Neoplatonismo y la Influencia del Cristianismo en la Filosofía


Neoplatonismo: Filón de Alejandría, al ver cómo la actividad científica característica de la Alejandría helenística, inició la asociación de la religión judía y la filosofía griega (línea platónica). Intentó unir el mundo del conocimiento y el mundo de las creencias, un intento que fue más allá del mundo romano hasta llegar al mundo medieval y renacentista, e incluso épocas posteriores.

Plotino: Primeros filósofos que intentan esa unión entre filosofía y religión, gran admirador de la doctrina platónica. Recoge elementos de las religiones mistéricas y del platonismo, y crea una filosofía coherente y vigorosa, a la que llama neoplatonismo, la cual más tarde se convierte en punto de referencia y soporte de la filosofía cristiana de San Agustín. Plotino aleja su mirada del mundo terrenal de ruina y miseria, centrándose en un mundo de bondad y belleza más allá del nuestro en la Tierra y considera que nuestro mundo no genera esperanza alguna. En su obra Enéadas presenta la teoría de las emanaciones. Dios es el Uno, lo absolutamente trascendente, una fuente desde donde todo emana, como el nous o inteligencia. De esta nace el alma, y de esta la naturaleza. Todas las almas individuales son emanaciones de esta alma cósmica. En el otro extremo del Uno, se encuentra la última emanación, lo opuesto y negativo, la materia, el elemento más bajo del cosmos: el mal, la privación de la luz. En este contexto, el ser humano debe iniciar un camino de retorno hacia el Uno, siguiendo una katarsis (período de purificación) que si se alcanza permite la unión con Dios. Esta teoría quiere conciliar la idea religiosa de la creación con la idea griega de la eternidad del mundo.

El mensaje de Jesús fue interpretado como un intento de fundar una secta judía y de cumplir la promesa bíblica de un Mesías que salvase a su pueblo. Nadie parecía consciente de la fuerza interna de un mensaje emancipador que contenía una doctrina novedosa que hacía reflexionar a los hombres de aspiraciones intelectuales elevadas. La seguridad de las comunicaciones romanas y la falta de fronteras facilitaron la propagación del cristianismo. Los pensadores cristianos, a partir del mensaje evangélico, acuñaron nuevos conceptos e ideas sobre temas que ya habían preocupado a numerosos filósofos:

  • Cosmología: Los cristianos creen que el mundo ha sido creado por Dios a partir de la nada y que tendrá un final en el tiempo, el cual es considerado de forma lineal: cada acontecimiento se produce una sola vez.
  • Teología: Creen en un solo Dios trinitario (Padre, Hijo y Espíritu Santo), denominado monoteísmo trinitario.
  • Antropología: El hombre y la mujer son considerados hijos de Dios, creados a su imagen y semejanza y dotados de alma inmortal.
  • Ética: El cristianismo reivindica el amor fraterno entre todos los seres humanos. Esta actitud enlaza con el estoicismo, que buscaba un entendimiento universal entre todos los humanos. Pero la idea de amar y perdonar a todos, incluso a los enemigos, representa una novedad y choca profundamente con la cultura romana, que otorga un gran valor a las virtudes del guerrero.

La interpretación de los textos bíblicos Una de las primeras tareas de los pensadores cristianos fue hacer entender el mensaje cristiano y diferenciarlo de otros pensamientos a partir de los Evangelios del Nuevo Testamento, y evitar todo tipo de herejía o interpretación errónea. Los pensadores cristianos que desarrollaron estas tareas son los Padres de la Iglesia, en el período conocido como la patrística (s. II-VII). A los Padres y escritores cristianos de los primeros siglos se los suele llamar apologistas o defensores del cristianismo, muchos de ellos intelectuales convertidos (secta del gnosis o conocimiento). Dentro de la patrística podemos distinguir dos vertientes:

  • Patrística latino-occidental: El escritor Tertuliano mantuvo una actitud negativa hacia la filosofía y afirmó que el filósofo es el amigo del error, mientras que el cristiano es su enemigo. Defiende que el mundo de la fe es incomprensible racionalmente, pero tiempo después de San Agustín, iba a revalorizar el papel de la razón y a crear las bases de la filosofía cristiana medieval.
  • Patrística greco-oriental: Mantiene una actitud positiva hacia la filosofía. Hay escritores y filósofos que incluso unen el cristianismo con la filosofía, o que defienden que los grandes filósofos ya habían deducido la verdad del evangelio.

