Poesía de fin de siglo: Modernismo y 98


Poesía de fin de siglo: Modernismo y 98

El nacimiento del siglo xx se produce en una época convulsa, tanto desde el punto de vista político como en el terreno social, marcado por las enormes desigualdades económicas y el surgimiento de los grandes movimientos obreros. España, sumida en la profunda crisis que supuso la pérdida en 1898 de las últimas colonias de ultramar, tampoco escapa a este sentimiento de desgracia y presenta un escenario agrario, de notable atraso industrial y cultural. El Modernismo supuso una reacción en contra del sistema burgués.

El Modernismo es un movimiento artístico y cultural que se nutre de diversas tendencias: parnasianismo (“arte por el arte”); simbolismo (utilizar símbolos en lugar de nombrar la realidad); decadentismo (predominio de lo extravagante, lo bohemio); esteticismo (concebir la vida como una obra de arte); y misticismo (mirada hacia el budismo, el esoterismo, el espiritismo…). Surgió en Hispanoamérica como reivindicación de una nueva sociedad con intenciones descolonizadoras. La figura más destacada es Rubén Darío, poeta nicaragüense considerado el iniciador del Modernismo con la publicación en 1888 Azul…, libro que reúne composiciones en verso y en prosa y en el que pueden apreciarse las características de la nueva estética. 

La lírica modernista está caracterizada por una voluntad de independencia artística, una búsqueda de la belleza y del refinamiento y, sobre todo, por una profunda reelaboración del lenguaje poético, un intento de renovar el lenguaje literario.

Algunos motivos, como el cisne, las flores, los vergeles, las gemas o la luna, se convierten en elementos recurrentes en la poesía modernista y, en cuanto a la temática, el amor, el erotismo, los paisajes exóticos o el cosmopolitismo son motivos principales. Pero también lo son la soledad, la desolación o la muerte, que encuentran sus raíces en el Romanticismo y que se traducen en la lírica modernista en una profunda melancolía.

Por un lado, una tendencia que manifiesta su disconformidad con la sociedad de una forma directa, reflexiva y crítica, y que está representada por los autores de la generación del 98 (poesía cívica). Por otro lado, el Modernismo, movimiento que también manifiesta un claro rechazo a la realidad circundante, pero cuya respuesta literaria se formula a través de la evasión.  

La influencia de Bécquer supuso que el Modernismo español fuera más intimista que el hispanoamericano. Los principales autores de esta corriente serán Juan Ramón Jiménez (Arias Tristes) y Antonio Machado (Soledades, galerías y otros poemas: en esta obra se mezclan los elementos puramente simbolistas con otros como el tiempo, la soledad, la muerte y Dios, de carácter mucho más intimista).

Aunque la generación del 98 empleó la prosa como vehículo expresivo predilecto, algunos de sus representantes cultivaron también la poesía. El poeta por excelencia del grupo fue Antonio Machado, quien tras la etapa modernista se centra en el mundo exterior, en los problemas de la gente. Publica en 1912 Campos de Castilla, en donde manifiesta algunos de los rasgos característicos de la generación del 98: el interés por el paisaje castellano y la preocupación por el destino de España. Este poemario recoge composiciones muy heterogéneas, en las que se traducen las vivencias del autor, desde la desolación por la pérdida de Leonor hasta los poemas descriptivos de la belleza de las tierras. Doce años después, en 1924, aparece Nuevas canciones. En esta obra se reúnen cantares y proverbios de inspiración popular en los que el poeta expresa reflexiones filosóficas. En antologías posteriores se recogen otras composiciones de naturaleza diversa, entre las que destacan algunas que Machado atribuye a los poetas apócrifos Abel Martín y Juan de Mairena, poemas sobre la guerra, a favor del bando republicano, y canciones de tema erótico inspiradas en su amor tardío por Pilar Valderrama, a la que el poeta llama Guiomar.


VANGUARDIAS

•​ ​Principales​ ​movimientos​ ​de​ ​vanguardia​ ​europeos 

A finales del S.XIX nuevas corrientes sociales e ideológicas replantean la existencia clásica del hombre tanto en la sociedad como para consigo mismo. Además, la revolución tecnológica y los nuevos inventos hacen tambalear los preceptos clásicos del arte. 

