—Os presento a Style —les dijo.
Yo les estreché la mano. Su tacto resultaba sorprendentemente caluroso, teniendo en cuenta que tenían el aspecto de dos zombis.
—Mi amigo y yo estábamos hablando de hechizos —les dije—. ¿Vosotras creéis en los hechizos?
Era la entrada perfecta, pues bastaba con mirarlas para saber que creían en la magia; por alguna extraña razón, la mayoría de las chicas que se desnudan o explotan su sexualidad para ganar dinero creen en los hechizos. Después les pedí que pensaran un número y lo adiviné.
—Haznos otro truco —dijeron las dos gemelas al mismo tiempo.
—No soy un mono de feria —les contesté yo—. Sólo soy un hombre y necesito unos minutos para recargar las pilas.
La frase era de Mystery. Las dos se rieron al unísono.
— ¿Por qué no me enseñáis algo vosotras?
Ambas dijeron que no tenían nada que enseñarme.
—Entonces, me voy a hablar con una amiga —repuse— Si cambiáis de idea, tenéis cinco minutos para pensar en algo.
Me alejé de ellas y entablé una conversación con una jovencita punk con cara de querubín que se llamaba Sandy. Las gemelas tardaron diez minutos en acercarse.
—Tenemos algo que enseñarte —me dijeron con orgullo.
De hecho, me sorprendió que hubieran pensado en algo; aunque lo que me enseñaron fuese el lenguaje de signos para sordos. Mi primer IDI.
———–
el test de las mejores amigas.
— ¿Cuánto hace que os conocéis? —empecé.
—Unos seis años —dijo una de las chicas.
—Lo sabía.
— ¿Por qué dices eso?
—Lo entenderías si os hiciera el test de las mejores amigas.
Las chicas se acercaron a mí; la idea de hacer un test les resultaba excitante. En la Comunidad tenemos una expresión para describir ese fenómeno: les estaba dando
«Crack para chicas». Las mujeres responden a las técnicas que las involucran en tests, juegos psicológicos, adivinación o lectura del pensamiento igual que un adicto reacciona ante la posibilidad de una dosis gratis.
—Está bien —dije yo, como si estuviera a punto de hacerles una pregunta muy importante.
Las chicas se acercaron más a mí.
— ¿Usáis el mismo champú?
Ellas se miraron, dudando de la respuesta. Después se volvieron hacia mí y abrieron la boca al mismo tiempo para responder.
—La respuesta no importa —las interrumpí—. Ya habéis aprobado.
—Pero no usamos el mismo champú —repuso una de ellas.
—Da igual. Las dos os habéis mirado antes de responder. Si no os conocierais bien, hubierais seguido mirándome a mí. Pero cuando dos personas comparten una relación estrecha, siempre se miran primero y se comunican de una forma casi telepática antes de contestar. Ni siquiera tienen que hablar entre sí.
Las dos chicas volvieron a mirarse.
— ¡Lo veis! —exclamé—. Lo estáis haciendo de nuevo.
Ellas se echaron a reír. Las cosas marchaban bien.
Mientras me contaban cómo se habían conocido en el avión al mudarse a Los
Ángeles
—————-
Cuando era más joven, me parecía un momento importantísimo, pero, ahora, me da igual; lo consiga o no, siempre lo intento.
Si no consigues desprenderte del miedo, entonces piensa: «¡Cambio
de fase! Ya no soy Style. Ahora soy un cavernícola. Vamos a ver si le gusto o
no. Y, si me odia, me importa una mierda.»
Piensa en todas las chicas con las que no has cavernicoleado que hoy no forman parte de tu vida. ¿Qué importan esas chicas? ¿Para qué te vale que tengan un buen recuerdo de ti si están follando con otro? En algún momento tienes que intentarlo. Dile que saque la lengua y, cuando lo haga, chúpasela. Y, si te da una bofetada, no pasa nada. Así tendrás una buena historia que contar.
Antes Maddash ha dado un ejemplo de la importancia de usar técnicas de apoyo bien elegidas para desviar la atención de una chica, evitando así que se resista a tus avances sexuales. Maddash tiene toda la razón. Dile: «Mira esas marionetas tan monas.» Y, mientras tanto, tócale la teta. Si ella se molesta, sencillamente señala hacia las marionetas y ríete.