San Agustín desarrolló la primera conciliación entre cristianismo y filosofía, por lo que se le considera el mayor exponente de la patrística. Nace en el África romana en el s. IV. De joven se hace adepto al maniqueísmo, que afirmaba la existencia de dos principios igualmente fuertes y en lucha constante: el bien y el mal. Posteriormente, optó por el escepticismo, aunque también lo abandona ya que consideraba que era inconsistente, ya que si ninguna verdad es segura, esta misma tampoco lo es. El mayor cambio en su vida fue mudarse a Roma y convertirse al cristianismo, donde se consagra sacerdote y más tarde obispo de Hipona, donde muere. Defiende el proceso de emanación desde Dios hasta la naturaleza como un hecho necesario en el que no interviene la voluntad del Creador. Afirma que Dios no se desborda, sino que crea el mundo de la nada en un acto absolutamente libre y amoroso. Además, considera que el misticismo de Plotino es misticismo racionalista: es la razón la que lleva hacia Dios, pero no nos habla de la caridad, la fe o la salvación.

Razón y fe Reconoce que la razón y la fe pertenecen a ámbitos diferentes, pero colaboran mutuamente, que la razón ayuda al ser humano a obtener la fe, lo prepara. Así, inteligencia y fe confluyen en el amor apasionado a la verdad. El camino hacia el conocimiento de las verdades eternas donde confluyen razón y fe, se inicia con la autoconciencia, teniendo así acceso a las verdades más elevadas, aunque solo es posible si recibe una iluminación divina. San Agustín llama sabiduría a este conocimiento superior y defiende que el alma no está satisfecha hasta que llega a ella. Así, el amor mueve el alma hacia las verdades eternas.

Dios y el mundo Según San Agustín, todas las cosas del mundo tienen en Dios sus correspondientes ideas ejemplares desde la eternidad (Platón). A partir de estas ideas eternas existentes en Dios, ha sido creado el mundo, en el que todas las cosas creadas son contingentes (no necesarias) y tienen su causa en Dios, lo cual da a reflexionar acerca del mal, ya que significaría que también ha sido creado por Dios. San Agustín afirma que el mal es negatividad, ovación, falta de ser; no se trata de una luz impregnada de mal, sino de falta de luz, oscuridad. Por tanto, el mal no es ser, y como solo el ser ha sido creado por Dios, el mal no proviene de Él. En cuanto al tiempo, considera que ni el pasado ni el futuro existen, solo el presente tiene existencia real, ya que el pasado solo existe en el presente que lo recuerda, y el futuro, solo en el presente que lo imagina.

Visión del ser humano San Agustín interpreta al ser humano según el modelo dualista platónico: alma inmortal en cuerpo mortal. Todo ser humano tiene la marca del pecado original (Adán y Eva), que explica la tendencia humana de abrazar el mal. Para salvarse, el ser humano necesita una ayuda exterior: la gracia divina. Además, aplica al alma humana la concepción trinitaria de Dios: el alma entiende, quiere y recuerda, y además está ligada a la temporalidad, ella vincula el pasado y el futuro con el presente. Uno de los temas que tratan todos los pensadores cristianos es el de la libertad humana. Para entender la concepción de San Agustín sobre la libertad, hay que tener presente la distinción entre:

  • Libertas o máxima libertad: Es el anhelo de amar el supremo bien y de satisfacer así la búsqueda humana de la felicidad. En su visión cristiana, Dios es el bien supremo; con Él, el ser humano lo tiene todo y alcanza la máxima felicidad. Cuando el ser humano anhela a Dios, hace pleno uso de su libertad. Así, el hombre más libre es aquel que realiza lo que le es más necesario para su bien supremo.
  • Liberum arbitrium o libre albedrío: Consiste en la capacidad de decidir libremente; pero es una capacidad frágil y debilitada como consecuencia del pecado original, por el que solemos tender al mal. El ser humano solo puede elegir y hacer el bien si recibe la gracia divina, con la que el libre albedrío se transforma en libertas y tiende al bien.

