La novela se manifestó como el subgénero más adecuado para reflejar la dura realidad de la posguerra. Desde 1939 hasta nuestros días podemos establecer dos etapas: la novela de posguerra (1940-1970) y la novela actual; el fin de la dictadura en 1975 posibilitó el regreso de la libertad de expresión y la apertura de un nuevo panorama narrativo. Los autores se decantaron por la búsqueda de una voz propia y cultivaron todas las tendencias narrativas: la novela histórica (crónica de un rey pasmado) de Gonzalo Torrente, la novela policíaca (Plenilunio del Capitán Alatriste) de Javier Pérez y la novela intimista (Juegos de la edad tardía) de Luis Landero.1. La novela de posguerra (1940-1970) En este periodo diferenciamos tres tendencias: la novela existencial (1940-1950), la novela social (1950-1960) y la novela experimental (1960-1970), Podríamos establecer otra tendencia con los autores que continuaron su producción literaria en el exilio (Réquiem por un campesino español de Ramón J. Sénder o La forja de un rebelde de Arturo Barea), cuyos autores desarrollaron una narrativa de temática social con
técnicas narrativas innovadoras.
1.1. La novela existencial (1940-1950)
Las condiciones ambientales de la posguerra determinaron fundamentalmente la temática y las técnicas narrativas de las novelas escritas en este período. Los temas son la incertidumbre de los destinos humanos y la ausencia o la dificultad de comunicación con los demás. El motivo de estos temas es la Guerra Civil española. Los novelistas intentan entender las razones de su estallido y el terrible desconcierto y resentimiento. Los rasgos más destacables son: el protagonista es un único individuo consciente de su desenfoque vital, oprimido, indeciso y agresivo. Se les coloca en situaciones límite que les conducen al aislamiento, la violencia o la desesperación. El espacio recreado por estas novelas es reducido y está relacionado con latemática: incomunicación, estrechez de miras, angustia, desarraigo… Se representan ambientes urbanos: la ciudad caótica o el asfixiante aire provinciano. El tiempo en que transcurre la acción a veces se limita a unas horas o unos pocos días. En cuanto al punto de vista,
predomina el narrador – protagonista en primera persona. El autor infunde sus pensamientos y sus sentimientos en el personaje principal. Es frecuente la utilización del monólogo. Prevalece el discurso funcional sobre el artístico. Destaca el lenguaje coloquial. Las tres obras más representativas son: La familia de Pascual Duarte (1942), de Camilo José Cela, Nada (1945), de Carmen Laforet y La sombra del ciprés es alargada (1948), de Miguel Delibes.
1.2. La novela social (1950- 1960)
La década de 1950 marcó el inicio de una lenta recuperación económica que llevó implícito un cambio sociocultural. La apertura de España a Europa y una censura más relajada permitieron la entrada de corrientes literarias que introdujeron nuevas técnicas narrativas. En este período se enmarcan autores como Miguel Delibes (Las ratas, El camino), Ignacio Aldecoa (El fulgor y la sangre), Jesús Fernández Santos (Los bravos), Rafael Sánchez Ferlosio (El Jarama), Carmen Martín Gaite (Entre visilos) y Torrente Ballester (Los gozos y las sombras), aunque el principal impulsor de la novela social fue Camilo José Celacon La colmena. Estos novelistas conformaban un grupo generacional comprometido. Se interesaban por los problemas humanos y sociales del momento y querían contribuir a la transformación de la realidad española. Los novelistas de esta década siguen dos tendencias: objetivismo, el escritor, como un simple espectador, se limita a presentar la realidad sin emitir juicios de valor, y Realismo social el escritor no solo presenta la realidad, sino que la explica y denuncia las injusticias que marginan a determinados grupos sociales. El tema es la propia sociedad española, que se retrata en tres ámbitos distintos: la vida urbana, el mundo obrero y la recolocación como obreros industriales. Las técnicas narrativas se caracterizan por la sobriedad y la sencillez. Según este planteamiento, sus rasgos propios son: protagonista colectivo, espacios concretos del mundos rural y obrero (el campo, la aldea, una mina, café…), predominio del tiempo lineal y de una acción que se desarrolla en breves períodos de tiempo, porque lo que importa es el presente.
el narrador se expresa en tercera persona, narra exclusivamente lo que ve y oye. Explica la realidad y denuncia las injusticias que marginan a determinados grupos sociales. Se divide en largos capítulos sin título y cada capítulo, consta de breves fragmentos.
1.3. La novela experimental (1960- 1970)
A finales de la década de 1950, se dio la sencillez del estilo, supeditado a la finalidad de denuncia objetiva de los hechos, había empobrecido el subgénero narrativo, y el interés del lector por este tipo de novelas había disminuido. Tiempo de silencio (1962), de Luis Martín Santos, marca el inicio de la renovación de la novela. A lo largo de la década otros autores siguen experimentando con estas nuevas formas: Gonzalo Torrente Ballester (La saga/fuga de J. B.), Camilo José Cela (San Camilo 1936), Miguel Delibes (Cinco horas con Mario), Juan Marsé (Últimas tardes con Teresa). Las innovaciones más importantes: el argumento pierde importancia y en algunas novelas desaparece por completo, reaparece el personaje individual, pero siempre a la búsqueda de su identidad, en conflicto consigo mismo oenfrentado al medio social, el narrador es omnisciente. La narración en tercera persona se combina con la primera y la segunda. Su estructura a menudo carece de capítulos e introduce la secuencia. El orden cronológico se rompe con referencias anteriores o posteriores al tiempo de la acción, conforme las evoca la conciencia del personaje. También se narran varias historias simultáneas cuyas secuencias se van alternando:
técnica del contrapunto. Predominan las digresiones y la técnica del monólogo interior. Se caracteriza por usar un lenguaje muy retórico, que resulta inadecuado para la realidad pobre que narra el autor. Su estilo puede resumirse en los siguientes rasgos: variedad de registros lingüísticos (cultismos, vulgarismos…), uso abundante de figuras re teóricas, abandono de la estructura sintáctica con la alteración o la
ausencia de puntuación, mezcla de prosa y verso o de géneros literarios, alteración de la disposición tipográfica habitual y ruptura del párrafo como unidad significativa, mezcla de conversaciones en otros idiomas.