S. XIX – EL Romanticismo
El Romanticismo es un movimiento cultural carácterístico de la primera mitad
del Siglo XIX . Se opone a los principios básicos de la Ilustración y resulta de la
profunda crisis social e ideológica de un mundo en acelerado cambio. El
derrumbamiento de los valores tradicionales, la despersonalización del
individuo dentro de la nueva sociedad industrial y el auge del materialismo y la
tecnificación conducen a dos actitudes opuestas:
a. El rechazo de la nueva sociedad, sea añorando un pasado perdido,
sea inventando mundos ideales;
b. La reivindicación de un progreso más acentuado que permita llegar a
una sociedad auténticamente humana en la que tengan cabida la
fantasía, la espiritualidad, la libertad o la justicia.
El Siglo XIX constituye uno de los períodos más agitados de la historia:
comienza con la guerra de la Independencia contra los franceses (1808-1814),
y termina con la derrota contra los Estados Unidos, el desastre del 98, que
supuso la pérdida de las últimas colonias americanas.
Ocurrieron también otros acontecimientos importantes:
La restauración del absolutismo de manos de Fernando VII tras el fin de
la guerra (1814)
Una sucesión de guerras carlistas durante el reinado de Isabel II (hasta
1868) y, tras unos años de inestabilidad, se restaura la monarquía
borbónica con Alfonso XII.
El Romanticismo empieza a gestarse durante las últimas décadas del S.
XVIII y reivindicaba los sentimientos, los ideales, la fantasía, las emociones, la
libertad… Se exaltan los nacionalismos y se rescatan las lenguas vernáculas.
Esto dio lugar a dos tipos de Romanticismo:
Romanticismo tradicional
Quiere recuperar valores perdidos: patria,
religión, la familia
Romanticismo liberal
Cree en los derechos del individuo.
CarácterÍSTICAS DEL Romanticismo
·
Espíritu individualista
El Romanticismo equivale a la rebelión del
individuo, a la violenta exaltación de la propia personalidad. El «yo», al
que ahora se le tributa un culto frenético, constituye el máximo objetivo
de toda la vida espiritual. El mundo externo apenas conserva otro valor
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que el de mera proyección subjetiva. Agudo egocentrismo que tiene
sus raíces en la doctrina enciclopedista (defensora de la postura crítica
intelectual) y en el mundo prerromántico (rehabilitador del mundo de
las emociones personales).
· El hombre ROMántico se caracteriza también por su aislamiento y
soledad, temas básicos del Romanticismo. Su individualismo está
marcado sobre todo por su conciencia aguda y dolorosa de la propia
personalidad, de ser distinto de los demás, que en ciertos casos incluso
deriva en un sentimiento de superioridad – su genio, su desgracia o
infelicidad mayor que las de nadie -. Esta es la razón por la cual el yo del
artista pasa a ocupar el primer plano de la creación. Los sentimientos
expresados en las obras ROMánticas son los de sus creadores, quienes
expresan su insatisfacción con el mundo, su ansia de infinito, su
búsqueda del absoluto, su amor apasionado, su deseo vehemente de
libertad, sus estados de ánimo, . Por este motivo la poesía lírica o la
música son a lo largo de todo el Siglo XIX las artes supremas.
·
El ansia de libertad
El ya mencionado individualismo del hombre
ROMántico produce en él una protesta contra las trabas que hasta
entonces tenían cohibido su espíritu, lo cual deriva consiguientemente
en un ansia de libertad que se refleja en todas las manifestaciones de la
época: el arte, la literatura, la música, la industria, el comercio, la
conciencia,…
·
Irracionalismo:
Los ROMánticos rechazan la razón y todo lo racional. Sus
temas preferidos están relacionados con lo sobrenatural, la magia y el
misterio. A estos ROMánticos les falta un pensamiento sistemático y
coherente; no comprenden ni interpretan el mundo de una forma
global.
·
Subjetivismo
En el Romanticismo se le concede una gran importancia a
las emociones, los sueños o las fantasías. Como formas de
conocimientos principales se aceptan la intuición, la imaginación y el
instinto; es decir impulsos no racionales, marcados por los sentimientos.
La pasión se considera una fuerza superior a la razón.
·
El espíritu idealista
Los ROMánticos sienten una gran predilección por lo
absoluto, lo ideal, en conexión con la filosofía idealista, esencialmente
alemana, que se impone con fuerza en toda Europa durante la primera
mitad del siglo. Por este motivo buscan desesperadamente la
perfección, lo absoluto, lo cual explica, por una parte su necesidad de
acción, su vitalismo, pero por otra, los anhelos insatisfechos que derivan
en su frustración e infelicidad. Ese vago aspirar hacia un mundo superior
al de las realidades sensibles y que la razón no acierta a definir, cristaliza
a menudo en unos ideales concretos, que el ROMántico se impone
como norte de su vida: la Humanidad, la Patria, la Mujer. Hacia estos
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objetivos concretos el hombre ROMántico dirige sus ardorosos afanes: el
sentimiento filantrópico, el ideal patriótico y el amor, al que a menudo
se le une un vago misticismo.