      → Las Vanguardias fueron un conjunto de movimientos artísticos desarrollados en toda Europa desde principios del S.XX hasta la II Guerra Mundial. El término Vanguardia se define como una serie de manifestaciones culturales. Se consideraban a sí mismas como una especie de fuerza de choque  en la lucha contra el arte anterior, en la conquista de un nuevo lenguaje estético, enfocado hacia la rebeldía vital que promovió el cambio y la pasión por la modernidad.

Características​ ​generales​ ​de​ ​las​ ​vanguardias​: 

a) Antirrealismo : “Supresión de la anécdota”. Hay que desprenderse de cualquier concreción que pueda vincular la obra de arte a la realidad. 

b) Irracionalismo​: IMÁGENES INCOHERENTES, imágenes que quedan fuera de toda lógica (irracionales), basadas en las creaciones imaginativas del sueño y en la libertad de la inspiración seguida de la escritura. El irracionalismo afecta a todos los recursos expresivos: comparaciones, metáforas, personificaciones, sinestesias… 

c) Afán de originalidad y experimentación estética cuyo resultado fue un arte minoritario y hermético. El afán de experimentación lleva algunos a concebir el poema como un objeto visual, de ahí la distribución en el espacio de palabras y frases; propuestas de abolición de los signos de puntuación; búsqueda de nuevas formas poéticas como el verso libre, ideal para transmitir las asociaciones libres. 

El artista vanguardista siente la necesidad de romper con todo el pasado, las tradiciones artísticas y todo el arte convencional creado hasta la época. Las Vanguardias impregnaron todas las artes y dieron origen a los diferentes “ismos”: Futurismo, Ultraísmo, Creacionismo, Dadaísmo, Cubismo, Surrealismo, Expresionismo… Estos movimientos suponen una “ruptura”, más intensa y radical que la modernista, que se oponen a la estética anterior y proponen, mediante “manifiestos”, concepciones profundamente nuevas del arte y de las letras. 

→ El primero de los movimientos vanguardistas fue el Futurismo​, movimiento antirromántico que exalta la civilización mecánica y la técnica. En cuanto al estilo: dinamismo, rapidez verbal, ruptura de la sintaxis. El primer autor europeo en usar el término Futurismo fue el italiano Filippo Tommaso Marinetti en 1907, y el autor que lo importó a España fue Gómez de Serna. Los autores que componen algunas obras futuristas son Alberti, Gerardo Diego, y Pedro Salinas, todos de la Generación del 27. 

→ Guillaume Apollinaire creó el Cubismo literario con la invención de los caligramas: poemas visuales. La disposición de los versos crea una imagen a la que remite el contenido de los mismos. Se trata de descomponer la realidad para proceder a composiciones libres de conceptos, imágenes o frases. Destacan los caligramas de Rafael Alberti. 


→ Nacido en Suiza por Tristan Tzara, el Dadaísmo es el anti-arte, niega la realidad en contra de todo lo establecido; para expresarse con absoluta libertad, el “yo” debe liberarse de todo lo establecido y conocido. Algunos autores europeos que luego fueron importantes surrealistas fueron Breton, Éluard y Aragon. En literatura, la técnica que desarrolla es la escritura automática: escribir lo primero que se nos ocurra, escribir sin pensar. En España el dadaísmo no tuvo seguidores, pues, según decían los autores de la Generación del 27, en base a los preceptos de Freud, sentó las bases del surrealismo o suprarrealismo. 

→ En 1925 André Breton defiende en el Manifiesto Surrealista el último movimiento de las Vanguardias, el Surrealismo o Suprarrealismo, que tiene su origen en el Dadaísmo. Pero, a diferencia de éste, el Surrealismo no niega la realidad, sino que crea una nueva realidad, la surrealidad, y desarrolla un arte basado en el estudio y el reflejo de los sueños y la irracionalidad del subconsciente. Es un arte irracional basado en la libre asociación de ideas y la negación de la razón. Grandes obras del Surrealismo en la literatura española son “Espadas como labios” y “La destrucción o el amor” (Vicente Aleixandre), “Poeta en Nueva York” (Lorca), “Sobre los ángeles” (Alberti). 

