Narcisismo y formación del yo: Una exploración psicoanalítica


Eje 1: Narcisismo y el delirio de grandeza

El delirio de grandeza indica el camino: la libido de objeto, la libido sustraída del mundo exterior, es trasladada al yo, lo que hablaría de un estado narcisista del sujeto. La hipótesis de Freud es que el delirio de grandeza no es una creación nueva del sujeto, sino “la amplificación y el despliegue de un estado que ya antes había existido”. Por tal razón, el narcisismo que se produce por el replegamiento de las investiduras de objeto, no es sino un narcisismo secundario, que se edifica sobre la base del narcisismo primario.

Eje 2: El Nuevo acto psíquico

El «nuevo acto psíquico» del que habla Freud en Introducción al narcisismo, hace a la estructuración unificante del yo a partir del funcionamiento anárquico propio del autoerotismo. El yo se constituye en reservorio libidinal que se invertirá, más tarde, de diverso modo y según las circunstancias, entre los distintos objetos. La identificación sería, entonces, ese lazo primitivo de amor a un objeto con el cual el sujeto se confunde logrando su unidad.

Eje 3: El estadio del espejo

El estadio del espejo describe la formación del Yo a través del proceso de identificación: el Yo es el resultado de identificarse con la propia imagen especular (se refiere al reflejo del propio cuerpo en el espejo, a la imagen de uno mismo que es simultáneamente uno mismo y otro). La clave de este fenómeno está en el carácter prematuro de la cría humana: a los seis meses, el bebé carece todavía de coordinación. No obstante, su sistema visual está relativamente avanzado, lo que significa que puede reconocerse en el espejo antes de haber alcanzado el control de sus movimientos corporales. En el estadio del espejo el infante ve su reflejo en el espejo como una totalidad, como un todo/síntesis (gestalt), en contraste con la falta de coordinación del cuerpo real: este contraste es experimentado como una tensión agresiva entre la imagen especular y el cuerpo real, ya que la completad de la imagen parece amenazar al cuerpo con la desintegración y la fragmentación. La angustia provocada por esta sensación de fragmentación y como para resolver esta tensión agresiva, el sujeto se identifica con la imagen: esta identificación primaria con lo semejante es lo que da forma al Yo.

Eje 4: El amor y el narcisismo

Según Freud, la elección de objeto por apuntalamiento caracteriza a la elección de objeto en el hombre, y la elección de objeto narcisista caracteriza al amor de la mujer. Esta es la razón por la que los hombres tienden a amar sobrestimando al objeto sexual, sobrestimación que proviene del narcisismo originario del niño y que da lugar al enamoramiento, en el que se produce un empobrecimiento libidinal del yo que beneficia al objeto. En las mujeres, en cambio, sobreviene un acrecentamiento del narcisismo originario, desfavorable a la conformación de un objeto de amor; en ellas se establece una complacencia consigo mismas que las conduce a amarse, en rigor, sólo a sí mismas. Así pues, su necesidad no se sacia amando, sino siendo amadas, y se prendan del hombre que les colma esa necesidad.

Eje 5: Narcisismo parental

Para Freud, “el amor hacia sus hijos no será más que el renacer de su propio narcisismo, su amor hacia sí mismos”. Los padres desplazan sobre el niño su propio ideal del yo (lo que les gustaría ser) con el que ese niño “se identificará, elaborando su propio ideal que a su vez, llegado a la edad adulta, proyectaría sobre su propio hijo” Freud conjetura la existencia de un punto de confluencia entre lo que llama narcisismo y el narcisismo parental. Esto nos conduce una vez más a la idea de estructura intersubjetiva, ya que el infans sin los adultos que lo cuidan no puede afirmar su propio narcisismo. A su vez, el narcisismo parental se desplaza sobre el hijo, y así los padres utilizan a su hijo como base de su propio narcisismo…

Eje 6: Yo ideal e ideal del yo

El ideal del yo está tutelado por la conciencia moral que establece las condiciones a la satisfacción libidinal con los objetos. Sobre el yo ideal recae el amor de sí mismo de que en la infancia gozó el yo real. El narcisismo aparece desplazado a este nuevo yo ideal que, como el infantil, se encuentra en posesión de todas las perfecciones valiosas. Aquí, como siempre ocurre en el ámbito de la libido, el hombre se ha mostrado incapaz de renunciar a la satisfacción de que gozó una vez. No quiere privarse de la perfección narcisista de su infancia, y si no pudo mantenerla por estorbárselo las admoniciones que recibió en la época de su desarrollo y por el despertar de su juicio propio, procura recobrarla en la nueva forma del ideal del yo.

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