·
Angustia metafísica
Al haber perdido la confianza en la razón, el ser
ROMántico es por naturaleza alguien inseguro e insatisfecho, lo cual da
lugar a la desazón vital ROMántica. El ROMántico siente la vida como un
problema insoluble. Su instinto le denuncia la existencia de fuerzas
sobrenaturales que escapan a todo conocimiento racional y una
invencible angustia sobrecoge su ánimo. Se sabe víctima de un ciego
Destino sin justificación lógica e increpa a la Naturaleza, que contempla
impasible su dolor. La idea de infinito preside su vida; de ahí su inquietud
febril y su terrible desequilibrio. Este aspecto es, sin embargo, también
motor de la creación artística en la búsqueda constante del ROMántico
de respuestas y soluciones a las dudas y problemas que se plantean.
·
Choque con la realidad
Otro tema importante en el Romanticismo es el
del desengaño que deriva del choque entre el yo hipertrofiado
ROMántico y la realidad prosaica y gris que no da satisfacción a sus
anhelos e ideales. El ROMántico – arrastrado por las imágenes que él
mismo ha creado en su interior – se encuentra con que la realidad no
responde a sus ilusiones. Este hecho lleva al hombre ROMántico, falto de
serenidad para aceptar su ambiente, a un violento enfrentamiento con
el mundo y a rebelarse contra todas las normas morales, sociales,
políticas o religiosas.
·
Evasión
Otro tema importante en el Romanticismo es el del desengaño
que deriva del choque entre el yo hipertrofiado ROMántico y la realidad
prosaica y gris que no da satisfacción a sus anhelos e ideales. El
ROMántico – arrastrado por las imágenes que él mismo ha creado en su
interior – se encuentra con que la realidad no responde a sus ilusiones.
Este hecho lleva al hombre ROMántico, falto de serenidad para aceptar
su ambiente, a un violento enfrentamiento con el mundo y a rebelarse
contra todas las normas morales, sociales, políticas o religiosas.
·
Nacionalismo:
En el Romanticismo aparece una cierta obsesión por
buscar las raíces de cada pueblo en su historia, en su literatura, en su
cultura, . Es ahora cuando se inventa el concepto de pueblo como
entidad espiritual supraindividual a la que pertenecen individuos
concretos que comparten una serie de carácterísticas comunes:
lengua, costumbres, folclore. Así se comprende la revitalización de los
antiguos poemas épicos y de las leyendas y tradiciones locales. Es
evidente que estas ideas ROMánicas se oponen frontalmente al espíritu
universalista de la Ilustración.
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LA POESÍA ROMÁNTICA
Se cultivan dos géneros: la poesía narrativa (relato en verso de sucesos
históricos, legendarios o inventados) y la poesía lírica. Los poemas narrativos
combinan la descripción, el diálogo y, también, momentos líricos con la
narración propiamente dicha. La poesía lírica ROMántica expresa temas como
la melancolía, el cansancio de la vida, el amor, la mujer ideal, etc.
No obstante, uno de los rasgos de la poesía ROMántica es la mezcla de
géneros, de modo que no siempre resulta clara la distinción entre lírica y épica
o narrativa.
Otra carácterística de la poesía ROMántica es la polimetría, es decir, el
empleo de diferentes versos y estrofas en un mismo poema.
Los poetas ROMánticos más importantes son José Zorrilla (1817-1893),
Espronceda (1808-1842), Bécquer (1836-1870) y Rosalía de Castro (1837-1885).
En realidad, sería más adecuado llamar a los dos últimos poetas
posrománticos, puesto que componen su obra en la segunda mitad del siglo
XIX; además, estos dos autores buscan alejarse de la retórica vacía que
caracterizaba a muchas de las obras ROMánticas cercanas a la mitad de siglo;
recurren para ello a la condensación y la simplificación formales, al arte de
sugerir con la palabra
JOSÉ ESPRONCEDA
Aunque escribíó también teatro y novela, destaca sobre todo por su
poesía, tanto lírica como narrativa.
Entre sus poemas líricos figuran Canción del pirata, El verdugo, A Jarifa
en una orgía… En ellos encontramos ya el Espronceda típico: defensa de los
marginados, identificación con los proscritos, desprecio de las leyes y las
riquezas materiales, anhelo de libertad, sentimentalismo, etc.