«Míralas. Mira qué graciosas son.» Y vuelve a tocarle la teta.
——————-
A continuación os describo mi técnica, por si queréis utilizarla. Yo la llamo la técnica del cambio de fase: 1. Me incliné hacia ella y le dije que olía muy bien. Le pregunté qué perfume usaba y luego le hablé de cómo los animales siempre se olfatean antes de aparearse y de cómo estamos programados evolutivamente para sentir deseo cuando alguien nos olfatea.
2. Después le conté que los leones se muerden la melena durante el apareamiento y le expliqué que tirar a alguien del pelo hacia atrás también es un desencadenante del deseo. Mientras le hablaba, le acaricié el cuello con la mano. Luego le agarré el pelo y tiré firmemente hacia atrás.
3. Al ver que a ella no parecía molestarla, seguí tirando. Le dije que, a menudo, las partes más sensibles del cuerpo están protegidas del contacto con el aire; por ejemplo, el lado interior del codo. Después le cogí el brazo, lo doblé un poco y, eróticamente, le mordí la piel en el lado interior del codo.
Ella comentó que había sentido un escalofrío.
4. Entonces, le dije: «Pero ¿sabes lo que es infinitamente mejor? Un mordisco… justo… aquí.»
Me señalé el lateral del cuello. Después le dije «Muérdeme el cuello», como si de verdad quisiera que lo hiciera. Al negarse ella a hacerlo, le di la espalda, a modo de castigo. Esperé unos segundos antes de volverme de nuevo hacia ella. «Quiero que me muerdas exactamente aquí.» Y, esa vez, lo hizo. Pura técnica del gato y e| cordel.
5. Pero el mordisco que me dio fue lamentable. Así que le dije: «Eso no es un mordisco. Acércate que te enseñe.» Ella se inclinó hacia mí. Yo le aparté el pelo del cuello y se lo mordí con fuerza. Después le dije que volviera a intentarlo. Y esa vez lo hizo fenomenal.
6. Sonreí en señal de aprobación y, muy lentamente, le dije: «No ha estado mal.» Entonces la besé.
Tomamos una copa más y fuimos a mi casa. Tras un breve tour por la casa, en un movimiento tipo Maddash, hice que se sentara en mis rodillas mientras le enseñaba un vídeo en el ordenador. La acaricié y la besé en la nuca, hasta que ella se volvió y empezó a besarme en la boca. Entonces me dijo que quería tumbarse en el suelo. Yo me tumbé a su lado y no podéis imaginar lo que pasó. ¡Se desmayó!
Le quité los zapatos, la tapé con una manta, le puse una almohada debajo de la cabeza y me fui solo a la cama. Así que, al final, me quedé con las ganas. Pero ahora sé lo que tengo que hacer. He superado mi problema. Estoy listo para dar el siguiente paso.
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La frase de aproximación, por ejemplo, debe ser casual. Ella no debe percibirte como alguien que intenta ligar con ella, sino como un agradable desconocido. Te acercas a ella y a sus amigas y les dices:
—Mi vecina acaba de comprarse dos perros y quiere ponerles el nombre de un dúo de los ochenta o de los noventa. ¿Se os ocurre alguno?
Cuando te diriges a un grupo de personas, lo primero que piensan es: «¿Se nos va a pegar este tío toda la noche? ¿Cómo nos deshacemos de él?»
Así que te das a ti mismo una falsa limitación temporal.
—Sólo puedo quedarme un minuto —les dices—. Me están esperando unos amigos.
Mientras interactúas con el grupo, te fijas en las personas que pueden intentar excluirte: los hombres celosos, las amigas sobreprotectoras. Los halagas para hacer que se sientan bien mientras le dedicas negas a tu objetivo. Si tu objetivo te interrumpe, puedes decir:
—Vaya, vaya. ¿Es siempre así? ¿Cómo lo soportáis?
Si ella se molesta, retienes su atención con un ligero cumplido.
