Los intentos de regeneración interna del sistema (1902-1914)


La primera etapa del reinado de Alfonso XII estuvo marcada por el espíritu regeneracionista y de cambio, extendido tras la crisis del 98. A la nueva actuación seguida desde el poder se denominó revisionismo, ya que se pretendía revisar el sistema, modificando lo necesario para superar sus viejos vicios y adaptarlo a las nuevas demandas sociales y políticas.

Alfonso XII: un Rey controvertido

Alfonso XII fue un Rey controvertido que aunó en su persona viejas concepciones decimonónicas junto con un espíritu europeísta y modernizador. En ningún momento estuvo dispuesto a renunciar a su soberanía compartida con las Cortes ni a sus prerrogativas políticas. Su responsabilidad política en el desarrollo de los acontecimientos fue muy alta. Por este motivo, la oposición al sistema derivó en gran medida en un rechazo a su persona, que arrastraría a la propia monarquía.

Los intentos de reforma del sistema político

El siglo XX se inició con los intentos de reforma del sistema político de la Restauración, cada vez más desligado de la realidad social española. Tras la muerte de Cánovas (1897) y Sagasta (1903) empezó la etapa del revisionismo político, protagonizado por Maura del Partido Conservador y Canalejas del Partido Liberal. Los primeros intentos de reforma los impulsaron Gobiernos conservadores, cuya intención era hacer la “revolución desde arriba”, que aspiraba como máximo a un saneamiento de la vida política, pero sin alterar las bases de funcionamiento del sistema. La conjunción de ese espíritu de cambio y la presión cada vez más fuerte de las organizaciones obreras se tradujo en una lenta legislación laboral.

La creación de la Seguridad Social

En 1908 se creó el Instituto Nacional de Previsión, lo que posteriormente sería la Seguridad Social. Su cometido era promover y facilitar los seguros sociales colectivos, pero su objetivo prioritario era resolver la lamentable situación de los trabajadores que carecían de medios de subsistencia. Mediante el “retiro obrero” el trabajador podía jubilarse con una pequeña pensión. Pero esto no tuvo su eficacia hasta que se hizo obligatorio en 1919. Sin embargo, las condiciones laborales seguían siendo duras. Otra cosa que mejor ilustra la legislación laboral era la Ley de Reforma electoral de 1907, que eliminaba el fraude y garantizaba la limpieza en las elecciones. El propósito era evitar simulaciones de lucha electoral, pero en realidad se facilitó más la manipulación. A partir de 1910, los liberales realizaron su propia revolución. Promulgaron leyes de contenido social. La medida que mejor reflejó el carácter de revolución liberal fue la Ley de Reclutamiento (1912), que establecía el sistema militar obligatorio y acababa con la sustitución y la redención. Sin embargo, los soldados de cuota cumplirían un servicio militar más corto que los que no pagaban, pero en caso de guerras era obligatoria la participación de todos.

La inestabilidad política y las luchas internas

La clave del éxito del sistema político de la Restauración era la estabilidad política sustentada en la existencia de dos partidos principales y su alternancia pacífica en el Gobierno de la nación. La propia naturaleza de los dos partidos dinásticos llevaba implícita su debilidad. Su fuerza radicaba en las características personales de sus miembros y de sus máximos dirigentes. Los nuevos líderes (Maura y Canalejas) carecían de la talla política de Cánovas y Sagasta y de su capacidad de mantener unidas a las diferentes facciones y personalidades. El asesinato de Canalejas en 1912 desencadenó de nuevo las luchas internas por la jefatura. Esta crisis interna de los dos partidos dinásticos durante el reinado de Alfonso XIII explica en parte el gran protagonismo político del monarca. En cuanto a la práctica del turno en el poder, Maura proclamó la imposibilidad de mantener esta práctica con un Partido Liberal al que consideraba demasiado inclinado hacia la izquierda. Rota la confianza y el pacto, comenzaba el enfrentamiento real entre ellos. El reinado se inició con un espíritu regeneracionista que intentó renovar el sistema político que apenas una década después comenzó su descomposición interna.