Sus dos grandes poemas, El estudiante de Salamanca y El diablo
mundo, si bien son básicamente narrativos, ejemplifican la mezcla de géneros
propia del Romanticismo, puesto que los fragmentos propiamente narrativos
alternan con pasajes líricos y escenas dramáticas.
El estilo de Espronceda es típicamente ROMántico. Le gustan las
sensaciones extremas; eso explica su afición a las sonoridades retumbantes, los
efectos rítmicos sorprendentes, las rimas agudas, los cambios métricos
repentinos, los contrastes violentos, las exclamaciones, las interrogaciones
retóricas, etc. Le interesa siempre la reacción sentimental de los lectores, por lo
que abusa de las situaciones emotivas y de la tendencia a lo misterioso.
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Gustavo Adolfo Bécquer
Destaca tanto por su poesía como por su prosa.
La primera edición de sus textos poéticos aparecíó póstumamente con
el título de Rimas. Los temas de las Rimas son básicamente dos: el amor y la
poesía. El amor se identifica con la mujer, expresión máxima de la belleza, pero
poco más que un ideal porque resulta inaccesible, es un misterio o se
desvanece como un sueño. El resultado final es la desilusión, la angustia y la
soledad. La poesía se concibe como expresión de emociones íntimas que
están más allá del poeta mismo y que sólo esperan al escritor que sepa
formularlas.
En cuanto al estilo, la poesía de Bécquer es sintética, normalmente
breve y nada grandilocuente. Ahora bien, bajo la aparente sencillez de sus
versos, se advierte una consciente elaboración de los textos. Además, muestra
un esfuerzo por armonizar la poesía culta y la tradicional; así, por ejemplo, usa
frecuentemente combinaciones de endecasílabos y heptasílabos, al modo de
la silva culta, pero en estrofas normalmente breves, como en la lírica
tradicional; o si en ocasiones emplea estrofas clásicas (octava real,
serventesio, quintilla), muy a menudo utiliza formas populares (copla
asonantada, seguidilla). En general, prefiere la rima en asonante, con lo que
evita la sonoridad estridente del Romanticismo. Por último, Bécquer se acerca
al Simbolismo al aludir a ideas o sentimientos que se resisten a ser formulados
con palabras (la belleza, el amor, la poesía) mediante vocablos que designan
elementos de la realidad cotidiana.
Como prosista, destaca por sus Leyendas, relatos fantásticos muy
ROMánticos tanto por sus temas: la mujer ideal, el ansia de amor absoluto, el
desengaño, como por sus personajes (caballeros, artistas, bellas mujeres) y sus
ambientes (la Edad Media, el mundo oriental o morisco, la noche). Algunas
son muy conocidas: El rayo de luna, El Monte de las Ánimas, El caudillo de las
manos rojas, Los ojos verdes… La prosa de las Leyendas se caracteriza por su
ritmo musical y su calidad pictórica.
ROSALÍA DE CASTRO
Aunque escribíó también en prosa, destaca sobre todo como poetisa.
Compuso versos en gallego Cantares gallegos, Follas novas y en castellano En
las orillas del Sar.
Con esta autora nos encontramos ya muy cerca de la poesía
contemporánea: manifiesta su mundo interior abiertamente y sin el tono
declamatorio y muchas veces superficial del Romanticismo más externo. Por
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otra parte, su maestría en el uso de los recursos poéticos y sus innovaciones
métricas anuncian la poesía modernista. Finalmente, desde el punto de vista
temático, la expresión de la intimidad permite que sus versos transmitan
sensación de autenticidad y que confiese en ellos sus inquietudes sociales y su
conciencia de mujer oprimida.
LA PROSA EN EL Romanticismo
Se cultivan varios subgéneros en prosa:
– Los cuadros de costumbres:
Pequeños relatos que reflejan los modos de vida,
usos, costumbres, ambientes y tipos de la sociedad contemporánea del autor.
Carecen prácticamente de acción, usar poco el diálogo, describir tipos,
ambientes y hábitos contemporáneos del autor, y obedecer a un propósito
didáctico-moralizador o humorístico o satírico. Destacan: Mesonero Romanos
con Escenas Matritenses y los artículos de costumbres de Mariano José de
Larra.
– La novela histórica:
por lo general ambientada en la Edad Media, no
aspiraba a reconstruir con exactitud el pasado, sino simplemente a presentar
en esos ambientes los conflictos e intereses ROMánticos. Su auge muestra el
deseo de los ROMánticos de evadirse del presente. Cabe destacar dos novelas:
El doncel de don Enrique el Doliente, de Larra y El señor de Bembibre, de
Enrique Gil y Carrasco.