Cuando se les acaban los posibles nombres para los perros (Milli y Vanilli,
Hall y Oates, Dre y Snoop; los he oído todos), pasas a la demostración de valía. Les haces a las chicas el test de las mejores amigas o les enseñas algo sobre su lenguaje corporal o les haces una lectura caligráfica. Entonces les dices que tienes que volver con tus amigos.
Pero ellas ya no quieren que te vayas. Ya estás dentro del grupo. Les has demostrado que eres la persona más divertida y más interesante del local. Ya has realizado el enganche.
Puedes relajarte y disfrutar de su compañía, escucharlas, aprender cosas sobre ellas, crear un lazo afectivo.
En el mejor caso posible, puedes llevarte al grupo entero o a tu objetivo, en una cita inmediata, a otro bar, a un café o a una fiesta. Ahora formas parte del grupo.
Puedes empezar a centrar tu atención en el objetivo, que empieza a sentirse atraída por ti como consecuencia de tu liderazgo y de tus negas. Cuando llega el momento de marcharse, dices que has perdido a tus amigos y preguntas si alguien de ellos puede llevarte a casa. Así le estás dando a tu objetivo la oportunidad de quedarse a solas contigo sin que sus amigos piensen que pretende acostarse contigo. (Si la logística es demasiado complicada, consigue su número de teléfono y dile que la llamarás a la semana siguiente.)
——-
Al llegar a tu casa, invítala a pasar para enseñarle eso de lo que habéis estado hablando: una página web, una canción, un libro, un vídeo, una camisa, una bola de jugar a los bolos… Lo que sea. Pero, primero, invéntate otra falsa limitación temporal.
Dile que tienes que acostarte pronto porque tienes mucho que hacer al día siguiente.
Dile que sólo puede quedarse quince minutos, que después tiene que irse. Llegado este punto, los dos sabéis que vais a acostaros juntos, pero tú tienes que seguir disimulando para que ella pueda decirse a sí misma que las cosas ocurrieron por sorpresa, sin que nadie lo hubiera planeado.
Enséñale tu casa. Ofrécele una copa. Dile que quieres mostrarle un vídeo graciosísimo que sólo dura cinco minutos. Desgraciadamente, la televisión del salón está rota, pero tienes otra en el dormitorio.
Por supuesto, en tu dormitorio no hay sillas; sólo está la cama. Cuando ella se sienta en la cama, tú te colocas lo más lejos posible. Así, ella se siente cómoda y, quizá, un poco sorprendida de que no intentas algo.
Al pasar por su lado, la rozas de manera sugerente, pero vuelves a alejarte de inmediato. Continúas usando una combinación de limitaciones temporales y de tiras y aflojas para aumentar su interés. Le recuerdas que tienes que acostarte pronto.
Entonces, le dices que huele bien. La olfateas lentamente, desde la base del cuello hasta justo debajo de la oreja. Ahora es cuando entra en juego la técnica evolucionada del cambio de fase: la muerdes suavemente en el brazo, en el cuello y, a no ser que ella se abalance sobre ti, sigues hablándole para mantener su mente ocupada mientras aumentas la intensidad del contacto físico, aunque de vez en cuando retrocedes para que ella no llegue a sentirse incómoda. Tú siempre debes ser el primero en decir que no. Eso se llama robarle su realidad. El objetivo es excitarla sin hacer que se sienta presionada, utilizada o incómoda.
Le quitas la camisa. Ella te quita la tuya. Empiezas a quitarle el sujetador. ¿Qué ocurre? ¿Ahora dice que no quiere seguir? Los MDLS tenemos un nombre para eso: resistencia de última hora, RUH. Tú debes retroceder un par de pasos. Esa resistencia no es un deseo real. Sólo esta defendiendo su reputación (DR). No quiere que pienses que es una chica fácil. Así que os acurrucáis y habláis. Ella te hace preguntas tontas, como si tienes hermanos, y tú le respondes con paciencia, hasta que consigues que vuelva a sentirse cómoda. Entonces vuelves a empezar desde el principio: la besas, le quitas el sujetador… Esta vez ella no opone ninguna resistencia. Le chupas las tetas.
Ella arquea la espalda. Está excitada. Se sienta encima de ti y se frota contra tu muslo. Tú te empalmas.
La levantas y empiezas a desabrocharle los pantalones. Ella te aparta la mano.