•​ ​Principales​ ​movimientos​ ​de​ ​vanguardia​ ​propiamente​ ​hispánicos 

España está en consonancia con el resto de Europa en cuanto a la incorporación de los ismos a nuestras letras, siendo el pionero e impulsor Ramón Gómez de la Serna. En el ambiente literario de la época, proliferan las tertulias y revistas. Entre las tertulias son famosas las del Café de Pombo, presidida por Gómez de la Serna, o la del Café Colonial, en torno a Cansino-Assens. De las muchas revistas que surgieron destacan dos: la Revista de Occidente (fundada por Ortega y Gasset en 1923) y La Gaceta Literaria (fundada en 1927, por Giménez Caballero y Guillermo de Torre). 

Las primeras vanguardias llegaron a España hacia 1918, siendo Guillermo de Torre el que afianzó aquí el término con su libro Literaturas europeas de vanguardia (1925), por parecerle la denominación más adecuada para expresar su espíritu innovador y por ser la que ofrecía unas connotaciones más belicosas con respecto al arte anterior. 

→ El Ultraísmo ​es un movimiento únicamente español presentado por Guillermo de la Torre en 1918 con el Manifiesto Ultraísta que promueve la destrucción del arte pasado y la creación de una nueva realidad autónoma con un nuevo lenguaje basado en la creación del mundo de ficción de los ultraobjetos. Nació con la única finalidad de aglutinar todas las tendencias anteriores: Futurismo, Cubismo, Dadaísmo y Creacionismo. Abre camino a la abstracción. 

Sus rasgos característicos son: integración de diferentes artes, sustitución de los signos de puntuación por signos matemáticos, exaltación de las máquinas y del mundo moderno, ruptura de la disposición tipográfica tradicional, renovación de la metáfora (se debe eliminar de la metáfora todo lo sentimental o anecdótico y la metáfora debe relacionar elementos nunca conectados en la realidad). El movimiento ultraísta ha dejado una producción literaria, aunque escasa, de considerable valor, en varias obras de sus principales creadores: Hélices (1923), de G. de Torre; El ala del sur (1926), de P. Garfias; Espejos (1921), de J. Chabás; Poemas póstumos (1924), de J. de Ciria y Escalante, etc. 

→ El Creacionismo ​se inició en París a cargo del poeta chileno Vicente Huidobro y el francés Pierre Reverdy y, en 1918, Huidobro lo dio a conocer en España. Su principal lema es romper con la realidad visible para crear una nueva realidad que tenga sentido por sí misma, sin ningún tipo de referente. Los recursos que destacan son: la total libertad en la elaboración de imágenes, desconexión de los referentes racionales, supresión de puntuación, escritura ideográfica, distintos tipos de letra en un poema, presencia de motivos modernos como el maquinismo y la velocidad. El movimiento literario creacionista desembocó en el concepto de poesía pura. Las obras destacadas dentro del creacionismo son Altazor de V. Huidobro, Versión celeste de Juan Larrea e Imagen y Manual de espumas de G. Diego. 

El lanzamiento tardío de las Vanguardias y las peculiaridades del contexto español provocaron que los nuevos movimientos no lograsen sustituir al arte anterior, no supieron.


•​ ​Ramón​ ​Gómez​ ​de​ ​la​ ​Serna 

El impulsor de las Vanguardias en España fue Ramón Gómez de la Serna. Nace en Madrid en el año 1888 y muere en Buenos Aires en 1963, por tanto, cronológicamente se inserta en el Novecentismo; sin embargo, se separa del grupo en uno de los elementos claves como es la preocupación por la situación de España. Él no lo vive como algo moral o ideológico, sino como un espectáculo donde lo que cuenta es la estética y, sobre todo, la vanguardia. Será el fundador de la tertulia de Pombo en el año 1914, por la cual pasarán numerosos intelectuales, escritores y artistas de diferentes disciplinas y que cerrará sus puertas con la llegada de la guerra civil. En ese momento, Gómez de la Serna viajará a Buenos Aires y pasará allí el resto de su vida, aunque realiza algún viaje a España, donde será ignorado. 