– El folletín fue un género que se difundíó en periódicos o ediciones
independientes por entregas. En él se narraban unos conflictos sentimentales
(llenos de misterio, aventura e intriga) protagonizados por unos personajes
tipificados
– La leyenda y el relato fantástico:
Historias en las que abundan los elementos
extraños, misteriosos, sobrenaturales… Leyendas de Bécquer.
MARIANO JOSÉ DE LARRA
Nace en Madrid 1809, pero residíó en Francia con su familia hasta los
nueve años de edad. Se suicidó en 1836, y su trágica muerte, tal vez por su
fracaso amoroso, lo convirtió en prototipo del Romanticismo. Utilizó
pseudónimos y el más conocido es Fígaro.
Aunque cultivó otros géneros es en el periodismo donde sobresale
especialmente. Entre sus muchos textos periodísticos destacan sus artículos de
costumbres El casarse pronto y mal, El castellano viejo, Vuelva usted mañana,
El día de difuntos de 1836, La Nochebuena de 1836, etc. Son
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fundamentalmente satíricos: censuran comportamientos y usos sociales
diversos como la holgazanería, la brutalidad, la hipocresía, el mal gusto, etc.
Pero la sátira no busca el humor fácil o el mero entretenimiento, sino que se
hace con voluntad reformadora y modernizadora.
Por lo que respecta al estilo, Larra busca convencer y gustar al lector de la
prensa. Para ello usa los más variados recursos, pero siempre con un lenguaje
claro y directo en el que son constantes la ironía y el sarcasmo. La ironía es
para Larra el mecanismo fundamental para desvelar las apariencias y dejar al
desnudo las situaciones que satiriza.
TEATRO ROMÁNTICO
Aunque durante este periodo se compusieron tragedias clásicas,
comedias moratinianas, comedias de magia y obras pertenecientes a la alta
comedia e, incluso, se intentó resucitar la comedia barroca, el género del
momento por excelencia fue el DRAMA ROMÁNTICO.
Frente al teatro costumbrista y moralizante del Neoclasicismo, se alza el
drama ROMántico, que es la negación de los preceptos del teatro anterior, al
mezclar lo cómico con lo trágico. Pero, ¿por qué el drama? Es normal que
surja con fuerza el drama, puesto que el hombre ROMántico tiene una
concepción desgarrada y dramática de la vida. Los dramas ROMánticos
conocen un éxito rapidísimo. Sus principales carácterísticas son las siguientes:
a. El tema fundamental es el amor, un amor que está por encima de las
convenciones sociales. La imposibilidad de alcanzar un amor puro en un
mundo hostil hace que frecuentemente los finales sean trágicos.
b. Suelen desarrollar las acciones amorosas en un marco histórico,
normalmente de la historia nacional.
c. Generalmente, los personajes carecen de evolución psicológica.
d. Contienen numerosos elementos melodramáticos (origen desconocido
de los personajes, anagnórisis o reconocimientos finales, escenas
sepulcrales, desafíos…) cuyo fin es conmover y emocionar al público, al
que ahora, a diferencia del teatro neoclásico, no se pretende
aleccionar.
e. Frente al teatro neoclásico y como el teatro Barroco, mezclan tragedia
y comedia y no respetan la regla de las tres unidades.
f. Introducen la innovación de mezclar el verso y la prosa, aunque a la
larga se impone el verso y con polimetría, como en las comedias
barrocas.
Los dramas ROMánticos más notables son La conjuración de Venecia (Martínez
de la Rosa), Macías (Larra), Don Álvaro o la fuerza del sino (duque de Rivas), El
trovador (García Gutiérrez), Los amantes de Teruel (Hartzenbusch) y, por
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último, tres obras de Zorrilla: El zapatero y el rey, Don Juan Tenorio y Traidor,
inconfeso y mártir.
EL DUQUE DE RIVAS
Autor de extraordinarios Romances históricos, sobre asuntos de nuestro
pasado, la obra que más fama le dio: Don Álvaro o la fuerza del sino. Esta obra
reproduce todas las carácterísticas del teatro ROMántico. La acción transcurre
entre España e Italia, pasan varios años, mezcla lo trágico con lo cómico y la
prosa con el verso, se divide en cinco actos, el protagonista está envuelto en
misterio…
JOSÉ ZORRILLA
Se le denominó poeta nacional. Su inspiración nace,
fundamentalmente, de la historia y de las leyendas españolas, fruto de la cual
son sus excelentes poemas: A buen juez mejor testigo y Margarita la Tornera .
Como dramaturgo: El zapatero y el rey; Traidor, inconfeso y mártir y
sobre todo Don Juan Tenorio en donde retoma la figura del burlador de Sevilla
ya tratada por Tirso de Molina en el s. XVII.
Apunte