Leonardo da Vinci
La Gioconda (Museo del Louvre)
Pintada en Florencia entre 1503 y 1506, La Gioconda, también conocida como La Mona Lisa, es un óleo sobre tabla de 77 x 53 cm que se encuentra actualmente en el Museo del Louvre, París. Antes de regresar a Milán, Leonardo realizó el retrato más famoso que se conserva de su firma. Se trata del retrato de la esposa de Francesco del Giocondo, situada en una estancia frente a una ventana que nos deja ver un paisaje de montañas y valles irreales, un paisaje nebuloso que los filtros de la atmósfera tiñen de azul, signo de un mundo imaginario, a la vez fantástico y real.
En este cuadro, Leonardo logra un sfumato perfecto de los contornos, tanto en la figura como en el fondo. Lo más impresionante es la deliciosa femineidad que irradia de la figura, que queda convertida en un perfecto ideal de mujer. La dulce belleza de la Mona Lisa se extiende por la imaginación de todos los espectadores, apoderándose irresistiblemente de sus conciencias. El misterio que expresa su sonrisa es uno de los logros más absolutos de la pintura universal.
La comisura de sus labios y el tratamiento de los ojos hacen que la expresión del personaje sea enigmática y equívoca, pues asoma una sonrisa y al tiempo presenta cierta amargura. Esta ambigüedad no le impide tener una presencia real que la enfrenta y a la vez seduce al espectador.
Parece como si el artista pidiera a quien contempla su cuadro que proceda de manera inversa a la suya: mientras que él cubre a su objeto de velos sucesivos de sombras transparentes, invita al observador a que levante esos velos, uno tras otro, y descubra en el paso de las tinieblas a la luz, en los ojos y en la boca, en la mirada y sobre todo en la sonrisa, el misterio de la vida.
La luz destaca las manos y el rostro y acentúa las calidades táctiles de las telas, mientras que el paisaje serpenteante aleja la mirada del espectador creando un gran sentido de la profundidad.
Rafael (1483-1520)
Rafael es una personalidad de características opuestas a las de Leonardo. Fue un hombre de mundo mimado por el éxito, con una precocidad extraordinaria para la pintura que nos induce a pensar que su obra no le cuesta ningún esfuerzo, que su vida es un paseo triunfal.
No es innovador, sino un artista que lleva a su perfección los descubrimientos de todos los anteriores, una especie de crisol donde se funden las experiencias de doscientos años de ensayos pictóricos, sin pausa. Pasó sus primeros años en Florencia como aprendiz en el taller de Perugino, pero desde muy joven alcanzó fama por la riqueza y calidad de sus pinturas. Abandonó Florencia, llamado por el Papa Julio II, que le encargó pintar las estancias del Vaticano. Murió a los 37 años.
Los desposorios de la Virgen (Pinacoteca de Brera, Milán)
Se trata de un óleo pintado sobre madera en 1504, de 170 x 117 cm, que se encuentra en Milán. Rafael se basa en La entrega de las llaves de Perugino, pero da un gran paso adelante en la figuración del espacio pictórico, del cual hace partícipe, además de a los personajes representados, al observador.
La escena se compone por José y María a un lado y otro del sacerdote, como núcleo central. Detrás de María, las damas de su corte, y detrás de José, los caballeros, destacando en primer plano el personaje que rompe la vara de la castidad con su rodilla.
El conjunto de personajes está dispuesto en un amplio arco de círculo. Esta circularidad del espacio queda acentuada por la forma misma del templete superior, construido con una planta casi circular, con sus dieciséis lados, situado sobre una alta escalinata que hace de fondo a la perspectiva dibujada del pavimento. El templete viene a ser el centro de la composición del espacio circular.
El espacio sugerido es un espacio envolvente en el cual se nos invita a entrar, a actuar sobre la perspectiva perfectamente dibujada, para unirnos y confundirnos con los protagonistas. La composición destaca la construcción en perspectiva. Este centro coincide con el vértice del triángulo perfecto que encierra las figuras principales.
La Madonna del Jilguero (Galería Uffizi, Florencia)
Se trata de un óleo pintado en 1507 sobre madera, de 107 x 77 cm, que se encuentra en Florencia. Rafael pinta aquí una escena familiar en la que aparece la Virgen María, que mira amorosamente a San Juan Bautista y al Niño Jesús, que juegan con un pequeño jilguero que se ha posado en las rodillas de la Madonna. La composición está comprendida en las proporciones de un triángulo sobre cuyo eje se encuentra la figura de la Virgen. Este triángulo encierra a los personajes, no solo desde el punto de vista de la composición, sino también desde un punto de vista simbólico, en una unidad geométrica y conceptual.
La atención se centra en los detalles del afecto: en el jilguero que, al posarse en la rodilla de la Virgen, es acariciado por las manos de Jesús y Juan; en el librito de plegarias que la Virgen, apenas distraída por los niños, sostiene en su mano izquierda; y sobre todo en el gesto extraordinario y, por cierto, signo de un sentido particular de humanidad y de calor familiar, del pie del Niño que se apoya amorosamente en el de la Madre, en un contacto profundamente humano y conmovedor.