En la obra literaria de Ramón Gómez de la Serna podemos diferenciar tres etapas. 

→  Primera ​etapa: se extiende hasta el año 1914. Aparece el erotismo, uno de los temas que será muy frecuente a lo largo de su trayectoria literaria. Durante estos años, el escritor coincide con las ideas revolucionarias acerca de la estética que se extienden por el continente europeo. En sus obras El concepto de la nueva literatura de 1909, y Mis siete palabras de 1910, defienden la demolición de las antiguas formas literarias y propone la intuición como un nuevo camino para la literatura. Mediante el exhaustivo detalle, la frase breve y la metáfora que busca la sorpresa en el lector se defiende un arte que es un fin en sí mismo. 

→ Segunda etapa​: comprende las obras escritas entre los años 1915 y 1936. Aquí la deshumanización del arte se transforma en un juego cargado de ingenio y de carácter trivial. La desrealización se produce mediante el uso de la metáfora y el humor, proporcionando al texto un aire irónico a la vez que poético. Es en este momento cuando nacen las famosas Greguerías de Gómez de la Serna. También en esta fase son fundamentales sus ensayos, que muestran un reflejo fiel de la sociedad madrileña en el periodo de entreguerras. 

→ Tercera etapa: abarca los años del exilio voluntario a Argentina. En esta etapa el juego va perdiendo poder y su escritura irá evolucionando hacia una literatura más humanizada, donde el pesimismo va impregnando las páginas de sus libros con la aparición de temas como la muerte, la soledad, la religión, etc. Podemos destacar las novelas El hombre perdido y Las tres gracias, y algunos libros de carácter autobiográfico como Automoribundia y Cartas a mí mismo. En esta época, Gómez de la Serna habrá abandonado totalmente el optimismo y mostrará de forma consciente al hombre como un ser fracasado.


TEMA 3: El​ ​Grupo​ ​poético​ ​del​ ​27 

La Generación del 27 se forma y desarrolla durante los años 20 y 30 del XX. Los años 20 se viven culturalmente como un periodo de optimismo en toda Europa, marcado por el carácter rompedor de las vanguardias y de la vida moderna. Pero a finales de los veinte los conflictos sociales se intensifican. Entonces, los artistas se sienten implicados en la realidad social y creen que la literatura ha de acercarse a esos problemas. La Guerra civil acaba por hacer realidad todos los temores. 

Dámaso Alonso fijó la denominación “Generación del 27” en 1948 por la fecha del homenaje a Góngora, aunque no todos ellos habían participado. En ese año empiezan a publicarse las revistas más significativas del grupo y se publican también algunas de las mejores obras definitorias de estos poetas. No hay duda para la crítica que han de estar los “ocho grandes”: Salinas, Guillén, Gerardo Diego, Dámaso Alonso, Luis Cernuda, Federico García Lorca, Rafael Alberti, Vicente Aleixandre. La mayoría tenían formación universitaria y compartieron amistad, revistas, viajes… Sus guías y maestros fueron: Ramón Gómez de la Serna, por la difusión de las ideas de las vanguardias; Juan Ramón Jiménez por su influencia literaria y por difundir las primeras obras de los poetas del 27; y José Ortega y Gasset por sus aportaciones ideológicas referidas al arte nuevo y por la difusión de estos poetas en la “Revista de Occidente” . 

En cuanto a su evolución estética, realizaron una síntesis de vanguardia y tradición y participaron de diversas tendencias estéticas: Poesía vanguardista, ultraísmo y creacionismo, que les influencian en los temas y en la forma (preferencia por la metáfora o la imagen); Poesía pura, por la que rechazan el sentimentalismo y lo anecdótico; Neopopularismo, recrearon los temas y formas de la poesía popular; y Surrealismo, se incorporan temas y formas. 

Los temas ​dominantes de su poesía serán el amor, la muerte, el paraíso perdido, el choque entre deseo y realidad; pero también la técnica, la ciudad, el cine… Sobresale su afán de renovación y originalidad. Utilizaron sobre todo la metáfora, innovadora y de asociación libre y la imagen visionaria. Renovarán la métrica ​con el uso del verso libre y el versículo, aunque también acuden a la métrica clásica. 