La cuestión de Marruecos y la Semana trágica

España trató de participar en el reparto de África. Marruecos se convirtió de esta manera en el nuevo objetivo colonial de España, pero esto exigía llegar a acuerdos con Francia, a cuya área de influencia pertenecía la zona. Tras la Conferencia Internacional de Algeciras (1906), España obtuvo el reconocimiento definitivo de sus derechos sobre el norte del territorio. Los conservadores, presididos por Maura, eran un firme partido de la presencia española en Marruecos por cuatro razones: a) Recuperar el prestigio nacional. b) No dejar a Francia como única potencia en la zona. c) Mantener el equilibrio estratégico en el estrecho de Gibraltar. d) Garantizar el orden en la región de Rif, escenario de conflictos constantes entre las tropas españolas y las tribus locales. La cuestión de Marruecos provocó el descontento popular a causa de los reclutamientos forzosos de tropas para una guerra que sólo interesaba a dos grupos minoritarios: a) Un sector del ejército veía la oportunidad de recuperar el prestigio profesional y un medio de ascenso en el escalafón y de protagonismo político. b) Los capitalistas interesados en la explotación de las minas de hierro del Rif. Hasta el establecimiento del servicio militar obligatorio en 1912 las clases bajas eran las que en realidad sufrían los estragos de las guerras, lo que explica el antimilitarismo popular. El 9 de julio los rifeños atacaron una línea de ferrocarril próxima a Melilla y mataron a cuatro trabajadores españoles. Maura decidió reforzar militarmente la zona, enviando un cuerpo de ejército que incluía a reservistas catalanes. La movilización de reservistas agudizó el clima de tensión social: se preparó la huelga general y el Gobierno respondió con la detención de los cabecillas socialistas y prohibiendo su prensa. En Barcelona comenzaron la huelga y las manifestaciones. La autoridad militar proclamó el estado de guerra del 26 al 31 de julio, la Semana trágica. El 31 de julio la insurrección fue liquidada y se emprendió una dura represión: más de cien mil detenciones, con diecisiete penas de muerte, de las cuales se ejecutaron cinco, entre ellas la de Ferrer Guardia, anarquista y fundador de la Escuela Moderna. Esta ejecución levantó una ola de protesta internacional que provocó la dimisión de Maura. La Semana trágica consistió en una explosión pasional y descontrolada de unas masas descontentas de sus condiciones de vida y de ser manejadas al servicio de los poderosos. Los ataques se dirigieron contra iglesias, conventos y símbolos religiosos; por el anticlericalismo que se extendía entre amplios sectores populares, ya que identificaban a la Iglesia con la represión ideológica al servicio del poder y del capitalismo; también por la mayor vulnerabilidad de los edificios religiosos. La experiencia de la Semana trágica demostró a los anarquistas la conveniencia de una organización sindical propia. En 1910 se fundó el sindicato anarquista Confederación Nacional del Trabajo (CNT). A diferencia de la Unión General de Trabajadores (UGT), propugnaba un sindicalismo apolítico que aceptaba la acción directa y consideraba la huelga general como el instrumento más eficaz de lucha.

El republicanismo y los nacionalismos

Los republicanos representaban la principal fuerza de oposición política al régimen. Su ideario defendía el progreso, la justicia social, el desarrollo de la ciencia y la extensión de la enseñanza, con un carácter anticlerical. Sus posiciones menos radicales les permitieron ganarse el apoyo de ciertos sectores sociales: desde la pequeña burguesía mercantil hasta trabajadores, algunos intelectuales de prestigio. Durante el reinado de Alfonso XIII surgieron los dos grandes partidos republicanos del momento: el Partido Radical y el Reformista. a) El Partido Radical, dirigido por Lerroux, más izquierdista y anticlerical, se definía como autonomista en lo político y socialista en lo social. Permitió ampliar su base popular. b) El Partido Reformista, creado por Melquíades Álvarez y Gumersindo de Azcárate. Más moderado, dispuesto a admitir la monarquía, siempre que fuera verdaderamente democrática y mantuviera una política social. Su preocupación por la cultura y la educación atrajo a destacados intelectuales. El principal representante del catalanismo en la vida política desde 1901 fue la Lliga Regionalista. En 1906 se avanzó un paso más con la fundación de Solidaritat Catalana, agrupación interclasista que integraba a todas las fuerzas políticas catalanas con el fin de defender los derechos de Cataluña. La izquierda catalanista no tuvo un papel destacado hasta la creación en 1922 de Estat Català, bajo la dirección de Francesc Macià. El Partido Nacionalista Vasco (PNV) se apoyaba en la ultraconservadora pequeña burguesía bilbaína. Poco a poco se ensanchó la base social del partido, aunque en su ideología pervivía el carácter tradicionalista de su fundador Sabino Arana. El nacionalismo gallego fue poco más allá del fomento de la cultura y la lengua gallegas. Hasta 1918 no surgió una verdadera reivindicación nacionalista, que salió de la primera Asamblea de las Irmandades de Fala, transformadas un año después en el Partido Nazonalista Galego.

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