Guido de Arezzo, uno de los más grandes teóricos medievales, que vivíó
Después del año mil, se encuentra entre los primeros que dirige su atención a los problemas técnicos de la música y la
Pedagogía musical.
Es cierto que sigue la ya secular tradición según la cual quien escucha música debe ser considerado en un nivel muy inferior a quien especula sobre la misma.
De hecho, es capaz de afirm ar que «es inm ensa la Distancia entre el cantor y el músico: los primeros cantan, Los segundos conocen aquello que constituye la música. Aquel que hace lo que no sabe puede ser definido como Una bestia»9. Y añade: «en nuestros tiempos, es entre los Cantores donde se encuentran los hombres más estúpidos»10. Esta postura, que se explica tomando como fundamento la Antigua actitud de desprecio hacia el oficio de músico, se Verá, en cualquier caso, superada por el vivo y acuciante interés que Guido de Arezzo demuestre en muchas de sus Obras por los problemas técnicos concretos de la música y Por sus implicaciones de orden pedagógico. No debe olvidarse que, precisamente en torno al año Mil, comienzan a desarrollarse las primeras y embrionarias Tentativas polifónicas: los problemas del ritmo y la grafía Musical vendrán, por tanto, a cobrar una importancia totalmente nueva. Guido de Arezzo dirige así su atención hacia Estos nuevos aspectos de la música, consciente de su recién Adquirida relevancia en el plano de lo didáctico. Si bien en Numerosos fragmentos de su obra definía, como se ha visto, A los cantores con el poco encomiástico apelativo de «bestias», que hacen cosas que no entienden, a los que contrapone los auténticos «músicos», los teóricos, también es cierto que en otros parece, en cambio, invertir los términos de La cuestión. En la parte final de su Epístola de ignoto cantú Invita a aquellos que deseen aprender música a leer su Micrologus, obra claramente didáctica, y se jacta de no haber Seguido a Boecio, «cuyos libros son útiles sólo a los filósofos Y no a los cantores»11. No puede dejar de advertirse una Sombra de desconfianza, por parte de quien conoce por experiencia directa la música, hacia esos otros tratados «útiles Sólo a filósofos», es decir, hacia las meras elucubraciones Teóricas sin anclaje alguno con la realidad musical. No es Por casualidad que Arezzo haga referencia a la práctica m usical y a la importancia del factor didáctico justamente en Esta Epístola de ignoto cantú, en la que formula su sencillo Sistema mnemònico para recordar la entonación exacta de Las notas. Los tratados de Guido de Arezzo se han ido convirtiendo en los siglos sucesivos en un importante punto de Referencia, a la par que ha crecido el interés de los teóricos Por las cuestiones didácticas. Después del año mil, los teóricos de la música tienden a Proporcionar definiciones más articuladas: la música misma Tiende a organizarse de manera cada vez más autónoma y Con un mayor grado de complejidad. Las fórmulas tantas Veces repetidas de la música como ciencia o como bene modulandi scientia parecen ahora más y más lejanas. Por otra Parte, el impetuoso desarrollo de la polifonía y del contrapunto representa un suceso de fundamental importancia, ya Que constituye un fuerte estímulo para los teóricos de cara Al replanteamiento de los conceptos tradicionales, los esquemas por entonces cristalizados desde hacía siglos, que poco Tenían ya que ver con la nueva realidad musical que comienza a formarse. Acabaría resultando una tarea inútil citar en este rápido croquis histórico los numerosos tratados De tema musical aparecidos después del año mil.El «ars antiqua» y el «ars nova» en la conciencia crítica De los contemporáneos El debate entre partidarios del ars antiqua y seguidores Del ars nuova constituye, quizá, la primera querelle musical En la que categorías estéticas y filosóficas son usadas por Una y otra partes para defender y justificar la validez de un Determinado estilo musical. La famosa bula con la que Juan XXII condenaba el ars nova y las tendencias modernistas en Música es, con toda probabilidad, uno de los documentos Más significativos de la época desde el punto de vista del Nuevo pensamiento