Se distinguen tres etapas: 

– la primera etapa de formación, hasta 1928: predomina el esteticismo, en el que se combinan las influencias de las vanguardias (lograr la belleza total del poema, la depuración del lenguaje, la experimentación y la falta de sentimentalismo), de Góngora y de la poesía pura de Juan Ramón Jiménez, compensadas en parte por las de Bécquer y de la poesía popular. Es el momento de títulos como Manual de espumas, de Gerardo Diego; Marinero en tierra, de Rafael Alberti; Romancero gitano, de Lorca.

– la segunda, de consolidación, llegaría hasta la Guerra Civil y, por influencia del Surrealismo, se promueve la aparición de la poesía impura (comprometida con el ser humano; los conflictos sociales y políticos rehumanizan la poesía). De este periodo podemos destacar Poeta en Nueva York de García Lorca, La destrucción o el amor de Vicente Aleixandre o Sobre los ángeles de Rafael Alberti o Los placeres prohibidos de Cernuda. 

– la tercera y última, de disgregación, a partir de la Guerra Civil: el grupo se deshace (asesinato de Lorca, exilio de otros) y cada poeta sigue su propio camino. Nostalgia, desarraigo y protesta son motivos y temas recurrentes. En esta etapa podemos mencionar Hijos de la ira de Dámaso Alonso, Entre el clavel y la espada de Alberti. 


Narrativa de fin de siglo: Grupo del 98 

La Generación del 98 es el nombre con el que se ha reunido tradicionalmente a un grupo de escritores, ensayistas y poetas españoles que se vieron profundamente afectados por la crisis moral, política y social de la España de la época y contra la cual reaccionaron en sus obras. Todos los autores de esta generación nacen entre 1864 y 1876, y son: Miguel de Unamuno, Pío Baroja, Valle-Inclán, Azorín, Antonio Machado (poeta) y Ramiro de Maeztu, entre otros.

Aunque cada uno de ellos tiene un estilo muy particular, podemos distinguir las siguientes características como definitorias del grupo: conservación de aspectos modernistas significativos, como la renovación del lenguaje, la descripción impresionista, la evocación nostálgica y la idealización del paisaje (es el caso de la Sonatas de Valle-Inclán, la acumulación de recursos retóricos y sensaciones, la evasión de la realidad cotidiana y la atmósfera de nostalgia y melancolía); reaccionaron contra el estilo “vulgar” del Realismo con su frase amplia, la elaboración retórica y detallista…, aunque en algunos casos recogen el legado temático e ideológico del Naturalismo (Baroja); su pensamiento es existencialista; distinguen entre una España real, pobre y otra España oficial, falsa y aparente. Su preocupación por la esencia de la tradición española les lleva a revalorizar el paisaje de Castilla, sus tradiciones y su lenguaje castizo y espontáneo. Abogan por la renovación de los moldes clásicos de los géneros literarios, creando nuevas formas como el esperpento (Valle-Inclán) o las nivolas (Unamuno); ideológicamente comparten las tesis del Regeneracionismo.

En cuanto a las características de sus obras narrativas, señalar que la novela se centra en las emociones de los personajes (novela lírica); es más importante el estilo, cómo se cuenta la historia, que no la propia anécdota: escasa acción; el protagonista suele ser un artista bohemio, inadaptado, rebelde, marginado cuyo fracaso existencial lo lleva a la destrucción física o moral.  La narración suele fragmentarse en estampas, se seleccionan algunos momentos significativos. El diálogo cobra mucha importancia;  el narrador cede su voz a los personajes.  Los pensamientos del protagonista son fundamentales, por eso abundan los monólogos y los discursos indirectos.

Los novelistas de fin de siglo (su característica fundamental es el pesimismo), entre los que se encuentran Baroja, Unamuno y Azorín, Los novecentistas (su característica fundamental es el afán de modernización): Ramón Pérez de Ayala y Gabriel Miró, y Las vanguardias ( su característica principal es el culto al progreso y la inclinación al hedonismo y al juego…): Ramón Gómez de la Serna.

