Personajes principales de la obra edipo rey


En la tragedia de Sófocles las acciones, el objeto y el modo de la obra se construyen a partir del actuar de los personajes. En la película de Pasolini también, sólo que en ella existe un predominio de la imagen sobre el texto. El paralelismo entre el texto y la película se da fundamentalmente desde el punto de vista visual. Aunque, la serie de secuencias entre un texto y una película nunca podría ser exactamente la misma, puesto que, desde un principio, la naturaleza del lenguaje cinematográfico es básicamente diferente de la del lenguaje literario. Esto, evidentemente, afectará la forma de expresión y se constituirá en el motivo fundamental de las diferencias entre la película y el texto.

La película arranca con una secuencia que no figura siquiera en la tragedia de Sófocles: el nacimiento de Edipo. La ubicación temporal y espacial de esta secuencia tampoco coincide con la de la tragedia primitiva. Esto se debe, en parte, al motivo que expusimos al principio y también al intento de contemporaneizar el mito, hecho implícito en la película. Esta secuencia pronto empalma con el mito griego, cuya serie de secuencias, como es predecible si tenemos en cuenta cómo comienza a contarnos la historia
Pasolini, se ve alterada.

En el texto de Sófocles la serie de secuencias es la siguiente: una epidemia produce estragos en la ciudad de Tebas. Su rey, Edipo, quiere saber el crimen que ha podido llevar a los dioses a enviar tan terrible castigo. A partir de aquí, comienza a desarrollarse la historia de ese crimen y, con ella, la historia del propio Edipo, hacia el pasado.

En la película, en cambio, y si dejamos de lado las agregadas por Pasolini para dar forma a su mensaje de universalidad temporal del mito, la serie de secuencias se ve en cierto modo invertida: cuenta la historia de Edipo en el orden cronológico en que los acontecimientos se produjeron, y luego los empalma con la época contemporánea, haciendo un sugestivo paralelismo. Pero debemos notar que esta diferencia no altera la esencia de la historia; se debe, simplemente, al mensaje de la película y a la naturaleza diversa de ambas clases de lenguajes.
La película de Pasolini empieza en Italia, en una época contemporánea. Pero no es en un momento de nuestra era al azar el que Pasolini elige como marco para dar comienzo a su lectura de Edipo, sino que se trata de un período político particular: la época del fascismo italiano. El fascismo es una doctrina política basada en el establecimiento de un régimen autoritario y nacionalista que se desarrolló en mayor o menor medida en muchos de los países del mundo occidental durante la primera mitad del Siglo XX. Este entorno se asocia a la figura autoritaria de Layo, el padre de Edipo, en la tragedia griega. De la misma manera, se asocia a esta imagen el hecho de que ‘el padre’ de la película sea un soldado: es una figura que emana autoridad; y mucha, si consideramos el entorno en que se sitúa. Vemos aquí el primer paralelismo entre el mito actual que propone la película y la tragedia griega.
En la película, tal como sucede en la tragedia, el padre experimenta y cumple el deseo de deshacerse de su hijo, en un acto de abuso de autoridad, puesto que sólo los dioses pueden disponer de la vida de otro humano, tanto para los antiguos griegos como para el hombre contemporáneo, aunque en otro plano de divinización. Los motivos que lo mueven a ello, en apariencia, difieren en ambos casos: en la tragedia de Sófocles se debe a la advertencia del oráculo, mientras que en la película se debe al temor de verse privado del amor de su esposa. Sin embargo, si tenemos en cuenta cuál es la predicción del oráculo en la tragedia griega (que matará a su padre y hará el amor con su madre) se hace evidente la similitud subyacente en este punto. Podemos hablar aquí de otro paralelismo importante.