Concepción de la historia San Agustín ofrece una visión lineal de la historia, con la muerte de Cristo como gran momento, y opuesta a la concepción cíclica del tiempo propia de los antiguos pensadores griegos. Toda la historia de la humanidad es la lucha entre la luz o el bien, y la oscuridad o el mal, que se refleja en el conflicto interno del ser humano.

Filósofos árabes y judíos: la religión musulmana La fecha más relevante del calendario musulmán viene marcada por la Hégira, la huida de Mahoma de la Meca a Medina en 622, lo que los musulmanes consideran como el inicio de sus tiempos. Con su muerte, se inicia una acelerada expansión del islam, además de una forma diferente de vivir, otra cultura, otra lengua y otro libro sagrado, el Corán, un conjunto de capítulos que describen la experiencia de revelación divina vivida por Mahoma, considerado el profeta de Alá (Dios). Defiende, al contrario del judaísmo y el cristianismo, la idea de la unicidad de Dios. Al igual que las otras religiones, la filosofía musulmana nace con figuras como Avicena, Avempace o Averroes.

Avempace: A lo largo de la expansión del islam, los árabes entran en contacto con el aristotelismo y el neoplatonismo. Tradujeron y transmitieron estas obras, pero también las comentaron, profundizaron en ellas y formularon interpretaciones, tratando de conciliarlas con los principios revelados en el Corán. En el caso de Avempace, su filosofía tiene como fin último alcanzar la perfección, que en el ser humano consistiría en la contemplación pura de Dios para fundirse con Él. Sin embargo, la experiencia de contemplación y fusión con lo divino no está al alcance de cualquiera. Existen 3 niveles de hombres:

  • Hombre vulgar: Solo se preocupan de asuntos materiales y ordinarios.
  • Hombre racional: Se ocupa de la ciencia y sabe reflexionar, pero sigue dependiendo del nivel material.
  • Hombre superior: Abandona la realidad material cotidiana para contemplar únicamente los inteligibles puros, suministrados por el Intelecto Agente, entidad espiritual entre Dios y lo material. Para alcanzar la unión extática, se debe emprender un régimen de vida solitario fuera de las preocupaciones y las esclavitudes materiales apto solamente para seres racionales e intelectuales. Avempace reconoce la naturaleza social del ser humano y a la vez señala en ocasiones en las que resulta provechoso alejarse de algunos tipos de sociedad.

Avicena: Médico y filósofo que trata de unir el neoplatonismo y la obra aristotélica con la religión musulmana. El sincretismo de Avicena se aprecia en su noción del ser. Considera la metafísica como el estudio del ser en cuanto ser, pero introduce que el ser humano aprehende necesariamente la idea del ser. Incluso a un hombre privado de sentidos le sería posible adquirirla a través de la autoconciencia. Avicena distingue entre el ser necesario por sí mismo y los seres contingentes que existen debido a una causa exterior, en los que la esencia no implica la existencia necesariamente, lo cual se explica porque efectivamente, los seres contingentes pueden dejar de existir. En cuanto a Dios y la creación, identifica a Dios como el ser necesario en sí mismo, cuya esencia y existencia coinciden y que carece de una causa externa a sí mismo. Posee la bondad absoluta, que tiende por naturaleza a irradiarse a sí misma, para difundir el bien, y por lo tanto Dios crea necesariamente como consecuencia de su perfecta bondad. En cuanto a la creación de la multiplicidad, hacen falta diez inteligencias que surgen de Dios, como puede ser la Inteligencia primera que inicia la dualidad entre el ser necesario y el contingente. En cuanto al alma humana, afirma que es inmortal, y defiende que el alma recompensada por la iluminación divina goza con el conocimiento de objetos puramente inteligibles, mientras que el alma sancionada se ve privada de dicho conocimiento.