—Tienes razón —le dices respirándole en el oído—. No deberíamos estar haciendo esto.
Os seguís besando. Vuelves a intentar desabrocharle los pantalones, pero ella sigue sin dejarte. Así que enciendes la luz, apagas la música y arruinas el momento.
Después coges el ordenador portátil y miras a ver si tienes algún e-mail mientras ella se queda sentada en la cama, sin saber qué hacer. Eso se llama crear hielo. Hace un momento ella estaba disfrutando de toda tu atención, de tus caricias y de la intimidad del momento; se sentía bien. Ahora le has quitado todo eso.
Se acerca a ti y empieza a besarte el pecho, intentando recuperar tu atención.
Tú dejas el ordenador en el suelo, apagas la luz y le devuelves los besos y las caricias.
Intentas desabrocharle los pantalones de nuevo. Ella vuelve a detenerte. Dice que acabáis de conoceros. Tú le dices que la entiendes. Vuelves a encender la luz. Ella te pregunta qué estás haciendo. Tú le dices que respetas sus sentimientos, pero que ha arruinado el momento con su negativa. Le dices que no pasa nada con voz tranquila.
Ella se pone encima de ti y protesta juguetonamente.
Quiere acostarse contigo, pero antes de hacerlo quiere estar segura de que vas a volver a llamarla, de que no se va a arrepentir de haberlo hecho; aunque posiblemente sea ella quien no quiera volver a verte a ti. Así que tú le dices que la comprendes y que la vas a llamar.
Luego le pides que se quite los pantalones.
Ella lo hace y disfrutáis el uno del otro, con un orgasmo tras otro, a lo largo de la noche, de la mañana y, quizá, de la noche siguiente.
Hasta que ella te pregunta con cuántas mujeres te has acostado.
Ése es el único momento en el que te está permitido mentir.
————————
Estaba a punto de irme cuando he visto a una pelirroja que trabajaba en un Juicemaster; era otro 7,5, como todas las chicas de ese maldito centro comercial.
He pedido un zumo y esto es lo que ha pasado:
TD: ¿Qué zumo de mango está mejor? ¿El «huracán» o la «brisa»?
TB: El «huracán».
TD: Me alegro. Entonces, ponme una «brisa».
TB: Ja, ja. Vale. ¿Qué «propulsor» quieres?
TD: ¿Qué es un «propulsor»?
TB: Lo pone en el cartel.
TD: Ah. O sea que puedo añadirle vitaminas y energía y cosas así al zumo. Fenomenal. Seré un hombre nuevo después de este zumo. ¡Esto es la leche!
TB: Ja,ja.
TD: Chócala.
TB: Vale. (Chocamos las manos.) Esto es lo más emocionante que me ha pasado en todo el día.
TD: ¿Tan aburrida estás?
TB: Sí. Este trabajo es una mierda.
TD: ¿Sabes una cosa?
TB: ¿Qué?
TD: Estoy enamorado de ti.
TB: Ja, ja. Vale. Y yo también de ti.
TD: Perfecto. Entonces deberíamos casarnos. Es alucinante que haya encontrado el amor de mi vida en un Juicemaster.
TB: Ja,ja.
TD: Espera un segundo. Tengo una idea. Cierra los ojos.
TB: ¿Para qué?
TD: Tú ciérralos.
TB: ¿Es que vas a robarme el dinero de la caja?
TD: No, no es nada de eso. Te lo juro. Tú confía en mí. Recuerda que estamos enamorados.
TB: Está bien.
El mostrador era muy ancho. Me incliné hacia adelante hasta estar casi en horizontal, y la besé.
Ella se puso a gritar como si estuviera poseída.
TB: ¡Iiiiiiahhh! ¡Iiiiiiahhh!
Todo el mundo se volvió a mirarnos. Y ella gritaba y gritaba como loca,
levantando los brazos como si estuviera poseída.
Y yo pensaba: «Joder, joder. Sabía que algún día me iba a pasar algo
así. Joder. Debería haber esperado a tener más IDI. Joder. Creía que ya
tenía bastantes. Es la última vez que me meto en un lío como éste.
TD: Pero, si te he dicho que te quería antes de besarte.
