Principales oradores de la Edad Media


3-La generación del 27 –considerada la edad de plata de la literatura española– está formada por un conjunto de escritores nacidos a finales del XIX y principios del XX. Se llaman así por el homenaje a Luis de Góngora –el poeta Barroco– en el tercer centenarios de su muerte, al que acudieron casi todos ellos. Aunque cada autor de este grupo es un mundo diferente, podemos hablar de una evolución general de su poética: en sus primeros libros se ven muy influenciados por un Romanticismo becqueriano con un deje modernista; se entusiasman después por las vanguardias y la idea del arte puro y deshumanizado, mezclado – curiosamente– con la recuperación de las formas y el estilo de la lírica tradicional española. En los años 30 la tendenciadel grupo evoluciona hacia una rehumanización de la poesía e intentan reflejar en sus obras los tormentosos problemas sociales y políticos de la España de la época. El estallido de la Guerra Civil dinamita el grupo: García Lorca es asesinado, y otros se exilian, algunos para siempre. Una de las grandes virtudes de la poesía de la generación del 27 es su capacidad de unificar tendencias contrarias: les apasionan tanto las vanguardias como la lírica popular;
En ocasiones escriben una literatura de enorme dificultad y otras veces conciben poemas de gran sencillez; combinan el intelectualismo propio del novecentismo con un sentimentalismo ROMántico propio de finales del XIX; saben modernizar la literatura sin renunciar a los poetas anteriores, ya sean modernos, como Juan Ramón Jiménez o Bécquer, o clásicos, como Garcilaso de la Vega o Luis de Góngora; grandes defensores de la tradición española –muchos de ellos eran grandes aficionados a los toros, y a la música popular, por ejemplo– supieron también ser cosmopolitas. Pedro Salinas comienza escribiendo bajo la influencia de la poesía pura (Presagios), pero evoluciona hacia una literatura más intimista, de tono sentimental (La voz a ti debida, Razón de amor). Sus versos, de gran sencillez formal, revelan una gran profundidad de ideas. Jorge Guillén es quien más se acerca a la poesía pura y al intelectualismo novecentista. Escribe poemas sobre realidades cotidianas y reflexiona sobre ellas con enorme profundidad. Su lenguaje, muy elaborado –le obsesionaba corregir sus textos– es sencillo y desnudo, muy denso de conceptos. Cántico, una de sus obras principales, es una celebración optimista de las maravillas de la existencia. Gerardo Diego es un poeta capaz de escribir poesía clásica de gran altura –como su famosísima “Oda al ciprés de Silos”– y también textos vanguardistas de gran modernidad, influidos sobre todo por el Creacionismo y el Ultraísmo. Su libro
Manual de espumas es un buen ejemplo de esto último. Rafael Alberti es un poeta de gran versatilidad. Su Marinero en tierra es uno de los mejores ejemplos depoesía de raíz popular –en él, canta al mar de Cádiz desde Madrid–, y también cultiva con gran éxito el Surrealismo en Sobre los ángeles, un libro oscuro y difícil, de fascinantes imágenes. Fue militante comunista, algo que reflejaen libros como El poeta en la calle. Luis Cernuda agrupó toda su obra bajo el título de La realidad y el deseo. Es un poeta de tendencia melancólica, a quien le cuesta confiar en el ser humano y considera la vida un ámbito hostil en el que es difícil encontrar el amor y la felicidad. Estuvo muy influenciado por Bécquer en un primer momento y por el Surrealismo después. Vicente Aleixandre es el poeta de la generación en cuya obra la influencia del Surrealismo es más profunda y duradera. Sus imágenes son siempre sorprendentes y sus versos suelen ser largos y sonoros. El amor y la muerte están presentes en casi toda su obra, de entre la que destaca Espadas como labios. Ganó el premio Nobel en 1977. Dámaso Alonso escribíó su mejor libro tras la Guerra Civil. Hijos de la ira es el mejor ejemplo del llamado exilio interior (aquellos autores que permanecieron en España tras la guerra pero que no comulgaban con las ideas franquistas): de contenido existencial, muestra con crudeza una imagen del mundo marcada por el dolor, la angustia y la desesperanza. Sus imágenes, influidas por el Surrealismo, son enormemente violentas. Federico García Lorca fue un poeta trágico además de un gran dramaturgo. De su producción poética destacan el Romancero Gitano, en el que consigue unificar una métrica popular y sencillísima con imágenes vanguardistas de radical modernidad para reivindicar al pueblo gitano, y Poeta en Nueva York, en el que hace un genial retrato de la ciudad americana vista desde una óptica surrealista. Murió asesinado al comienzo de la guerra. Manuel Altolaguirre destaca como poeta por su calidad formal y sus tonos humanísimos e íntimos. Su obra poética es cálida, cordial y transparente. Su obra más destacada es Las islas invitadas. Importantes son también las Sinsombrero, un grupo de mujeres intelectuales -escritoras, pintoras, filósofás- que por edad pertenecen a la generación del 27 y que, a pesar de su calidad literaria -en el caso de las poetas- desaparecieron de los manuales durante mucho tiempo. Entre ellas están Concha Méndez (Inquietudes), Ernestina de Champourcín (La voz en el viento), Josefina de la Torre (Poemas de la isla) y Carmen Conde (Poemas de niños, rosas, animales y vientos) que fue la primera mujer en la Real Academia de la Lengua. El nombre responde al gesto de quitarse el sombrero en público que protagonizaron Maruja Mallo, Margarita Manso, Salvador Dalí y Lorca en la Puerta del Sol ante los insultos de los transeúntes como protesta frente a la marginación que sufrían las mujeres. En definitiva, se trata de un grupo de poetas de enorme talento (solo hemos podido detenernos en los más importantes, aunque hay otros interesantes como Juan Larrea o Emilio Prados), que vivieron con igual pasión el deslumbramiento por las novedades vanguardistas como el culto por la poesía clásica. Entre todos ellos llevaron a la poesía española a una de sus más altas cimas.

