EDAD CONTEMPORÁNEA: Marx, Nietzsche, Ortega Y HABERMAS.
Marx: Dios
Según el materialismo histórico de Marx, las formas ideológicas son las herramientas que la burguésía emplea para mantener el orden social tal y como está. Dentro de estas formas ideológicas destaca la religión a la cual denomina “el opio del pueblo”. Para Marx la estructura social que consta de dos partes:
Infraestructura: es la base material de la sociedad, es decir, las condiciones reales, y está configurada por dos elementos: la estructura social, producida por el reparto de la riqueza; y las relaciones de producción, determinadas por las fuerzas productivas
Superestructura: se corresponde con los elementos abstractos o la organización ideal de la sociedad. Está configurada, por tanto, por las formas ideológicas de dominación que quedan materializadas en una determinada forma de estado expresada por medio del derecho y soportada por el arte, religión, filosofía y ciencia. Estas formas ideológicas son las que sostienen la infraestructura. Para Marx, la más importante es la religión, ya que adormece el pueblo prometiendo la vida eterna. “La religión es el opio del pueblo”.
Marx plantea revolucionar el sistema siguiendo tres fases:
Toma de conciencia: el pueblo tiene que darse cuenta de su situación real y de quien es su enemigo. Habrá que acabar con las formas ideológicas. El pueblo deberá buscar una uníón internacional.
Dictadura del proletariado: consiste en elevar a los trabajadores a la clase dominante mediante la revolución como medio. Marx proponer avivar la lucha entre clases. Para Marx no supone un problema el uso de violencia. Una vez sea dominante el pueblo, tendrán que eliminar la propiedad privada. Marx plantea un sistema educativo gratuito y obligatorio y la imposición de un trabajo físico para todos los ciudadanos.
Fin de la historia: una vez completado todo habremos alcanzado el paraíso en la tierra. Tampoco existe por tanto la ideología ni la alienación y así cada individuo podrá alcanzar la verdad y la libertad.
Ortega Y Gasset: HOMBRE
Para nuestro autor hay que ir eliminando la concepción (racionalista o vitalista) que considera que el ser es algo que se da sin necesidad de otra cosa. Ortega nos planteará la indigencia del ser. El ser es un acto que se configura de la confluencia de dos realidades que se necesitan mutuamente. Esto significa que ni la realidad es algo independiente al sujeto, ni es una mera construcción del sujeto, sino que el pensamiento y las cosas son inseparables, hasta el punto de que se implican mutuamente. De este modo, sujeto y objeto mantienen una relación de copertenencia, convirtiéndose en realidades diiconsentes al necesitar el objeto a un sujeto que lo observe, el cual se hace sujeto porque percibe al objeto. En el caso particular del hombre, Ortega va a sostener “Yo soy yo y mis circunstancias y si no las salvo a ellas no me salvo a mí”. Por lo tanto yo soy un acto que se produce por la participación de unas condiciones internas y otras externas. La uníón de ambas es la que me hace como ser humano. Una uníón que es mucho más que la mera co-pertenencia se trata de que yo me haga observador cuando hay algo que se observa. Me hago buen alumno haciendo bueno a mi profesor; buen hijo haciendo bueno a mis padres, etc. Sólo desde la asunción de las circunstancias, puedo optar libremente. El hombre, por lo tanto, es una realidad indigente y dinámica que se irá construyendo en la suma de decisiones sobre las circunstancias concretas que le ha tocado vivir. Es ahí donde puede ejercer la libertad en la fatalidad. Dicho objeto, para Ortega, deberá ser una realidad radical la cual es nuestra vida. Para Ortega la vida es aquello que nos pasa pero también la conciencia de lo que nos pasa. Además, afirma que la vida es aquello que poseo, por lo que no solo será vida aquello que me ocurre y de lo que soy consciente, sino también lo que pienso sobre lo que vivo. Además dice Ortega que vivir es una fatalidad, ya que me veo obligado a elegir ante circunstancias fatales, pues proceden del ‘fátum’, de lo inevitable, sin embargo, en esta elección soy libre, “vida es la fatalidad en la libertad y la libertad en la fatalidad”. Por lo tanto, mi vida es el proyecto en que yo libremente decido, pues lo único que me pertenece es mi futuro. Yo no soy dueño de mi pasado, pues es fatal, ni siquiera de mi presente; yo soy solo dueño de mi futuro, de lo que voy a hacer con lo que ahora tengo. Además, plantea que el hombre tiene en su objetivo fundamental regenerar España o su sociedad desde un punto de vista colectivo. Por esto, para él, el hombre no es más que un animal que carece de naturaleza, únicamente posee historia. Este planteamiento nos hace pasar de una razón vital a una razón histórica. En conclusión: el hombre es un ser que se va realizando en la toma de decisiones sobre una realidad concreta. Se trata de saber que la suerte de mis circunstancias es la suerte de mi propia existencia.