musical. A partir de esta condena se hacen visibles, ciertamente, de modo inequívoco las razones De ambas partes no sólo en el ámbito del gusto, sino también en el de dos ideologías contrapuestas, de dos diversos Modos de concebir la música misma. La bula papal, al describir los defectos de la nueva música, define inconscientemente la estética de los nuevos tiempos. Frente a la mayor Complejidad del ars nova, en la que el cruce polifónico de Las voces se convierte en motivo de un goce autosuficiente Para quien escucha, he aquí la preocupación de Juan XXII: La multitud de sus notas borra los sencillos y equilibrados razonamientos mediante los cuales en el canto llano se Distingue una nota de otra. Se apresuran y no descansan jamás, embriagan los oídos y no se preocupan de las almas; Imitan con gestos aquello que tocan, de modo que se olvida la devoción que se buscaba y se muestra esa relajación Que debía ser evitada. En este documento se ven perfectamente los fines que el Ars antiqua se propónía y los que el ars nova, en cambio, se propone: la contraposición no es solamente la existente entre los valores de la sencillez y la claridad contra lo abstruso, La complicación y la novedad gratuita, contraposición habitual en todas las épocas, propia de la eterna polémica entre Pasado y presente, entre tradición y renovación. La contraposición es más bien la de una concepción de la música al Servicio de algo diferente a sí misma, esto es, como instrumento de devoción religiosa, y otra concepción de la música como fin en sí misma, autosuficiente y autónoma en su Valor puramente auditivo. Después del ars nova, las razones De la música se harán algo cada vez más potentes y tenderán a afirmarse prescindiendo cada vez de modo más claro De motivaciones y justificaciones de tipo teológico, cosmológico y moral. Los ecos y consecuencias de la polémica entre partidarios de cada estilo no se extinguirán durante m ucho tiempo: Johannes de Muris, Philippe de Vitry, Jacob de Liegi y aún otros más continuaron su batalla ideológica al Servicio de una u otra parte, contribuyendo, por tanto, a Matizar en un plano estético y filosófico los términos de la Polémica
Es cierto que sigue la ya secular tradición según la cual quien escucha música debe ser considerado en un nivel muy inferior a quien especula sobre la misma.
De hecho, es capaz de afirm ar que «es inm ensa la Distancia entre el cantor y el músico: los primeros cantan, Los segundos conocen aquello que constituye la música. Aquel que hace lo que no sabe puede ser definido como Una bestia»9. Y añade: «en nuestros tiempos, es entre los Cantores donde se encuentran los hombres más estúpidos»10. Esta postura, que se explica tomando como fundamento la Antigua actitud de desprecio hacia el oficio de músico, se Verá, en cualquier caso, superada por el vivo y acuciante interés que Guido de Arezzo demuestre en muchas de sus Obras por los problemas técnicos concretos de la música y Por sus implicaciones de orden pedagógico. No debe olvidarse que, precisamente en torno al año Mil, comienzan a desarrollarse las primeras y embrionarias Tentativas polifónicas: los problemas del ritmo y la grafía Musical vendrán, por tanto, a cobrar una importancia totalmente nueva. Guido de Arezzo dirige así su atención hacia Estos nuevos aspectos de la música, consciente de su recién Adquirida relevancia en el plano de lo didáctico. Si bien en Numerosos fragmentos de su obra definía, como se ha visto, A los cantores con el poco encomiástico apelativo de «bestias», que hacen cosas que no entienden, a los que contrapone los auténticos «músicos», los teóricos, también es cierto que en otros parece, en cambio, invertir los términos de La cuestión. En la parte final de su Epístola de ignoto cantú Invita a aquellos que deseen aprender música a leer su Micrologus, obra claramente didáctica, y se jacta de no haber Seguido a Boecio, «cuyos libros son útiles sólo a los filósofos Y no a los cantores»11. No puede dejar de advertirse una Sombra de desconfianza, por parte de quien conoce por experiencia directa la música, hacia esos otros tratados «útiles Sólo a filósofos», es