4- En España no se produce la renovación del género como en el resto de Europa porque los autores teatrales de nuestro país desconocían cómo el teatro había evolucionado en el resto de Europa. Aquí se da una continuidad del drama posromántico y la alta comedia del Siglo XIX, debido a que el público mayoritario era burgués y de mentalidad conservadora. Por eso, los cambios que experimenta el género no se llevarán a cabo hasta mucho tiempo después. Para clasificar mejor el teatro de la época lo dividiremos en dos tendencias principales: El teatro comercial o conservador se adaptó a los gustos del público burgués. Su objetivo principal es el entretenimiento y no intenta incorporar innovaciones estéticas. Existen diferentes corrientes dentro del teatro comercial, como la comedia burguesa, de tono ligero y escasa o nula crítica social, cuyo autor más destacado es Jacinto Benavente (Los intereses creados), premio Nobel en 1922. Gustan mucho también los dramas históricos, de fondo ROMántico, ambientados en el pasado, como Las hijas del Cid, de Eduardo Marquina. Pedro Muñoz Seca parodia este tipo de teatro en la divertidísima La venganza de don Mendo. Los hermanos Machado hacen obras más populares y sencillas, como La lola se va a los puertos. Por último, siempre dentro del teatro comercial, hemos de mencionar la comedia costumbrista de los hermanos Álvarez Quintero, de temática generalmente andaluza (Mariquilla) y a Carlos Arniches, que ambienta sus obras en el Madrid popular, como en El santo de la Isidra. El teatro renovador trató temas menos comerciales y apostó por formas teatrales nuevas. Son varios los autores que destacan. Alejandro Casona, maestro de profesión, hizo un teatro de intención educativa, forma muy cuidada y gran hondura poética. Su obra más conocida es La dama del alba. Enrique Jardiel Poncela escribe un teatro de raíz absurda, y situaciones inverosímiles, en el que mezcla tramas llenas de intriga con un genial sentido de lo cómico. Su lenguaje es ingenioso y agudo, y algunas de sus obras principales son Cuatro corazones con freno y marcha atrás y Eloísa está debajo de un almendro. Valle-Inclán nos muestra, en sus Comedias bárbaras, el mundo rural gallego, de personajes oscuros y violentos que se dejan llevar por sus peores pasiones. En Divinas Palabras comienza a desarrollar la estética del esperpento, que propone una deformación sistemática de la realidad para criticar con crudeza la vulgaridad y el patetismo de la situación española –su corrupción, su incultura, su violencia–, y alcanza su cumbre con Luces de Bohemia. En ella se nos cuentan él último paseo por Madrid de Max Estrella, un poeta ciego y genial pero sin éxito literario que termina muriendo en un portal, no sin antes hacer una despiadada revisión de la sociedad de su época. Federico García Lorca, que fundó La Barraca, un grupo teatral para recorrer los pueblos y representar teatro clásico ante la gente humilde que no tenía acceso a la alta cultura, escribíó obras de muy diferentes tipos: farsas (La zapatera prodigiosa), teatro surrealista (El público), o magníficos dramas como Mariana Pineda, basada en la vida de una mujer ejecutada en el Siglo XIX por sus ideas progresistas. Sin embargo, sus grandes obras son las tragedias, en las cuales los personajes –generalmente femeninos y pertenecientes al mundo rural–, se enfrentan a un mundo opresivo y autoritario en el que no pueden ser libres y felices; siempre terminan encontrando destinos violentos. Bodas de sangre nos cuenta la historia de una novia que se fuga tras su boda con un antiguo novio. Cuando el marido lo descubre, se enfrenta a él a navajazos y ambos acaban muriendo. En Yerma la protagonista es una mujer casada que desea ser madre y no es capaz de concebir un hijo. En La casa de Bernarda Alba, que terminó dos meses antes de morir y nunca vio representada, se cuenta la historia de una viuda que impone riguroso luto a sus cinco jóvenes hijas, que se consumirán dentro de la casa, sin poder salir de ella. Un conflicto amoroso –la hija menor mantiene relaciones secretas con el prometido de la mayor, y otra de las hermanas, que siente celos, la delata– terminarán desencadenando una muerte trágica. En definitiva, el teatro español anterior a la Guerra Civil se mueve entre extremos: por un lado obras fáciles y ligeras que pretenden entretener, y por otro obras que responden a un gran afán de innovación. Valle- Inclán y Lorca escriben el que probablemente sea el mejor teatro español desde el Siglo de Oro.

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