirse a aquellos escritores que comenzaron con el modernismo y luego evolucionaron hacia posturas más comprometidas socialmente.
Antonio Machado, considerado el autor modernista por excelencia en España, nació en Sevilla, se trasladó a Madrid y fue miembro de la Real Academia en 1927. Su poesía refleja la influencia de autores españoles del siglo XIX como Bécquer, y aborda temas como el paso del tiempo, Castilla y el interés por el paisaje y la simbología. Su obra se divide en tres etapas: la primera, de 1899 a 1907, destaca “Soledades, Galerías y Otros Poemas” con simbolismo y reflexiones personales. La segunda etapa, de 1907 a 1917, se caracteriza por “Campos de Castilla”, donde el paisaje es central y Machado usa un lenguaje más sobrio. La tercera etapa, de 1916 a 1926, destaca “Nuevas Canciones” y muestra una poesía más reflexiva.
Los primeros años del siglo XX estuvieron marcados por las fuertes agitaciones sociales y políticas que desembocaron en la Primera Guerra Mundial y las consecuencias que de ella se derivaron. Los millones de muertos que dejó el Holocausto, la desconfianza en las democracias y la aparición del comunismo y el fascismo. En este orden de cosas, el arte no dio la espalda a la situación que se vivía en Europa. Del mismo modo, los intelectuales manifestaron sus opiniones y pensamientos a través de manifiestos.
Además, en este ambiente tan convulso, hay que tener en cuenta los avances científicos y la presencia del psicoanálisis. En España, el descontento político motivado por la guerra con Marruecos, la alta conflictividad social y las exigencias nacionalistas desembocaron en el fin de la Restauración a través del golpe de estado del General Miguel Primo de Rivera en 1923.
El término ‘vanguardia’ procede del ámbito militar y fue adoptado por los artistas de la época para destacar las innovaciones en el arte. Todas las vanguardias tuvieron en común la corta duración en el tiempo, la necesidad de crear un arte nuevo, el marcado afán de rebeldía y un fuerte interés lúdico y elitista.
Además de lo dicho, estos movimientos se dieron a conocer gracias a los manifiestos en los que se explicaban sus ideales estéticos. Filippo Tomaso Marinetti es considerado el padre del futurismo. En el manifiesto futurista se pone de manifiesto el rechazo del pasado, la atracción de los futuristas hacia las máquinas y la concepción de la obra alejada de cualquier sentimentalismo. En literatura, llama la atención la negación de la sintaxis, la eliminación de los signos de puntuación y el gusto por las imágenes sin ningún tipo de lógica.
El cubismo fue un movimiento que destacó en el arte pictórico. Se considera a Apollinaire el autor más representativo de esta vanguardia y sus caligramas son textos que forman imágenes. El dadaísmo llegó de la mano de Tristan Tzara. Este movimiento cuestionó los principios de la razón y entendió la creación poética como el resultado del azar y no como una creación consciente del autor.
De la mano de André Breton, el surrealismo destacó sobre los demás ismos porque ejerció mayor influencia en las artes y porque tuvo una mayor duración en el tiempo. El foco de interés del surrealismo estaba en el subconsciente, en los sueños y en los mecanismos mentales no sometidos al influjo de la razón. Este movimiento recibió influencia del dadaísmo y del psicoanálisis y entendía que la escritura debía surgir de un estado de oscurecimiento mental similar a los momentos del sueño o la hipnosis.
En el ámbito hispánico, cabe destacar a Ramón Gómez de la Serna, porque fue el introductor de las vanguardias a través de la revista ‘Prometeo’ y porque es el autor de las greguerías, composiciones en prosa caracterizadas por la sorprendente ingeniosidad creativa.
El ultraísmo supuso una nueva creación poética de la mano de Rafael Cansino Asens. Este autor pretendía alejarse de la poesía anterior, mostrando una interpretación insólita de los objetos cotidianos a través de perspectivas poco conocidas y relaciones inesperadas entre ellos. Así, la poesía se convierte en una actividad autónoma que encuentra la belleza en sí misma.
El creacionismo presenta como rasgos esenciales el uso de metáforas sorprendentes, la ausencia de cualquier sentimentalismo y las innovaciones tipográficas. Son considerados creacionistas, Gerardo Diego, Vicente Huidobro y Juan Larrea.
Las primeras décadas del siglo XX estuvieron marcadas en España por el colapso del sistema liberal, la imposición de la dictadura de Miguel Primo de Rivera y la llegada de la Segunda República, que varió a menudo en 1936 debido a la guerra civil, que comprendió de 1936 hasta 1939. En un primer momento, la República gozó de buena acogida; sin embargo, las clases dirigentes del momento, entre ellas la iglesia, se opusieron a ella debido a los cambios sociales que tuvo lugar. No obstante, cabe destacar el papel de los intelectuales de la época, que manifestaron simpatía hacia la República.
El nombre ‘Generación del 27’ recoge a un nutrido grupo de escritores caracterizados por una singular voz poética que vivieron una renovación del panorama literario. En 1927, se celebró en el Ateneo de Sevilla un homenaje al tercer centenario de la muerte del ilustre don Luis de Góngora. En dicho evento coincidieron escritores de diversas procedencias, como Dámaso Alonso, Jorge Guillén, Gerardo Diego, Federico García Lorca y Rafael Albertí, entre otros. Este evento motivó el nombre con el que se conoce actualmente al grupo.
A pesar de la variada variedad que conforma el grupo, todos ellos coinciden en las siguientes características. En primer lugar, comparten gustos estéticos similares, como el gusto por la naturaleza humana y lo oculto, así como lo popular. En segundo lugar, recibieron influencia y eran conocedores de autores clásicos como Góngora, Garcilaso, San Juan de la Cruz, así como de los poetas modernistas. En tercer lugar, conocían la literatura popular y contribuyeron a su recuperación, explorando el cancionero y las coplas.
Los autores del 27 conocían perfectamente la literatura de su época y las vanguardias del momento, como evidencia la influencia del surrealismo en la obra de Alberti, Lorca y García Lorca. Federico García Lorca es el autor más destacado dentro de la nomenclatura del 27. Nacido en Granada y fallecido en el mismo lugar, es un claro ejemplo de la mezcla entre lo oculto y lo popular, una unión que queda patentada en ‘Romancero gitano’, donde se combinan el gusto por la literatura popular y la influencia de las vanguardias. Sus temas más recurrentes son el amor, la muerte o la libertad, y su poética se expresa a través de símbolos como la luna y el amor, el color verde y negro que simboliza el peligro y la fatalidad, o el caballo, sinónimo de fuerza y sexualidad.
Para clasificar la obra de un autor del 27, se pueden distinguir cuatro etapas: una primera etapa juvenil conocida como poesía pura, una segunda etapa caracterizada por la literatura popular y una última etapa de vanguardia, en la que encontramos poesía nueva, surrealista y perfección. La trayectoria del grupo del 27 se puede agrupar en cuatro etapas. La primera, hasta 1927, caracterizada por la influencia de los autores clásicos y los modernistas; la segunda, hasta 1936, en la que se aprecia la presencia de las vanguardias, incluido el surrealismo; y por último, la última etapa a partir del fin de la guerra civil, en la que el grupo se disuelve debido a la situación del país tras el conflicto, obligando a muchos autores a adoptar el exilio para continuar su producción, marcada por la política pero no exenta de nostalgia y la pérdida de la patria.