En la película Edipo vence a la esfinge mediante el uso de la fuerza, a diferencia de lo que ocurre en el texto de Sófocles, donde lo hace a través del ingenio. No obstante, en este encuentro se pone de manifiesto una cierta actitud de rebeldía frente al sometimiento, un dominio del deseo en la personalidad de Edipo. Pasolini muestra en este accionar el carácter de Edipo: impulsivo e increpante. Es este rasgo el que podría considerarse un agravante importante de su caída en desgracia en la tragedia griega. Por eso, este encuentro establece un fuerte paralelismo entre el Edipo de Sófocles y la lectura que hace del mismo Pasolini.
Por otro lado, podemos apreciar el carácter heroico del propio Edipo. En primer lugar, el mismo origen de éste ha sido marcado bajo la forma típica que adquieren los mitos heroicos. Recordemos que ha sido encontrado en ambos casos. En la película muchas de las escenas comienzan a tomar la forma del mito: el nacimiento y la infancia estarán marcados por el peligro y lo providencial de su encuentro, (‘el de los pies heridos’ o ‘hinchados’, ‘hijo de la fortuna’) sembrada de peligros, rodeado de mujeres y de un entorno que aprueba constantemente su actuar. Recordemos que el coro, en la tragedia de Sófocles, está compuesto en su mayoría por ancianos. Se decía que estos eran ‘adictos a su persona’ y lo apoyaban en la mayoría de sus decisiones y acciones. Así mismo, Edipo fue quién habría liberado a los tebanos, especialmente a los jóvenes, de la amenaza constante que significaba la esfinge, enviada por Hera desde Etiopía para que devastara a los tebanos. De esta manera, Edipo contaba con la aprobación de los habitantes de Tebas, quienes prácticamente lo consideraban como un semidiós. Por extensión, podemos decir que en la obra dramática la condescendencia es también del espectador. Si nos remitimos a la obra de Pasolini, aludiendo al tiempo del fascismo, podríamos inferir que éste juega, un tanto, con esta relación; pues al desafiar Edipo a aquel que se mostró tan arrogante (Layo) y a quien acusa de abusar de la autoridad, le ha dado muerte. Una interpretación literal sería: ‘dar muerte al tirano’. De esta forma Edipo redime su propio carácter.
Podemos identificar, de manera general, los rasgos predominantes de un sistema político autoritario asociando su funcionamiento, en la figura del Estado, con el proceder y la imagen paterna: autoritaria, controladora y castigadora. Así, el proceder heroico, la revelación contra la imagen paterna opresora, marcada en el símbolo de las manos y los pies atados, vienen a significar el predominio, por un lado, de la juventud contra lo viejo (la nueva idea contra el viejo sistema) y la del mismo mito que asegura su propia reproducción por medio del relato. Al ser esta una historia filial (el pasado de Layo), con orígenes míticos e históricos (la historia de Tebas), las formas del mito original van tomando forma a partir de su reproducción estética, la cual ha asumido, justamente, el componente histórico como una de las formas de lo perdurable.
Como héroe trágico la figura de Edipo parece completarse con la idea de enfrentar al destino (lo inevitable), por tanto nuestra propia piedad y miedo estarían siendo proyectados y encontrados en la tragedia que acontece al héroe. En tanto que la propia vida, la del espectador, no parece más que una lucha contra lo inevitable de la muerte.
En cuanto a la relación de Edipo con Yocasta, Creonte y Tiresias, resulta bastante similar en ambos casos (salvo alguna pequeña diferencia que surja de la particular lectura que hace Pasolini de la tragedia griega) las relaciones entre éstos casi no presentan diferencias entre el texto y la película. Podemos hablar luego de otro paralelismo en referencia a este punto, aunque éste no resulta de gran importancia. Es que, como dijimos antes, no parece trascendente que asuntos como aquel resulten similares, ya que en definitiva se trata de la misma fábula.
Como mencionamos con anterioridad, la película comienza en un lugar y un momento político muy particular. Asociar este momento, tan contemporáneo a nosotros, al régimen político de la antigua Grecia es algo que sin duda actualiza este mito de otros tiempos. No es casual que Pasolini haya elegido este entorno para el nacimiento de su Edipo, dando a entender que toda criatura recién nacida ‘es un mito en potencia’. De aquí en adelante, la película se adapta al mito griego, de tal manera que sólo podemos hablar del paralelismo metafórico que queda planteado con la sugerente escena inicial.
La siguiente escena con la que Pasolini nos obliga a actualizar la concepción del mito antiguo y a trasladarlo a la época contemporánea es la que refiere al destierro. Según la lectura de Pasolini, es un destierro que trasciende el tiempo y el espacio. Nos plantea un Edipo Presente, tanto en la antigua Grecia como en una nación contemporánea, tanto en los estratos sociales más altos como entre las clases trabajadoras, en las ciudades y en las zonas rurales. En definitiva nos habla de un Edipo universal, presente en cualquier tiempo o lugar, donde quiera que se pongan de manifiesto los sentimientos de vinculación erótica del hijo con el padre del sexo opuesto. Su lectura, que posee una evidente influencia de la teoría freudiana, crea un muy sugestivo paralelismo de la tragedia griega, escrita a cientos de años de nuestra época, con nuestra vida diaria. Y resuelve esta lectura, de manera magistral, con el retorno de su Edipo al lugar en que la historia comenzó a desarrollarse. ‘La vida termina donde comienza’, parece decir con esta última escena el Edipo que visualizó Pasolini. Con su lectura desmistificó, de paso, las cualidades del legendario monstruo, que condenaba la diferencia, a la vez que mataba en nombre de ella.

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