Averroes: Fue el filósofo musulmán más importante de la Edad Media. Su obra más importante fue la teoría de la doble verdad, en la que argumenta que existen dos niveles de sabiduría: una religiosa y otra científico-filosófica que deben ser concebidos como diferentes solo en el plano formal, en función de su intención o modo de acercamiento a la verdad. Por tanto, solo hay una verdad: el filósofo la busca mediante la demostración necesaria, mientras que el creyente recibe de la tradición que emana del Corán. Averroes defiende que no hay peligro alguno en interpretar filosóficamente los dogmas religiosos, siempre que se cuente con la formación adecuada y se sepa usar la razón rectamente. Además, sostiene que es compatible afirmar que el mundo es eterno y a la vez que fue creado por Dios. Al ser una creación de Dios, el mundo existe desde toda la eternidad como realidad que emana del propio principio creador. También afirma que los seres naturales, al estar compuestos de materia y forma, no obtienen la forma como algo que se introduce en la materia desde fuera, sino como algo que se halla de modo subyacente en ella de manera potencial. La cuestión de la relación entre entendimiento agente y entendimiento paciente, y cuál es la realidad de cada uno, era uno de los puntos menos claros de la filosofía aristotélica. Averroes interpreta que toda intelección humana solo es participación en un solo y único entendimiento agente, y rechaza la inmortalidad personal en términos de contemplación individual de entendimiento agente. Tras la muerte corporal, el entendimiento individual pasa a fusionarse en el entendimiento agente y queda integrado en él. En opinión de Averroes, Dios gobierna el mundo con su ciencia, pero la ciencia de Dios es distinta de la ciencia humana. Dios solo se entiende a sí mismo, pero la comprensión de su propio ser le permite abarcarlo todo. No obstante, su ciencia no es acerca de los seres particulares. Ahora bien, el hecho de que Dios no conozca las cosas de este mundo en su particularidad individual no debe entenderse como un defecto del conocimiento divino. Dios rige el mundo como realidad a gran escala, y regula los acontecimientos del mundo sublunar, la vida vegetal y la vida animal. Dios rige todo el mundo mediante un orden necesario e infalible. Pero lo que es individual o casual, lo que no pertenece al orden necesario del cosmos, como realidad global, escapa tanto a la providencia como a la sabiduría de Dios. Dado que Dios no conoce las cosas individuales, no establece su destino particular como, por ejemplo, la injusticia y el mal. Por último, Averroes afirma que nuestras acciones dependen al menos en parte de nuestro libre albedrío. La voluntad humana se ve obligada a desplegar su actividad en el mundo, el cual está regulado por el orden necesario y eterno de Dios, a lo cual alude el Corán.

El método escolástico y los temas de discusión En el s. X se inauguró la Paz de Dios y se institucionalizó la formación sociopolítica conocida como feudalismo en Francia, Inglaterra y todo el imperio carolingio. En este contexto aparece la escolástica, una filosofía cristiana que tenía como tarea ordenar el conjunto de dogmas que los Padres de la Iglesia ya habían elaborado. Los escolásticos pensaban que ya poseían la verdad por revelación divina, por lo que no se planteaban como objetivo buscarla. Lo que ellos intentaban era profundizar en el conocimiento de las verdades de la fe a través de la razón, sistematizando los contenidos de la verdad sagrada mediante un método que consistía en contraponer alegatos a favor y en contra de una determinada cuestión (pro et contra). Estos no eran argumentos derivados de la observación empírica o de un análisis abierto, sino más bien razonamientos basados en la Biblia, o en obras de pensadores considerados una autoridad. Uno de los temas que dieron lugar a mayor discusión entre los escolásticos fue el problema de los universales, es decir, los términos generales (casa) al que se dieron como posibles respuestas:

  • Realismo: Los universales tienen una existencia extramental, es decir, tienen existencia propia fuera de la mente humana.
  • Conceptualismo: Los universales existen, pero como ideas abstractas dentro de nuestras mentes.
  • Nominalismo: Solo existen las cosas singulares o individuales. Los universales son simples nombres que los seres humanos inventamos para designar una pluralidad de cosas con cualidades parecidas.

