Los Felices años 20
La crisis de 1929 tuvo lugar tras unos años de extraordinaria prosperidad económica en Estados Unidos: fue el período conocido como los «felices años veinte». Esta expansión fue resultado del aumento de la demanda durante la Primera Guerra Mundial. La expansión de la economía estadounidense fue posible por la innovación técnica y los cambios en la organización del trabajo que caracterizaron la Segunda Revolución Industrial.
El automóvil fue el sector emblemático de este auge, el primero en aplicar la producción en serie mediante las cadenas de montaje. También se generalizó la construcción de elevados rascacielos en las grandes ciudades. Y todo ello en medio de un proceso de concentración empresarial. Como consecuencia, se produjo un gran aumento de la productividad, muy superior al de la economía europea, lo cual permitió a la economía estadounidense reducir los costes de producción.
Los establecimientos comerciales especializados y de reducidas dimensiones tuvieron que enfrentarse a las cadenas de grandes almacenes que impusieron un nuevo método de venta. Además, la compra a plazos permitió que algunas familias pudiesen aumentar sus compras, lo cual incrementó la demanda de productos. El deseo de vender más dio a la publicidad y al marketing un papel muy relevante en la economía norteamericana. El aumento del consumo comportó una verdadera revolución de los consumidores.
La mejora de la capacidad adquisitiva de los trabajadores no fue suficiente para absorber el aumento de la producción, resultado de la fabricación masiva y en serie. En pocos años, la sobreproducción empezó a ser un problema. La agricultura fue el sector más perjudicado. Los productores agrarios vieron cómo se reducían sus ingresos debido a la disminución de las exportaciones y de los precios a partir de 1922.
La revolución de los consumidores vino acompañada por un aumento de las inversiones bursátiles. Este auge bursátil fue resultado de la buena situación de las empresas y sus favorables perspectivas de futuro. El alza de las cotizaciones dio paso a una burbuja especulativa: el aumento del valor de las acciones se producía por el convencimiento de que cuanto antes compraran, mayor iba a ser la ganancia obtenida. El interés por la Bolsa llegó a los pequeños inversores. Mientras el precio de las acciones mantuvo su tendencia al alza, la euforia continuó y los préstamos pudieron devolverse sin problemas. El problema se inició cuando las acciones empezaron a descender.
El crack del 29
En primer lugar, hay que señalar la sobreproducción industrial, cuyas primeras muestras eran ya evidentes antes del hundimiento de la bolsa.
En segundo lugar, la crisis de liquidez. La caída de las acciones generó una cadena de impagos y provocó el cierre de muchas industrias y entidades bancarias. El deseo de vender a cualquier precio los bienes ya producidos aceleró el descenso de los precios (deflación).
En tercer lugar, la caída del consumo provocada por el paro y el convencimiento de que la situación económica iba a empeorar. Varias causas influyeron en la disminución de la capacidad adquisitiva de aquellos que habían invertido en Bolsa y el temor a ser despedido. Pero además, el endeudamiento provocado por la adquisición en años anteriores de bienes de consumo duraderos. El miedo a la quiebra de los bancos asustó a la población, que acudió a retirar los efectivos de sus cuentas, pero las entidades financieras no pudieron reponer los depósitos bancarios a sus titulares por falta de recursos monetarios. Todo ello desató la crisis bancaria.
La ruina de los inversores bursátiles y la disminución del crédito provocaron el descenso del consumo, lo cual agravó la sobreproducción que estaba latente desde hacía algunos años. El subconsumo y la caída de las inversiones indujeron la crisis industrial. La caída de la actividad industrial supuso un gran aumento del desempleo. El desempleo agravó aún más la contracción de la demanda: millones de parados sin ingresos dejaron de consumir, mientras gran parte de los que conservaban el empleo temían perderlo, por lo que redujeron también su consumo. La crisis nutría la crisis.
El New Deal de Roosevelt
El intento de recuperación asociado habitualmente a las teorías de Keynes es el denominado New Deal, un plan económico para superar la crisis y puesto en práctica por el presidente estadounidense Roosevelt.
Las medidas más importantes del New Deal trataron de luchar contra el descenso de los precios, creando organismos para regular la producción y los precios. Con el objetivo de impedir una crisis, Roosevelt estableció un control estatal sobre los bancos para asegurar su solidez financiera.
En la mejora de las condiciones de los trabajadores, la nueva ley de relaciones laborales reconoció la libertad de sindicación de las empresas. El gobierno estableció un salario mínimo y un máximo de horas laborales a la semana. Se aprobó la ley de creación de la Seguridad Social.
Podemos afirmar que la política de Roosevelt contribuyó a la estabilización de la economía, aunque sin llegar a una nueva etapa de crecimiento.