TB: ¡Iiiiiiahhh! ¡Iiiiiiahhh!
TD: ¿Estás bien?
TB: ¡Iiiiiiahhh!
TD: ¿Puedo hacer algo?
TB: Estoy bien. Son cinco dólares y treinta y un centavos, ¡Iiiiiiahhh!
¡Iiiiiiahhh!
Aunque empezaba a tranquilizarse, seguía gritando de forma intermitente.
TD: Tranquila.
TB: Estoy bien. Estoy bien. ¿Cómo te llamas?
TD: ¿No irás a llamar a seguridad?
TB: No, es para introducir el nombre en el ordenador. Tengo que preguntárselo a todo el mundo.
TD: Me llamo Tyler.
TB: Es un nombre muy chulo.
TD: Gracias. ¿Y tú, cómo te llamas?
TB: Lauren.
TD: Me gusta.
TB: Todavía no me lo puedo creer. Ha sido lo más guay que me ha pasado en toda mi vida.
TD: ¡Me alegro!
TB: De verdad. Molas mogollón. De verdad. Ha sido la leche.
TD: Me alegro mucho de haberte alegrado el día. La próxima vez que venga, podemos repetirlo.
TB: Sí, y también podríamos hacer más cosas. (Me guiña un ojo.)
TD: Lo que tú quieras. Al fin y al cabo, nos queremos.
TB: Te estaré esperando.
TD: ¿Por qué no me enseñas el cuarto de atrás? Seguro que ahí podríamos hacer más cosas.
TB: Venga. Pasa.
Yo estaba pensando: «Joder, no me lo puedo creer.» Me busqué en los bolsillos y encontré dos condones negros que me había dado Orion la semana pasada. Estaba preparado. Pero, de repente, me entró el miedo.
Pensé: «Joder, si hace tan sólo dos minutos que la conozco.»
Debía de haber cincuenta personas mirando mientras la TB me abría la puerta para que pasara detrás del mostrador. Y todos parecían estar pensando: «¿Adónde va ese chico?» Y yo cada vez estaba más nervioso.
Pensándolo ahora, debería haberlo hecho, pero entonces no pude. Así que le dije a la TB:
TD: La verdad es que tengo que irme.
TB: ¿Volveré a verte?
TD: No creo. Me voy mañana por la noche.
TB: ¿Y esta tarde, cuando salga del trabajo?
TD: No puedo. He quedado con unos amigos.
TB: Bueno. ¡De todas formas ha sido increíble! De verdad.
Y me fui.
————————–
la novia celosa.
Papa: Oye, me vendría bien un consejo femenino.
Paris (levanta la mirada): ¿Qué tipo de consejo?
Papa: ¿Tú saldrías con un tío que sigue siendo amigo de su ex novia?
Paris: Sí. No veo por qué no.
Me alejé unos pasos. Después me di la vuelta y continué la conversación.
Papa: De hecho, es una pregunta doble.
París (sonríe).
Papa: Imagínate que estás saliendo con un tío que sigue viendo a su ex novia. Imagínate que te vas a ir a vivir con él y que él sigue teniendo un cajón lleno de fotos de su ex. No fotos de ella desnuda ni nada de eso; sólo fotos normales y algunas cartas.
París: Lo metería todo en una caja y la tiraría a la basura.
Yo la interrumpí.
Papa: ¿Te parece razonable que ella quiera deshacerse de las fotos?
Paris: Claro. Yo salí una vez con un tío que tenía fotos de una antigua novia y las tiré a la basura.
Papa: ¿De verdad? Lo digo porque yo tengo una amiga a la que le ha pasado lo mismo y ha quemado las fotos.
Paris: Eso es lo que tendría que haber hecho yo. (Sonrisas.)
Paris acabó de servirse la salsa.
Papa: ¿Sabes?, me recuerdas a una caricatura que vi una vez de
Britney Spears. Puede que sea por los dientes.
Paris deja el platito con la salsa en una mesa, me mira y sonríe.
Entonces yo recurro a la técnica de Style de los dientes anchos con forma de
C y los dientes con forma de U.