Otro de los temas que generaron más controversia fue el de si era posible demostrar racionalmente la existencia de Dios o no, y qué relación mantienen la razón y la fe (San Anselmo y su argumento ontológico). Santo Tomás expresó el pensamiento cristiano adoptando la filosofía aristotélica. Su creación es muy extensa y dio respuesta a algunas de las problemáticas fundamentales de la filosofía de su tiempo.

Razón y fe Santo Tomás ve la razón y la fe como dos caminos, que a pesar de estar separados y partir de lugares opuestos, llegan a un mismo punto de encuentro, la verdad. La teoría del conocimiento tomista incorpora la perspectiva aristotélica y distingue entre el conocimiento sensible (sentidos) y el conocimiento intelectual (herramienta mental a la que Aristóteles llama abstracción). Además, defiende que la teología y la filosofía no pueden contradecirse, ya que todas las verdades provienen de Dios. La razón ofrece un método, pero la fe es el principal criterio de verdad. Santo Tomás afirma que la existencia de Dios no es una verdad evidente, porque si lo fuera, nadie la negaría. Distingue entre verdades teológicas naturales, aquellas a las que el ser humano puede acceder por medio de la luz de la razón natural, y verdades teológicas reveladas, accesibles gracias a la revelación divina. En aquella época, la revelación era considerada necesaria para la salvación del ser humano; una cuestión tan importante no podía quedar reducida a las fuerzas de la razón humana.

Pruebas de la existencia de Dios La falta de evidencia de la existencia de Dios y la ausencia de una idea innata de Dios llevaron a Santo Tomás a desarrollar unos caminos que llevan a Dios, conocidos como las cinco vías tomistas, unos argumentos que parten de observaciones empíricas de los fenómenos sensibles cotidianos.

  • Primera vía (Argumento del motor no movido): En el mundo creado existe movimiento, y llegamos a afirmar a Dios como primer motor inmóvil.
  • Segunda vía (Argumento de la causa primera): Todos los seres del mundo creado tienen una causa (no pueden ser su propia causa). No podemos aplicar hasta el infinito la sucesión de causas, por ello llegamos a una causa primera e incausada, que sería Dios.
  • Tercera vía (Argumento del ser necesario): Todas las cosas y todos los acontecimientos del mundo son contingentes y accidentales, por tanto su existencia depende de algo exterior a ellos, de otro ser no contingente que sería Dios.
  • Cuarta vía (Argumento del ser perfecto): En el mundo existen seres con distintos grados de perfección, y esta gradación existe un término de comparación máxima causante de todo grado de perfección, que es Dios, el ser perfecto.
  • Quinta vía (Argumento del ser inteligente): Las tendencias de los seres de capacidades limitadas hacia ciertas finalidades, han debido a ser dictadas por un ser inteligente y director de todo el universo, Dios.

Ética Tomás no acepta el dualismo platónico, sino que asume la teoría cristiana de la resurrección de la carne, y considera al ser humano como una unión sustancial de cuerpo y alma. La noción de ley natural es otro de los conceptos importantes en la ética tomista. Considera que es un conjunto de mandamientos morales que tienen como fundamento la propia naturaleza humana y que son descubiertos y dictados por la razón. Tiene su origen en la ley eterna divina y esta existe en la inteligencia divina desde la eternidad y rige la totalidad del universo. En la teoría tomista, si el ser humano cuenta con la posibilidad de descubrir la ley natural, se debe a que la ley eterna proviene de la razón divina. Pero la existencia de estas leyes no anula la libertad humana. El ser humano puede no seguir la ley natural inmutable. Santo Tomás distingue entre el libre albedrío y la libertad o espontaneidad de la voluntad. El libre albedrío es el principio con el que el ser humano juzga las ventajas y los inconvenientes de las diferentes opciones que se le presentan. La voluntad tiene una espontaneidad natural que la lleva a optar por aquello que la hace más feliz, pero como el entendimiento es limitado, algunas veces el ser humano elige opciones que lo alejan de Dios, porque cree equivocadamente que en ellas se encontrará la felicidad. Los fines últimos de la vida humana son de orden sobrenatural, es decir, lo más importante para el ser humano es conseguir la salvación eterna y esta es una labor que corresponde a la Iglesia. Consecuentemente, la finalidad de la Iglesia es más elevada que la del Estado.

