Contexto Histórico
Platón, autor griego que vivió entre el 427 y el 347 a.C., se encuadra en un contexto histórico caracterizado por la inestabilidad política, pero también por el esplendor político y cultural. En Atenas, tras las “Guerras Médicas” que enfrentaron a los griegos con los persas entre el 500 y el 429 a.C., se vivió una época de esplendor económico y de desarrollo cultural que trajo consigo el desarrollo de la democracia como sistema de gobierno. Todo esto alcanza su apogeo en la Atenas de Pericles, que ostenta la hegemonía militar y política respecto a las demás ciudades griegas.
Todo ese panorama cambió cuando en la Guerra del Peloponeso (431-404 a.C.) las ciudades griegas, separadas en dos bandos, la liga ático-délica liderada por Atenas y la liga del Peloponeso liderada por Esparta, se enfrentaron en un largo conflicto bélico, de resultas del cual salió perdedor el bando ateniense. La derrota de Atenas supone la derrota del ideal democrático defendido por ésta frente al ideal aristocrático defendido por Esparta y es el inicio de la pérdida de hegemonía de la ciudad de Platón.
En efecto, la democracia ateniense fue sustituida por el gobierno de los 30 tiranos como una imposición de los vencedores y comenzó la persecución de los demócratas. Y si bien se produjo la restauración de la democracia posteriormente, ésta fue ya una democracia debilitada, que ya no volvería a alcanzar el esplendor de los tiempos de Pericles.
Platón vivió en su juventud los avatares de la guerra del Peloponeso, y según nos cuenta, empezó a filosofar movido por el descontento con estos sistemas de gobierno, especialmente con la democracia, que fue la que condenó a su maestro, Sócrates, en el año 399 a.C.
A pesar de todo esto, Atenas siguió siendo el referente cultural durante siglos, en parte por los logros alcanzados en la época de Pericles, en la cual destacan obras de arte tan importantes como el Partenón, obra culmen de la Acrópolis proyectada por Fidias, o esculturas como el Discóbolo de Mirón, que han sido inspiradoras del arte de muchos siglos después de su creación. En torno a la época en la que vivió nuestro autor, se crearon algunas de las grandes obras de la literatura universal como son las tragedias de Esquilo, Sófocles y Eurípides, y se inició la disciplina histórica con autores como Tucídides y Herodoto.
Contexto Filosófico
Respecto al contexto filosófico, tenemos que remontarnos al nacimiento de la filosofía en el siglo VI a.C., momento en el cual se produce el llamado “paso del mito al logos”, que no es otra cosa que el paulatino proceso de sustitución de la explicación narrativa, simbólica y subjetiva por otro tipo de explicación argumentativa y con pretensión de objetividad.
Los primeros filósofos que hicieron este esfuerzo racional fueron los presocráticos, los cuales concibieron la naturaleza como un todo ordenado y por ello se dedicaron a buscar el principio o principios generadores de ese orden. Destacan las respuestas de Heráclito y Parménides, pues iniciaron dos líneas de pensamiento que han llegado hasta nuestros días: el uno apostando por la movilidad del ser, que concibe como un continuo devenir originado por la lucha de contrarios, y el otro apostando por un ser inmóvil caracterizado por la unidad, la perfección, etc.
Ante la variedad de posiciones enfrentadas, tendrá lugar la primera gran crisis de la filosofía, que supuso el abandono de la reflexión sobre la naturaleza para centrar la atención en las normas morales y las leyes de la polis. Este cambio en la reflexión es conocido como “giro antropológico” y fue protagonizado por los sofistas, los cuales, en general, mantuvieron posiciones relativistas y escépticas. A este relativismo moral, se opuso Sócrates, que intentó con su filosofía defender la existencia de valores absolutos basándose en el sujeto a través de los conceptos de conciencia y autonomía moral.
Será Platón el que, polemizando también con los sofistas, intentará completar la labor de su maestro, que no había pasado del ámbito lógico, fundamentando esos valores absolutos con la afirmación de su existencia objetiva e independiente del sujeto. En su filosofía encontramos las huellas de todo este contexto filosófico, pues no entenderíamos el objetivo de su filosofía sin conocer el enfrentamiento entre los sofistas y Sócrates, y no entenderíamos su dualismo ontológico sin entender la caracterización del ser de Parménides reflejada en el mundo inteligible, ni la descripción del mundo sensible ya planteada previamente por Heráclito.