Para Pío Baroja (San Sebastián, 1872-1956) la novela es un género en el que cabe desde la reflexión filosófica al humor. Tiene preferencia por temas de aventuras. Sus protagonistas son seres inadaptados que suelen fracasar en la vida. Mantiene en sus obras un pesimismo radical sobre la naturaleza y la condición humana. De modo que su obra es crítica con todo: desconfía de las organizaciones sociales o religiosas, de los partidos políticos o las iniciativas colectivas y no cree tampoco en los buenos sentimientos del ser humano. Concibe la vida como una lucha en la que siempre pierde el débil. En sus obras crea ambientes de perfiles difusos, apenas profundiza en la psicología de los personajes y describe con la pincelada rápida de los impresionistas. También podemos detectar influencias del naturalismo y una evocación nostálgica de ambientes y pasado. Principales novelas: Camino de perfección, El árbol de la ciencia, Zalacaín el aventurero.


Miguel de Unamuno (Bilbao, 1864-1936), escritor y filósofo, destaca por su amplia cultura. En su obra cultivó gran variedad de géneros literarios como la novela, ensayo, teatro y poesía. Fue uno de los autores más influyente de su época. Sus novelas recogen su actitud intelectual, su visión filosófica del mundo y sus preocupaciones ideológicas existenciales tales como la búsqueda de la personalidad y el conflicto entre creador y personaje (Niebla), la envidia cainita (Abel Sánchez), el sentimiento de la maternidad frustrada (La tía Tula) o la trascendencia religiosa y la inmortalidad (San Manuel Bueno, mártir). En ellas se observa la intención de renovar el lenguaje, la forma y las técnicas narrativas, acorde con los postulados del Modernismo. Unamuno llama a sus novelas nivolas para distanciarlas de las realistas. En las nivolas el lenguaje es más intelectual (el idioma de doblega al pensamiento, busca la densidad de ideas, la intensidad emotiva o la exactitud plástica,sus contradicciones internas se reflejan en el gusto por las paradojas y las antítesis) y el autor invade el orden de la realidad objetiva para manejarla de acuerdo con las leyes y los criterios que él impone

Las novelas de José Martínez Ruiz, Azorín, también ensayista y crítico literario, están estructuradas a partir de fragmentos, como capítulos sin cohesionar. Su obra narrativa, presidida por una radical desconfianza en la realidad de las cosas que nos rodean, conduce al lector a las apariencias, las imágenes. Sus novelas  principales son: La voluntad (novela y teoría de la novela a la vez) ; Antonio Azorín y Las confesiones de un pequeño filósofo, ambas una continuación de la primera y con cierto trasfondo autobiográfico.

Ramón María del Valle-Inclán (Villanueva de Arosa, Pontevedra, 1866-1936). Fue dramaturgo, poeta y novelista. En sus obras se detectan rasgos modernistas y de la generación del 98. Atento siempre a la renovación temática y formal, se le considera uno de los autores clave de la literatura española del siglo XX. La corriente modernista se caracteriza por un lenguaje sensorial y la casi nula presencia de argumento y acción, de manera que se puede catalogar en algunos casos como lírica en prosa, más que como narrativa. Comienza con las Sonatas en las que impera el modernismo más exuberante, lleno de imágenes ostentosas y un lenguaje brillante y retórico. En ellas se estiliza el ambiente gallego. En un segundo período -desde 1920- surge el esperpento, que ofrece una visión crítica del mundo y de la sociedad burguesa al mostrar de manera despiadada su lado más corrupto y falso. Tirano Banderas es una de sus novelas esperpénticas en la que se parodia la figura del dictador con una técnica deformante. También podemos destacar El ruedo Ibérico y El trueno dorado.


1. EL TEATRO COMERCIAL 

En las primeras décadas del siglo XX se produjeron algunos hechos que resultaron decisivos. La crisis del régimen que se vivía a principios del siglo XX culminó en 1923 con la dictadura de Primo de Rivera. Se emprendieron importantes reformas agrarias y educativas en medio de fuertes conflictos sociales. El agravamiento de la situación internacional por el triunfo del fascismo y la crisis económica multiplicaron los problemas. En 1936, las fuerzas más tradicionales, con el general Francisco Franco al frente, se sublevaron contra el régimen democrático y comenzó la Guerra Civil. 