HABERMAS: Ética.
La ética del discurso se basa en el método trascendental, que consiste en la identificación de las condiciones de posibilidad de algún hecho previamente descrito, que en este caso serán los actos del habla. En estos actos hay implícitas estas pretensiones de validez:
Inteligibilidad: lo que decimos es entendido por el que nos oye.
Sinceridad: lo que decimos es lo que realmente pensamos.
Verdad: lo que decimos es verdad, ceñido a los hechos objetivos.
Corrección: lo que decimos es conforme a las reglas intersubjetivas.
Este diálogo recibe el nombre de “discurso”. Evidentemente, esto nunca se cumple, pero Habermas dice que es importante tener este horizonte en mente para poder hacer un discurso lo más parecido posible.
El principio kantiano de universalización es reformulado así: “Toda norma válida habrá de satisfacer la condición de que las consecuencias que se sigan de su acatamiento universal puedan ser aceptadas por todos, y ser mejores que otras propuestas”. De esta reformulación se sigue este principio moral: “Sólo pueden tener validez las normas que son aceptadas por todos los afectados”.La ética del discurso nos brinda un procedimiento racional para comprobar la validez de las normas, pero ¿está obligado realmente el poderoso a hacerle caso a los débiles afectados por una norma? Sólo es posible este procedimiento cuando hay paridad de fuerza. Por eso Habermas distingue entre dos tipos de acciones:
Acción natura-teleológica: consiste en la persecución de fines para los que previamente se han calculado los medios adecuados. Tiene dos clases:
A) Instrumental: se vale de procedimientos técnicos basados en las predicciones que nos dan los saberes empíricos
B) Estratégica: es la que se da en el contexto de la lucha de intereses
Acción comunicativa: se caracteriza por buscar el entendimiento entre varias personas acerca de la legitimidad de sus respectivas pretensiones.
Para Habermas la acción comunicativa es mucho más que la mera acción estratégica y, al mismo tiempo, mucho más importante porque la primera presupone la formulación de cuatro “pretensiones de validez” y la anticipación de la “situación ideal de habla” y, sin embargo, la acción estratégica no cuenta con estos supuestos. Dicha situación se basa en unas reglas.
– No se debe excluir del diálogo a ninguna persona que manifieste tener intereses en el problema sobre el que se dialogue.
-Una vez en el diálogo todos los interesados tienen igual derecho a la palabra, sin ser coaccionados cuando hablen.
-Ha de comprobarse colectivamente que la conclusión o norma moral concreta a la que se llegue después del diálogo sea asumida por todos los afectados. Es decir, que todos los que tengan relación con la norma concreta acepten las consecuencias de estar bajo la misma.
En conclusión, la ética del discurso es un intento de abandonar la barbarie de la razón instrumentalizada para volver a un uso humano y constructivo de la palabra donde la acción comunicativa dé lugar a nuevos horizontes de convivencia política.