Papa: Sí, definitivamente tienes los dientes de Britney Spears. Bueno, al menos eso es lo que diría una novia que tuve. Según ella, las chicas que tienen dientes con una curva ancha, una curva que dibuja una C, como
Britney Spears, siempre parecen buenas chicas, por muchos tíos que setiren. Y tú tienes ese tipo de dentadura.
París (interesada y sonriendo): ¿De verdad?
Papa: Lo digo en serio. Si no, fíjate en las chicas que salen en las cubiertas de las revistas. Todas tienen los dientes iguales. Al menos eso es lo que decía mi antigua novia. Hasta se hizo cambiar los dientes; porque ella los tenía con forma de U, como Christina Aguilera. Decía que los dientes con forma de U te hacen parecer distante y que por eso Christina
Aguilera tenía reputación de chica mala, en vez de tenerla Britney Spears.
Paris (sonríe).
Nos acercamos juntos al mostrador y ella cogió la comida que habíapedido. Yo me comporté como si estuviera a punto de marcharme, aunque no tenía la menor intención de hacerlo. Ella ya tenía su comida y estaba a punto de irse, pero yo estaba decidido a evitarlo. Me volví hacia ella y continué la conversación:
Papa: ¿Sabes?, tengo una intuición sobre ti.
Paris: ¿Sí, cuál?
Volvió a dejar la bolsa con la comida sobre el mostrador y me miró fijamente.
Papa: Podría decirte cómo eres realmente con tan sólo hacerte tres preguntas.
Paris: ¿De verdad?
Papa: Sí. Ven, siéntate un momento y te lo demostraré.
París: Vale.
Me senté a una mesa que había cerca del mostrador. Ella se sentó al otro lado de la mesa y me sonrió. Había llegado el momento de demostrar mi valía. Durante los siguientes quince minutos compartimos lugares comunes y anécdotas sobre Hollywood. Yo recurrí a varias técnicas de Seducción
Acelerada y de demostración de valía.
Papa: Un amigo me ha enseñado una técnica fascinante de visualización que él llama el cubo. Está ahí fuera. Acabamos de alquilar una casa (señalo hacia las colinas). Llevo diez semanas viviendo en un hotel. ¡Ya no aguantaba más!
París: ¿De verdad? ¿En qué hotel?
Papa: En el Furama.
Paris (asiente): Sí. Yo vivo aquí cerca, en Kings Road.
Papa: Mola. Vamos a ser vecinos. Mi nueva casa está en Londonderry.
Es un sitio fantástico. Mi amigo Style y yo vamos a hacer las mejores fiestas
after-hours de la ciudad.
Paris: ¡Qué guay!
Papa: Bueno, ¿estás lista para la prueba del cubo?
Paris: Sí. Cuando quieras. (Sonríe.)
Papa: Antes de empezar necesito hacerte unas preguntas. ¿Eres una persona inteligente?
Paris: Sí.
Papa: ¿Eres intuitiva?
Paris: Sí.
Papa: ¿Tienes mucha imaginación?
Paris: Sí.
Papa: Perfecto, entonces podemos empezar. Imagina que estás conduciendo por un desierto y ves un cubo. ¿Qué tamaño tiene?
Paris: Es grande.
Papa: ¿Cómo de grande?
Paris: Como un hotel.
Papa: Eso es interesante. Vale. Ahora dime, ¿de qué color es?
Paris: Rosa.
Papa: ¿Y es transparente?
Paris: Sí, completamente transparente.
Papa: ¡Perfecto! Ahora vamos a añadir una escalera. ¿Dónde está esa escalera, en relación con el cubo?
Paris: Está apoyada en el cubo; justo en el centro. Y lo atraviesa.
Papa: Sabía que ibas a decir eso.
Paris: Sí, claro. (Sonríe y deja escapar una risita.)
Papa: Sí, de verdad. Y ahora vamos a añadir una cosa más. Vamos a añadir un caballo. ¿Dónde está el caballo?
Paris: Está durmiendo.
Papa: Sí, pero ¿dónde?
Paris: Delante del cubo.
