Poesía y Teatro Español Postguerra: Evolución y Tendencias


Poesía Española de Posguerra

Al acabar la Guerra Civil, las ausencias en el panorama poético español eran muy significativas: grandes poetas del primer tercio del siglo XX habían muerto, como García Lorca (asesinado en 1936) y Antonio Machado, o se encontraban en el exilio, caso de Juan Ramón Jiménez, Pedro Salinas, Jorge Guillén, Rafael Alberti y Luis Cernuda. Únicamente permanecían en España Dámaso Alonso, Vicente Aleixandre y Gerardo Diego. Todos los que seguían vivos, exiliados o no, mantuvieron su actividad literaria y llegaron a dar, en esta época de posguerra, algunas de sus mejores obras poéticas.

Caso aparte es el del poeta Miguel Hernández, al que se considera un epígono de la Generación del 27, ya que, por edad, no podía formar parte de ella. Al acabar la Guerra Civil fue apresado y condenado a muerte; murió en la cárcel de tuberculosis en 1942. En El rayo que no cesa, aparecen los temas más representativos del poeta: el amor, la vida y la muerte; su última poesía es de carácter social y político, muy comprometida y escrita durante la Guerra Civil, cuya obra más emblemática es Viento del pueblo.

Década de los años 40

En esta década se dan a conocer los poetas de la llamada Generación de 1936 (cuya fecha rememora el tercer centenario de la muerte de Garcilaso). Estos poetas, según la terminología de Dámaso Alonso, pertenecían a la “poesía arraigada”, es decir, aquella que mostraba un mundo sin angustia, armónico y ordenado, que, en realidad, estaba de acuerdo con la situación política y social de la posguerra (con el franquismo). Los temas de su poesía son: la religión, la patria, el paisaje castellano y el paso del tiempo. Los autores que destacan de esta generación son: Luis Rosales (La casa encendida), Leopoldo Panero (Canto personal) y Dionisio Ridruejo (Sonetos a la piedra).

Por el contrario, durante estos mismos años 40 se dio otro tipo muy diferente de poesía, definida también por Dámaso Alonso como “poesía desarraigada”. Era la que estaba en desacuerdo con la situación del país y tenía un tono trágico existencialista, además de que mostraba la angustia y desesperación del ser humano ante un mundo. El estilo se basa en un lenguaje directo, coloquial, desgarrado, con imágenes tremendistas, en clara oposición a la estética de la poesía “arraigada”. Un año fundamental para la poesía “desarraigada” fue 1944; en él aparece la revista literaria clave para este movimiento, Espadaña, Dámaso Alonso publica Hijos de la ira, y Vicente Aleixandre, Sombra del paraíso.

Década de los años 50

La poesía de la década de los 50 está dominada por la temática social. La «poesía social” es la evolución de la poesía existencial o desarraigada de la década anterior. Pasa de expresar la angustia individual a manifestar la solidaridad con los demás. Los temas tratados son: la injusticia social, la solidaridad con los oprimidos, el tema de España. Utilizan el verso libre y un lenguaje sencillo y coloquial. De esta generación destacan: Gabriel Celaya: su poesía busca representar “inmensa mayoría”. Llega a la cima de la poesía social con Cantos iberos. Blas de Otero: comienza su trayectoria como poeta existencial y en su incursión en la poesía social destaca Pido la paz y la palabra.

Década de los años 60

Mediando la década de los 50, aparece un nuevo grupo de poetas que cobrará protagonismo absoluto en la década siguiente. En los años sesenta, una nueva generación inicia una poesía llamada “de la experiencia”, que se desmarca de la anterior poesía social. Se trata de la Generación de los cincuenta que alcanza su madurez durante esta década. Características comunes en el grupo son: el predominio de los temas sobre la experiencia personal, poesía más intimista y reflexiva, se alejan del tono político, y empleo de un lenguaje sobrio, natural y antirretórico. En los autores destacamos dos focos: el “Grupo de Madrid”, formado por nombres como, Ángel González (Palabra sobre palabra), José Ángel Valente (Poemas a Lázaro) y Claudio Rodríguez (Don de la ebriedad). El “Grupo de Barcelona” contaba con Jaime Gil de Biedma (Las personas del verbo), José Agustín Goytisolo (El retorno) y Carlos Barral, entre otros.

Década de los años 70

A finales de los años sesenta surge una poesía experimental y vanguardista, que acaba con los restos de la poesía social. Se caracteriza por un lenguaje literario hiperculto, una inclinación por lo aristocratizante, que convierte sus poemas en una literatura dirigida a las minorías. Es una poesía cargada de referencias culturales clásicas. El hecho más significativo de esos años es la publicación en 1970 de una famosa antología llamada Nueve novísimos poetas españoles, del editor catalán José Mª Castellet. Los autores de esta antología son, por ejemplo, Antonio Martínez Sarrión y Ana Mª Moix.

Décadas de los años 80 y 90

A finales del siglo XX se desarrollan tendencias poéticas muy diversas, predominando el intimismo, el neorromanticismo y una vuelta a la poesía de la experiencia. En cuanto al estilo, buscan expresarse con términos comprensibles y claros. Es numerosa la nómina de poetas de esos años, que siguen siendo los poetas que escriben en la actualidad (Olvido García Valdés, o Luis García Montero (Habitaciones separadas)).