Considerado el mayor representante del nominalismo, cuya crítica a la escolástica se basa en dos principios complementarios:

  • Recurso a la experiencia: El conocimiento está en la experiencia del particular individual y concreto, no en el universal. Racionalmente, solo podemos hablar de las cosas concretas de las que tenemos experiencia, porque son las únicas que conocemos.
  • Principio de economía o “navaja de Ockham”: Consiste en ahorrar la utilización de conceptos abstractos innecesarios. No es necesaria admitir más entidades conceptuales que las estrictamente imprescindibles.

El nominalismo de Ockham La respuesta de Ockham a la cuestión de los universales se llama nominalismo, y se desprende de los dos principios anteriores. Para Ockham, los universales son términos que significan seres individuales y que los representan en nuestras proporciones. No tienen realidad extramental, no existen fuera de la mente humana que los ha creado. Los nominalistas consideran que los universales no existen en ningún mundo de las ideas, en la mente de Dios, o en las mismas cosas, ni tan solo en el plan creador de Dios reflejado después en las cosas del mundo. Según Ockham, cuando vemos un particular, formamos una imagen de este en la mente y le damos un nombre determinado, y cuando más tarde vemos otro objeto que nos parece similar, nos remite el recuerdo del anterior y de tal manera lo llamamos con el mismo nombre que habíamos dedicado al primer objeto. Así, el nombre se acaba de convertir en un universal porque ya se predica de más de un objeto. Si nuestra mente fuese infinita e ilimitada como la de Dios, para cada objeto formaríamos una imagen mental diferente (pequeñez y la limitación de nuestra razón). El saber humano no tiene por qué ser necesariamente relativo, ya que los universales que se forman en nuestra mente tienen un origen natural, son signos naturales. Las reacciones de nuestra mente a determinados estímulos sensibles son las mismas en todos los seres humanos, y por tanto la vinculación entre el signo y lo que denota no es convencional, sino natural y en consecuencia objetiva.

Contingencia del mundo Ockham acepta como una verdad revelada que Dios existe y resalta su omnipotencia y libertad absoluta. No hay nada absolutamente imposible para Dios, no hay nada que lo limite, ninguna esencia ni necesidad intrínseca, sino que todo es según su voluntad. Por eso critica la cosmología aristotélica fundamentalmente cualitativa, y que introduzca como posibilidades la infinitud del cosmos y la existencia tanto del vacío como de una pluralidad de mundos.

Filosofía y la verdad revelada Es una verdad revelada que poseemos un alma, es decir, la forma inmaterial e inmortal del cuerpo, que está en el origen de nuestros actos. Nuestra experiencia de la relación entre el entendimiento y la voluntad nos permite afirmar que somos libres: la voluntad puede querer cosas que el entendimiento no le recomienda y al revés. No obstante, para actuar bien hemos de guiarnos según lo que es la voluntad de Dios. Así, el ser humano está moralmente obligado a querer lo que Dios le manda a querer, y a no querer lo que Dios le prohíbe querer. Únicamente Dios mismo no está obligado a nada. Si la voluntad de Dios es absolutamente libre, solamente podemos saber cómo quiere que oremos si Él lo revela. Cuando la revelación no nos aclare lo que debemos hacer, hemos de seguir los dictados de nuestra propia conciencia y hacer lo que creemos correcto, pero entonces no podemos estar seguros de estar obrando bien. De este modo, la fe es superior a la razón y la filosofía debe someterse a la revelación.

El conocimiento científico Para Ockham, la ciencia es conocimiento de una serie de proposiciones acerca de la realidad, y no conocimiento de la realidad misma. Destaca la dimensión lingüística del pensamiento humano: el pensar es propiamente un decir. Nuestra relación con las cosas viene mediatizada por los signos que empleamos para denotarlas. Ockham desvincula completamente el concepto de ciencia del concepto de sabiduría clásico. Además, considera que la ciencia se basa en la experiencia concreta más que en la silogística deductiva.

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