Método Cartesiano para la demostración de la existencia de Dios


1ª: Regla de la evidencia: no admitir como verdadero aquello que no es evidente, evitando la precipitación y la prevención. Se trata por tanto en buscar ideas que sean claras y distintas.

2ª Regla del análisis: es dividir los problemas en tantas partes como sea posible y necesario, dividir lo complejo en lo simple. Con el objetivo de llegar a estas ideas básicas que sean claras y distintas y que no puedan ser tomadas más que por verdaderas cada dificultad en partes más manejables para una mejor solución.

3ª Regla de la síntesis: una vez he llegado a lo más simple tengo que conducir con orden mi pensamiento e ir ascendiendo hasta llegar a lo más complejo, se trata de ir trasladando la evidencia de lo simple, de lo claro y distinto, hasta lo complejo, por medio de cuidadosos pasos lógicos y racionales, hasta conseguir clarificar y evidenciar lo complejo.

4ª Regla de enumeración: ir repitiendo y revisando todos los pasos que han dado hasta que esté completamente seguro de que no me he dejado nada, lo que es lo mismo realizar recuentos integrales y revisiones generales para no omitir nada.

a) El argumento de la causalidad aplicada a la idea de Infinito: Dios (1°) La teoría de la realidad objetiva de las ideas, de la que ya hemos hablado. Recordemos que la realidad objetiva de una idea es su contenido representativo o contenido objetivo, o sea, la imagen que representa algo. Descartes nos explica que: ‘para que una idea tenga tal realidad objetiva, debe haberla recibido, de alguna causa, en la cual haya tanta realidad formal, por lo menos, cuanta realidad objetiva contiene la idea. Pues si supone que en la idea hay algo que no se encuentra en su causa, tendrá que haberla recibido de la nada.’

b) El argumento de Dios como causa de mi ser: Este argumento es una continuación del anterior y basa su fuerza en la misma teoría de la realidad objetiva y realidad formal de las ideas y también, como antes, en la aceptación de que no puede haber más realidad en el efecto que en la causa. En pocas palabras viene a decir que si poseo la idea de perfección, y no poseo la perfección que pudiera ser su causa, yo no puedo ser la causa de esa idea ni de mi propio ser. De esto se desprende que la causa de mi idea de perfección es alguien tan perfecto, al menos, como la idea de perfección que yo poseo, y que la ha puesto en mí, y este ser no puede ser más que Dios.

c) El argumento ontológico: Este es, sin lugar a dudas, el más célebre y controvertido de los intentos de demostrar la existencia de Dios. Lo novedoso y realmente original del argumento ontológico es que pretende ser una prueba de la existencia de Dios partiendo de la idea misma de Dios. San Anselmo lo formula del siguiente modo: todos los hombres tienen una idea de Dios, entendiendo un ser tal que es imposible entender un ser mayor que él. Ahora bien, un ser tal debe existir no sólo en nuestro pensamiento sino también en la realidad, pues en caso contrario, podríamos pensar un ser mayor que él, o sea, un ser que poseyera la perfección de la existencia, y entonces caeríamos en contradicción. En consecuencia, Dios debe existir no sólo en el pensamiento sino en la realidad. Descartes debe acudir a este tipo de argumentos porque, hasta el presente, sólo tiene seguridad de la existencia del yo como ser pensante, de la existencia de las ideas y de los tipos de ideas que ha descubierto. Utilizar cualquier otro elemento significaría traicionar su método. En su formulación reviste el argumento clásico de elementos matemáticos, pero en esencia es el mismo.

Garantía de la verdad: Una vez demostrada la existencia de Dios y reconocida su naturaleza como la suma de todas las perfecciones, puede afirmarse su bondad y veracidad, y proceder a rechazar la hipótesis del genio maligno engañador. Pues pretender engañar, nos razona, no es una muestra de perfección, sino todo lo contrario, de imperfección, y por consiguiente, este deseo de engañar no puede darse en Dios. Para Descartes Dios es el autor de todo lo que está en nosotros. Dios es su creador, por lo que es su garantía de verdad las ideas innatas, las verdades eternas de las matemáticas o la lógica, etc. son creaciones divinas y están en nosotros porque Él las ha puesto, y si se nos presentan con tal claridad y distinción, son verdaderas. Pero esta verdad no se fundamenta en la garantía del pensamiento, que es falible, sino en Dios que no puede errar y no puede engañarnos, como era el caso del genio maligno.

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