El Eterno Retorno
Nietzsche, en cierta medida influenciado por el positivismo de su época, niega la posibilidad de la Metafísica y constata la pérdida de la fe en Dios y la inmortalidad del alma. Esta vida, que se afirma y busca constantemente ser más, que anhela la eternidad en el placer, volverá una y otra vez. El aspecto temporal de la vida, tan relevante entre los románticos alemanes, se manifiesta en el eterno retorno de las cosas, concepto ya presente en las enseñanzas de Heráclito: cuando se hayan realizado todas las combinaciones posibles de los elementos del mundo, quedará un tiempo indefinido por delante, y entonces el ciclo volverá a empezar, indefinidamente. Todo lo que sucede en el mundo se repetirá, incluyendo lo malo y lo miserable.
En este horizonte de tiempos futuros por construir desde lo ya dado, emerge una de las figuras fundamentales del pensamiento nietzscheano: el «superhombre». El ser humano puede transformar el mundo y a sí mismo mediante una transmutación de todos los valores, encaminándose hacia esta figura alegórica. El nihilismo surge como consecuencia de que la cultura europea ha llegado a su propia ruina, a la decadencia. Según Nietzsche, es necesario liberar al hombre de todos los valores falsos, devolviéndole el derecho a la vida y a la existencia. Para ello, el primer paso debe ser una transmutación de todos los valores de nuestra cultura tradicional.
Así, el nihilismo no es una teoría filosófica o una proposición teórica, sino un movimiento propio de nuestra cultura. La fuerza del espíritu de Occidente, cansado y agotado por los valores inadecuados y falsos de su «verdadero mundo», se vuelve nihilista. ¿Qué significa nihilismo? Que se desvalorizan los más altos valores, falta la meta y falta la respuesta al por qué. El nihilismo del espíritu occidental es radical y absoluto; una vez perdida la fe en el «verdadero mundo», la cultura se queda sin sentido, sin guía o meta aparente, y se llega a la decadencia o al pesimismo.
Por lo tanto, el nihilismo es una fuerza destructora de la base de la cultura occidental, es decir, de ese Dios cristiano en el que se apoyan la moral y el conocimiento del hombre: ¿Dónde se ha ido Dios? Yo os lo digo. Nosotros lo hemos matado, todos nosotros somos sus asesinos. Lo único que permanece de Dios muerto son las iglesias.
Crítica a la Metafísica
Toda la filosofía es la historia de un error. Comienza con Sócrates, que impone el pensamiento lógico y racional, y se afianza con Platón, que infravalora el mundo sensible y crea un mundo suprasensible, estático y eterno, en el que sitúa el Bien en sí. Nietzsche interpreta este recurso a un mundo más allá del sensible como una negación de la vida. Incapaces de afrontar la vida, los espíritus débiles inventan lo que Nietzsche denomina la ilusión del mundo verdadero y someten la realidad a las leyes lógicas y a los conceptos. La apariencia es lo único que existe, y los conceptos metafísicos nos alejan de la auténtica realidad. El cristianismo, dice Nietzsche, es un platonismo para el pueblo: justifica el sufrimiento y la muerte como consecuencia de una culpa y convierte en pecado todo lo que significa la vida: los sentidos, los instintos, el cuerpo. La salvación consiste, para el cristianismo, en la renuncia a la vida; convierte en valores los sentimientos propios del rebaño, como la obediencia, el sacrificio o la humanidad.
La Crítica al Lenguaje y a la Ciencia
El lenguaje es el instrumento del que dispone el hombre para conocer la realidad. El método genealógico mostrará que el lenguaje es una forma de expresar la experiencia vital del individuo. Puesto que esta experiencia es cambiante, el hombre ha pretendido fijarla en un concepto, que no es otra cosa que una metáfora, ya que no proporciona conocimiento de la realidad, sino generalización, ilusión y apariencia. Cuando la metáfora fijada en el concepto se hace común, aparece lo que denominamos verdad. La lógica es un invento del ser humano, útil en la lucha por la vida: al someter lo individual a lo universal nos permite sentirnos seguros, pero no descansa en principios objetivos. Esta teoría de la verdad como convención lleva a considerar como mentira lo que se sale del pacto y queda fuera de la norma comúnmente aceptada. Nietzsche niega, pues, la existencia de valores absolutos y afirma un concepto pragmático de la verdad: para cada individuo es verdad lo que aumenta su volumen de poder. Nietzsche defiende el perspectivismo, la pluralidad de interpretaciones, todas igualmente válidas: existen varias verdades y, por consiguiente, ninguna verdad. Solo la perspectiva permitirá recuperar el valor metafórico original de la palabra. De ahí que Nietzsche utilice constantemente la metáfora y el aforismo.
Wittgenstein: El Tractatus Logico-Philosophicus
El propósito de esta obra es establecer la función y el uso legítimo del lenguaje. El lenguaje solo puede describir hechos, por lo que hay numerosos aspectos de la vida, tan esenciales como los relacionados con los valores morales o artísticos, o incluso la lógica, que quedan fuera de las posibilidades expresivas del lenguaje. A estos aspectos inexpresables, Wittgenstein los calificó como mística.
El Lenguaje y la Teoría Pictórica del Significado
Wittgenstein considera el lenguaje como un intermediario entre pensamientos y realidad: el lenguaje es la manifestación de los pensamientos, y los pensamientos solo se manifiestan mediante el lenguaje. Aunque el lenguaje no permite transmitir todos los pensamientos, sino exclusivamente aquellos que se refieren al mundo y lo describen. Con la teoría pictórica del significado, Wittgenstein mantiene la propuesta fregeana de considerar que la unidad fundamental del significado es la proposición. Según esta teoría, una proposición es una representación de la propia realidad: la función del lenguaje es representativa y consiste exclusivamente en reproducir la realidad. De la comparación entre proposición y representación resulta que:
- El lenguaje está compuesto por elementos más simples o atómicos.
- La posición de cada elemento simple y su relación con el resto de elementos influye decisivamente tanto en la forma del cuadro como en una proposición. Si en una oración se cambian de lugar los nombres que aparecen, su significado será totalmente distinto.
Wittgenstein se sirve de esta teoría para resolver el problema del significado. Si el lenguaje tiene sentido es porque comparte con la realidad un mismo componente, que no es material, sino lógico.