En España, el público teatral era fundamentalmente burgués, un público acomodaticio y conservador, poco favorable a innovaciones formales o a planteamientos sociales. A partir de principios del siglo XX encontraremos dos tendencias: el teatro comercial y el teatro renovador, que constituirá una auténtica revolución. 

Dentro del teatro comercial distinguimos diferentes corrientes: la comedia benaventina, el teatro poético y el teatro cómico. El autor que da nombre a la alta comedia es Jacinto Benavente (1866-1954), cuyas primeras obras unían al talento la preocupación social. Es el caso de El nido ajeno, su primer drama, que trata el tema del papel de la mujer en la clase media. La obra fue un absoluto fracaso, y Benavente, ansioso por ganar el favor del público, suavizó el componente crítico de sus textos a partir de entonces. Se limitó a desarrollar una crítica suave, levemente irónica, de los pequeños vicios de la burguesía, pero sin cuestionar ningún elemento importante de la sociedad. Con todo, su talento hizo que alguna de sus obras sigan siendo hoy día destacables, como Los intereses creados. 

El teatro poético intentó ser la representación teatral del Modernismo, pero se quedó tan sólo en un “teatro en verso”, retórico y vacío, cercano al antiguo drama. Entre sus autores, destacaremos a los hermanos Machado, con La Lola se va a los puertos.

Y el teatro del humor ofrece una visión idealizada, autocomplaciente y tópica de la vida popular. Suele presentar ambientes pintorescos, poblados por personajes típicos que utilizan un lenguaje humorístico, lleno de vulgarismos. Ideológicamente son obras muy conservadoras. Un autor representativo es Carlos Arniches (La señorita de Trevélez). Pedro Muñoz Seca desarrolló un nuevo estilo, el astracán, cuyo humor se basa en situaciones absurdas y diálogos disparatados, cuando no en el uso sistemático del ripio, como en su obra más popular: La venganza de Don Mendo. 


2. TEATRO RENOVADOR 

En las primeras décadas del siglo XX se produjeron algunos hechos que resultaron decisivos. La crisis del régimen que se vivía a principios del siglo XX culminó en 1923 con la dictadura de Primo de Rivera. Se emprendieron importantes reformas agrarias y educativas en medio de fuertes conflictos sociales. El agravamiento de la situación internacional por el triunfo del fascismo y la crisis económica multiplicaron los problemas. En 1936, las fuerzas más tradicionales, con el general Francisco Franco al frente, se sublevaron contra el régimen democrático y comenzó la Guerra Civil. 

En España, el público teatral era fundamentalmente burgués, un público acomodaticio y conservador, poco favorable a innovaciones formales o a planteamientos sociales. A partir de principios del siglo XX encontraremos dos tendencias: la primera, el teatro comercial; la segunda, el teatro renovador, que constituirá una auténtica revolución. 

En cuanto a la tendencia renovadora, se trata de un teatro que no llegará a los escenarios o fracasará comercialmente. Al margen de pretensiones comerciales, algunos autores pretenden hacer un teatro que sirva como cauce para la expresión de sus conflictos religiosos, existenciales y sociales. Harán un teatro intelectual y complejo que enlazará con las tendencias filosóficas y teatrales más renovadoras del panorama occidental de la época. Técnicamente, intentarán romper definitivamente con las formas realistas de la representación, aspecto en el que destaca, sobre todos, Ramón del Valle Inclán con su esperpento. 

Fundamentalmente, los intentos de renovación han venido de la mano de autores que cultivaron otros géneros y que hallaron en el teatro un campo de experimentación. Es el caso de Unamuno y Azorín, miembros de la generación del 98. El teatro de Azorín fue muy mal acogido por el público. Sus obras pueden agruparse en el teatro simbólico. Destaca su trilogía Lo invisible. Unamuno escribe un teatro muy intelectualizado que le permite desarrollar un único tema: la preocupación existencial, los conflictos internos entre sentimiento y razón. 

