La Guerra Civil sume a España en un periodo de profunda crisis económica y cultural. La penuria que vivíó el país provocó una evolución de la literatura, situando en 1940 la poesía de evasión. Esta poesía engloba una serie de poetas Garcilistas, constituida entre otros por José García Nieto o Jesús Revuelto.
Destaca por su visión positiva de la realidad, por el escapismo alejándose del momento histórico español, por la atención a lo formal en el que destaca la búsqueda de musicalidad, por la preferencia de estrofas tradicionales como sonetos tercetos o encadenados y los autores clásicos. Por último, destaca en su temática la recuperación de temas del Renacimiento, las glorias al Imperio, cuadros ROMánticos y el sentimiento religioso y castellano.
Por otra parte, surge una poesía caracterizada por la búsqueda de respuestas a los problemas del ser humano. Según su actitud podemos distinguir dos tendencias poéticas. En primer lugar encontramos la poesía arraigada, cuyos poetas se acogían a la fe religiosa y rebosaban de esperanza y serenidad. Tenían una actitud existencial que giraba en torno a Dios, la familia y la tierra. Sus carácterísticas más peculiares son su estilo sencillo aunque con reminiscencia surrealista, la métrica clásica y temas cotidianos que reflejan la experiencia diaria y la búsqueda de Dios, destacando a Luis Rosales y Leopoldo Panero. En segundo lugar, debido a la publicación de “hijos de la ira” de Dámaso Alonso y la fundación de la revista Espadaña, se inauguró la poesía desarraigada. Los poetas se enfrentaban a la realidad expresando su malestar vital y la angustia del ser humano. Algunas de sus carácterísticas son la temática religiosa desde una visión crítica, el estilo donde el contenido prima sobre la forma con un léxico tosco y violento, y una métrica donde predomina el soneto. El principal autor es Blas de Otero con “Ángel fieramente humano”.
La poesía desarraigada evoluciónó durante la década de 1950 hacia la poesía social, conllevando un retorno al Realismo social. Los escritores de la poesía social entre los que destacan Blas de Otero con “pido la paz y la palabra” y Gabriel Celaya con “cantos íberos” consideran que el poeta debe reflejar la realidad social y denunciar los males de la Nacíón. Conciben la poesía como vehículo de comunicación y despertar de la conciencia. Sus carácterísticas son el uso del verso libre, predominio del contenido sobre la forma, empleo de un lenguaje sencillo y coloquial donde el léxico empleado adquiere tono narrativo y los poetas expresan las injusticias sociales, principalmente el dolor por el país y la protesta ante la realidad española. A finales de 1950 ya puede hablarse de una superación del Realismo social en el grupo de renovadores que reciben el nombre de promoción de los años sesenta. Destacan Ángel González y José Ángel Valente. Se caracteriza por la preocupación por el ser humano, el predominio de la forma sobre el contenido, el uso de la técnica conversacional donde el poeta se dirige a un interlocutor, se siguen empleando técnicas vanguardistas principalmente el Surrealismo y la concepción de la poesía como autoconocimiento donde el poema expresa la realidad íntima del poeta; de ahí a que predomina el tono intimista y autobiográfico.
A partir de 1970 la sociedad española inició un proceso de transformación, por lo que los poetas contemporáneos indagaron en nuevas líneas de experimentación abiertas en cambios culturales de la nueva sociedad. En este periodo se distinguen dos etapas. En primer lugar la década de 1970, cuyos poetas perseguían un ideal estético innovador y experimental, por lo que se les conoce como novísimos, destacando a José María Álvarez y Ana María Moix. Sus carácterísticas estéticas son el rechazo de formas estróficas tradicionales, el uso de imágenes visionarias y oníricas, el rechazo de la realidad e introducción de elementos exóticos, el uso del collage rompiendo con el discurso lógico y una temática que destaca por su interés en reflejar la nueva cultura. A partir de 1980, la lírica rechaza los aspectos más experimentales de los novísimos y regresa a la poesía de 1950. Los poetas de esta década manifiestan su gusto por la poesía intimista o también llamada poesía de la experiencia. Sus rasgos carácterísticos son el empleo de estrofas clásicas, la naturalidad, un lenguaje sencillo y léxico cotidiano, el rechazo a la estética vanguardista y preferencia por asuntos realistas y verosímiles. Destacan Luis García Montero y Andrés Trapiello.