Papa: Eso es muy interesante. (Una breve pausa.) Sí, ya está. Y, ahora, ¿estás preparada para saber lo que quiere decir? (De nuevo, un breve silencio.) No significa nada. No, no, era una broma. No me hagas caso. El cubo representa lo que piensas de ti misma; es tu ego. Por lo que has dicho, es bastante grande. Eso quiere decir que eres una persona con confianza en ti misma. Pero tu ego tampoco es gigantesco. O sea, que no eres una creída.
Además, tu cubo es rosa.
Paris: Sí. El rosa es mi color favorito.
Papa: El rosa es un color divertido y lleno de vida. El hecho de que lo hayas elegido quiere decir que tú también lo eres. Te gusta divertirte. Te gusta ir a fiestas con mucha gente, pero también te gusta estar a solas con un buen amigo.
Paris: Sí, es verdad.
Papa: Y tu cubo es transparente. Eso representa cómo te ven los demás, y tú eres el tipo de persona que no oculta nada; el tipo de persona que se muestra tal como es. Conectas con la gente.
Paris: ¿Cómo te llamas?
Papa: Papa. ¿Y tú?
Paris: Paris.
Papa: Tenemos muchas cosas en común, Paris. ¿No te parece?
Paris: Sí.
Papa: Algún día deberíamos tomar unas copas juntos.
Paris: Sí, sería divertido.
Papa: Toma.
Le di un trozo de papel y un bolígrafo. Ella escribió su nombre y su apellido y me lo devolvió; sin duda pensaría que yo iba a reaccionar con sorpresa al descubrir quién era. Pero yo me limité a devolverle el papel, como si no hubiera leído el nombre.
Papa: Se te ha olvidado algo.
Paris: Te voy a dar mi móvil. Es más fácil.
Papa: Vale.
Paris: Llámame. Lo pasaremos bien.
Papa: Sí, seguro que sí. Venga. Nos vemos.
Me levanté y salí afuera, donde me esperaban los demás.
Style: Buen trabajo, Papa. No hagáis nada. No querríamos que ella lo viera, ¿verdad? Buen trabajo. Agente inmobiliario: Chócala, tío.
Les conté a los chicos todo lo que había hecho. Fue fenomenal. Sé que así es como van a ser las cosas a partir de ahora. Llamaré a Paris Hilton en cuanto estemos instalados en Proyecto Hollywood.
Éste es mi set, Mystery, así que mantente alejado cuando Paris venga a verme a Proyecto Hollywood.
Saludos a todos,
Papa
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Uno de los juegos para ligar más infalibles
- TU: – Pareces realmente aburrida ¿quieres que te enseñe a jugar un juego muy fácil?
Generalmente no estará muy predispuesta. Pero casi seguro la convencerás insistiéndole:
- TU: – Si ganas te invitaré a un café, y eso ya será una victoria para mi.
Lo lógico es que sonría y parezca todavía no muy convencida. Rápidamente hay que presentarle la sencillez del juego.
- TU: -Es muy sencillo. Te haré sólo 5 preguntas y para ganar me tendrás que contestar con una respuesta equivocada a las 5 preguntas.
Empezamos pues..
- TU: – ¿Dónde estamos?
- ELLA: – En la luna.
- TU: – ¡comprendido! – ¿Cuál es tu nombre?
- ELLA – Casimiro.
- TU: – Aunque no lo sé, voy a creer que me has dado una respuesta equivocada (y sonries). Siguiente pregunta: ¿ 1+ 1 =3?
- ELLA: – Sí.
Tras estas tres preguntas viene la parte más divertida… La siguiente hay que hacerla en un tono de voz que no parezca realmente una pregunta…
- TU: -¿Qué número de pregunta era la última?
- ELLA: – La 9.
Muchas chicas caen y dicen la «3» con lo cual ya has ganado el juego. Pero las hay muy «despiertas» y que te obligarán hasta el final. Si ha respondido bien estará riéndose y pensando en que ya «te tiene». En ese momento hay que formularle la última pregunta, pareciendo interesado y con otro tono de voz como si no fuera una pregunta de las de antes:
- TU: – En serio, ¿es la primera vez que juegas a este juego?
- ELLA: Sí (responderá casi con total probabilidad).
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Por una mirada, un mundo;
por una sonrisa, un cielo;
por un beso… yo no sé
qué te diera por un beso.