La Generación del 27 contribuyó de manera eficaz a la renovación teatral. Sus componentes incorporaron a sus obras los avances de las vanguardias y potenciaron la intención social. 

3. EL TEATRO DE VALLE-INCLÁN 

Dentro de la tendencia renovadora del teatro de principios de siglo XX, la verdadera revolución teatral llegaría de manos de un contemporáneo, antiguo modernista: Ramón María del Valle-Inclán. Su producción es considerable y variada: novelas, cuentos, teatro, poesía… En todos esos géneros se observa una singular evolución, paralela al cambio ideológico señalado: de un Modernismo elegante y nostálgico a una literatura crítica, basada en una feroz distorsión de la realidad. 

La crítica ha dividido esos caminos en tres etapas, que no siempre están separadas cronológicamente, sino que se dieron de forma simultánea: el ciclo mítico está compuesto por las Comedias bárbaras y Divinas palabras, en las que predomina el ambiente rural gallego, con toda su miseria, por donde se mueven personajes extraños, violentos o tarados; en el ciclo de las farsas (Farsa de la enamorada del rey, Farsa de la reina castiza) pasamos a un mundo distinto, donde lo grotesco se presenta unido a lo poético, refinado y hasta cursi; en 1920 formula su máxima aportación artística al teatro y la literatura en general: el esperpento, nombrado por vez primera en Luces de Bohemia. Valle designa con esta palabra esas obras suyas en las que lo trágico y lo burlesco se mezclan, con una estética que quiere ser «una superación del dolor y de la risa». Lo considera como un género nuevo, pero la mayoría de críticos actuales lo interpreta como una nueva técnica literaria, basada en la deformación sistemática y grotesca de la realidad y de sus personajes (valores y lenguaje), quienes son observados desde arriba por su autor, no sin cierto desdén, aunque a veces con aprecio. En la escena XII de Luces de Bohemia, el protagonista afirma: «Nuestra tragedia no es una tragedia.» La tragedia es un género demasiado noble para el panorama que le rodea: «España es una deformación grotesca de la civilización europea.» Por eso, «el sentido trágico de la vida española sólo puede darse con una estética sistemáticamente deformada». Y así, de la imposibilidad de la tragedia surge el esperpento.


4. EL TEATRO DE FEDERICO GARCÍA LORCA

Federico García Lorca, fue junto con Valle-Inclán, uno de los grandes renovadoras de la escena española. Su teatro se caracteriza por los siguientes rasgos: la mitificación de la realidad, con un especial interés por el mundo de la marginación; la expresión de una profunda angustia vital, que a menudo adquiere una dimensión trágica; el lenguaje metafórico en el que se mezcla la expresión de origen popular con la metáfora vanguardista. Su teatro es un espectáculo total al que contribuyen el texto, la escenografía, la música y la danza y se sostiene en el choque de dos principios, el “principio de libertad” y el “principio de autoridad”. Su producción dramática se puede clasificar en: las farsas, en las que funde lo lírico en lo grotesco. Dos de estas obras son de guiñol (Tragicomedia de don Cristóbal y la señá Rosita, y Retablillo de don Cristóbal) y otras dos para actores (La zapatera prodigiosa, y Amor de don Perlimplín con Belisa en su jardín); las comedias imposibles, denominadas así por el autor son dos obras simbólicas (El público y Así que pasen cinco años), surrealistas y difíciles de interpretar y representar. La última está incompleta; las tragedias de tema social, que son las más representadas del autor. Bodas de Sangre, basada en un hecho real, recoge la tragedia de la novia raptada el mismo día de la boda por un antiguo amante y camina por un mundo de símbolos poéticos: la luna, la muerte, el cuchillo o el caballo. Yerma, representa la obsesión de una mujer por ser madre y su conflicto interior. La casa de Bernarda Alba, la cima de su teatro, es el drama de las mujeres de los pueblos de España, como dice el subtítulo de la obra. La acción transcurre en el interior de la casa de Bernarda, donde se desarrolla el conflicto de las hijas de la protagonista, que acaban de perder a su padre y a las que se les impone un luto de ocho años: en ese espacio cerrado y opresor sólo hay dos salidas posibles para las mujeres: la locura o la muerte.

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