decir, hacia las meras elucubraciones Teóricas sin anclaje alguno con la realidad musical. No es Por casualidad que Arezzo haga referencia a la práctica m usical y a la importancia del factor didáctico justamente en Esta Epístola de ignoto cantú, en la que formula su sencillo Sistema mnemònico para recordar la entonación exacta de Las notas. Los tratados de Guido de Arezzo se han ido convirtiendo en los siglos sucesivos en un importante punto de Referencia, a la par que ha crecido el interés de los teóricos Por las cuestiones didácticas. Después del año mil, los teóricos de la música tienden a Proporcionar definiciones más articuladas: la música misma Tiende a organizarse de manera cada vez más autónoma y Con un mayor grado de complejidad. Las fórmulas tantas Veces repetidas de la música como ciencia o como bene modulandi scientia parecen ahora más y más lejanas. Por otra Parte, el impetuoso desarrollo de la polifonía y del contrapunto representa un suceso de fundamental importancia, ya Que constituye un fuerte estímulo para los teóricos de cara Al replanteamiento de los conceptos tradicionales, los esquemas por entonces cristalizados desde hacía siglos, que poco Tenían ya que ver con la nueva realidad musical que comienza a formarse. Acabaría resultando una tarea inútil citar en este rápido croquis histórico los numerosos tratados De tema musical aparecidos después del año mil.El «ars antiqua» y el «ars nova» en la conciencia crítica De los contemporáneos El debate entre partidarios del ars antiqua y seguidores Del ars nuova constituye, quizá, la primera querelle musical En la que categorías estéticas y filosóficas son usadas por Una y otra partes para defender y justificar la validez de un Determinado estilo musical. La famosa bula con la que Juan XXII condenaba el ars nova y las tendencias modernistas en Música es, con toda probabilidad, uno de los documentos Más significativos de la época desde el punto de vista del Nuevo pensamiento musical. A partir de esta condena se hacen visibles, ciertamente, de modo inequívoco las razones De ambas partes no sólo en el ámbito del gusto, sino también en el de dos ideologías contrapuestas, de dos diversos Modos de concebir la música misma. La bula papal, al describir los defectos de la nueva música, define inconscientemente la estética de los nuevos tiempos. Frente a la mayor Complejidad del ars nova, en la que el cruce polifónico de Las voces se convierte en motivo de un goce autosuficiente Para quien escucha, he aquí la preocupación de Juan XXII: La multitud de sus notas borra los sencillos y equilibrados razonamientos mediante los cuales en el canto llano se Distingue una nota de otra. Se apresuran y no descansan jamás, embriagan los oídos y no se preocupan de las almas; Imitan con gestos aquello que tocan, de modo que se olvida la devoción que se buscaba y se muestra esa relajación Que debía ser evitada. En este documento se ven perfectamente los fines que el Ars antiqua se propónía y los que el ars nova, en cambio, se propone: la contraposición no es solamente la existente entre los valores de la sencillez y la claridad contra lo abstruso, La complicación y la novedad gratuita, contraposición habitual en todas las épocas, propia de la eterna polémica entre Pasado y presente, entre tradición y renovación. La contraposición es más bien la de una concepción de la música al Servicio de algo diferente a sí misma, esto es, como instrumento de devoción religiosa, y otra concepción de la música como fin en sí misma, autosuficiente y autónoma en su Valor puramente auditivo. Después del ars nova, las razones De la música se harán algo cada vez más potentes y tenderán a afirmarse prescindiendo cada vez de modo más claro De motivaciones y justificaciones de tipo teológico, cosmológico y moral. Los ecos y consecuencias de la polémica entre partidarios de cada estilo no se extinguirán durante m ucho tiempo: Johannes de Muris, Philippe de Vitry, Jacob de Liegi y aún otros más continuaron su batalla ideológica al Servicio de una u otra parte, contribuyendo, por tanto, a Matizar en un plano estético y filosófico los términos de la Polémica