Siglo XXI

En el inicio, conviven la obra de los autores que iniciaron su escritura en décadas anteriores con la obra de nuevos poetas. Este tipo de poesía, cuenta también con nombres de poetas que reaccionan contra ella. Quizá sea esta oposición lo único común en poetas como Jorge Riechmann, Ada Salas y Sánchez Robayna.

En los últimos años, las redes sociales han democratizado la posibilidad de difusión de quienes escriben, dando lugar a una proliferación de obras no siempre bien recibidas por la crítica.

Nombres de poetas de la actualidad que podrían mencionarse serían: Carmen Jodra y Raquel Lanseros.


 El teatro de los primeros años de posguerra fue bastante pobre, sobre todo si lo comparamos con el anterior a la guerra, que había dado dramaturgos de la talla de Valle-Inclán o García Lorca. A esto se añade el exilio de autores. Igualmente la censura, el aislamiento cultural y la falta de medios económicos de los empresarios explican esos primeros años de pobreza creativa y de falta de representación. Aun así, en la década de los 40 destacan dos tendencias: La comedia burguesa, seguía la línea del teatro de Jacinto Benavente. Su finalidad era entretener al público, aunque de forma seria, moralizar, y transmitir la ideología dominante del franquismo. Aún así, los autores de esta tendencia tenían preocupación por la obra “bien hecha”. Los autores destacados son José Mª Pemán y Joaquín Calvo Sotelo. El teatro de humor estaba sostenido sobre aspectos que burlaban la censura, como la locura cómica, el misterio o la ridiculización de la burguesía. Su humor inteligente a menudo escondía una visión amarga y escéptica de la realidad. Los autores más importantes fueron: Enrique Jardiel Poncela, con obras de humor disparatado (Eloísa está debajo de un almendro y Cuatro corazones con freno y marcha atrás); y Miguel Mihura, creador de una de las mejores obras teatrales de esa época, Tres sombreros de copa.

 década de los años 50: al igual que en los otros géneros literarios, en la década de los 50 aparece una corriente existencial que evoluciona hacia el teatro del realismo social. Este teatro pretendía hacer reflexionar al público, tratándose así de un teatro de compromiso ético. Los autores principales son: Antonio Buero Vallejo, el mejor dramaturgo de la segunda mitad del siglo XX. Su temática gira en torno  doble plano: existencial y social. Se dio a conocer con Historia de una escalera;  presenta los problemas y aspiraciones del pueblo bajo a través de tres generaciones de varias familias de vecinos. Otras obras suyas son El sueño de la razón o El tragaluz. Alfonso Sastre, cuyo teatro, de denuncia y protesta, se caracterizaba por un fuerte contenido político; su obra más conocida es Escuadra hacia la muerte, un alegato contra la guerra, que fue prohibido. Buero Vallejo y Alfonso Sastre mantuvieron una sonada polémica alrededor del «posibilismo». Sastre achacó a Buero Vallejo su falta de compromiso político, al estrenar obras con una tímida crítica política. Vallejo se defendió argumentando que esa timidez respondía a la necesidad de evitar la censura.

  década de los años 60: en este periodo sobresalen dos tendencias: La evolución del realismo social, que mantenía los temas de crítica y denuncia, aunque con una visión más alegórica y simbólica. Dentro de esta tendencia, destacan Lauro Olmo, con La camisa, y Antonio Gala. Teatro vanguardista, que continuará también en los 70. Los temas se relacionaban con el humor, el surrealismo, la religión, la política, la sexualidad, la “España negra” y la muerte. Su finalidad era la de buscar un teatro muy impactante para el espectador. Los autores de esta tendencia son: Fernando Arrabal, creador del llamado “teatro pánico”, de intención provocadora, y Francisco Nieva, creador del “teatro furioso”.

 década de los años 70: dominada por un teatro independiente, de carácter vanguardista y experimental. Tenían como finalidad la búsqueda del espectáculo total. No solo se emplea la palabra, sino el gesto, la acrobacia, el ruido, la música, etc. Es el llamado teatro-espectáculo, que con frecuencia también se realizaba en la calle. Los grupos teatrales más señalados e innovadores fueron los catalanes Els Joglars y La Fura dels Baus. En Madrid y el resto de España, Los Goliardos, Grupo Tábano, entre otros.

 décadas de los 80 y 90: a partir de los años 80 se afianza el teatro de autor y se abandonan las formas extremas del experimentalismo. Los rasgos más característicos del teatro de esos años son: la protección de la administración pública, el paso al cine y la televisión de obras teatrales con gran éxito y la mayor presencia de autores y obras de las otras lenguas del estado (gallego, euskera y catalán). Algunos autores y obras destacados son: Fernando Fernán Gómez, que emprendió en 1984 su carrera de autor teatral con Las bicicletas son para el verano; José Luis Alonso de Santos, con La estanquera de Vallecas y Bajarse al moro. El autor de mayor proyección internacional de esas décadas, finales del siglo XX, y aun en este momento, es Juan  Mayorga, cuyas obras pueden ser calificadas de dramas intelectuales que indagan en las contradicciones del ser humano contemporáneo.

 El siglo XXI ha traído nuevos nombres a los escenarios, es el caso, por ejemplo, de Alberto Sanzol (La ternura) y Lola Blasco, Premio Nacional en literatura dramática 2016 por Siglo mío, bestia mía.

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